No queda rastro, según los testigos gráficos, del corazón con el nombre Antonio que se tatuó en el hombro Melanie Griffith. Tras la ruptura de su matrimonio con Banderas, la actriz norteamericana decidió hacer borrón y piel nueva. No es la única. Gracias a técnicas láser, los tatuajes ya no son para toda la vida. Pero eliminarlos requiere un proceso más largo y complicado que hacérselos.
Si está pensando en expulsar de su cuerpo el nombre de su ex, esa Virgen con la que se decoró el pecho en un arranque místico, el símbolo que atestigua un pasado radical, el vistoso dragón que no encaja con el trabajo al que aspira o simplemente un tatuaje que no respondió a sus expectativas, tómeselo con calma. El verano, cuando se exponen más superficie de la anatomía, quizá no sea la época idónea para iniciar el tratamiento, puesto que hay que evitar la exposición de la zona al sol durante los siete días previos. En cambio, ahora es un buen momento para plantearse la cuestión. Si la zona perforada no es muy grande, es posible que el tatuaje desaparezca para la próxima temporada de playa.
“Lo importante es no tener prisa. Cuando me vienen diciendo: ‘Me caso en tres meses’, la respuesta es: ‘Pues te vas a casar con tatuaje’”, afirma tajante la doctora Montse Planas, de la Clínica Planas de Barcelona. La duración del proceso varía en función de la coloración, la extensión y el plano dérmico, es decir, la profundidad a la que se inyectó la pigmentación.
Los tatuajes más fáciles de quitar son los negros. En cambio, los que llevan rojo, verde, lila y amarillo son los más resistentes. También depende del tipo de pigmento; algunos llevan metales complicados de eliminar.
“Hay gente que llama al día siguiente de haberse hecho un tatuaje porque no le gusta el resultado. Entonces se les informa de que deben esperar tres meses para iniciar el proceso inverso”, explica Katy Pelay, directora en Barcelona de Tatoo Cleaners, un centro de estética especializado en la eliminación de dibujos corporales que cuenta con franquicias en Madrid, Sevilla, Málaga y Albacete. La empresa, nacida en el 2012, ha sabido aprovechar un nuevo nicho de mercado, consecuencia de una moda que, a la vista del éxito que cosecha entre futbolistas y otras celebridades, no tiene visos de remitir.
“El tratamiento lo realiza un técnico sanitario o auxiliar de enfermería después de recibir una formación para utilizar el equipo”, precisa Pelay. “Entre el 80% y el 90% de los tatuajes desaparecen”, asegura. Sus precios son más competitivos que los de un centro médico, pero en estos se cuenta con la supervisión de un dermatólogo.
El tratamiento consiste en ir dividiendo la zona pigmentada en pequeños puntitos mediante los impactos de luz del láser. Eso permite que el cuerpo vaya expulsando la coloración poco a poco a través del sistema linfático. La habilidad en la manipulación del aparato es crucial. En general, son necesarias diferentes sesiones espaciadas por un mínimo de cuatro a seis semanas para permitir la recuperación de la piel.
Tanto Planas como Pelay recomiendan acudir a centros especializados y advierten contra las malas praxis de algunos tatuadores o algunos establecimientos de estética que no tienen el material ni el personal adecuados para eliminar los pigmentos. “Nos llega gente con cicatrices terribles que dejan profundas secuelas”, dice la doctora. La cultura del tatuaje también tiene una cara sombría.
Clínica Planas: la media para eliminar un tatuaje se sitúa entre 6 y 8 sesiones. El tiempo mínimo entre sesión y sesión es de un mes y medio o dos. Precio: a partir de 220 euros la sesión.
Tatoo Cleaners: la media se sitúa entre 8 y 10 sesiones, con un tiempo mínimo entre cada una de cuatro semanas. Precio: para una zona de 4x4 cm, 39 euros la sesión (dura unos cinco minutos). Para una zona de 15x15 cm, 59 euros (la sesión es de media hora).