Ibiza, más allá de la fiesta

La fuerza de los clichés es tremenda. Bien lo saben en Ibiza, donde las fiestas que ponen punto final a la temporada de las discotecas son tan promocionadas que parece que es la isla entera la que cierra. Y es justo entonces cuando se revela la Ibiza que disfruta de los placeres sencillos, como el de ir a Santa Gertrudis a tomar uno de sus famosos bocadillos de jamón o maravillarse con la puesta de sol junto a los islotes de Es Vedrà tras practicar yoga en una desierta cala d’Hort. El patrimonio de la Unesco que se atesora en Dalt Vila –el barrio amurallado de Ibiza capital que Carlos I y Felipe II fortificaron– también se recorre sin agobios. Lo mismo que el icónico mercado hippie de La Dalias. Y lejos del verano es una delicia recorrer las rutas senderistas, caminos de tierra roja que los fenicios tenían por sagrada porque en Ibiza no había animales venenosos, quizá gracias al bondadoso dios Bes, que llegó desde Egipto para ceder su nombre a la isla.

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