“La librería es la plaza cultural de la ciudad”

Carlo Feltrinelli

Dirige la editorial más importante de Italia y ha empezado a poner el pie en España con la compra gradual de Anagrama. Carlo Feltrinelli reflexiona sobre el futuro de la Europa de los refugiados, sobre veinte años de berlusconismo y el porvenir del libro de papel, que él ve más que esperanzador.

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Feltrinelli es más que una editorial con solera y un gigante de la industria cultural. Desde su fundación, hace ahora 60 años, mostró sensibilidad y dio voz al pensamiento de izquierdas, italiano e internacional, convirtiéndose en un referente. Pero su compromiso con la divulgación de las ideas y del conocimiento siempre pasó por delante de la militancia política. Su primer gran éxito fue la publicación, en 1957, en primicia mundial, de El doctor Zhivago, de Boris Pasternak, pese al airado rechazo del Partido Comunista Italiano y de la Unión Soviética.

En 1972 la editorial vivió el trauma de la muerte de su dueño, Giangiacomo Feltrinelli. Su historia merecería una película. Heredero de una estirpe de industriales y banqueros, exluchador en la resistencia antifascista, amigo de Fidel Castro, Feltrinelli se radicalizó hasta el extremo de crear un grupo armado y pasar a la clandestinidad. Temía que en Italia hubiera un golpe de Estado militar, como en Grecia. Murió en 1972 cuando, al parecer, iba a colocar una carga de dinamita en una torre eléctrica. Sin embargo, como en tantos episodios italianos del siglo XX, han quedado dudas y no se ha disipado la teoría de un complot.

“Creo que el libro impreso se mantendrá, en EE.UU. resiste a la vez que el sector del libro digital se ha consolidado. Habrá que ver si sucede algo similar en Europa”

Carlo Feltrinelli, hijo de Giangiacomo, dirige la empresa desde 1989. Es su consejero delegado, mientras su madre, Inge Schönthal –fotógrafa alemana que inmortalizó a Picasso y Hemingway, entre otros– es la presidenta. Hoy el grupo posee una cadena de 120 librerías en Italia y lucha por adaptarse a la revolución digital. Feltrinelli ha entrado en España con la compra gradual de Anagrama, que controlará por completo en el año 2017.

¿En su caso, es editor por vocación o por responsabilidad familiar?

Es muy difícil contestar a esta pregunta. Diría simplemente que intento ejercer este oficio de manera muy apasionada, con mucha dedicación. Creo que es el único modo, sobre todo en este periodo. He tenido la oportunidad de ejercer uno de los oficios más bellos del mundo. Ha sido una elección bastante natural.

¿Cuál es la misión fundamental de un editor hoy?

Hay muchos editores y muchas maneras de interpretar esta actividad, todas igualmente legítimas. Feltrinelli siempre ha tratado de ser una casa editorial de vanguardia, de descubrimiento, para dar elementos de interpretación del futuro a un público amplio. Nace con vocación ilustrada, y me gusta pensar que seguimos teniéndola.

¿Estamos viviendo una mutación antropológica del consumo cultural?

Existe esta mutación. Está claro. Basta tomar el metro o el tranvía. Antes la gente leía el diario impreso y ahora está ocupada en otras actividades, a menudo ligadas a otros sistemas, a otros objetos. Hay que tomar nota de esta mutación e interpretarla. Paradójicamente, para un editor podría ser una época fantástica.

¿Por qué?

Porque sumamos 400 o 500 años de maravillosa artesanía (en alusión al papel impreso) con todas las posibilidades que ofrece la revolución digital. Estos dos mundos no se anulan. Podrían sumarse. Aunque el libro impreso haya perdido peso específico respecto a hace 40 o 50 años, para un moderno editor esas dos bases, de artesanía y revolución digital, son un hecho muy estimulante e innovador.

“Internet te lo da todo, mientras que en una librería puedes encontrar una respuesta correcta, inteligente y estimulante. Esa mirada al mundo y la componente física marcarán diferencia”

Lo importante es que no se agote la originalidad. ¿O los nuevos medios condicionan la originalidad?

Quiero pensar que la originalidad se mantendrá y, sobre todo, que se podrá descubrir.

¿No cree, pues, que el medio sea el mensaje, como decía Marshall McLuhan?

Quizá el medio transforma el mensaje, pero si no hay calidad…

¿Ve todavía una larga vida para el libro impreso?

Sí, creo que se mantendrá. En Estados Unidos el libro impreso resiste y el sector del libro digital se ha consolidado. Se tratará de ver si sucede algo similar en Europa. Por ahora el e-book cuenta bastante poco en los mercados italiano y español. Crecerá, pero será un mix que se combinará y se consolidará. Los libros impresos aún sobrevivirán bastante tiempo.

¿Cómo debe ser la librería del futuro?

Es la pregunta que todos los libreros del mundo se plantean. Es difícil tener la varita mágica. Nosotros hemos probado diversos caminos, desde la librería tradicional hasta el megastore, que incluye libros, discos, cine, instrumentos musicales. Hemos probado la fórmula con los restaurantes, el nuevo concepto read, eat and dream (lee, come y sueña), una fórmula que une la librería a una restauración de calidad a precio accesible. Hemos montado librerías en aeropuertos, en grandes estaciones. Hemos buscado abrir el abanico, buscando soluciones innovadoras. Entre otras cosas, en España tenemos participación en La Central, que, como librería, en Madrid y Barcelona, está llevando a cabo una labor muy valiosa e importante.

¿Y cuál es la conclusión?

Vamos por el camino correcto. Continuarán existiendo las librerías que serán sólo librerías y habrá cada vez más propuestas integradas con otros mundos. Será necesario perfeccionar y caracterizar estos mundos de manera muy moderna. Desde siempre nuestra idea ha sido que una librería es una especie de plaza, es la plaza cultural de la ciudad. Por tanto, es un lugar donde vas a buscar un libro y también otras cosas, donde se puede socializar, participar en actos. En nuestras librerías se organizan unos 3.000 actos culturales gratuitos al año. Es una cantidad enorme, que incluye desde la presentación de un libro de poesía a escuchar a David Bowie. Es un objetivo nuestro desde siempre. E intentamos aplicarlo a estos diversos formatos de negocio. Esto puede valer para una ciudad de provincias, para un gran megastore de una ciudad importante y también para una librería en una estación.

¿Y esta plaza de la que usted habla ofrece más que internet?

En la plaza, uno se encuentra físicamente, y además, respecto a internet, una buena librería te permite siempre tener una mirada sobre lo que sucede. Es una componente que internet no te da. Internet te lo da todo, mientras que en una librería puedes encontrar una propuesta correcta, inteligente y estimulante. Esa mirada al mundo, junto a la componente física, marca la diferencia. Además, yo me niego a pensar que las calles de los centros de las ciudades, también de las pequeñas, que en Italia son ciudades de cultura, estén sólo ocupadas por tiendas de ropa, de gadgets, pizzerías. Creo que las librerías tendrán también un futuro importante si se radican en ese concepto de plaza.

“Vázquez Montalbán fue muy importante para nosotros, por la serie de Carvalho. Tuvimos mucho éxito en los noventa. Fue muy brillante porque anticipó toda la época de Berlusconi”

Feltrinelli realiza el proyecto en Milán de la Casa de las Ciencias Sociales. ¿Es la misma idea?

No. Es uno de los proyectos más importantes de nuestro grupo. Se trata de dotar a la Fundación Feltrinelli, que existe desde 1949 y es uno de los mayores archivos del mundo sobre la historia de los movimientos sociales y de las ideas, de una nueva sede, diseñada por el estudio de los grandes arquitectos Jacques Herzog y Pierre de Meuron. Queremos que sea un punto de referencia internacional de investigación sobre el mundo del trabajo, los efectos sociales de la globalización, la identidad europea, la innovación política.

¿Cuál es el significado del desem­barco de Feltrinelli en España, con Anagrama?

Unir fuerzas, con un enfoque hacia América Latina, e intentar dar un gran futuro no sólo a Feltrinelli sino a Anagrama, que son dos realidades muy asentadas en sus respectivos países y una especie de proteínas nobles de una democracia.

¿Ve buenas posibilidades en América Latina?

Sí. Pienso, por ejemplo, que la feria de Guadalajara es a veces mucho más vivaz que la de Frankfurt. Lo fundamental es ver cómo dos editoriales de gran calidad, con un catálogo y una imagen extraordinarios, con numerosos autores en común (desde Piglia hasta Baricco, pasando por Knausgard o Saviano), pueden trabajar juntas en un momento de gran cambio editorial y reafirmar con fuerza su identidad y vocación. Se trata de una aventura fantástica. Hay pocos ejemplos de combinación de editoriales tan afines que se juntan. Y para ello puedo contar con la experiencia, la amistad y la formidable dedicación de Jorge Herralde, que me ha abierto la posibilidad de acceder a otras realidades. Nos honró mucho que nos eligiera. Para mí, en cuanto a mi compromiso con el proyecto, Anagrama es ya como Feltrinelli.

Conoció a Vazquez Montalbán, a Chirbes...

La muerte de Chirbes me afectó mucho porque nos vimos a finales de julio en Roma. El año pasado publicamos En la orilla, un libro formidable, y decidimos publicar los libros precedentes. De esto hablamos en julio. Eso también forma parte de la aportación de Anagrama. Ha sido una pérdida muy dolorosa para toda la literatura europea.

Tuvo la fortuna de ser amigo de grandes autores como Nadine Gordimer, Günther Grass, Antonio Tabucchi, Richard Ford. Con Gordimer tuvo una relación muy estrecha.

Sí, en 1959 publicamos su primer libro. Éramos su casa en Italia y en Europa. Tenía una gran amistad con mi padre. Me contaba siempre que él, a comienzos de los años sesenta, le hablaba del problema de los kurdos. Nadie se ocupaba entonces de eso.

“A mí no me interesa tanto hablar de derecha o izquierda, me parece más importante tratar de dar respuestas nuevas a problemas nuevos y no al revés”

¿La visitó en Sudáfrica?

Sí, me presentó a Nelson Mandela cuando publicamos su autobiografía. Hicimos una entrevista. Es un ejemplo de lo que significa este oficio, que considero el más bello del mundo.

Y otros autores, como Vázquez Montalbán.

Montalbán fue muy importante para nosotros, por la serie Carvalho. Tuvimos un gran éxito con él en los noventa. Había con Manolo una gran relación de amistad. Fui yo quien lo convencí de escribir el Panfleto desde el planeta de los simios. Fue muy brillante porque anticipó toda la época de Berlusconi. Vio con mucha claridad lo que nos esperaba. Por cierto, entre los autores españoles me gustan mucho Enrique Vila-Matas y Eduardo Mendoza.

¿Y Saviano? ¿Será un fenómeno duradero?

Creo que sí. Posee las características: la urgencia de contar, de buscar nuevas historias. Si siendo tan joven ha hecho ya tanto, será un autor… (busca la palabra).

Muy fértil.

Fértil, no (ríe), porque no escribe mucho, o al menos no tanto como querríamos. Pero estoy seguro de que escribirá muchos libros importantes.

Feltrinelli estuvo muy ligada desde siempre a la cultura de izquierda. ¿Cómo ve la izquierda italiana?

Hay un intento de definir una izquierda postsocialdemócrata. El Gobierno Renzi tiene notables factores positivos, como la estabilidad, el intento de hacer reformas. Yo soy bastante favorable a este proceso, aunque las cosas siempre se pueden hacer mejor. Es extraño, sin embargo, que en estos años no haya surgido una izquierda más radical.

¿Para usted Beppe Grillo no es izquierda?

No. Y a mí no me interesa tanto hablar de derecha o izquierda. Me parece más importante tratar de dar respuestas nuevas a problemas nuevos, y no respuestas viejas a problemas nuevos. No me interesa otorgar patentes, sino la originalidad del pensamiento y la capacidad de propuesta. Por eso observo con mucho interés lo que sucede en España, con la experiencia de Podemos. Son intelectuales que han aprendido a hacer política. Eso es algo que no ha sucedido en Italia. Miramos con curiosidad y con interés.

“Italia está haciendo mucho por salvar las vidas humanas, pero está claro que se tiene que pensar en qué hacen después, en la acogida. Es un tema europeo que exige gran coraje”

¿Y con esperanza?

Sí, sí, ¿por qué no?

¿La nueva izquierda se define también ante el desafío que representa la inmigración?

Por supuesto. Este tendría que ser el caballo de batalla de Renzi. Italia está haciendo mucho por salvar las vidas humanas, pero está claro que se tiene que pensar en qué hacen después, en la acogida. Es un tema europeo que exige gran coraje. En Italia hay un miedo, en parte injustificado, venas de rencor, y la política no sabe dar respuestas. Y además hay un tema cultural gigantesco, ese periodo que pasamos, de 20 años (el berlusconismo), incomprensible y absurdo, visto desde fuera, así como la debacle cultural de la izquierda, que buscó la homologación con Berlusconi en vez de buscar una vía más original, una capacidad más moderna de pensar la sociedad y el mundo.

Renzi dice que Italia perdió demasiado tiempo con el berlusconismo y el antiberlusconismo, con ese estéril debate.

Sí, pero cuidado, ha habido una batalla, no sólo un debate. Pero no podía ser la excusa para todo. El mundo cambia, y había que pensar cómo debía cambiar la sociedad italiana. Culturalmente, la izquierda italiana tiene responsabilidades muy graves.

¿Existen las condiciones para que Italia supere el estancamiento de tantos años?

Yo creo que Italia es un país en peligro.

¿En peligro de qué, de decadencia?

Ya es decadente. Tenemos la criminalidad, la corrupción, la burocracia. Es un país verdaderamente complicado. Lo que reconozco a Renzi es que intenta el cambio.

¿Qué pensaría su padre de la Italia de hoy?

No lo sé. Creo que vería mucho sentido en que su fundación hiciera una gran Casa de las Ciencias Sociales en Milán. El resto no lo sé. Esta sería su reacción. Y coincide con la nuestra.

¿La muerte de su padre seguirá siendo un misterio, como tantos otros misterios italianos? ¿Hay algo definitivo?

No, no hay nada definitivo. Pero como escribí en mi libro (Senior Service, 1999), no cambiaría demasiado. Pasó.

¿Y su madre, Inge, es aún el alma de Feltrinelli?

Por supuesto que sí. La semana próxima acogeremos a Richard Ford, que nos visita con motivo de su nuevo libro. Ella es el alma de la celebración del sesenta aniversario de la editorial. A sus 84 años, es una referencia cotidiana.

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