La naturaleza es sexy

regreso a lo natural

Un bosque, una montaña o un riachuelo pueden proporcionar paz y desconexión del mundanal ruido, pero antes que nada ofrecen una belleza que no tiene precio.

Vertical

El regreso a la naturaleza ha protagonizado en los últimos años algunos de los éxitos literarios más insospechados. Un pastor que cuenta sus aventuras y desventuras diarias (James Rebanks); un leñador que enseña a cortar y a apilar la madera como una forma de terapia sanadora y artística (Lars Mytting); un experto en leer el agua de los ríos, los lagos y el mar (Tristan Gooley) y una legión de autores que recetan los beneficios de abrazar los árboles, de sumergirse o sentir o bañarse en el bosque, por no hablar de los que predican sobre los be­neficios de aplicar en los humanos las enseñanzas y las prácticas sociales de pájaros y peces.

"El futuro es de los que entiendan el poder del medio natural", dice Richard Louv, descubridor del 'desorden del déficit de naturaleza'

¿Hemos abandonado la naturaleza y en vez de abrazar árboles, como los japoneses, nos hemos aferrado a la pantalla del móvil como socorrida válvula de escape? ¿Acudimos a ella como quien sólo se acuerda de santa Bárbara cuando truena? Lo cierto es que muchas veces fiamos la dosis curativa de naturaleza a periodos como Semana Santa o las vacaciones de verano, cuando la saturación del día a día ya no tiene mucho remedio…

Los expertos explican que no hace falta convertirse en un ermitaño para recobrar el bienestar ni pasar dos años, dos meses y dos días como Thoreau supuestamente aislado en su Walden o el escritor Sylvain Tesson encerrado seis meses en una cabaña del lago Baikal. Para alejarse del mundanal ruido y fundirse en la naturaleza ni siquiera hay que ir demasiado lejos. Hay rincones incluso en las ciudades más densas donde la llamada de la selva está a la orden del día… Eso sí, hay que quitarse los cascos para oír a los pájaros y levantar la vista (de la pantalla) para ver los árboles florecer en primavera o cuando pierden sus hojas en otoño.

Richard Louv, autor de Los últimos niños en el bosque (Capitán Swing) y padre del término desorden de déficit de naturaleza, cree que el futuro será “de los nature-smart, los que desarrollen una profunda comprensión del poder transformador de la naturaleza” y defiende la necesidad de acudir al campo, al bosque, a la montaña para “minimizar los efectos estresantes de una infancia estresante, incluidos la obesidad, la depresión, problemas de comportamiento”.

La naturaleza ofrece un poder estético frente a la inmediatez de la tecnología, apunta el ecólogo José Luis Gallego

“Creo que hay que acudir a la naturaleza no tanto por la desconexión o la relajación que ofrece, o por el paréntesis que supone, sino más bien por su poder de seducción, porque es bonita”, concluye José Luis Gallego, uno de los ecólogos más respetados de España, autor de Disfrutar en la naturaleza (Alianza) y que acaba de publicar Plastic Detox (Cúpula). Para Gallego, la naturaleza plantea preguntas y respuestas, pero sobre todo alberga “un poder estético” y se presenta como antídoto “a la inmediatez de la tecnología. Los chicos –afirma– están narcotizados. Van a una casa rural con sus padres y lo primero que preguntan es si dispone de wifi”. Con la naturaleza de nuestra parte, apunta, “todo se relativiza”.

Si leer es sexy, asomarse a las páginas del libro abierto en plena naturaleza puede serlo incluso más.

Senderos

Los libros que estudian aspectos de la flora o la fauna aplicada a los humanos, se han convertido en una inesperada puerta a la naturaleza.

Los expertos apuntan que regresar a la naturaleza y disfrutar de ella de niño funciona como medicina contra muchos problemas de la adultez.

La ciudad esconde muchas naturalezas, a veces un poco  escondidas...si uno se quita los cascos igual oye el trajín del tráfico, pero también el trino de los pájaros.

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