Jonas Kaufmann "En el arte, la mujer se ha emancipado"

Con una carrera vertiginosa pese a su juventud (49 años) el tenor alemán Jonas Kauffman ha logrado que sus discos se codeen con el pop y el rock en las listas de éxitos. Mientras estrena una obra tras otra, confiesa su deseo de interpretar algun personaje en el cine.

 

Quizá, sobre todo para los profanos o los que miden el éxito sólo por su rentabilidad económica, el mayor logro de Jonas Kaufmann sea haber conseguido que sus discos –sobre Verdi, sobre las melodías populares en el Berlín de entreguerras o sobre su interpretación del imprescindible Otello, por ejemplo–, se codeen sin complejos con los álbumes pop y rock en las listas de éxitos de medio mundo. Tampoco pasa inadvertida su apostura –lo que, según algunos críticos es fundamental para dar credibilidad a ciertos papeles– y su cordialidad, tan alejada de los divismos a menudo presentes entre los grandes de la ópera. Para quienes conocen el mundo de la clásica con profundidad, el artista alemán, nacido en Munich en 1969, es probablemente el tenor joven más prestigioso del mundo, con una vertiginosa carrera a sus espaldas a las órdenes de los más destacados directores. 

Estos días presenta La fuerza del destino en la Royal Opera House de Londres y pronto hará lo mismo con Carmen en Hamburgo y Tosca en París. Mientras, el DVD An italian night, que contiene la grabación de un concierto histórico al aire libre ante 20.000 personas en el Waldbühne de Berlín y que incluye lo mejor de su repertorio italiano y alguna que otra perla, está entre los más vendidos en su género desde hace meses.

Qué tendrá lo italiano que es admirado en todo el mundo…
Lo mismo que lo español, que lo mediterráneo: tiene alma. En mi caso, es el impacto emocional lo que siempre me atrae y eso está muy presente en la música de estos países y en su forma de expresarla. Fue una suerte que mi familia fuera de aquellas que durante años eligieron Italia para sus vacaciones. Mis padres tenían debilidad por el país. Vivíamos en Munich, que se considera ‘’la ciudad más al norte de Italia’’. Aquel romance que inicié con el país cuando era un chaval con todo un verano por delante me ha acompañado toda la vida, con cierta nostalgia por la armonía y felicidad de aquellos días.

¿Le influyó esa añoranza a la hora de decidir a qué quería dedicar su vida?
Cuando miro hacia atrás lo pienso muchas veces. Creo que fue lo que me llevó hacia la música porque nos permite recuperar los paraísos perdidos, aunque sea por un momento en el que nos convertimos en niños una vez más. Libres, abiertos y receptivos a todo lo que es bueno para nosotros. Mi familia cultivó el amor a la música y el amor a Italia y ambos crecieron en suelo fértil en mi caso.

¿Por eso disfrutó interpretando la popular Volare en aquel concierto?
Por supuesto; no me permití dejar de hacerlo porque es uno de mis temas pop favoritos.

¿Disfruta dándose una vuelta por lugares musicales que no son los habituales?
Me gustan mucho los everblacks del escritor y comediante vienés Georg Kreisler y muchísimas canciones de jazz y blues, pero básicamente soy un cantante de ópera al que gusta abrirse a otras cosas sin pretender hacer negocio con ello ni dedicarle una parte de mi carrera, salvo en ocasiones contadas.

¿Cree que el pop también tiene su magia?
Es diferente; es otro tipo de encantamiento, podríamos decir. Pero hay auténticas maravillas en el pop. Hay algo que estas canciones tienen en común: una melodía preciosa y un ritmo pegadizo, que se convierte en algo que silbarías por la calle. Mientras grabábamos el álbum de pop You mean the world to me siempre había alguien del equipo tarareando las canciones sin darse cuenta. Eso muestra la gran fuerza de ese estilo. 

No le preguntaré si es de Beatles o de Rolling Stones, pero en su caso, ¿Verdi o Puccini?
A ambos les debo momentos inolvidables, como aficionado embelesado y como intérprete. Puccini me abrió la puerta a ese mundo mágico que es la ópera en una representación de Madame Butterfly un domingo por la tarde en la Ópera Estatal de Baviera. Me senté al lado de mi hermana en mitad de la primera fila, detrás del director. Fue tremendo. Todo era hermoso y excitante. El enorme auditorio, la tapicería de terciopelo rojo, los decorados, los disfraces, la música y, al final, los aplausos, donde, de repente, la mujer que acababa de apuñalarse a sí misma estaba frente a mí, viva y recibiéndolos. Simplemente no podía entenderlo; me había parecido todo tan genuino y veraz… Me quedé conmocionado y creo que todavía lo estoy.

Su familia fue fundamental en su acercamiento a la música…
Mi padre estaba muy interesado en la clásica y tenía una gran colección de grabaciones que incluían las grandes óperas de Puccini y Verdi. Dedicar un tiempo a disfrutarla era un ritual habitual en casa, sobre todo los domingos. Mientras los católicos iban a la iglesia, nosotros escuchábamos música. Mi hermana y yo nos sentábamos en el sofá marrón del salón y mi padre nos dejaba elegir lo que, en mi caso, a menudo incluía a Wagner. Esa influencia viene por mi abuelo, que vivía en el mismo edificio, dos pisos más arriba. En su casa no cabía un piano y bajaba a la nuestra cada mañana a tocar durante horas. Como era un gran wagneriano, a la vez cantaba todos los papeles; a veces era Hagen y a veces Brunilda.

¿Cree, por tanto, que el entorno en que se desarrolla cada cual mientras se está formando puede encaminar sus pasos hacia un lugar u otro?
Sin duda. Es muy difícil que un chico lea si en su casa nadie coge un libro. Luego hay que tener aptitudes para tal o cual oficio, pero, de entrada, el ambiente en que te desarrollas es fundamental. Mi abuelo coleccionaba partituras antiguas de óperas de Wagner; ediciones preciosas con maravillosas ilustraciones de los decorados y los trajes de cuando se estrenaron. Así, Wagner llegó a formar parte de mi educación de un modo divertido; apropiado para mi edad.

¿Qué escuchan sus hijos?
De todo, pero creo que tienen buen gusto. Cuando vamos juntos en el coche cae de todo, desde ópera hasta rock. Son muy abiertos. A veces hasta me dejan poner a Dire Straits. Considero que el amor por la música es un legado que, sin lugar a dudas, debe pasar de generación en generación. En mi caso, no solo a mis hijos, también a los jóvenes que se inician en la profesión que yo elegí y a los que me gustaría poder atender mejor. En Nápoles, hace poco, pude dar una conferencia para algunos que incluía algunas cosas de las que he aprendido en estos años.

“No es de recibo que a estas alturas alguien piense que el cambio climático es un invento o que algunos países no se responsabilicen de los refugiados que les corresponde albergar”


¿Le satisface ese mundo al que se enfrentarán cuando crezcan?
Debería de decir que no. Las cosas que realmente importan en la vida como el amor, la humanidad, la paz, la libertad, la tolerancia y la responsabilidad no están en su mejor momento. No es de recibo que a estas alturas todavía haya quien piensa que el cambio climático es un invento o que haya países que no se responsabilicen de los refugiados que les corresponde albergar. Debemos ver que estamos todos en el mismo barco y no hace falta que llegue la devastación nuclear para darse cuenta de ello. Pero, en realidad, como decimos en Alemania , y creo que en algunos sitios más, “la esperanza es lo último que muere”, aunque vivamos en un mundo en el que los valores éticos cada vez importan menos.

¿Cómo cuadra la música en este momento tan complejo de la humanidad?
La buena música puede ayudar mucho a sobrellevar los problemas del día a día. En algunos casos también una crisis grave de salud, ya que se ha demostrado que puede reforzar la autosanación. A veces, incluso puede cambiar la vida de uno. Un artista puede hacer mucho por promover cambios sociales. Muchos de nosotros hemos luchado contra el racismo y las injusticias que nos hemos encontrado en el camino, pero, además, la música es universal. Llega a todas partes y genera idénticos sentimientos; crea lugares de encuentro específicos para el entendimiento y llega donde las palabras, por diplomáticas que sean, no pueden.

Hay quien les afea que se metan en un campo ajeno…
Lo entiendo. Me gusta pensar que la razón estriba en que todas esas personas creativas e inteligentes, pero sobre todo íntegras, ya sean filósofos, escritores, deportistas, cantantes o actores tienen mucha más influencia en el día a día que esas voces de mentes sesgadas e intolerantes que pretenden tener el poder de movilizar a las masas.

“Hay hombresque no soportan la confianza en sí misma que debe tener la mujer, y ellas no toleran, ni deben hacerlo, la actitud de macho”


Uno de los quizá escasos logros de este momento sean los resultados de la lucha constante por los derechos de la mujer. ¿Ha sido el mundo de la ópera buen terreno para la igualdad?
En el arte en general, en la interpretación y en la ópera, la emancipación de la mujer ha tenido lugar antes que en otros campos. Por supuesto que sigue habiendo muchos personajes femeninos del tipo que muere sufriendo por culpa del hombre amado, especialmente en las obras de Richard Wagner, pero hay otros muchos que no lo son. En el pasado fue la prima donna la que se hizo su parcela de poder pero todas ellas tenían que ser muy fuertes y determinadas para evitar ser reprimidas por los hombres. Y eso, en cierta medida, ha seguido ocurriendo durante el pasado siglo hasta nuestros días. Hay hombres que no soportan la confianza en sí misma que debe tener la mujer y ellas no toleran, ni deben hacerlo, las actitudes de macho. María Callas se pasaba la vida peleándose con los empresarios de los teatros por esta razón.

¿Incluso en el mundo del arte, el hombre lo tiene más fácil?
Puede que sí, si hablamos de puestos directivos, pero no en el ámbito creativo. La educación tiene mucho que ver con lo que después hacemos en la vida. Yo, de joven, me hacía las preguntas que se supone que un hombre debía hacerse. Estaba claro que me gustaba cantar, pero hacerlo como profesional me parecía demasiado arriesgado y mi padre quería que estudiase algo que generara un trabajo como el suyo, que le permitió tener un sueldo decente en una compañía de seguros para poder formar una familia, algo que yo también quería. Sabía que hacer lo que me gustaba era muy arriesgado, especialmente porque un cantante depende de su salud y eso siempre está en el aire. Intenté estudiar para ­matemático pero al poco ya estaba presentándome a audiciones hasta que, en una de ellas, fui aceptado. Tuve que echarle coraje para tomar esa decisión tan en contra de lo que probablemente se esperaba de mí.

¿Se ha arrepentido alguna vez?
No. Por supuesto, mi vida ha cambiado desde entonces, no solamente en el ámbito profesional, también en el personal y ahora las preguntas serían otras. En general, me gusta todo lo que me ha ocurrido como artista y ser humano y estoy orgulloso de haber sido sincero conmigo mismo y con los demás.

¿Aunque su vida profesional y la familiar sean tan difíciles de llevar en paralelo?
No me gusta pasar largos periodos fuera de casa; me resisto todo lo que puedo. Durante un tiempo logré trabajar cerca, en Baviera o el Festival de Salzburgo, pero cada vez es más difícil. La vida de un cantante de ópera no es particularmente propicia para la vida familiar. Esto, a veces, me ha deprimido un poco; lo he pasado mal cuando he llegado a casa y la primera pregunta de mis hijos ha sido: “¿Cuándo te vas de nuevo?”.

“Los halagos siempre tienen doble filo; como considero muy exagerados los cumplidos sobre mi apariencia”

¿Compensa ser “el rey de los tenores”?
No. Compensan otras cosas. Ofrecer un concierto en Peralada, que es un lugar mágico, o que el público del Liceu te interrumpa con aplausos atronadores mientras cantas Andrea Chenier. Tengo recuerdos maravillosos de mi paso por Barcelona y por Madrid, entre otros lugares. Lo otro me hace sentir halagado nada más y me hace pensar que tanto trabajo duro ha merecido la pena, pero en realidad no me gusta demasiado. Lo superlativo siempre tiene doble filo, como considero muy exagerados los cumplidos sobre mi apariencia. ¿A qué se refieren los medios con eso del Rey? ¿Al mejor? ¿Al más grande? No lo entiendo bien. ¿Se valoran mis posibilidades interpretativas a la hora de elegirme?

Por exagerado que le parezca, no puede negar que parece un galán de cine… 
(Risas) Pues me encanta hacer películas. No necesariamente musicales (se han filmado algunas de sus óperas), sino encarnar un personaje interesante. Solamente actuar. Cruzo los dedos para que la oferta adecuada llegue algún día.