"Me gustaría poner los cuernos a Schiavone”

Antonio Manzini

Se ha erigido, mal que le pese, en el portador de la antorcha literaria que ha dejado vacante Andrea Camilleri. Encuentro en Roma con Antonio Manzini para conversar sobre las desventuras del policía Rocco Schiavone, convertido ya en el antihéroe por excelencia de una Italia que disimula sus grietas como puede.

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Cita en la Via Carlo Felice, una calle triste. Paraguas rotos y desvarillados, hojas caídas y lluvia. Agua sucia saliendo a desgana de los bajantes, charcos, cinquecentos y motorinos abriendo charcos profundos como Moisés con el mar Rojo, pero en cutre, sin colores subidos ni cinemascope. En cada rincón de Roma aguarda una Cinecittà para ser descubierta. En la fachada hay placas de empresas y negocios, pero no la que interesa. Adentro, rellanos, tres escaleras distintas. En el primer piso, un santuario de las letras italianas, modesto pero admirado. Despacho de Valentina Alferj, durante años mano derecha del malogrado y añorado Andrea Camilleri, y también agente literaria de Antonio Manzini, heredero literario del creador de las aventuras de Salvo Montalbano. Gran figura de las letras italianas, Manzini (1964) es, por su parte, padre del subjefe Rocco Schiavone, que vuelve con todo el pack: la mala leche, el nulo don de gentes, los porros, su amor por Marina, sus zapatos Clarks, sus trapicheos, Italo, Deruta, la Rispoli... La editorial Salamandra publica el 23 de enero Polvo y ­sombra (Pols i ombra en catalán), homenaje al Pulvis et umbra sumus de Horacio), otra aventura de un Schiavone que se ha convertido en un antihéroe italiano icónico y más desde que triunfa en la pequeña pantalla.

“Tal vez Rocco y yo sí nos estamos acercando a un punto de encuentro. El subjefe se está pacificando, y yo me estoy cabreando cada vez más”

Manzini llega contento a la entrevista. Unas horas antes ha acabado una nueva novela. Sin embargo, la alegría le dura relativamente poco, la RAI quiere los guiones ya y se pone mano a mano con su colega Maurizio Careddù para acabarlos. Schiavone viene de schiavo, esclavo. A lo largo de la entrevista queda muy claro quién es el amo y quién el señor. “Mi detective me ha superado, me ha comido”. Cría cuervos y no te dejarán respirar ni un segundo.

¿Se siente como una estrella? Y si es que no, ¿le tratan como tal?

No, no me siento así. A veces me tratan como estrella, a veces no, gracias a Dios. Soy un hombre que trabaja, soy uno cualquiera, uno que no está salvando el mundo. A cada libro que escribo me entra el miedo. Cuando el libro va a publicarse el miedo se convierte en terror. No me gusta enseñar nada a nadie. No me gustan los premios. Mire, Andrea Camilleri no aceptó nunca el Strega, el más importante de Italia. No creía ni en los métodos de elección ni en el sistema de votación, digámoslo así.

En España, a veces, también cuesta explicarlos.

Como aquí. Se compran los votos, se cambian… Si el libro es premiado, el número de copias vendidas aumenta. Para mí, meterse en ese berenjenal no vale la pena.

Las entrevistas como esta ¿qué grado de “tocada de cojones” alcanzan en la escala Schiavone?

No son las entrevistas, sino quienes te la hacen, depende de la persona, pero en la mayoría hay buen rollo. También te puede pasar con un escritor: con algunos puedes tener una charla inteligente y otros son unos capullos integrales.

“Schiavone ya me ha comido, me ha superado, como Sherlock a Conan Doyle; cuando el personaje cobra vida propia, ya no te pertenece”

El nivel diez, ¿qué contiene?

Hay tantas cosas... La enfermedad, el miedo a la muerte, que es lo que más… Morir es una estupidez, no entiendo por qué se muere, es una barrabasada.

¿La vida le da miedo también?

Sí, también. Sí, un cierto terror a afrontarla. Lo he hecho porque es lo que toca. Ciertas cosas las evité, porque me daban pavor. Otras las he conseguido y me he demostrado que tengo un cierto coraje, pero en realidad he tenido miedo del otro sexo. A los 16, 17, 18… tenía terror de las mujeres. Miedo al sexo, miedo a la vida, sí.

Siempre ha dicho que usted y su personaje no se parecen en nada. ¿Y con el paso de los años?

Tal vez sí que nos estamos acercando en algunas cosas. Buscamos un punto de encuentro. El subjefe se está pacificando, y yo me estoy cabreando cada vez más. Un día igual coincidimos, no lo sé.

Para Rocco, el teatro está en el nivel 8 de 10 de cosas que le irritan. ¿Es una autoparodia?

He sido actor durante 28 años. En mi vida igual he visto 400 espectáculos… puedo salvar una docena para mi formación, para mi cultura. Los otros 388 son totalmente inútiles.

“Lo que vivimos es consecuencia de 20 años de Berlusconi: la muerte de la cultura, de la ética. Por eso Salvini se permite hacer cosas vergonzosas”

La última aventura de Rocco publicada en España es Polvo y sombra. Las sombras hablan mucho de sus dueños.

Estoy de acuerdo. A menudo, la sombra puede conducirte a visualizar erróneamente a alguien. No me acuerdo quien dijo que “a fuerza de perseguir las sombras, se ­pierde de vista la realidad”. Rocco vive en una zona de sombra. Incluso su moralidad, su ética también es sombría. Es cierto, no es un personaje luminoso al que el sol le cubre a besos. Pero a estas personas yo tampoco las conozco. Igual hay una entre un millón. Todos estamos como Rocco, un poco en la sombra, la parte que no nos gusta de nosotros la escondemos siempre y no la mostramos casi nunca, ni a los hijos, ni a la mujeres, ni al marido, ni a los amigos.

No nos gusta que sepan ciertas cosas de nosotros.

A veces no nos gustamos, no nos aceptamos, pero no hacemos nada para cambiar. El título, que es un verso de un poeta, comprende el polvo, que es lo que queda de nosotros, lo que queda de las casas abandonadas o cerradas, lo que marca el paso del tiempo, porque se acumula, como con los viejos amigos, con parejas que ya no tenemos, que ya no sabemos donde están.

“¿Quién dice que soy heredero de Camilleri? Fui a verle y le pregunté qué me dejaba: ‘No te dejo un pimiento’, respondió”

Desde el minuto cero, usted castiga a su personaje: romano hasta la médula lo envía a Aosta, lo coloca fuera de contexto, ¿Llegará el día que se vengará de usted?

Ya se ha vengado, ya se me ha comido. Como Sherlock Holmes, que se zampa a Conan Doyle. Sí, porque cuando el personaje cobra vida propia, sucede que ya no te pertenece. Sí lo has creado, pero también es de los lectores. Es de todos. Schiavone me ha superado. Esto lo había hablado hace muchos años con Andrea Camilleri. Me decía: “Montalbano me ha comido, es obvio y claro”. Hablamos de una lucha desigual. Es inútil que opongas resistencia.

¿De verdad?

Sí, vence el personaje porque tú existes y él no. Él es más fuerte. Tu vives en un tiempo, en un espacio y en un cuerpo. Schiavone es incorpóreo, no existe, y por eso es más fuerte. Tú respiras y precisamente por eso eres más débil.

El lector se enamora del personaje y no del autor...

Sólo faltaría (risas); además tiene lógica: el 98% de los autores son unos plastas de campeonato.

Si el personaje es más fuerte que usted… ¿se pelea?

Nooo, con él hay que ser diplomático, hay que llegar a acuerdos. Si me peleo, pierdo, necesito un acuerdo estilo democracia ­cristiana…

“Italia no consigue deshacerse de una clase política granuja y delincuente; son unos bandidos desde el punto de vista ético y económico”

Eso que ya no existe, pero todavía existe.

Ayer acabé la nueva novela. Hoy tenemos que acabar de revisar los guiones para la nueva temporada que están esperando los de la RAI… hace un año que estoy con mi personaje estrella y, sinceramente, me gustaría ponerle los cuernos.

¿Le parece que Schiavone es un digno antihéroe italiano, a veces, pocas, contento, muchas veces de mal humor, angustiado, un poco en la cuerda floja?

A lo mejor, no estoy seguro. Es un tipo que no tiene ya ganas de tener ganas, no tiene ganas de pelearse consigo mismo, se ha cansado. Muchos italianos son así, pero Rocco tiene sensibilidad, tiene corazón y no puede ceder a ideologías reaccionarias.

Vive en el laberinto.

Sí, alterna la depresión con momentos en los que se abre. Italia también es un poco así. Este es un país que no consigue deshacerse de una clase política granuja y delincuente en la que no hay alternativas. Hablamos de bandidos desde el punto de vista ético o económico. En el poder yo sólo veo bandidos, así el ciudadano está perdido, cansado, y así busca la reacción peor: quemar librerías, ir por ahí con esvásticas, dar palizas en los estadios, hallar culpables fáciles y falsos, los negros, los judíos… el enemigo es fácil de encontrar, lo difícil es reconocer que el enemigo es uno mismo.

“No soy rico, pero esperaba serlo, ¿eh? Me lo había creído. Si las personas que ven la serie en la tele compraran los libros...”

¿Usted dejó la carrera teatral porque los políticos italianos le dejaron sin trabajo?

Seguramente sí, porque ellos representan la nueva versión del culebrón. Basta con escucharles en las entrevistas porque representan la ridiculez y la farsa. Son las estrellas. Yo, de chaval, apenas conocía a los políticos, a algunos sí. Es cierto que el gobierno cambiaba cada tres segundos (risas). Andreotti y Craxi, Craxi y Andreotti. En el año 1992, con la operación Manos Limpias, el país perdió la oportunidad de reconstruirse con seriedad.

Llegó Berlusconi.

Y fue el fin. Todo lo que vivimos hoy en día es consecuencia de veinte años de Berlusconi: la muerte de la cultura, del teatro, del cine, de la ética y la moral. Por eso Salvini se permite hacer cosas vergonzosas; por eso una mujer de 82 años, superviviente de Auschwitz, la senadora Segre, necesita escolta policial.

¿Para usted escribir es medicina…?

Es medicina y droga y hasta salvación. Es una droga porque me lleva de viaje a un lugar que no existe, pero, como las drogas, da satisfacción pero también te acaba haciendo daño. Sin escribir no podría hacer nada, ni me lo imagino.

¿A qué escritores ficha para su equipo?

Tantos… Tengo un Olimpo, no hay un Dios sino muchos, soy politeísta: De Lillo, Roth, Pynchon, Foster Wallace, Steinbeck, Maupassant, Zola, Dostoyevski, Tolstói, Orwell, Trollope, Dickens, los tres Singer (Isaac, Israel y Esther)… Ellroy al principio, ahora se ha convertido en su propio personaje, la madre muerta, la Dalia Negra, que ya lo sabemos… ve al terapeuta, tío.

Anoche soñé que Rocco Schiavone cenaba en casa de Salvo Montalbano en su terraza de Montelusa, frente al mar. Montalbano animaba a Rocco a comer.

Tiene sentido, porque Rocco no sabe comer, come mal. Creo que en el fondo se parecen algo, los dos están enfadados, también Montalbano y también Andrea, porque no le gustaba nada lo que veía. Lo frecuenté durante 35 años, así que algo se deben de parecer los personajes. Hicimos espectáculos juntos, fue mi profesor en la Academia de Arte Dramático. Hablábamos del teatro de Shakespeare, de Pirandello, de los juglares, los bufones.

El agente Cattarella es un bufón en la comisaría de Montalbano en Vigata, y el agente Deruta, en la de Schiavone. Son los payasos.

Yo le preguntaba a Andrea por qué los metía, y él explicaba que era un elemento del teatro popular, para hacer reír, pero un motivo más alto, el que dice que en las tragedias, antes de la caída del telón, siempre hay un bufón. No sé si tenemos muchas cosas en común, pero ha sido tan importante en mi vida que igual sí hay puntos de encuentro.

Usted es el heredero oficial de Camilleri…

Nooo. ¿Eso quién lo ha dicho?

Él…

Mire, un día fui a verlo y le pregunté: “Andrea, ¿soy yo tu heredero? ¿Cuándo te mueras, qué me dejarás? ¿Una casa?” “No te dejo un pimiento”, me dijo. Ni lo soy ni me siento así. No hay herederos. Camilleri sólo hay uno. Me gustaría alcanzar un respeto por parte del público similar al que alcanzó él. Eso ya sería un regalo bellísimo.

¿Tiene más presión a la hora de escribir en el sentido que existen dos Rocco, el de los libros y el de la serie de la RAI?

Cuando escribo tengo que olvidarme de todo. Pero la editorial no me aprieta: la presión viene de la televisión, de hacer los guiones.

Con la tele se va a hacer rico.

No lo soy. Pero esperaba serlo, ¿eh? Me lo había creído. Si las personas que ven la serie en la tele compraran los libros, esta entrevista la estaríamos haciendo en las Seychelles. Pero no, la hacemos en Roma y en un despacho prestado.

¿Qué es esa historia de que tiene un perro que le escucha cuando lee y cuando algo no le gusta…?

Desgraciadamente murió. Se llamaba Esmila. Si yo leía en voz alta y había una frase que no funcionaba, levantaba la oreja. No sé si era porque el ritmo narrativo no era bueno, tal vez se iba durmiendo y alguna palabra lo despertaba. Ahora tengo seis perros, pero porque vivo en el campo.

AndanzasDante, Quijote, Almodóvar

En la planicie romana, Manzini calza botas de nieve. De acuerdo, vive en la montaña a hora y media de Roma, pero tiene gracia. Cualquier estudiante de primero de Rocco Schiavone sabe que el subjefe (si usted, querido lector, le llama comisario se está jugando el tipo) ha gastado diez pares de zapatos Clarks en apenas 18 meses de exilio obligado en las nieves del valle de Aosta. Calzarse botas supondría que acepta el castigo, que no volverá a su queriodiada Roma. El autor confirma que la marca inglesa nunca le ha ofrecido protagonizar un anuncio publicitario... pero la audiencia italiana reiría mucho. Él, sinceramente, no sabe si reír o llorar cuando le preguntan si su obra es giallo (novela policiaca) o negra... “Para mí la novela negra de verdad es la Divina comedia de Dante Alighieri, un montón de muertos, el infierno, la oscuridad de verdad”. Y de Dante pasa al Quijote de Cervantes: “Aunque te rías no es una comedia, sino una tragicomedia, como las de Almodóvar, que lo borda en su última película. Es genial. Ríes y lloras. Ya sé que Banderas hace el papel del propio Almodóvar, pero el personaje de Asier Etxeandia… ¿a quién representa?”. Tal vez a... “Ah, claro”.

¿En Roma podría trabajar igual?

No hay demasiadas distracciones. Cuando vivía aquí tenía tres mil excusas para no trabajar. Que si el cine, que si el bar, que si quedas con un amigo, al final no trabajaba. Esta ciudad se ha vuelto imposible…

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