"Sacrifiqué los estudios"

Laia Sanz

Es la mejor motociclista del planeta, tiene 29 años y suma 16 títulos mundiales, además de un noveno puesto en el último Dakar, la mejor posición de una mujer en motos. Laia Sanz ha hecho historia, se ha dejado cosas por el camino, pero mira hacia delante.

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Nueve de la mañana y tres grados de temperatura junto al Honda Instituto de Seguridad. Pese al frío, Laia Sanz Pla-Giribert (Corbera de Llobregat, 1985) accede a quitarse la chaqueta para las fotos. El café caliente se lo deja puesto. Su mirada limpia destila un brillo especial cuando habla de motor. A Mademoiselle Dakar –pentacampeona en féminas en el rally más duro del mundo– le pierden la gasolina y el sonido de un motor de explosión. La competición es su vida: lo lleva haciendo desde siempre y es lo que la ayuda a “estar motivada y a entrenar”. Es exigente y autocrítica. Y ahí radica la dualidad de su virtud, que también es su defecto: “Soy muy tozuda”, confiesa.

Con dos años, su padre la llevaba sobre el depósito de la moto, y con cuatro cogió la de su hermano sin que él se enterase.

Mi padre es muy aficionado a las motos y los coches. Siempre le gustó mucho el trial, y de joven intentaba practicarlo con su Guzzi. Cuando se fue a vivir a Corbera de Llobregat, un vecino que practicaba trial le regaló una moto por piezas. Y él, que es muy manitas, la montó. Salía en moto con mi hermano mayor los fines de semana, mientras yo me moría de envidia.

¿Era muy inquieta?

¡Y muy movida! Me gustaba mucho el deporte. Era una niña un poco diferente, porque en lugar de jugar con Barbies prefería hacer carreras de coches con mi hermano. Además, mis padres me educaron de una manera abierta y me dejaron hacer. Por eso siempre iba en moto con mi hermano.

¿Empezar a los cuatro años, haciendo lo mismo que los chicos, le dio ese plus de técnica que hace que ahora ninguna chica le haga sombra?

Sí, todo se debe al trial. Porque es una modalidad que, aunque no hay velocidad, es una muy buena base para cualquier deporte de motor, coches incluidos. Cuando aprendes de tan pequeña, todo te sale más natural. Cualquier piloto de trial se adapta con más facilidad a otras situaciones, ya que tienes que fijarte mucho en las cosas. Aprendes a ser disciplinado.

A lo largo de su infancia compitió básicamente contra niños. ¿Percibió algún trato diferente o despectivo?

Sí lo noté, pero en aquella época esos detalles provenían más de los padres que de los niños. Comentarios como “que no te gane la niña”. Me explicaba mi padre, yo ni me enteraba.

Sin embargo, en el 2000 ganó el Campeonato de España de trial cadete, fue la única chica y ganó tres de las cuatro pruebas. ¿Qué supuso ese triunfo?

Para mí fue muy bueno, porque a principios de año nadie me consideraba rival. El nivel del trial es muy alto en España, y allí me di cuenta de que lo podía hacer, ya que gané a los chicos de mi edad. Todos los que van al Mundial son de aquí. Eso significaba que podía progresar.

Novena en el último Dakar, la mejor clasificación jamás obtenida en motos por una mujer. ¿Ha llegado a la madurez?

No lo sé, porque todavía me queda mucho por hacer y soy joven. En cuanto al trial, sí soy mayor, pero para el mundo de los raids 29 años son muy pocos. ¡Marc Coma tiene 38! Sí que es cierto que desde el año pasado hubo un antes y un después tras el buen Dakar que me salió en el 2014. Por eso ahora me empiezan a ver de forma diferente y a valorarme más, lo cual es injusto porque llevaba muchos años haciendo trial y trabajando mucho. Pero debido a la dimensión mediática que tiene el Dakar ahora se me valora.

“He aprendido idiomas, disciplina y a saber ir por el mundo. He hecho amigos y también he conocido a gente que me ha puteado, lo cual también es bueno”

¿Se ve luchando algún día por el podio?

Ahora me lo dicen mucho, pero hay que ser realista y es muy complicado. Sí que tengo margen para mejorar como piloto. Otra cosa es el resultado, porque es muy difícil que me salga un Dakar tan redondo como este año. Pero puedo mejorar el físico e ir más rápido en moto.

Para la victoria tal vez le tientan los coches…

Sí, aunque también se necesitan buenas manos, y quizás luego resulta que no las tengo. Pero anima ver que Jutta Kleinschmidt lo ganó en coche (2001), pues una chica en coche lo puede hacer igual de bien que un hombre. Pero hoy día participar en el Dakar no es como antes; o te ficha una marca oficial con un coche, o necesitas un patrocinador que pague un millón de euros para tener el mejor.

¿Qué es necesario para llegar a ese top 10 en el Dakar?

Que salga una carrera muy redonda, al menos con mi nivel –y lo digo porque hay pilotos mejores que han quedado por detrás de mí–. No caerse ni perderse, ser muy constante cada día y no tener averías mecánicas.

¿Y para que haya más chicas en la salida?

No lo sé. El Dakar es duro y supongo que asusta. Pero mi caso y el de Rosa Romero, que ha podido terminarlo, pueden animar a otras chicas a correr.

¿Qué magnetismo tiene esta prueba, en la que desgra­ciadamente cada año pierde la vida algún corredor?

Algo tiene, ya que todos volvemos. Es una mezcla de muchas cosas. Es una carrera, pero es algo diferente pues son 15 días que parecen tres meses. Y lo pasas mal. Pero también disfrutas yendo en moto, con los paisajes, la aventura y la navegación.

Tiene más títulos mundiales que Ángel Nieto (12+1) y Giacomo Agostini (15). ¿Cómo se asimila esto?

No pienso en ello. Intento ir año a año. Tampoco me comparo con nadie. Creo que son cosas diferentes.

¿Qué le motiva a entrenar a diario cuando los trofeos rebosan sus estanterías?

Ver que voy mejorando, que aún me queda mucho por aprender. Decidí dejar el trial porque estaba estancada y necesitaba cosas nuevas. Saber que tengo margen de mejora me motiva para entrenar e intentar superarme. Si ahora pensase directamente en el Dakar del próximo año, me costaría arrancar. Por eso me ayuda tener objetivos a corto plazo. Ahora estoy preparando el Mundial de enduro. ¡Ya tengo ganas de entrenar con la moto pequeña!

¿Cuál es su meta?

Sobre todo, pasármelo bien como hasta ahora. Mientras pueda vivir de esto y disfrutar, iré tirando. Luego, intentar conseguir buenos resultados, que son necesarios para vivir de esto.

¿Y su sueño?

Correr el Dakar con un coche. ¡Con un buen coche!

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Hace 10 años deslumbraba en trial y ahora lo gana prácticamente todo (enduro, Dakar, X Games). ¿Cómo se ve dentro de una década?

No lo sé, porque si hace 10 años me hubieran dicho que estaría aquí, no me lo habría creído. Tampoco miro tan lejos. Lo que espero es no lesionarme y seguir haciendo esto.

¿Ha pensado qué hará cuando deje la competición?

No, porque si tengo la suerte de poder pasarme a los coches, podré alargar mucho mi vida profesional.

Ahora corre bajo la estructura oficial de Honda, firma puntera. Pero también ha corrido, y ganado, con muchas carencias. Eso son dos carreras muy distintas dentro de la misma competición.

Sí, porque antes de estar con Honda no había presupuesto para probar las motos. Llegábamos al Dakar y descubríamos la moto en el podio de salida. Hubo un año en el que rompí el motor. Son cosas que pasan. Pero entré en Honda en el momento justo. No hubiese sido bueno entrar antes, porque así he podido valorar más el ­trabajo y he aprendido a picar piedra montando con medios más sencillos. Y de todo eso se aprende mucho. Ya hice un poco de mili, y ahora valoro mucho este equipo y la moto tan ­buena que tengo. Estoy tranquila.

Con su palmarés, esas carencias serían impensables en categoría masculina…

Cierto, pero es lo que toca. Si pienso en cómo estaba hace un año y medio, cuando a mitad de temporada tuve que irme del equipo y terminé la temporada pagando los gastos de mi propio bolsillo… Sí, eso sería impensable con los chicos. Pero al final tampoco puedes estar torturándote. Conseguí tirar hacia delante y aunque ha costado más que hayan confiado en mí, estoy muy agradecida de que una estructura como Honda HRC me ayude con una moto oficial.

En pruebas como el Dakar, el sufrimiento es un componente que va indisolublemente asociado. ¿Qué es lo más duro que ha vivido?

El año en que se rompió el motor tuvimos que remolcar la moto y llegamos a las 5 de la madrugada. Hicimos 25 horas seguidas. Y de noche, tirando de la moto con una cuerda, sin luces y cayéndome mil veces. Sin duda, es lo más duro que he hecho en mi vida. Llegué al límite y había un punto en el que no quería continuar. Pero Miguel Puertas, mi compañero de equipo, me ayudó muchísimo. Si no hubiera sido por él, probablemente hubiera desistido. Al final, llegamos. Eso sí, destrozados. Dormí una hora y media y volvimos a salir. Pero los problemas volvieron a aparecer. Viví en primera persona las batallitas que cuentan los que están por detrás en la clasificación. Este año me contaron que había corredores que llegaban cada día a las cuatro de la madrugada. No sé cómo lo hacen, porque yo lo hice un día y medio y es muy duro.

¿Tirar la toalla es de cobardes?

Depende de por qué la tires. Ese año sí que llegué a planteármelo al llevar tantas horas y ver que no llegábamos al control. No sabía si nos dejarían salir al día siguiente. Sin embargo, por muy dura que haya sido la carrera, en los otros años jamás he tenido ningún pensamiento de abandonar.

Where is the limit?, Impossible is nothing, partido a partido; hay muchos lemas. ¿Y el suyo?

“Quien tiene la voluntad tiene la fuerza”. Mi padre me regaló una pulsera con este lema y dice que es un reflejo de mi carácter. Lo llevo siempre en el casco y también en la pulsera.

Entrenar y correr son básicos. Pero en su día a día también intervienen mucho la comuni­cación y los actos publicitarios. ¿Cómo lleva esta otra faceta?

Lo llevo bien, aunque es duro tras una carrera como el Dakar, ya que tengo ganas de descansar porque también sufro un desgaste psicológico importante. Pero llego aquí y el Dakar todavía no ha terminado. Sin embargo, entiendo que también son cosas de trabajo.

“Pienso en formar familia más adelante. Si compites en motos, con tantos viajes y un raid como el Dakar, no podría tener un hijo e irme un mes a correr. En eso, los chicos son diferentes”

¿Ha tenido que renunciar a muchas cosas por su carrera?

Me gusta mucho lo que hago, pero no he tenido tanto tiempo como quisiera para estar con los amigos y la familia. De todas formas, mi entorno lo entiende bien y me ayuda. El único sacrificio real que siento que he tenido que hacer es el de los estudios. Me hubiera gustado hacer medicina. Y es algo que no he hecho y lo considero un sacrificio, porque es algo muy importante.

Y en cuanto a relaciones sentimentales, ¿cómo lo lleva con tantos viajes, entrenamientos y compromisos publicitarios?

Cuesta, porque siendo una chica todavía es más difícil que un chico entienda que estoy todo el día con chicos. Además, en mis ratos libres me gusta ir a ver un rally si se disputa cerca de casa. Soy así. Al final tienes que encontrar a alguien con las mismas aficiones y que te entienda. Y lo he hallado.

¿Qué echa de menos cuando está fuera de casa?

La familia, la comida de mi madre… Sin embargo, estoy acostumbrada a viajar. Lo que más me molesta son los aviones y las horas de conducción.

Hay mucha gente, y no necesariamente chicas, para quienes es un referente. ¿Qué les aconsejaría si quieren empezar con las motos?

Que si les gusta, adelante. Y a las chicas, que no piensen que por el hecho de serlo no podrán hacerlo. Si quieren llegar lejos, deberán entrenar. No queda otra.

¿Va por ahí en moto?

Tengo un par, una Honda Africa Twin antigua y una BSA que restauró mi padre. Sólo las uso para ir de vacaciones y pasear.

¿Es de darle al gas?

No, porque estas dos motos, aunque quisiera, tampoco son muy rápidas. Y ya me va bien, porque con otra moto tal vez me haría daño (se ríe).

¿Cómo lleva ir de paquete?

No voy. No me gusta nada.

¿Qué es lo más importante que ha aprendido del motociclismo a lo largo de estos años?

El deporte en general te enseña muchas cosas. He aprendido idiomas y a saber ir por el mundo. También he hecho amigos y conocido a gente que me ha puteado, lo cual también es bueno. He aprendido muchas cosas, buenas y malas, y al final eso te llena. Y he asimilado aspectos muy útiles, como la disciplina.

¿Cómo es un día sin competición para Laia Sanz?

En un día normal me levanto, caliento un poco, desayuno y me voy en moto por la mañana dos o tres horas, según la época del año. Aunque pierdo mucho tiempo en los desplazamientos. Por la tarde hago ejercicios en el gimnasio, practico frontón o ­salgo en bicicleta. Y si no cojo la moto, salgo a caminar por la montaña o a rodar en bicicleta, y en invierno practico esquí de montaña. Hago deporte todo el día.

Supongo que la peor cara de su carrera son las lesiones. ¿Cuál ha sido la más grave?

Me lesioné el tendón rotuliano de la rodilla, una lesión muy larga. Estuve un año y medio mal y luego sufrí una pequeña recaída. Luego tuve un accidente en el pie por el que estuvieron a punto de amputarme un dedo. Al final perdí un trocito. Fue muy engorroso porque tuve que estar cuatro meses con curas cada dos días. Estoy contenta porque pudimos salvar el dedo, porque tal como estaba tenía muy mala pinta.

¿Qué le parece el fenómeno Marc Márquez?

¡Es una máquina! Además de ser un tío con un talento innato brutal y un coco privilegiado, muestra un aspecto de feliz, pero creo que lo tiene todo muy controlado. Además, mediáticamente es un digno sucesor de Valentino Rossi. Hacía falta algún piloto de aquí con este carácter risueño y sencillo.

¿Alguna anécdota divertida?

En el Dakar, el eslovaco Ivan Jakes, con quien me peleé para conseguir el octavo lugar en la general, me decía que no le podía ganar porque si no su mujer no le dejaría volver a casa.

¿Firmaron un pacto?

No, ¡qué va! Ya intenté que no volviera a casa, pero lo consiguió.

¿Piensa en formar una familia?

Sí, pero más adelante. Siendo mujer es algo que no puedes pensar mientras estás compitiendo. Depende del deporte, pero en el caso del motociclismo, con tantos viajes y un raid tan peligroso como el Dakar, yo no podría tener un niño e irme un mes a darle gas a la moto. Los chicos son diferentes. El día que lo decida, se habrá acabado todo, al menos de la manera en que lo hago. Queda un tiempo.

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