"La democracia está amenazada"

Francis Fukuyama

Con la caída del Muro predijo “el fin de la historia” y el triunfo del sistema liberal, aunque la realidad resultó ser más enrevesada. Alejado de los ‘neocon’ y cercano a los demócratas, Francis Fukuyama señala en sus dos nuevas obras los peligros que acechan a la democracia.

Horizontal

La historia no se ha acabado, pero pese a eso, o quizá por eso, Yoshihiro Francis Fukuyama (Chicago, 1952) sigue siendo uno de los pensadores de más peso en el panorama global. En el año 1992 se hizo famoso internacionalmente con la provocadora tesis de su libro El fin de la historia y el último hombre: la democracia liberal y la economía de mercado eran las formas definitivas de la evolución sociocultural de la humanidad. Hasta ahí habíamos llegado. Acababa de caer el muro de Berlín, el optimismo reinaba y sólo era cuestión de tiempo que esta forma de vida se extendiera imparable a todo el mundo. Las cosas se complicaron, y la historia decidió dar unos cuantos giros (11-S, crisis económica global, Putin, China, terrorismo islamista, estados fallidos). También dio giros el propio Fukuyama: de ser una figura clave del movimiento neoconservador, acabó distanciándose de ellos y del desastre de Iraq y apoyó a Barack Obama. Y ahora Hillary Clinton le parece la mejor opción. Fukuyama acaba de publicar en España dos monumentales tomos titulados Los orígenes del orden político y Orden y decadencia de la política (publicados por Deusto). Dos volúmenes fascinantes y repletos de erudición que recorren la historia para ver cómo se han desarrollado las instituciones políticas desde las primeras sociedades humanas hasta la primavera árabe, pasando por la terrible guerra de los Treinta Años y la Revolución Francesa. Dos libros que buscan entender “cómo se llega a Dinamarca”, esto es, a una sociedad democrática, próspera, segura, bien gobernada y con baja corrupción. Algo que, lamenta, no sucede hoy en su país.

Acaban de aparecer varios libros sobre el orden político global de pensadores de peso, desde usted hasta Henry Kissinger. ¿Se debe al caos global y al declive de Occidente?

Hay que separar las diferentes partes del mundo. Hay una gran área de desorden en Oriente Medio. Hay cuatro estados árabes rotos y derivando en estados fallidos: Siria, Iraq, Libia y Yemen. Luego, en el África subsahariana, también hay un área con estados muy débiles. Siempre he defendido que el terrorismo islámico no es tanto una fuerza política poderosa como que nos parece fuerte porque los estados en esas zonas son muy débiles, incapaces de defender a su propia población, como Nigeria. El terrorismo se infiltra en áreas de debilidad del Estado exacerbando los problemas. Esa es una de las áreas donde la cuestión del orden político es hoy extremadamente importante. Pero también lo es en otras, porque muchos de los fracasos de las nuevas democracias, como Ucrania o posiblemente Birmania, no es que vayan a ser estados fallidos, sino que los gobiernos no van a ser capaces de proveer los servicios básicos y la protección y el orden que los ciudadanos exigen, y eso va a tener un efecto muy negativo en la legitimidad de su democracia. Los libros que aparecen ahora nacen de estas constataciones.

“El Estado moderno está amenazado por el poder de élites poderosas. En EE.UU. hay reglas que hacen muy fácil que las minorías bien organizadas bloqueen la acción de las mayorías”

Pero además añade que Occidente tampoco está bien. Denuncia que EE.UU. vive una decadencia política.

El gobierno moderno es muy difícil de mantener. En él, el Estado intenta tratar a los ciudadanos de forma impersonal, esto es, con un cierto grado de igualdad basado en su estatus de ciudadanos. Pero eso no es muy natural para los seres humanos: más bien tratamos de ayudar a nuestras familias y amigos. Así que el Estado moderno está sujeto a esa larga palabra que es repatrimonialización: las élites tratan de capturar el poder del Estado y usarlo para beneficiar a los suyos. En cierto sentido, el Estado moderno no es estable, está continuamente amenazado, su poder puede ser capturado por élites poderosas y bien organizadas. Y eso es lo que ha estado sucediendo en la pasada generación en EE.UU. Tenemos lobbies, grupos de interés extremadamente poderosos y bien financiados en Washington, capaces de distorsionar las políticas públicas para sus propósitos, lo que significa que es mucho más difícil para el Gobierno actuar en favor del interés general. Una decadencia política que empeora porque en EE.UU. tenemos reglas institucionales que hacen muy fácil que las minorías bien organizadas bloqueen la acción de las mayorías.

¿Los estados están gobernados más que nunca por el dinero?

Desde luego ese es el caso de EE.UU. Si mira la cantidad de dinero gastada en campañas electorales, ha aumentado muchísimo en los últimos 20 años, y probablemente gastaremos 2.000 millones de dólares en las próximas presidenciales, algo sin precedentes. Aun así quiero decir que el dinero todavía no compra las elecciones, las influye: mire Jeb Bush, que comenzó las primarias republicanas como el candidato republicano, ha quedado de los últimos y ya se ha retirado. El dinero es influyente, pero no lo es todo, los votantes aún importan.

¿Cómo solucionar el problema?

Se podría arreglar en cierta manera si se pudiera cambiar las reglas institucionales, pero son muy rígidas. Por ejemplo, la Corte Suprema estadounidense ha dictaminado que la presencia del dinero para financiar la política es una forma de libertad de expresión y por lo tanto está protegida por la Constitución, lo que hace imposible limitar las contribuciones, y por eso tenemos ese increíble flujo de dinero en las elecciones. Y hasta que tengamos una nueva Corte Suprema no hay manera de revertir la situación. Hay cosas que se pueden hacer en los márgenes, pero hasta que llegue el momento político que permita meterse a fondo con la forma del sistema no estoy seguro de que haya una solución que pueda llevar a cabo Obama.

“Creo que el Partido Republicano se ha desquiciado produciendo candidatos absurdos; no soy un apasionado de Hillary Clinton, pero puede hacerlo mejor que todos ellos”

Usted apoyó la elección de Obama. ¿Está satisfecho de su balance?

Estoy algo decepcionado por su actuación durante el segundo mandato en política exterior porque sobreaprendió la lección de Iraq y Afganistán y se convirtió en demasiado reticente a usar el poder estadounidense para estabilizar Oriente Medio. Por otra parte, creo que el Partido Republicano se ha desquiciado, produciendo candidatos absurdos con los que todo sería mucho peor que con Obama, así que al final no estoy triste de haber votado por él.

¿Ahora va a apoyar a Hillary? ¿Qué piensa de Donald Trump?

No soy un apasionado entusiasta de Hillary Clinton, pero creo que puede hacerlo mucho mejor que cualquiera de los candidatos republicanos. La otra cuestión, y no sólo en EE.UU., sino también en Europa, es el ascenso del populismo impulsado por ciudadanos de clase media que no se han beneficiado de la globalización y del crecimiento económico ocurrido en la última generación. En Estados Unidos, de hecho, los hombres blancos de clase trabajadora han visto una erosión de sus ingresos reales en la última generación. Están muy enfadados, y eso está provocando un gran sentimiento antiinmigración y una gran desconfianza contra las élites que permiten que esto suceda. Y eso es lo que hay tras el fenómeno Trump y también tras el Frente Nacional y todos los partidos antiinmigración de la Europa del norte. Gente que habría votado por un partido socialista o comunista hace 50 años está votando por partidos de extrema derecha.

Habla en su libro de estados. Pero ¿siguen siendo hoy algo útil o están en declive y necesitamos otras herramientas para el mundo globalizado?

No creo que sea verdad su declive. Miremos el mundo democrático: hay una gran diferencia en el desempeño de los estados. Alemania, la mayor parte de Escandinavia, los Países Bajos, Australia, Canadá... a muchos países democráticos les ha ido muy bien en las últimas dos décadas. Se enfrentaron a difíciles elecciones sobre su mercado de trabajo, lo reformaron, emprendieron reformas políticas con consenso democrático... En cambio, otros países no lo han hecho tan bien, como Italia. España obviamente ha sufrido una enorme crisis, a Japón tampoco le va bien, ni a Estados Unidos. No es una enfermedad generalizada de las democracias sino de ciertas democracias. Y luego hay otra parte del mundo en la que el problema es el contrario, que el Estado es demasiado fuerte. Rusia, China. Y muchos nuevos países autoritarios por todo el mundo: Egipto, Azerbaiyán, muchos países donde no hay contrapesos al poder. La situación es muy difícil de generalizar, hay tendencias opuestas en diferentes partes del mundo.

¿Pero los estados, sobre todo los occidentales, no parecen hoy incapaces de cumplir lo que los ciudadanos esperan?

Sí, eso es verdad, pero esa incapacidad de cumplir no es por la debilidad subyacente del Estado, es un problema diferente al de India o África u otras partes del mundo en desarrollo. Tiene más que ver con las políticas seguidas, que han llevado a la eurocrisis y la crisis financiera en EE.UU. Es otro problema. Luego, hay otro fenómeno general, el de que los ciudadanos se sienten hoy con más poder en todo el mundo, algo que viene de una educación mejor, de más dinero, una tecnología que permite mayor conciencia de lo que pasa alrededor… Las expectativas son mayores. Los gobiernos en muchas partes se desempeñan como siempre, pero la gente piensa que deberían estar haciéndolo mejor. La legitimidad de los gobiernos está en cuestión en muchos sitios.

“Siempre he dicho que el terrorismo islámico parece una fuerza poderosa porque los estados en esas zonas son muy débiles, incapaces de defender a su población”

En su libro aboga por tener estados fuertes.

Fuerte no en el sentido represivo, sino de ser capaz de ofrecer servicios básicos, bienes públicos, infraestructuras, sanidad, educación, ese es mi sentido de fuerte y es lo crítico: falta en muchas democracias.

¿El sistema chino puede tener más éxito que el occidental con su gobierno todopoderoso?

No. Se han beneficiado de que su sistema tiene un Estado fuerte y competente, una larga tradición de burocracia centralizada, y de que el Partido Comu­nista Chino ha gestionado su economía de una manera remarcablemente competente en los últimos 30 años, pero creo que el Estado chino se encamina a una crisis, no es sostenible en su actual forma. Está experimentando por primera vez una gran ralentización en su crecimiento, que puede convertirse en un gran revés, una recesión, algo que no viven desde 1978. Las fuentes de legitimidad del Partido Comunista Chino no están claras, nadie cree en el marxismo-leninismo ya aunque sea la doctrina oficial, tiene un gran problema con la corrupción, y el modelo económico tiene problemas, así que hay muchas cosas que harán en el futuro su sistema menos poderoso y dinámico de lo que ha sido en la última generación.

En Occidente, la clase media está declinando. ¿La democracia puede desaparecer con ella?

Ciertamente va a estar amenazada por el declive de la clase media. Muchos de los movimientos populistas que están apareciendo son apoyados por gente de clase media baja con miedo a perder su estatus por la globalización, la competencia de los emigrantes y otras fuerzas económicas que no pueden controlar. Y en esa situación los países democráticos existentes empiezan a parecer como Latinoamérica, donde hay un problema perpetuo, con altos niveles de desigualdad, unas clases medias relativamente débiles y la alternancia entre gobiernos populistas y conservadores. Eso es muy malo para la democracia, no es la dirección en la que queremos ir.

Ahora que la democracia liberal parece amenazada, ¿qué queda de su idea del fin de la historia?, ¿ha cambiado?

No en un sentido fundamental. Cuando argumenté que teníamos un proceso histórico que nos llevaba a la democracia liberal, la acción humana no desaparecía de ahí. La razón por la que hay democracia es porque la gente ha luchado por ella. Si todo el mundo la da por sentada y nadie la defiende, no sobrevivirá. En el pasado tuvimos momentos de gran peligro para la democracia, en los que fue amenazada, en los años treinta con el ascenso del comunismo y el fascismo, luego en la guerra fría… La victoria de la democracia no es automática, no hay una fuerza divina que empuje a todo el mundo hacia ella, depende de por qué quieran luchar los seres humanos, pero pienso que es el mejor sistema político. La gente quiere sociedades modernas donde tengan libertad personal, donde sean prósperos y puedan decidir lo que quieren hacer, así que la democracia liberal va a ser una forma muy poderosa de organización social.

“China va hacia una crisis, no es sostenible en su forma actual. Su economía se ralentiza y tiene un problema con la corrupción; en el futuro su sistema será menos poderoso y dinámico que ahora”

¿Qué piensa de la situación actual de la Unión Europea?

Es un tema complicado. El problema con la UE es que las causas de la eurocrisis no han sido tratadas. La Unión Europea tiene una moneda común y no tiene una política fiscal común. Ese fue el problema fundamental, el diseño equivocado de la zona llevó a los problemas actuales y no ha sido corregido de verdad. Así que en ciertas áreas, como la política fiscal, le hacen falta mayores poderes para actuar, mientras que, por otro lado, la Comisión Europea ha tenido poderes enormes y ha sobrerregulado el etiquetaje de la comida y la seguridad de los productos, actuaciones que sin duda son mucho menos importantes y crean resentimiento. Así que los poderes están mal distribuidos en la UE, con demasiado poder en unas áreas y muy poco en otras.

¿Opina que necesitamos más instituciones supranacionales como la UE? ¿Necesitamos que la ONU, el FMI u otras instituciones internacionales tengan más poderes para gestionar la complejidad del mundo?

Necesitamos más instituciones internacionales y más fuertes. No sé si la ONU o una sola gran institución, porque no hay suficiente consenso entre los grandes poderes del mundo para que eso funcione efectivamente, pero ciertamente un Fondo Monetario Internacional más fuerte es deseable. Y que esté abierto a países como China por su peso en la economía global.

¿Cómo nos convertimos en Dinamarca, la pregunta que se hace en el libro? ¿Cómo se transforma el orden político para llegar al de un país escandinavo?

Arreglar los problemas del sistema político no tiene una recta única, es un problema ­político. Para lograr cambios mayores en las instituciones políticas necesitas acción política, movilizaciones de base, un programa sensato, liderazgo, comunicar con la gente. Hay movilizaciones de base en muchos países apoyadas en el enfado, pero no estoy seguro de que tengan los líderes ni el programa adecuados para arreglar los problemas subyacentes. Es un grave problema en muchas democracias, incluido Estados Unidos. Mucha de la gente que apoya a Donald Trump van a acabar apoyando políticas que empeorarán su propia situación en vez de mejorarla.

¿Está hablando de Podemos también?

Sí. Los jóvenes españoles tienen el derecho a estar enfadados por lo que les ha sucedido durante la última década, pero no estoy seguro de que el movimiento político que se ha creado sea una buena respuesta para arreglarlo. Mucho del desempleo juvenil en España se ha debido a un mercado de trabajo que deja fuera a mucha gente porque está protegiendo el de otra gente, y hasta que se arregle eso no se van a crear los fundamentos necesarios para más emprendimiento y más creación de puestos de trabajo.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...