Sueños de modernidad entre mezquitas

Estambul

A la sombra de las grandes atracciones estambulíes como el Gran Bazar, Santa Sofía o la mezquita Azul, en los barrios de Ortakoy, Karakoy y Beyoglú está asomando una ciudad vibrante y fresca, repleta de librerías, galerías de arte, restaurantes y cafés.

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Un hombre lleva en su cabeza pan recién hecho para venderlo mientras cruza por el puente de Gálata hacia Eminonu

Dos almas diferentes para una ciudad en dos continentes. Un corazón cosmopolita y acostumbrado al cambio que vuelve a vivir hoy nuevos tiempos. Situado frente al casco histórico y de las bellezas de Sultanhamed –a un lado Santa Sofía y al otro la mezquita Azul– habita con fuerza el nuevo Estambul con un ritmo moderno que no pierde su origen otomano ni la fuerza de una cultura ancestral. Los nuevos artistas y galerías o la reinvención en la cocina vuelcan su magia en la ciudad de las mil y una noches sin perder su magnetismo clásico.

El barrio de Beyoglú comenzó a fraguar su propia revolución en los noventa. Sus escaparates, sus gentes e incluso las calles comenzaron a respirar aires de modernidad. Su epicentro hoy sigue siendo la célebre plaza de Taksim y la calle Istiklal, la espina dorsal de un mundo vertebrado por cafés a la última, tiendas de diseño y restaurantes que desciende de forma empedrada y serpenteante hasta las orillas del Mármara.

En la última década los sabores del mundo comenzaron a llenar las cocinas de Estambul y a mezclarse con la estupenda tradición culinaria otomana. El resultado que se respira hoy en cada rincón de la nueva ciudad es una fusión de sabores únicos servidos en locales de diseño vanguardista. Para situarse, es una buena apuesta comenzar por el popular 360, un pionero que se ha convertido en un punto de referencia en Estambul. Con una de las mejores vistas de la ciudad acompañadas de un diseño rompedor y vanguardista, este local ha sabido cuidar todos los detalles. Al frente de sus fogones está Mike Norman, un reconocido chef en la ciudad, quien combina estilos de todo el mundo con recetas turcas, así surgen platos como el falafel con gambas en salsa de tahini con limón o el hígado de cordero de Albania aderezado con hinojo dulce y crujiente de cebolla. No hay que perderse el kibbe libanés estofado con bolas de carne y pistacho. El ambiente aquí se transforma durante la noche y se convierte en uno de los lounges más de moda. A distancia está el que sin duda es una de las estrellas de la reinvención de la cocina turca: Mikla, un estupendo restaurante situado en la azotea del hotel Marmara Pera y que se ha colocado el 56.º en la lista de los 100 mejores restaurantes del mundo. Un nuevo universo llamado la nueva cocina de Anatolia se despliega de la mano del chef turco-sueco Mehmet Gürs. Deleita con la mezcla de dos mundos en sus platos a base de los mejores productos locales. Hay que probar el lomo de cordero ahumado con madera de cereza o las chuletas de cordero con crujiente de pistacho y aventurarse en su nueva carta de vinos turcos.

En los últimos años, los sabores del mundo han comenzado a llenar las cocinas de Estambul y a mezclarse con éxito con las viejas recetas otomanas

Si hablamos de revolución culinaria hay que incluir al Lokanta Maya en Karakoy. La chef Didie Sinol, tras su paso por Nueva York, ha sabido desplegar el arte en los fogones de su tierra y aderezarlo con los nuevos tiempos, escuela de cocina y un programa de televisión incluidos.

Un gran clásico culinario que se mantiene es Ikinci Bahar situado en Çiçek Pasaji (pasaje de las Flores), un lugar único donde comer un excelente pescado y mezes rodeado de farolas del siglo XIX y las fachadas de edificios consagrados al art nouveau. Este es uno de los numerosos restaurantes que se apiñan entre este pasaje y el contiguo llamado Nevizade Soak o del Pescado. Aunque si sólo se desea comer pescado, uno de los más interesantes restaurantes de la ciudad es Doga Balik, está a poca distancia de aquí. Sus mesas y sillas de corte sencillo y funcional se pierden ante la magnificencia del paisaje, pues está situado en la octava planta del hotel Villa Zurich. Pero más asombrosa que sus vistas es la frescura de su carta y la increíble oferta de especies de legumbres y vegetales de que goza su menú, más de 18 tipos distintos aderezados de mil maneras.

Beyoglú no sólo deleita el paladar. El moderno barrio además de los innumerables cafés-tertulia como el Kafe Ara y librerías a la última como Denizler Kitapevi, ofrece un sinfín de tiendas de los mejores diseñadores turcos como Oxxo o Ümit Ünal. Hace poco Blue Maters ha abierto sus puertas de la mano de Didem Çaka. Los complementos de esta diseñadora hacen furor. A poca distancia otra de las joyas del barrio es la tienda de muebles A la Turca donde se puede bucear en los tesoros de la cueva de Alí Babá. Por si la moda abre el apetito de las compras de arte hay que dejarse caer por alguna de las estupendas galerías del barrio; es en Aksanat Arts Centre o en Asmalimescit Art Gallery donde está lo mejor de los nuevos talentos locales y a un buen precio, un souvenir alternativo y muy diferente. Hay que seguir callejeando hacia la torre de Gálata, el sabor de las pequeñas terracitas envuelve al viajero y es el momento de degustar un café turco y un bizcocho ecológico en Santralodükkan. Una vez situados en los alrededores de la hermosa torre, los locales continúan y ahí donde se reúnen los jóvenes, tecleando el portátil y bebiendo batidos de semillas, como en el popular Mavra.

A poca distancia está el barrio de Karakoy. Detrás del muelle de pescadores emergen multitud de locales a la última. En Dem se puede tomar un té especiado acompañado de un excelente pastel turco en un ambiente intelectual y moderno. Después hay que ir a Meinl Kafee. Desde su terraza se puede saborear la puesta del sol sobre las mez­quitas.

Sin bajar de las alturas, en la azotea de Nutera, un dj hace las delicias de la gente guapa y les mantiene danzando con las mezquitas iluminadas alrededor. Los conciertos en el conocido Nardis Jazz Club o el clásico Café-Club siguen conquistando a un público de alta clase social en otras partes del barrio pero si se busca descubrir otro gran rincón nocturno, hay que ir a Sortie, un club de lujo en el barrio de Ortakoy, a orillas del Mármara, que durante el día atesora el Museo de Arte Moderno.

Una vez descubierto el Estambul más in, uno no puede dejar la ciudad sin reservar un tiempo para cruzar el hermoso puente de Gálata hacia el casco histórico y sentarse a saborear los famosos bocadillos de pescado y zumo de rábano de Eminonu mientras se contempla el ir y venir de los barcos en el Cuerno de Oro. Desde esta orilla histórica ¿quién se resiste a una visita a Sultanahmet y sus maravillosas joyas monumentales? Santa Sofía, la mezquita Azul o el palacio de Topkapi son imprescindibles pero no hay que dejar de visitar la Cisterna de la Basílica o la mezquita Rüstem Paça.

Si queda tiempo hay que sumergirse en el Gran Bazar. Sus más de 5.000 tiendas forman el reino de las compras por excelencia. Los que buscan tiendas de diseño con materiales de alta calidad tienen que dirigirse de nuevo a Beyoglú, en la zona de Tünel y Galatasaray. Aunque aquellos que no les gusten las compras pueden invertir ese precioso tiempo en disfrutar de un café con unas hermosas vistas para despedirse de la ciudad en uno de esos rincones secretos dentro del casco histórico: el Mimar Sinan Teras Café.

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Una mujer camina cerca del puente de Gálata con la torre homónima al fondo

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Un grupo de ejecutivos conversan sentados en uno de los bares de la Calle Istiklal

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Las mezquitas se asoman al Bósforo en una vista nocturna desde la terraza del hotel Witt

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La Cisterna Basílica era el mayor depósito de aguas de la ciudad en la época bizantina

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