Sevilla, una filosofía de vida

Un país de bares (2)

Disfrutar la calle es innegociable en la capital andaluza. La cultura del tapeo implica mucho más que el aspecto culinario. Se trata de un acto social y cultural de primera magnitud. El bar de toda la vida, en Sevilla, es tan importante como el hogar.

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bodega góngora (Albareda, 5. Casco antiguo) Fundada en 1939, tras la guerra, nació como despacho de vinos, filial de la bodega de Villanueva del Ariscal. Punto de encuentro de toreros, ganaderos y tratantes de ganado, en los sesenta introdujo el marisco y en los ochenta, el pescaíto frito

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la sacristía (Mateos Gago, 18. Barrio de Santa Cruz) Casi frente a la Giralda, local decorado con litografías sobre la historia de Sevilla y bancos de iglesia. Preciosa terraza con naranjos. Platos estrella: ternera a la cereza y beicon con salsa de almendra

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ESLAVA (Eslava, 5. Barrio de San Lorenzo) Perseverancia en la calidad y equilibrio entre creatividad y tradición hacen de este local un fijo en Sevilla. Siempre abarrotado, su lista de tapas es inabarcable: costillas a la miel, carrillera ibérica, ortiguillas fritas, atascaburras...

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Blanca paloma (Pagés de Corro, 86, Triana) Uno de los locales fijos en el arrabal trianero, su bocadito de mejillón es probablemente la tapa más conocida desde que comenzó el negocio en 1970. Su carta lo convierte en un local que va más allá de la tapa de toda la vida

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CASA RICARDO (Hernán Cortés, 2, Barrio de San Lorenzo) Sus paredes están cubiertas de cristos, vírgenes y demás imágenes de la Semana Santa. Refugio de la Hermandad del Cachorro en la Madrugada. Sus croquetas de jamón y flamenquines no tienen rival en la ciudad

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