“Las mujeres hemos perdido terreno”

Cate Blanchett

Es intensa y amante de las sorpresas. Se intuyen las neuronas trabajando a pleno rendimiento tras su alabada piel de nácar, y los ojos hablan casi antes de que mueva los labios. Cate Blanchett gesticula, se sacude etiquetas de encima y coincide con muchas colegas en reivindicar la igualdad de oportunidades y salario para las mujeres, y no sólo en Hollywood. Encarna la feminidad moderna del perfume Sì, de Giorgio Armani.

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“Define mujer”, suelta un amigo en una de esas largas conversaciones veraniegas que oscilan caprichosamente entre el todo y la nada. Y lo primero que viene a la cabeza a esta periodista es la imagen de Cate Blanchett en una terraza de Cannes vestida con un traje pantalón blanco de corte masculino, el pelo suelto, el maquillaje justo y hablando precisamente de mujeres: “Somos criaturas complicadas”, susurra con una voz repleta de matices.

La actriz acaba de presentar Carol y despacha la controversia sobre sus relaciones con mujeres, ya desmentidas, con un gesto de hastío que parece decir “a quién le importa” y abriendo mucho los ojos. Su película, dirigida por Todd Hayne y basada en un relato corto de Patricia Highsmith, narra una historia de amor entre dos mujeres en la Nueva York de los años cincuenta. “Es Romeo y Julieta, o Julieta y Julieta. Al final, que sean dos mujeres es irrelevante”, dice la actriz australiana. Su trabajo, contenido y preciso, fue unánimente alabado por la crítica aunque su compañera de reparto, Rooney Mara, se llevara al final el premio del festival francés.

Blanchett asegura que “nunca lee las críticas” mientras va de mesa en mesa charlando y posando con los periodistas que después harán cola para entrevistarla. Es sorprendentemente cercana, de las que se olvidan de languideces y agarra firmemente por la cintura para hacerse la foto; una mujer con la que, físico aparte, es fácil identificarse.

A sus 46 años, la mera aparición de su nombre en un proyecto le añade un algo intangible, como si el hecho de que ella esté aporte a priori un halo de interés. La hemos visto como Galadriel, la angelical reina de los elfos en la trilogía de El señor de los anillos (2001) –se quedó con las prótesis de las orejas como recuerdo–, ejerciendo de madrastra inquietante y fashion victim en Cenicienta (2015) y viéndoselas con Harrison Ford en Indiana Jones y la calavera de cristal (2008), la villana favorita del mismísimo Spielberg. Maestra en interpretar a otros maestros, ganó el primer Oscar (actriz de reparto) por su Katherine Hepburn en El aviador (2004), ha sido dos veces reina de Inglaterra Elizabeth (1998) y Elizabeth: la edad de oro (2007) y hasta construyó un creíble Bob Dylan en I’m Not There, del mismo año.

“Se necesita dinero. Que los estudios digan: ‘Voy a financiar esta película’. Las mujeres tenemos la creatividad, el talento, la energía y la voluntad de hacerlo. Pero necesitamos el dinero”

La dualidad femenino-masculino (o al revés) se introduce fácilmente en su discurso, ya sea para hablar de perfume o echar un cable en la definición de mujer: “Mezcla de coraje, creatividad, fuerza, humor, vulnerabilidad, valentía, fragilidad…”. Es madre de tres chicos, Dashiell, Roman e Ignatius y acaba de adoptar a una niña, Edith Vivian Patricia. Casada con Andrew Upton –con quien además codirige la compañía de teatro de Sidney (Australia)–, debe de estar cansada de que le pregunten por la conciliación familiar: “Nunca se lo preguntan a ellos”, comenta.

Vigor y dinamismo están entre sus palabras favoritas. Dicen que le gusta hacer listas con las tareas pendientes e ir tachándolas conforme las realiza. El año pasado debió de rayar con el boli “ganar Oscar”, cuando se lo llevó por Blue Jasmine.

Cine, televisión, teatro... su lista de premios y nominaciones es interminable. Afirma que “el éxito es una insatisfacción constante” aunque lo mantenga de fiel escudero. En su futuro se otea Truth, con Robert Redford –donde interpreta a Mary Mapes, productora del 60 Minutes de Dan Rather, despedida tras un rifirrafe del periodista con George Bush– y anda metida en el nuevo proyecto de Terrence Malick.

Por cierto, hace más de 10 años que esta periodista se sentó por primera vez cara a cara con Cate Blanchett y alegra comprobar que su rostro sigue siendo el mismo, sino mejor. Su piel, que muchos dermatólogos ponen como ejemplo, no ha visto el bisturí ni de lejos: “¿Quién quiere una cara sin historia?”, zanja la australiana.

Patricia Arquette sorprendió en los Oscar reivindicando la igualdad de salario entre hombres y mujeres; Salma Hayek denunció poco después el sexismo de la industria y Kristen Stewart habló de un Hollywood “asquerosamente sexista”. ¿El feminismo tiene una asignatura pendiente en el mundo del cine?

Este año en Cannes se ha hablado “del año de las mujeres”. Nunca se habla “del año de los hombres” así que ¡no es “el año de las mujeres”! No deberíamos estar hablando de eso ¡estamos en el 2015! Pero tenemos que seguir haciéndolo. Hay pocos papeles que hablen de lo que piensan las mujeres. Somos muy complejas, estamos llenas de humor, de aventura, de fuerza, de fragilidad, de espíritu creativo… Cuando tengamos toda una serie de películas, obras de arte o literatura que exploren no sólo la condición femenina, sino la condición humana a través de las mujeres, y recibamos la misma paga por nuestro trabajo podremos dejar de hablar de ello. Hasta entonces habrá que seguir luchando.

¿Por dónde se empieza?

Ayer por la noche estuve hablando con Salma Hayek sobre esto. Ella siempre está en acción y creo que sus iniciativas –crear plataformas, apoyar redes para las mujeres en la industria…– son fantásticas. Todo eso está bien, pero también se necesita dinero. Que los estudios digan: “Voy a financiar esta película”. Tenemos la creatividad, el talento, la energía y la voluntad de hacerlo. Pero necesitamos el dinero. Las mujeres aún tenemos que empujar más las puertas para que se abran.

Ahora hay menos directoras que en los años noventa…

Hemos perdido mucho terreno porque pensábamos que habíamos obtenido algunas compensaciones en los sesenta y los setenta y nos alejamos de la arena política. Hemos de volver a ella.

¿Qué es una mujer comprometida hoy en día?

Sheryl Sandberg (directora de operaciones de Facebook) habla de las mujeres leaning in [su libro Lean In se tituló en España Vayamos adelante (Conecta)] y creo que tiene razón. Una mujer comprometida hoy en día es aquella que no se disculpa por sus decisiones o sus logros. Tener éxito, como CEO (consejero delegado), actriz, madre o lo que sea, no significa que una no sea femenina; realizarse es, sin duda, parte de ser mujer.

¿En su opinión, qué ha provocado el mayor cambio en la vida de las mujeres en los últimos años?

Estoy segura de que Internet tiene que estar involucrado en cualquier cambio que haya habido en la vida de las mujeres recientemente. Para bien o para mal, ha creado una serie de vías a través de las cuales las mujeres pueden crear una red, una habilidad que creo que tenemos de forma natural.

¿Se lleva bien con las redes sociales?

No participo en ellas. Tengo una dirección de correo y eso es todo. Ni web, ni Instagram, ni Twitter, ni… Reconozco que son herramientas de marketing muy útiles, pero me harían ser demasiado consciente de mí misma y eso es una gran desventaja para actuar. ¡Y ocupan tanto tiempo! Siempres tienes al lado a alguien que está conectado y ves lo difícil que es parar. Yo soy un poco vaga para eso.

“No participo en las redes sociales. Son herramientas de marketing muy útiles, pero me harían ser demasiado consciente de mí misma y eso es un gran invonveniente para actuar. ¡Y ocupan tanto tiempo!”

¿Qué ha de tener una historia o una película para llamar su atención?

A menudo todo empieza leyendo un guión maravilloso. Pero he hecho pocas películas basándome solamente en eso, porque no siempre te lleva a tomar la decisión correcta. Cuando más trabajo, más me doy cuenta de que se trata más de con quién estás en conversaciones, del director y el resto del reparto, de quién iluminará la película… Todos esos factores suman. Pero también valoro mucho el elemento sorpresa; si estoy leyendo un guión y me deja con la boca abierta, pienso que he de hacer ese papel, aunque no tenga idea de cómo enfrentarme a él. Es excitante. A veces aterrador, pero excitante.

¿Recuerda algún papel especialmente difícil?

Siento que cada rol que interpreto exige el esfuerzo de volver a empezar sin saber cómo o por dónde hacerlo. Después de cada actuación siempre digo: “Esto es todo, ahora sí que he terminado. No vuelvo a actuar más”. Así que cada vez tengo que dejarme seducir de nuevo por la profesión, por la idea de la producción, por las personas, las palabras, las imágenes, la conversación que se producirá. Si no es un esfuerzo, si no estoy tratando de ir a un lugar nuevo, entonces mejor me quedo felizmente en casa.

¿En la vida real dice sí tanto como en el anuncio del perfume?

Nunca lo digo al azar. A veces se dice sí por impulso, bien pensado espero –¡espero tener buenos instintos!–. Pero cuando mi sí afecta a las vidas de aquellos que me rodean tengo que ser consciente de su bienestar y necesidades. Por suerte, en mi familia nos encanta la aventura, así que, normalmente, decimos símucho más a menudo que no.

¿A qué le dice siempre sí de motu proprio?

Al amor y la aventura. A las sorpresas (las adoro). A los sentidos. Soy muy táctil, lo toco todo, y sensible a los sonidos y a los olores, que siempre me transportan. Al teatro y a los conciertos, aunque últimamente no voy a muchos. Me entusiasma la música clásica: hay una orquesta de cámara fantástica que procuro no perderme.

Vamos con el no.

Solía decir no al compromiso, pero a veces lo encuentro muy creativo. En una película o en el teatro, cuando vas corto de dinero y has de tomar decisiones, buscas soluciones originales. Y siempre digo y diré no a la crueldad, a todo lo que resulte inhumano.

¿Cómo es su relación con Giorgio Armani?

Es un maestro, y quedan pocos. Fue muy interesante para mi ir a Silos, el nuevo espacio de exposiciones que ha abierto en Milán, para ver la restrospectiva de sus 40 años de carrera y darme cuenta de lo monumental que ha sido su influencia estética sobre la moda. Armani marcó mi sentido de la moda y de la estética durante muchos años, antes incluso de conocernos en persona. Para mí llevar su ropa es como una extensión orgánica.

“Después de cada actuación siempre digo: ‘No vuelvo a actuar más’. Así que cada vez tengo que dejarme seducir de nuevo por la profesión. Si no es un esfuerzo, entonces mejor me quedo felizmente en casa”

No se apea de las listas de las mejor vestidas. ¿Cómo definiría su estilo?

Ecléctico y cada vez más práctico: lavar y llevar. Pero depende. No hay una quintaesencia de mí. Un domingo puedo estar en pijama hasta mediodia con los niños, otros días me maquillan y me peinan para la alfombra roja; algunas veces tienes ganas de ponerte un modelazo sin ropa interior y otras acaba el día y ni siquiera sabes qué te has puesto.

¿Alguna prenda infalible?

Me encanta la buena sastrería y un buen traje. Mi vestuario favorito sería un traje pantalón con un buen zapato masculino y sin calcetines. Y esta noche (la entrevista se hizo el día de la gala del festival de Cannes) tengo a punto un vestido maravilloso de Armani. Lo empiezo a disfrutar desde que me lo pruebo. Me hace sentir segura, ganar confianza. Somos unas privilegiadas, lo sé.

¿Qué la hace intensamente feliz?

Mi marido dice que me hace intensamente feliz y creo que tiene razón. Nos reímos a carcajadas.

Con tanto guión y texto teatral, ¿le queda tiempo para leer por placer?

Me fío cada vez más de los libros que me sugiere gente que conozco y a la que admiro. Cuando alguien te regala o te recomienda un libro que ama es como si te estuviera ofreciendo algo de sí mismo. Acabo de leer un Murakami y ahora estoy empezando El mar, de John Banville.

Hemos empezado hablando de mujeres. Si pudiera viajar atrás en el tiempo, ¿a cuál le hubiera gustado conocer?

A Rachel Carson, la bióloga marina estadounidense cuyas investigaciones y escritos, como Primavera silenciosa (1962) en particular, permitieron sacar a la palestra las preocupaciones ambientales y facilitaron que los científicos se preocuparan de hablar de su investigación sobre cómo la industria está afectando al clima.

¿Algún destino que le haya impresionado particular­mente?

El de Louise Bourgeois me parece extraordinario. Una de las mejores escultoras del mundo, que ha utilizado el dolor de su pasado y sus propias experiencias y las de su madre para alimentar obras de gran potencia y resonancia universal.

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