El show de Lang Lang

cultura

El pianista chino de 32 años fue niño prodigio y es un fenómeno global que rompe con los corsés de los intérpretes de música clásica. Su último disco lo ha dedicado a Mozart, pero sus aires son de estrella de rock, como se vio en la clase magistral que dio en Barcelona para cerrar su curso internacional dirigido a promocionar nuevos talentos.

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Lang Lang, durante la clase magistral, se mostró vehemente cuando iba dando instrucciones a los jóvenes pianistas del curso internacional de su fundación

El virtuosismo de los grandes intérpretes de la música clásica y el carisma de una estrella de rock. Ambos talentos confluyen en Lang Lang, considerado el mejor pianista del mundo. A los 32 años, con una agenda de vértigo –más de 200 conciertos al año–, es un fenómeno global. Venerado en su China natal, país superlativo donde la langlangmanía ha generado una pasión por el teclado que alcanza a 40 millones de niños, y admirado en los más prestigiosos escenarios del planeta, no pierde de vista el precio de la gloria. Una infancia entregada a su instrumento. Horas y más horas robadas al juego en pos de un sueño. “Tienes que ser el número uno”, le repetía su padre, Lang Goureng, músico frustrado por la revolución cultural china.

Pocos niños prodigio siguen en la cima de adultos. Él lo logró y hoy dedica parte de su preciado tiempo a ayudar a los jóvenes talentos a encontrar el camino de la excelencia. Con este objetivo se creó la Lang Lang Internacional Music Foundation, que anualmente selecciona, entre más de 300 aspirantes de los cinco continentes, a un grupo reducido de chicos de 10 a 14 años para participar en una experiencia única: el Junior Music Camp, estancia de intercambio musical y cultural que culmina en una clase magistral impartida por Lang Lang bajo el patrocinio de Allianz. La segunda edición –la primera fue en Munich– tuvo lugar el 15 de noviembre en el Auditorio de Barcelona. Todo un espectáculo.

“Debes pensar en juegos artificiales.Te voy a mostrar un truco, aquí tienesque darle al piano con el puño”, diceel pianista a un alumno para que transmita fuerzay pasión

Durante tres horas, el pianista da rienda suelta a su lado más exuberante. Se mueve por el escenario como un delfín haciendo cabriolas en el mar. Canta, baila, brinca…acompaña la música de sus pupilos con grandes gesticulaciones, muecas y mil onomatopeyas. En ocasiones marca el ritmo chasqueando los dedos, en otras les acompaña al piano. Juega y bromea con ellos para aplicar su mantra: “Classic music is fun” (la música clásica es divertida).

“Tienes que tocar de forma más peligrosa, como una serpiente que se acerca”, recomienda a Erico (11 años, venido de Hungría) mientras imita el movimiento con su brazo al son de El vuelo del moscardón de Rimski Kórsakov. A María (13 años, española) le interrumpe su pieza de Bach: “No es que quiera que estés enfadada, pero ¡cuando hay que estarlo hay que estarlo!”. A Vi (13 años, Estados Unidos) le hace sacar el genio con Debussy. “Debes pensar en fuegos artificiales. Te voy a mostrar un truco, aquí tienes que darle al piano con el puño”, dice. El público contiene el aliento.

Los papeles parecen haberse intercambiado. El respetado artista se comporta como un crío mientras los niños actúan como adultos. Serios y algo tensos ante su ídolo, interpretan sus piezas con un aire muy concentrado y profesional. Lang Lang les enseña que una buena técnica no basta, que hay que sacar el temperamento y, sobre todo, disfrutar. “Desabróchate la chaqueta, menos tieso, ¡tienes que llegar al corazón de la gente!”, aconseja a Kaan (11 años, Turquía), virtuoso de Chopin. Para sacar a Kevin (14 años, Irlanda) del corsé en el que parece metido, el maestro le sacude enérgicamente los hombros. “Ahora está mejor, ¡chócala!”, le comenta.

Con su traje satinado, su camiseta de dibujos geométricos y su estrambótico calzado –mezcla de zapato de charol y bambas–, Lang Lang rompe con el cliché del concertista que vive en su burbuja de notas y pentagramas. Muy activo en las redes sociales, se ha empeñado en popularizar la música clásica, sacarla de las aterciopeladas salas de conciertos para llevarla a los estadios utilizando sus dotes de showman, pese a no ser siempre del gusto de los puristas. Su carrera experimentó un gran salto tras tocar en la apertura de los Juegos Olímpicos del 2008 en Pekín, que le permitió llegar a una audiencia de más de 4.000 millones de personas. Desde entonces su figura se ha asociado a los grandes acontecimientos deportivos, con especial predilección por el fútbol.

De hecho, la clase magistral de Barcelona empezó en el Camp Nou, que Lang Lang visitó acompañado por dos de sus alumnos y con la ilusión de un niño pintada en el rostro. Era su tercera visita al campo, pero esta vez no fue para presenciar un partido. Un piano de cola le esperaba al borde del césped. “No lo sabía, es una sorpresa total!”, proclamó extasiado ante el majestuoso Steinway instalado por El Mundo Deportivo antes de arrancarle las notas del himno del Barça, equipo que dice admirar por su juego “artístico”. “El fútbol tiene puntos comunes con la música. La disciplina, la concentración, la sinergia entre el entrenador y once jugadores, la relación con el público, necesitas pasarlo bien y al mismo tiempo dar el máximo”, comentó el pianista. A su juicio, el equivalente de Messi en el fútbol es Mozart, compositor al que ha dedicado su último álbum.

Incluido en el ranking de las 100 personalidades más influyentes elaborado por Time Magazine, Lang Lang ha tocado con los directores de orquesta más renombrados y ante los dirigentes más poderosos del planeta. Sin embargo, no duda en colaborar con artistas situados en las antípodas de Beethoven o Chopin. Lo pasó en grande tocando con Metallica en los Grammy 2014 y recientemente con Psy, el cantante surcoreano. En el fondo sigue siendo el crío que a los dos años se enamoró del piano ante un episodio de Tom y Jerry donde los dos personajes animados se detestan cordialmente al ritmo de la Rapsodia húngara n.º 2 de Franz Liszt. Seguramente por eso conecta con los jóvenes artistas, que jamás olvidarán el momento de pura magia en que la clase magistral tocó a su fin y tuvieron ocasión de tocar a tres bandas con su célebre maestro.

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El joven maestro, en pleno ejercicio de docencia

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El atuendo desenfadado de Lang Lang contrastaba con la formalidad de sus jóvenes alumnos

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El Auditorio de Barcelona se llenó para acoger una clase magistral que se convirtió en todo un espectáculo

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