Todo el sabor de una villa romana

Más allá de las murallas Aurelianas que rodean las siete colinas de Roma, hay barrios que no sufren la presión del turismo y donde los romanos se mueren por vivir. Uno de esos enclaves es Parioli, territorio de familias adineradas, embajadas y donde residen personalidades como el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, o el entrenador de fútbol Claudio Ranieri. El barrio está rodeado de los mejores parques de Roma, y entre dos de esos parques, Villa Borghese y Villa Balestra, el arquitecto valenciano Ramon Esteve ha restaurado una villa de principios del siglo XX para convertirla en un palacio contemporáneo.

El edificio, conocido como Villa Carrega, está catalogado por su “considerable interés histórico” y fue construido en 1912 por el ingeniero Giovanni Battista Milani para el príncipe Carrega Di Lucedio. En 1955 se amplió para hospedar a la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, comunidad que convirtió la sala de baile del palacio en su capilla. Hace seis años, dejó de albergar un espacio religioso, y empezó su remodelación para convertirlo en una vivienda privada “respetando la imagen del edificio, mostrándose con los materiales autóctonos: travertino romano, calacatta (mármol blanco, en este caso en su variedad tostada) y latón”, explica Ramon Esteve. La piedra envuelve la vivienda en todos los espacios exteriores no sólo como revestimiento, sino también en las fuentes, las piscinas, la barbacoa y la chimenea, y Esteve ha creado un contraste entre el acabado rústico característico del travertino y la sensualidad del calacatta en el interior.

El mobiliario define las estancias, como las grandes lámparas rectangulares de latón diseñadas expresamente. La arquitectura preexistente convive con nuevos usos, de modo que la columnata característica de la arquitectura neoclásica alberga una piscina climatizada, y la torre, una zona de descanso. La espectacular escalera interior se ha diseñado como un elemento escultórico, y el ascensor, también de vidrio y latón, como los peldaños, parece un reloj que deja a la vista su maquinaria. 
Siguiendo los cánones de la ciudad de La grande bellezza, esta villa clásica puesta al día se completa con el sonido del agua y la presencia de la vegetación, que mitigan el rumor urbano. La vivienda cuenta, en su terraza superior, con una huerta, algo poco común en esta ciudad. Un toque ecológico para el sueño de un príncipe elegante del siglo XXI.