Le cuesta a Quim Gutiérrez disfrutar del excelente momento profesional que está viviendo como le gustaría. “Es imposible, cuando en mi profesión existen esas cifras de paro”, declara. Pero se alegra de poder aprovecharlo para ayudar a los allegados –familia y amigos– que lo necesitan. Aunque subraya que un actor “nunca hace las películas que quiere sino las que le ofrecen”, el intérprete barcelonés, de 33 años, se ha convertido en el auténtico rey de la comedia española más o menos romántica.
Ha encadenado varias de ellas con fortuna. Por un lado La gran familia española, a las órdenes de Daniel Sánchez Arévalo, director al que debe su primera gran oportunidad en el cine –que le valió el Goya revelación: Azuloscurocasinegro–. Por otro, Tres bodas de más de Javier Ruiz Caldera, con quien estos días prepara la adaptación al cine del héroe del cómic español Anacleto, agente secreto. En el filme encarna al hijo del divertido espía, al que da vida Imanol Arias, que tendrá que rescatar a su despistado padre tras una misión que sale tan mal como de costumbre. Pero antes, enamorará a Marta Etura en la romántica Sexo fácil, películas tristes, de próximo estreno.
“Es curioso que me vean como una especie de galán de comedia agobiado, que es en realidad lo que me toca hacer. Estos personajes, antes o después, acaban perdiendo los nervios porque se empeñan en que las cosas sean como ellos tienen planeado y no como son en realidad”, dice. Él, por el contrario, manifiesta su flexibilidad. “De alguna forma, mi profesión me ha enseñado a ser así. Es muy dura, pero bien llevada te puede hacer muy feliz. La falta de rutina, de horarios, además de hacer que las relaciones personales estén muy vivas y muy presentes, te convierten en un ser transigente, que es algo importantísimo en este momento en el que vivimos rodeados de contratiempos. Pero eso no significa que tolere las injusticias”, apunta. De hecho, subraya su enfado por lo que denomina “ese sobresalto diario al que nos tiene acostumbrados la situación social y política del país, que nos obliga a vivir en un estado de alarma que no se puede permitir”.
Gutiérrez comenzó su carrera siendo adolescente, en la teleserie Poblenou, que le supuso una popularidad con la que le costó lidiar “a una edad en la que no te apetece nada sentirte observado”, señala. “En aquel momento abandoné un tiempo la interpretación porque quería ser un chaval normal. Se lo dije a mis padres y me puse a estudiar otras cosas sin saber si volvería a actuar o no. Y en la universidad me interesé por participar en algún taller de teatro y de ahí me volvió a surgir una oportunidad para hacer televisión. Obviamente, alguna vocación tendría, aunque no me diera cuenta”, explica.
Tras participar en El cor de la ciutat, a los 25 años se trasladó a Madrid para formar parte del cartel de la serie Génesis, en la mente del asesino, al tiempo que se introducía en el cine a las órdenes de José Luis Garci, José Luis Cuerda o Sánchez Arévalo. “Me siento cómodo actuando –asegura–, investigando el interior de los personajes, aunque hay quien piensa que es coser y cantar y que nos pagan mucho por no hacer nada. Veo yo mucho alto cargo y ejecutivo bien situado que se toma una hora para desayunar y dos para la comida y sobremesa. Allá cada cual con su productividad”.
Pese al compromiso con su profesión, no cree ser actor las 24 horas del día: “Valoro muchísimo la curiosidad y me interesan muchas cosas no siempre relacionadas con mi trabajo. La escritura, por ejemplo. Y desde que he descubierto la fotografía, me apasiona. Me puedo pasar horas investigando con la cámara o buscando la belleza de un rostro o de un rincón”. No descarta profesionalizarse en este campo, “aunque sé que soy tremendamente osado porque esto te expone a ser carne de crítica. Pero prefiero eso que reprocharme a mí mismo no probar cosas nuevas por el qué dirán”.
En esa línea de intereses “estéticos”, no le importa confesar que es un adicto a las tendencias en materia de moda. “Me divierte alimentar ese rollo de fashion victim. Cuando viajas un poco te das cuenta de que, al contrario que aquí, cada vez hay más hombres heterosexuales interesados por la moda. Como mínimo, les divierte”.
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