Crimen y misterio en Nueva Orleans

Dolores Redondo

La devastación en el 2005 del Katrina en Nueva Orleans marcó a Dolores Redondo hasta el punto de que allí envía ahora a la inspectora Amaia Salazar. Su misión es dar con un asesino en serie, en una precuela de su exitosa trilogía del valle del Baztán.

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Una cantante en el Barrio Francés, el único que no se anegó con el Katrina

El hotel Dauphine de Nueva Orleans tiene en su planta baja un bar que presume de ser el más antiguo prostíbulo de la ciudad. Lo atestigua una licencia municipal de 1857 enmarcada en la pared. Hay fotos en blanco y negro de las antiguas trabajadoras del lugar, hoy un acogedor espacio de cortinas rojas y larga barra donde turistas procedentes de todo el mundo hacen acopio de fuerzas antes de lanzarse al extremo calor húmedo que baña las calles, repletas de tentaciones de todo tipo. Magazine tiene una cita aquí con Dolores Redondo para hablar de su nueva novela, La cara norte del corazón (editada por Destino, a la venta desde el 2 de octubre), una precuela de su trilogía del valle del Baztán, donde Amaia Salazar trabaja junto al FBI persiguiendo a un asesino en serie que actúa durante el paso del devastador huracán Katrina por la ciudad. Redondo come pinchos de caimán en puestos callejeros, baila por las noches en los tugurios de Frenchmen Street, se deja tirar las cartas del tarot… Nadie diría, viéndola, que ha vendido la friolera de 2,5 millones de ejemplares de sus novelas en todo el mundo.

¿Por qué hemos venido tan lejos?

En el 2005, la catástrofe del Katrina me imantó y se quedó dentro de mí como algo importante. Cuando escribí El guardián invisible (2013), primer volumen de la trilogía del Baztán, ya dejé unas miguitas para poder llegar un día hasta aquí, con una parte del pasado de la inspectora Amaia Salazar que transcurre en Nueva Orleans.

“En el 2005, la catástrofe del ‘Katrina’ me imantó y se quedó dentro de mí. Cuando escribí ‘El guardián invisible’ dejé unas miguitas para llegar un día hasta aquí”

En El guardián invisible, la aparición del basajaun, esa especie de yeti vasco, era un clímax de la novela. Aquí, hay otro caso parecido. Tiene una especial habilidad para describir la inquietud que generan los seres monstruosos.

Hay una chica tan dañada que no estamos muy seguros de si es un ser humano u otro tipo de criatura. Algunas enfermedades mentales pueden producir una transformación física notable. Muchas leyendas de hombres lobos, muchas historias de vampiros, están basadas en síntomas de enfermedades, tanto mentales como físicas: el gusto por tomar sangre, el no poder exponerse a la luz del día… Estamos en Nueva Orleans, y el vudú y los zombis forman parte del ambiente. La zombificación es algo que se puede explicar racionalmente, a partir del síndrome de Cotard, por el que las personas que lo padecen creen estar realmente muertas. Y se dice que con unas cantidades concretas de veneno del pez lobo podría conseguirse que alguien quede catatónico pero no muera.

A Amaia y a Dupree les une un pasado traumático.

Ella ha conocido la parte oscura del mundo muy pronto, y eso les hermana de alguna manera. Lo que la dota de una capacidad especial de ver y comprender es el haber sentido tanto miedo, el haber sido una víctima.

¿La infancia de Dolores Redondo fue feliz?

Fue feliz en muchos sentidos, y en otros no, pero mi madre nunca ha intentado matarme, sólo alguna amenaza, como todas las madres de los sesenta y setenta. He sido una niña muy querida y todavía estoy muy ligada a mis padres y mis hermanos.

¿Qué fueron esos momentos infelices?

Las tristezas procedieron de las pérdidas, falleció una hermana mía, varios familiares, muy seguidos, todos jóvenes…Viví muchos años en duelo, distintos duelos de la familia, era muy consciente de que los niños se mueren, de que la gente joven se muere. Tenía miedo a que mis padres se murieran, a que se muriera mi hermano. Que un niño, a los 4 o 5 años, se esté planteando eso… Luego ya ­llegaron mis siguientes hermanos y, a partir de ahí, la vida ya fue otra vez mucho más alegre.

“Muchas leyendas de hombres lobos y de vampiros se basan en síntomas de enfermedades. En Nueva Orleans, el vudú y los zombis forman parte del ambiente”

¿El asesino en serie se basa en crímenes reales?

Sí, es una versión de John List, el contable que mató a toda su familia y luego estuvo escondido a plena vista durante 18 años. Tras asesinar a balazos a su esposa, su madre y sus tres hijos, no se molestó en cambiar ni de oficio ni de religión ni de aspecto físico, ni el modo de vestir ni siquiera su modelo de gafas, simplemente se fue a otra ciudad e incluso se volvió a casar. Casi 20 años después, el programa Los más buscados de América, a partir de sus fotos de cuando tenía 30 años, pidió a un artista forense realizar un busto de arcilla con su aspecto envejecido. Una persona que lo vio exclamó: “¡Anda, si es el vecino de al lado!”. Vivía siendo un tipo tan gris como antes. El argumento que dio para matar a su familia es que eran unos pecadores y que prefería mandarlos al cielo antes de que se perdieran del todo.

En la novela, el asesino se ampara en las catástrofes para que le echen la culpa de sus víctimas a la naturaleza desbocada.

Las catástrofes naturales enmascaran muchísimos crímenes, por el protocolo que exige enterrar inmediatamente a los muertos, para evitar los enormes riesgos de enfermedades. En Nueva Orleans, aparte de los asesinatos conocidos, se cometieron muchos más que pasaron por accidentes o suicidios. Es la coartada perfecta para matar a alguien, durante un terremoto, un huracán, un incendio...

Es una novela casi distópica, tiene un aire a lo Mad Max…

Es totalmente apocalíptica. Nadie imaginaba que se romperían los diques y se inundaría la ciudad, que está dos metros por debajo del nivel del mar. A partir de la mitad de la novela, no se puede seguir investigando según los procedimientos habituales, porque no funciona nada, y así retrocedemos a esas novelas victorianas, a lo Sherlock Holmes, en las que lo que cuenta es ver una pista y dejarse guiar por ella, sin poder hacer mucho más que eso, inducir, porque ya no hay laboratorio, ni forenses, no se pueden procesar pruebas…

La rica mitología local se aparece con fuerza…

Incluso con los mismos seres. En el Baztán escribí de los ingumas, esas criaturas que respiran el aliento de los que duermen y que provocan la muerte de los niños en su cama. Aquí también existen, como en la antigua Sumeria, en Japón, en Jamaica, en África, en Latinoamérica… en cada sitio lo llaman de una manera, pero es idéntico. Al final, los miedos son universales: que el bebé se muera mientras duerme. Tenemos también al rougarou, un hombre-lobo de los pantanos.

“La falta de medios, el chabolismo, ancianos tan obesos que no podían moverse… No éramos conscientes del nivel de pobreza de EE.UU., el ‘Katrina’ lo sacó a la luz”

¿Qué son los traiteurs?

Curanderos muy particulares: hombres y mujeres santos, que curan mediante la oración y la imposición de las manos, te dan paz y bienestar. Son muy respetados, muy comunes en toda esta zona, en especial en los pantanos. No se les paga con dinero, sino con regalos, suelen ser gente muy humilde y aceptan comida, pollos, maíz, productos de la huerta...

También están los lutins…

Que guardan un gran parecido con los mairus del Baztán, son fantasmas de niños que fallecieron antes de ser bautizados, duendecillos traviesos que hacen trastadas, por ejemplo trenzan los cabellos de los humanos mientras duermen.

¿Cómo fue su experiencia en los pantanos?

Es otro mundo. Fui en barca en abril con un señor muy rudo. Le preguntamos si podíamos quitar la lona de encima del barco, y nos dijo que no porque evitaba que las serpientes se lanzaran contra nosotros desde los árboles. Había muchas camufladas en las ramas. Nunca me he sentido tan frágil, con la sensación de que un montón de criaturas me estaban vigilando con sus ojitos y que nos veían sólo como comida. Había una ingente cantidad de mosquitos, pájaros, muchos caimanes y algún cocodrilo... Es la zona de los cajún, que cuentan con una mitología, una gastronomía y unos bailes fascinantes.

En esta novela hay un componente fuerte de denuncia social. De hecho, algunos personajes creen que han inundado a propósito los barrios pobres.

Mucha gente todavía lo cree, no que rompieran los diques a propósito, eso lo hizo la tormenta, pero sí que, cuando la inundación se esparcía por la ciudad, se decidió bombear el agua hacia un lugar y no hacia otro, esa es una teoría de la conspiración que explica por qué hubo unos barrios más afectados que otros.

La ayuda tarda muchísimo en llegar.

Cuatro días después de pasar el Katrina no había llegado nadie ni nada y la gente se moría bajo los puentes. Cuando llegó la ayuda, ya estaba mal enfocada, la ciudad había entrado en modo caos, había disparos, pillaje, incendios... Y el ejército entró como si, en lugar de asistir a víctimas que lo habían perdido todo, fueran bandas criminales: los sacaron a empujones, los llevaban de malas maneras, los contenían con los fusiles, la gente estaba muy enfadada con esto.

“En el 2009 había publicado una novela que nadie vio. Si me llegan a decir dónde estaría hoy… Vaya vuelco ha dado mi vida, parece que siempre he estado aquí, y no”

“¿Esto es América?”, leemos en boca de un personaje.

Esa pregunta se la hicieron todos al ver en televisión lo que pasaba aquí: la falta de medios, el estado carencial en que estaban las personas, el chabolismo, ancianos tan obesos que no podían moverse… No éramos conscientes del nivel de pobreza de este país del primer mundo, la catástrofe lo sacó a la luz.

“Al cuarto día se perdió la cordura”, escribe.

Claro. La ciudad entera era una letrina, los sistemas de alcantarillado se habían mezclado con el agua, había ratas, culebras, mosquitos, bichos de todo tipo… No había luz ni aire acondicionado, con temperaturas de 33 grados. Y grupos de pistoleros justicieros juzgaban y ejecutaban a personas inocentes.

“Hay dos clases de seres que nunca abandonarán Nueva Orleans, los músicos y los fantasmas”, piensa Amaia.

Por todas partes se habla de fantasmas con naturalidad, de presencias. Aquel restaurante, el Muriel’s, tiene siempre una mesa puesta, con todo, para Jourdan, un señor que se suicidó allí en 1814 tras perder su casa en una timba de póquer, y que condenaba al fracaso a cualquier negocio que se instalara en el edificio hasta que decidieron invitarlo cada noche a cenar. Hay hoteles que ofrecen habitaciones, más caras, con fantasma incluido. Y los músicos están por todas partes, no hay un bar sin su orquesta en directo.

¿Donde estamos no habrá ningún fantasma?

Uy, en este hotel hay varios. Tal vez vea usted al fantasma de la novia. Era la hermana de la propietaria del prostíbulo donde nos encontramos. Se echó un novio soldado y, la noche antes de la boda, en una reyerta a tiros por temas de juego, el chico falleció. La chica le esperó por la mañana vestida de encaje blanco y, como nunca llegó, la pobrecita se volvió loca y ahí sigue, apareciéndose en el jardín, en las habitaciones, buscando a los hombres.

Vaya…

Hay historias reales como la de la noble Delphine LaLaurie, que en su casa de Royal Street castigaba y torturaba a los esclavos en el sótano: los ataba, los trepanaba, les cortaba la lengua…. hasta que la descubrieron gracias a un incendio, pero a ella no le pasó nada, se fue a vivir a París.

¿Quién es el barón Samedi?

Es un loa, uno de los espíritus malignos del vudú, rige la muerte y el caos, representa la lujuria, el vicio, es el dueño de la ciudad, se le representa como un esqueleto con un sombrero de copa. Se le honra llevándole cigarrillos, whisky, bebidas… Duvalier, el sangriento presidente de Haití, se vestía de barón Samedi y se asomaba disfrazado a los balcones de palacio.

¿Dónde estaba usted hace siete años?

En mi casa, me ocupaba de mis hijos. Antes siempre trabajé en hostelería, en restaurantes, cocinando. En el 2009 había publicado una novela que se editó muy mal y nadie vio. Si me llegan a decir dónde estaría hoy… Sólo lo había soñado, como Nikola Tesla soñó en ciudades iluminadas. Vaya vuelco ha dado mi vida. Parece que siempre he estado aquí pero no. Han sido solo seis años, pero en ellos cinco novelas y tres películas.

Como narradora, va creciendo. ¿Le duelen las críticas o las envidias?

Es tan fuerte y tan intenso lo positivo que no escucho nada más. ¿Por qué habré tenido yo este inmenso éxito? Bueno, la voz de Ana Torroja vendió muchos más discos que Caruso, aunque Caruso cantaba infinitamente mejor. ¿Por qué? Pues porque conectó. Los lectores me dicen que les gusta lo que cuento, que les gusta mi voz, y eso es un regalo. Pero todo es efímero.

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El Natchez es uno de los tres barcos a vapor que cruzan el Misisipi

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El lago Pontchartrain, de agua salobre, se desbordó en el 2005 e inundó la ciudad

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El tranvía de Nueva Orleans es el más antiguo del mundo en funcionamiento

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Redondo, frente a las marcas que los equipos de rescate dibujaron después del Katrina

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El Superdome sirvió de refugio a 20.000 personas. Hoy acoge a los Saints de fútbol americano

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El esoterismo, el vudú y el culto al barón Samedi forman parte de las tradiciones locales

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El edificio del Charity Hospital permanece vacío desde la catástrofe

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Los bocadillos de caimán son uno de los bocados típicos de la región

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