Hidratar y reparar son los dos mandamientos para cuidar la piel después de un día de sol y playa. Las texturas ultraligeras en gel, sorbete o fluido son muy refrescantes, se absorben fácilmente. Guardarlas en la parte menos fría de la nevera, junto al contorno de ojos y una mascarilla, hace que aplicarlas sea todo un placer. Tener a mano brumas y aguas termales aporta igualmente un extra de hidratación y ayuda a calmar la piel así como a fijar el maquillaje. No sólo el rostro, el cuerpo también reclama su ración de hedonismo con cremas y lociones sutilmente perfumadas que pueden alternarse con otros productos específicos para prolongar el bronceado.
Mantener el tono
- Algunos gestos sencillos hacen que el buen color del verano dure más:
- La ducha, mejor templada. Si el agua está muy caliente favorece que se pele la piel.
- Buena hidratación. Es básica para que el bronceado sea bonito y duradero.
- La exfoliación justa. Basta una vez a la semana y con productos muy suaves para eliminar las células muertas y conservar el color.
- Sí al autobronceador. Es suficiente con aplicarlo una o dos veces por semana.
- En la mesa. “Podemos incluir en la alimentación productos que estimulan la fabricación de melanina como son los tomates, melocotones y frutos secos, así como complementarla con nutricosméticos que activen la producción de melanina, de vitaminas C, E, D y de antioxidantes”, recomiendan desde la Clínica De La Fuente.
En la arena. La playa puede ser un gimnasio improvisado con ejercicios eficaces y discretos:
- Plancha. Estando boca abajo, apoyar la punta de los pies y los antebrazos y subir el cuerpo, apretando el abdomen, hasta formar una línea recta desde los hombros hasta los tobillos. Mantener la posición 30 segundos.
- Glúteos. Estirados en la toalla boca arriba, con las plantas de los pies en el suelo y las manos alineadas con el cuerpo, elevar la cadera tensando los glúteos. 30 repeticiones.