El arte más dulce

'Amezaiku'

La eternidad de lo efímero y la consistencia de lo sutil. El 'amezaiku', la tradición de modelar en caramelo, visualiza el alma japonesa.

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Uun haiku que toma forma en forma de figurita de caramelo. Así podrían definirse las creaciones del amezaiku, el arte japonés de modelar caramelo para recrear todo tipo de pequeños animales y flores. Porque como el tradicional poema de tres versos y diecisiete sílabas en su versión ortodoxa, estas piezas huyen de lo superfluo para tratar de captar la esencia de lo que representan. En su gran mayoría, pequeños animales y flores a los que el animismo oriental atribuye un alma que el artesano o artista –sobre esto existe un debate abierto– debe conseguir atribuir a su creación.

Los escasos tres minutos de que el escultor dispone hasta que la pasta de caramelo se endurece hasta imposibilitar el trabajo también fuerzan una economía de movimientos –muchos de ellos asimilados tras un aprendizaje de años– que caracteriza estas obras. Todas únicas y fruto de un largo proceso creativo pese a su breve concreción.

Documentado ya en el siglo VIII, el amezaiku se desarrolló en el esplendor del periodo Heian, cuando las figuras de caramelo se institucionalizaron como ofrendas en los templos de Kioto. Aunque fue ya en el periodo Edo (entre los siglos XVIII y XIX) cuando alcanzaron un carácter popular y se convirtieron en una atracción que los artesanos llevaban por buena parte del país.

Prácticamente caído en el olvido, las nuevas generaciones han recuperado el amezaiku y las autoridades japonesas han contribuido a su recuperación. Uno de sus principales exponentes, el artesano Shinri Tezuka, ha recorrido en las últimas semanas diversas ciudades españolas en el marco de los actos que la embajada y el consulado japonés en Barcelona han celebrado al cumplirse los 150 años de establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y Japón.

Con la única ayuda de un hornillo, unos palillos, unas tijeras tradicionales y unas pinzas, Tezuka mostró el proceso de creación de estas delicadas figuras, para las que se requiere calentar la pasta de caramelo hasta unos 90ºC y darle forma moviéndola sobre una varilla, moldeándola y cortándola con las manos y esas pocas herramientas. El proceso culmina con el color que ofrecen diversos colorantes naturales cuya aplicación requiere también de una compleja técnica que, como todo el proceso, se ha ido transmitiendo generación tras generación, sin que exista ningún tipo de manual o guía didáctica al uso. Tampoco existe ninguna formación reglada, más allá de la que ofrecen los artistas o maestros artesanos en sus talleres.

Como el de Tezuka, considerado uno de los principales maestros pese a su juventud. Aunque más allá de las técnicas, este creador incide en el alma del amezaiku: “Valorar lo efímero y lo sutil y transmitir el apego por ello es la gran aportación de la cultura japonesa al mundo”.

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