“El último día de mi vida haría lo mismo que hago cada día”

Fernando Belasteguín

Vertical

Su vida es una historia de récords. Debutó como profesional a los 15 años. Desde entonces lleva jugadas 261 finales y ganados 216 torneos. Tenía 22 años cuando llegó a ser el número uno del ranking World Padel Tour, título que mantiene de forma ininterrumpida hasta ahora. Fernando Belasteguín (Pehuajo, Argentina, 1979), Bela, lleva dieciséis años y medio seguidos siendo el número uno, pero entrena cada día como si no lo fuera. Todos los días quiere aprender y mejorar, dice. Y el día que se levante sin esa necesidad, cree que será la señal para abandonar su carrera profesional, esa que le condujo a abandonar a su familia y amigos en Argentina para instalarse en España. Eso es “lo que más dolor” le ha causado en la vida... “y ver las caras y los ojos de mis abuelos y padres cuando cada año me vengo para acá”. Lo cuenta a El último día de mi vida y en Bela. Esta es mi historia, libro prologado por Andrés Iniesta. A Bela le gustaría reencarnarse en Jorge Belasteguín, su padre, “porque es la persona más pura y noble que conozco. Fue empleado de banca, otorgaba créditos y nunca aceptó regalo alguno. Siempre ha dicho que su mejor herencia no iba a ser material, sino el hecho de que podamos pasear tranquilos por las calles de nuestro pueblo porque el apellido está limpio”. Es lo que Bela va a inculcar a sus tres hijos.

No tiene miedo a la muerte y dice que, en el momento que llegue, “me iré”. “Si me toca irme ahora mismo –añade–, me iré en paz y con la tranquilidad de haber hecho todo lo posible para ser feliz y hacer feliz a la gente que está conmigo”. Ha visto la muerte. Fue hace cinco años en Argentina, cuando camino de una exhibición de pádel se reventó el neumático del coche, que se cruzó al otro lado de la autopista. “Cuando vi un camión que venía a reventarnos justo en el lado que estaba yo, pensé en mis hijos”. Pero su conductor logró esquivarlo, y hoy lo cuenta tranquilo. No le da miedo la muerte.

–Como es algo que yo no controlo, tocará cuando ella quiera.

Y la espera viviendo cada día como si fuera el último de su vida.

¿Cuál sería su epitafio?Quedarme con la tranquilidad de que soy una persona consecuente con mis pensamientos. Mis actos fueron consecuentes con mis pensamientos, y es lo que le voy a recalcar a mis hijos. Que sean libres y que sean consecuentes con sus pensamientos. Por supuesto que les dejaré claro antes de irme que eso les va a traer muy probablemente dolores de cabeza, pero que se van a ir a la cama con la tranquilidad de que a sus hijos les van a poder mirar a los ojos.

¿Se iría a dormir?Sí, porque vivo cada día como si fuera el último y no cambiaría absolutamente nada. Si a mí me dicen que voy a morir esta noche, pues entrenaría como cada día por la mañana, haría media hora de siesta si la necesitara y viviría la tarde plena hasta que me llegara la hora de irme.

¿Cuál sería el menú de su última cena?Sería superfeliz con un pedacito de pescado con arroz blanco.

¿El mejor recuerdo de su vida?A nivel profesional trabajo cada día pensando que lo mejor de mi carrera está por llegar, y a nivel personal cada día que estoy con mi familia es el mejor día de mi vida. Yo soy muy feliz compartiendo mate con mis hijos, charlando o jugando con ellos. No vivo de los recuerdos, sino de disfrutar el día a día con mis hijos, que para mí es algo impagable y tengo la suerte de poder hacer.

¿Se arrepiente de algo?Me arrepiento, pero a la vez me siento muy orgulloso de ello. Yo pensé que, con los años, y viendo las experiencias profesionales y personales, iría aprendiendo a ser cada vez más falso, y con los años ha sido lo contrario, me he vuelto cada vez más radical y digo cada vez más lo que pienso. Y eso me ha llevado a tener muchos dolores de cabeza y muchas críticas, pero te puedo asegurar que me duermo con la tranquilidad de poder mirar a los ojos de mis hijos porque digo las cosas que siento. A quienes les gusta escuchar falsedades no van a encontrar en mí nada de eso.

¿De qué está más orgulloso?De poder mirar a los ojos a mis amigos, a mi familia y, fundamentalmente, a mis hijos porque su padre lo que hace día a día es lo máximo que puede hacer tanto a nivel profesional como personal. Irme a la cama con la tranquilidad de que puedo mirar a mis hijos a los ojos es una sensación incomparable.

¿Cómo diría que fue su vida?A nivel deportivo me ha dado demasiado y, a nivel personal, lo deportivo me ha quitado muchísimas horas de estar con mi familia. Pero he tenido una vida más feliz de lo que me podía imaginar. Tengo la grandísima suerte de que soy una persona superfeliz en el día a día y un agradecido a la vida por lo que me ha tocado vivir, pero también por lo que me ha tocado dejar: estar lejos de mi familia, de mi pueblo, de mis amigos. Sin embargo, he podido rehacer la vida en España, país que me ha abierto los brazos de una manera increíble, y, conocer a muchísima gente que ha ocupado el lugar de mi familia.

¿Qué aconsejaría a los que se quedan?Que disfruten la posibilidad de darles un beso cada día y decirles lo mucho que quieren a esas personas que por la rapidez de la vida misma hay muchas veces que no se lo dan.

¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?Me hubiera encantado darle un beso a mi abuelo el día que se murió estando yo aquí, en España. A mis abuelos les doy un beso cuando me vengo de Argentina y uno, cuando llega final de año, no sabe si le va a poder dar un beso o va a tener que llevarle una flor al cementerio, como me pasó el año pasado. Es un coste de oportunidad que la vida fuera de mi país y mi carrera profesional me han llevado a pagar; pero hasta que pasó la muerte de mi abuelo y no pude despedirme de él nunca pensé que este coste fuera tan alto.

Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?Lo mismo que hago cada día. Vivo el día a día tan feliz como si fuera el último día de mi vida. No cambiaría nada.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...