Cuando se habla de orquídeas, solemos tener la imagen de una flor exótica y delicada, de formas y colores caprichosos, pero la realidad no es siempre así, pues, aunque parezca extraño, también viven orquídeas en estado silvestre en nuestros bosques, a menudo tan cercanos y tan desconocidos a su vez.
Las orquídeas que aquí encontramos son plantas terrestres, es decir que viven en tierra. Su sistema radicular forma rizomas o tubérculos, y eso las hace muy distintas a las orquídeas tropicales y subtropicales que conocemos, con sus raíces aéreas y que viven sobre grandes árboles.
Naturalmente, las especies que aquí se desarrollan tienen unas características y tamaño muy distintos a las que se comercializan, pero no por ello dejan de ser igual de bellas e importantes para nuestra flora autóctona. Las flores de estas orquídeas silvestres se desarrollan generalmente en forma de racimo o de espiga y en disposición terminal respecto al tallo aéreo, no acostumbran a ramificarse, el número de flores es muy variable según la especie y van desde una sola hasta sesenta diminutas flores agrupadas en espiga. La época de floración es muy variable dependiendo de la zona y se produce generalmente entre marzo y septiembre.
Desde aquí se pretende darlas a conocer para que, cuando las veamos en el bosque, se pueda reconocerlas y respetarlas, pues son especies que están protegidas por un convenio internacional. Algunas de ellas están en peligro de extinción y se recomienda no tocarlas y menos arrancarlas, pues son plantas que no sobrevivirían fuera de su entorno natural.