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La máquina saludable
Ocio
Las bicicletas eléctricas aportan una forma muy sana de disfrutar del ciclismo, ya que el corazón trabaja más tranquilo y se pueden recorrer largas distancias y afrontar cuestas desde el primer día.
Suso Pérez
Que ir en una bici eléctrica resulta fácil es una obviedad, lo que tenemos que explicarle a la gente es que es sano”. La frase, pronunciada por el legendario ciclista estadounidense Greg Lemond, tres veces ganador del Tour, en conversación con este periodista, resume la aportación fundamental que traen las bicis eléctricas al deporte y al ocio. E incluso al transporte cotidiano. Una bicicleta eléctrica homologada sigue siendo una bici en la que hay que pedalear siempre (legalmente, no debe haber acelerador), y la ayuda del motor (que actúa hasta que se alcanza una velocidad de 25 km/h) se traduce en una sensación similar a la de que alguien fuera empujando al ciclista con una mano en su espalda. O sea, que se hace deporte, pero sin el esfuerzo agonístico que requiere muy a menudo el ciclismo. Como además ese empuje del motor es regulable, incluso las cuestas más duras se salvan sin problema. Todo ello significa que el corazón trabaja tranquilo y que el esfuerzo muscular es todo lo liviano que se quiera. En resumen: la bici eléctrica es una máquina idónea para ponerse en forma, ya que se puede recorrer distancias largas prácticamente desde el primer día. Con otra ventaja añadida: ese deporte de larga duración y baja intensidad es perfecto para bajar peso, pues consume la grasa del organismo en mayor proporción que el glucógeno necesario para afrontar esfuerzos intensos. Y encima, disfrutando del paisaje...