“Tratamos mal a los animales, eso debe cambiar”

Frans de Waal

El primatólogo Frans de Waal lleva años demostrando que los humanos no son ni la especie superior ni la elegida y que los animales comparten muchas de nuestras características: planificar el futuro, reconciliarse, tener sentido de la justicia...

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Es lunes por la mañana y en el Museu de Ciències Naturals de Barcelona, cerrado ese día al público, reina la calma. Frans de Waal se pasea con parsimonia entre los mares de vitrinas que contienen la imponente colección de especímenes del centro. Las curiosea con aire distraído. “Nos creemos tan especiales y nos empecinamos en buscar aquello que nos hace únicos que obviamos el vastísimo territorio de continuidad que compartimos con el resto de los organismos”, reflexiona este primatólogo sin dejar de mirar una réplica de la famosa Lucy, la Australopithecus afarensis hallada en Etiopía.

Hace 40 años, De Waal (Den Bosch, Países Bajos, 1948) cambió radicalmente la manera que tenemos de mirar y considerar a los animales. En 1975 observó durante largos periodos a la colonia de chimpancés en cautividad más grande del mundo, que alberga el zoo de Arnhem, en Holanda, con el objetivo de estudiar la formación del carácter agresivo. Pero se percató de que después de pelearse, se reconciliaban, se abrazaban, se consolaban, un comportamiento totalmente inesperado.

“Tendemos a separarnos del resto de los animales. Por supuesto, tenemos características únicas como el lenguaje, pero focalizarnos en ellas nos distrae de que somos animales”

A partir de entonces, este catedrático de Psicología de la Universidad de Emory (EE.UU.) ha ahondado en la esencia biológica de la moral. Ha establecido paralelismos entre las conductas humanas y las de otros animales, no sólo primates, sino también elefantes o topillos. Y ha demostrado que ni la moralidad, ni la justicia ni la empatía son exclusivamente humanas.

“Las hembras de bonobo también tienen una actitud #Metoo. Se ha documentado recientemente que se protegen unas a otras contras las agresiones de los machos. Si una grita, todas acuden en su ayuda y persiguen juntas al macho.”, explica al Magazine.

Autor de libros como La política de los chimpancés (Alianza Editorial), El mono que llevamos dentro o el último, ¿Tenemos suficiente inteligencia para entender la inteligencia de los animales? (en Metatemas, Tusquets), De Waal ha recibido este año el premio Nat 2018 de divulgación de las ciencias naturales, que ha puesto en marcha el Museu de Ciències Naturals para conmemorar su 140.º aniversario.

Durante los últimos 100 años, los humanos hemos estado intentando dar con aquello que nos hace únicos y usted se empeña en demostrar que casi todas las cualidades y características que creímos intrínsecamente humanas no lo son.

Hay unas cuantas cosas que son únicas del ser humano. Pero ni eso es único humano. Cada especie cuenta con algo especial, que sólo esa especie posee. Curiosamente, qué nos hace humanos es una pregunta que los académicos suelen plantearse con frecuencia y creo, sinceramente, que el objetivo no es otro que el de separar animales y humanos: ellos allí, nosotros aquí. Occidente se empecina insistentemente en olvidar que nosotros somos también animales.

¿A qué se refiere?

Déjeme ponerle un ejemplo: si tomamos al elefante asiático y al africano, seguramente ambos nos parecerán iguales; de hecho, incluso los llamamos a ambos elefantes. Sin embargo, las dos especies se separaron hace siete millones de años y pertenecen a géneros distintos. Genéticamente son tan diferentes como un chimpancé y un humano, que también se separaron hace entre seis y siete millones de años. Pero decimos que chimpancés y humanos somos diferentes, mientras que a los ­elefantes, a pesar de ser genéticamente distintos, los llamamos elefantes. Tendemos a separarnos del resto de los animales. Por supuesto que tenemos características únicas, como el lenguaje, pero focalizarnos en ellas nos distrae del asunto principal, que somos animales.

Con esa capacidad exclusiva que menciona, el lenguaje, ­solemos referirnos con fre­cuencia a los otros animales en términos negativos: “Actúan como hienas”, “menudo buitre”, “hueles a cerdo”, “son unos borregos”.

Sí, y estoy en completo desacuerdo con usar esas formas de hablar. Parece como si todas las cosas malas que hacemos procedan de los animales o de la biología. Y todas las buenas, como ser altruistas o la empatía o amarnos unos a los otros, sean de nuestra invención. ¿Sospechoso, no cree? Ya demostré en los noventa que los animales tienen empatía. Aunque muchos se enfadaron ante aquella idea, sobre todo los psicólogos.

¿Por qué?

Supongo que ellos habían decidido que la empatía era un proceso cognitivo y no estaban preparados para ver a los animales como seres empáticos. Subestimaban la parte emocional, se centraban sólo en la inteligencia. Y como la empatía se considera una característica positiva, no estaban preparados para ello. Si decías que los animales eran violentos o que se mataban aleatoriamente, ese era un mensaje que estaba bien. Pero tan pronto afirmabas que los animales se querían, que tenían amigos, que eran empáticos…

¡Amigos!

¡Por supuesto que los animales tienen amigos! Establecen relaciones con otros miembros del grupo que pueden durar toda una vida. Y se sienten apenados cuando el otro muere. No sólo lloran a la descendencia muerta, porque eso está reconocido, que todos los mamíferos establecen vínculos y una relación estrecha con sus hijos, sino que también tienen amigos de adulto, otros animales del mismo género. Por ejemplo, los chimpancés macho a menudo viajan con otro macho, están muy unidos, a veces durante más de 20 años, y cuando uno de ellos muere, el otro muestra una reacción fuerte en la ausencia del otro. Las hembras de elefante a menudo viajan de dos en dos. Se las suele llamar titas, porque ejercen de tías de los hijos de la otra. Es algo muy común.

“Durante el siglo pasado, la ciencia dijo que los animales eran máquinas, podíamos hacer lo que quisiéramos con ellos. Ahora decimos que son parecidos a nosotros. Y eso cambia la actitud”

¿Qué hay de otras cosas muy humanas, como planificar el futuro?

Siento disgustarla, pero eso tampoco es exclusivo de los humanos. No hace mucho se publicó un libro de un famoso neurocientífico que aseguraba que la repulsión, el asco, era algo genuinamente humano. La verdad es que no sé de dónde sacó esa idea porque nosotros hemos realizado numerosos estudios con animales y hemos visto que todos muestran indignación o repulsa. A los chimpancés no les gusta la lluvia y ponen caras muy similares a las humanas de asco o repulsa. Y es muy común en otros animales: en experimentos hechos con macacos japoneses, les servían cacahuetes y uvas, que les chiflan, encima de pescado, platos de plástico y recipientes de cuero marrón. Los monos se negaban a tocar los alimentos que estaban encima del pescado. Sentían repulsión. Y hay estudios preciosos con monos y cuervos, entre otros, que demuestran que hacen planes de futuro. Los chimpancés salvajes a veces cogen briznas largas de hierba, se las ponen en la boca y viajan con ellas durante dos o tres kilómetros y quizás un par de horas más tarde, llegan a un termitero y las usan para coger las termitas y comérselas. Eso implica que durante todo ese tiempo han sabido adónde iban y qué iban a hacer.

Han planeado lo que iban a hacer más tarde.

Si entiendes por planear el futuro planear ir a la Luna, está claro que no lo pueden hacer. No son capaces de ese nivel de complejidad. Pero si sólo nos referimos al proceso básico, a pensar más allá del presente, nuestros estudios demuestran que son capaces de ello. De hecho, todo depende de qué entendamos por planificar, y ese es un poco el problema de la psicología y las ciencias sociales cuando comparan animales y humanos. Se quedan en el nivel superior y no ven todos los intermedios que existen. Cogen un chimpancé y dicen: “Nunca inventará un iPhone”. Y está claro que no, es cierto, seguramente eso no ocurrirá nunca, en parte porque los chimpancés tampoco necesitan tener un móvil. Pero sí serán capaces de ingeniar artilugios para capturar hormigas o romper las cáscaras de algún fruto.

¿Cómo demuestra que los animales son empáticos?

Los primeros estudios sobre empatía humana fueron realizados por un psicólogo en los Estados Unidos y en ellos pedía a los adultos en una familia que lloraran frente a los niños pequeños. Entonces observaba la reacción de los pequeños, de dos años más o menos, que, aunque casi no caminaban, iban hacia esa persona, la tocaban, intentaban calmarla. Este psicólogo afirmó que eso era preocupación empática. Empatía, vamos. Nosotros hemos visto un comportamiento muy similar en chimpancés. Cuando un chimpancé pierde una pelea y está chillando, otro se acerca a él, lo abraza, lo besa, lo asea para calmarlo. Para mí, si dos especies que están emparentadas tienen un comportamiento similar en circunstancias similares, la explicación sobre ese comportamiento tiene que ser la misma. No puedes decir que los humanos esto y los animales aquello. Si se tratara de cebras y caballos, lo haríamos. ¿Por qué no para humanos y simios?

¿Qué otros animales son empáticos?

Recientemente he estado haciendo estudios de neurociencia y empatía en elefantes, además de en chimpancés, y también en unos roedores diminutos, los topillos, más pequeños que un ratón. Uno de mis estudiantes en la Universidad de Emory descubrió que mostraban comportamiento de consolación. Respondían al estrés de otros con grooming o acicalamiento.

Así es que empezamos a hacer estudios de neurociencia con ellos, miramos los receptores de oxitocina [una hormona relacionada con los vínculos afectivos y el reconocimiento social] y el contagio emocional, y descubrimos que estaban muy afectados fisiológicamente por el estrés de los otros. Su cerebro mostraba que estaban, de hecho, tan afligidos como los otros, y ese tipo de contagio emocional también se ha demostrado en humanos. Además, si bloqueas los receptores de oxitocina, el comportamiento desaparece.

En sus libros argumenta que, de hecho, los animales nece­sitan ser empáticos para ­sobrevivir.

La empatía empezó con el cuidado maternal. Todos los mamíferos automáticamente tienen cuidado maternal: las hembras necesitan responder a las necesidades de sus crías cuando están estresadas o afligidas, cuando tienen hambre o están en peligro o tienen frío. Por tanto, las hembras necesitaban estar en contacto con las emociones de sus cachorros. Eso explica dos cosas acerca de la empatía: la primera, por qué las mujeres son más empáticas que los hombres. En todas las especies que hemos estudiado, incluidos los humanos, es así. Y la segunda, por qué la oxitocina está implicada en la empatía. Probablemente, el circuito neuronal de la empatía comenzó con el cuidado maternal y más tarde ese circuito se aplicó, en algunas especies, al establecer otras relaciones. Por tanto, si eres un animal muy social, como los elefantes o los delfines o los humanos, no sólo eres empático en la relación maternofilial, sino también con otros machos o hembras. En cambio, quizás especies solitarias, como el gato doméstico, no necesitan ser empáticos para nada. Una cosa curiosa respecto a la empatía es que ahora estamos empezando a estudiar este comportamiento en los pájaros y aunque aún no sabemos mucho sobre ello, como los machos suelen estar a menudo muy involucrados en el cuidado de las crías, pensamos que eso puede hacer que haya diferencias en cuanto a empatía.

“Soy un gran fan de los zoos. Estamos tratando la vida salvaje tan mal que tenemos que hacer algo. Estoy de acuerdo en que pueden ser muy malos, pero también los hay muy buenos”

¿Cómo le parece que tratamos a los animales?

Francamente mal, y eso tiene que cambiar. Sobre todo en agricultura y ganadería. Las nuevas generaciones están más concienciadas sobre el trato que les damos, incluso hay muchos jóvenes que ni comen carne. También en el ámbito de la ciencia hay más conciencia y por ejemplo en mi laboratorio ya no se usan primates para estudios biomédicos. En la Unión Europea hay una moratoria para dejar de usar grandes simios. Pero el gran problema, para mí, sigue siendo la agricultura y no los laboratorios. Porque los laboratorios están muy regulados.

¿Qué hay de los zoos?

Si vas a una granja y luego a un zoo, verás que el zoo es un paraíso en comparación con las granjas. La gente tiene una actitud distinta en función de los animales, si son sus mascotas, orangutanes o vacas. Los perros, los gatos son miembros de la familia; los orangutanes, esos simios simpáticos en peligro que hay que salvar. Ahora bien, los animales que ponemos en el plato, nos da igual cómo los tratan. Es incoherente.

¿Hay animales que traten mal a otros gratuitamente?

Los chimpancés matan monos.

Para comer.

Algunos animales matan más de lo que necesitan para comer. Un zorro matará más pollitos de los que se comerá. No sabemos por qué, quizás entran en una especie de frenesí. De cualquier forma, la manera como empezamos a mirar a los animales en términos de cognición y emociones afecta a la forma en que los tratamos. Durante el siglo pasado, la ciencia nos dijo que los animales eran pequeñas máquinas, lo que ya nos iba bien porque entonces podíamos hacer lo que quisiéramos con ellos. Ahora le estamos explicando a la gente que son seres muy parecidos a nosotros. Y eso cambia la actitud.

¿Qué es lo más sorprendente que ha descubierto en su ­carrera?

Que los animales se reconcilian tras una pelea. Eso fue algo que nadie antes esperaba. En aquel momento era estudiante y mi trabajo consistía en estudiar el comportamiento agresivo en animales, el entonces llamado instinto agresivo. Tras muchas horas de observación, descubrí que, tras pelearse, los chimpancés se besaban y abrazaban. Y aquello era y es mucho más interesante que la agresión. En aquel tiempo la idea imperante sobre los animales decía que eran seres egoístas, que competían, que sólo miraban por su bien. Blablablá. Si decías que también se reconciliaban y que se besaban tras una pelea, no entendían dónde encajar eso en sus prejuicios. Hay violencia y hay competición, pero no es lo único.

¿Todos los animales se reconcilian después de pelearse?

Todos los que hemos estudiado sí, con una excepción: el gato doméstico. Todos los mamíferos, al menos, se reconcilian, el comportamiento no se limita a los primates. Otra cosa sorprendente que descubrimos es que tienen sentido de la justicia, algo que no había esperado encontrar.

¿Y religión?

No tenemos pruebas. Como biólogo, el tema de las religiones humanas me fascina. ¿Por qué todas las sociedades humanas del planeta tienen una? Tampoco lo sabemos. Creemos que es porque las religiones, al final, reúnen a la gente. Una de las teorías que hay postula que a medida que las sociedades humanas se hicieron más y más grandes, no podían prestar atención al contacto con los demás, por lo que se instalaron los grandes dioses para vigilar lo que hacíamos y que siguiésemos siendo leales, solidarios. Crean, por tanto, una sociedad más moral. En cambio, si miras las religiones más minoritarias, de sociedades más pequeñas, no tienen mucha moralidad y están más relacionadas con la naturaleza, con la cosecha. En los animales, sabemos, por ejemplo, que los chimpancés suelen prestar atención a fenómenos naturales, se ven impresionados por la lluvia y responden a ella con una especie de baile, moviéndose en círculos. No obstante, no sabemos qué piensan, ni si responden al sonido o a algo más.

Ha estado en Barcelona para recibir el premio Nat de divulgación de las ciencias naturales del Museu de Ciències Naturals. En esta primera edición, también han galardonado a sir David Attenborough, el divulgador y naturalista británico, pionero de los documentales de naturaleza, con un premio extraordinario a la trayectoria profesional.

Es un nuevo premio que se concede a personas que han popularizado y cambiado la manera en que la ciencia opera. Y es un honor que me lo concedan junto a Attenborough, uno de los héroes de la divulgación de la ciencia. Es interesante cómo empezó este naturalista. Preparé una reseña para The New York Times sobre un libro que publicó Attenborough sobre sus aventuras. De hecho, él empezó capturando animales para los zoos. Es curioso cómo ha cambiado nuestra relación con los animales: empezamos en los museos matándolos por su piel. Luego, nos los llevábamos a los zoos. Y ahora los zoos garantizan su conservación. Aunque necesitan evolucionar: tienen que empezar a pensar en los animales en la naturaleza. Tal vez si no hubiéramos pasado por toda esa evolución de capturar, coleccionar y conservar, no nos interesarían ahora los animales salvajes. Tal vez la idea de la naturaleza como algo bello y espléndido nunca hubiera sucedido sin explorar la mentalidad de traer a animales a zoos. Es cierto que necesitan cambiar, pero para las personas de áreas urbanas, desconectados de la naturaleza, es importante tener contacto con lo salvaje.

¿Eso pasa por tener un oso polar a 40 grados en verano en algún zoo del Mediterráneo?

Soy un gran fan de los zoos. La cuestión es: ¿tenemos que mantener todos los animales que podemos mantener? ¿Tiene sentido tener orcas, osos polares en climas cálidos? Quizás un oso polar en Wisconsin está bien, pero no en Barcelona. Debemos plantearnos si todos los zoos tienen que tener todos los animales. Más de 10.000 orangutanes han desaparecido en Borneo en 20 años por los incendios y los granjeros. Si me preguntas si quiero un orangután en un zoo o en Borneo, prefiero el zoo.

¡Eso es trampa!

De acuerdo, pero es que estamos tratando la vida salvaje tan pésimamente que tenemos que hacer algo. Estoy de acuerdo en que los zoos pueden ser malos o muy malos, pero también los hay buenos y muy buenos.

¿Sabe que a menudo dicen de usted que es la Jane Goodall en versión masculina?

(Risas) Pero si somos muy distintos. Para empezar, ¡yo no llevo coleta! Hablando en serio, yo sólo he trabajado con animales en cautividad, no en la naturaleza como ella. He visitado muchos lugares, pero no he hecho trabajo de campo. Goodall se ha centrado en chimpancés, en cambio yo he trabajado con muchas especies distintas. Ella ha hecho estudios observacionales, mientras que yo he emprendido experimentos. Sí es cierto que el lenguaje que usamos, incluso el corporal, y las emociones que tenemos hacia los animales seguramente resultan muy similares. Y cuando la escucho o la leo, me siento muy identificado con ella.

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