Ventajas a granel

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Los comercios a granel se están convirtiendo en la nueva y antigua forma de comprar. En estos locales, los alimentos se expenden en cestas de esparto y sacos de gran tamaño, cuando no en cilindros de vidrio y latas de acero, pero el principio organizador es el mismo que hizo servir la generación que creció sin plásticos: los usuarios traen sus propios frascos y bolsas de tela, pesan lo que quieren, pasan por caja y se lo llevan a casa.

Muchas veces se trata de tiendas que rezuman un olor especial a vinos de barrica y legumbres cocidas artesanalmente. También hay multitud de granos (desde garbanzos pedrosillanos de Salamanca hasta judías planchadas de León, pasando por variedades locales), semillas, frutos secos que ellos mismos tuestan, infinidad de harinas, verduras ecológicas venidas de campos de los alrededores, café y chocolate de comercio justo, decenas de variedades de té sin bolsita, especias, miel y un gran surtido de productos amigables para el medio ambiente, como detergentes sólidos y cepillos de cerdas de bambú.

Pero las ventajas de comprar en comercios zero waste o sin residuos no son sólo visuales y aromáticas. Según explica Yurena González, autora del libro Mejor sin plástico (Plataforma), al poder comprar cantidades mínimas “es posible probar muchos alimentos diferentes sin el temor de acumular desperdicios y así llevar una dieta más diversa”. Y, sobre todo, las compras a granel permiten eliminar envoltorios innecesarios. “El 39,9% del plástico que se genera en el mundo va destinado a la fabricación de envases”, informa González.

También es interesante que, “al no existir empaquetados, puedes ver lo que compras y comprobar el estado y la calidad del producto”, añade la autora y además impulsora del blog Nonoa. Finalmente, “cuando compramos a granel en mercados y tiendas de barrio damos nuestro voto a comercios que representan nuestros valores”, indica esta experta.

Más allá de promover sistemas de producción respetuosos con el medio ambiente que reduzcan la huella de carbono y acorten la cadena de distribución, se trata de “que nuestra manera de consumir no sea un acto egoísta por el que sólo obtengamos beneficios nosotros mismos, sino que nuestro consumo sea un acto que englobe el bienestar y beneficio de todas las partes implicadas, incluida la Tierra”, concluye González.

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