Un defensa contra el racismo

Lilian Thuram

Como futbolista ganó la Eurocopa, el Mundial y se retiró en el FC Barcelona. En el campo marcó una época como defensa y ahora lo hace como defensor de la igualdad. El trabajo del francés Lilian Thuram ha sido tan elogiado que hasta le ofrecieron ser ministro de la Diversidad. Declinó la oferta. Él prefiere ir por los colegios, animar a los alumnos “a que piensen libremente” y recordarles que la educación es “el extintor contra la xenofobia”.

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Único. Lilian Thuram es una rara avis en un mundo donde impera lo estándar. Exfutbolista que se proclamó campeón de Europa y del mundo con Francia, intelectual que se rodea de intelectuales, escritor premiado, ministro francés si lo hubiera querido, voz que martillea contra el racismo, lleva tiempo peregrinando por las escuelas despertando conciencias y desenmascarando el discurso de la extrema derecha. Thuram reconoce los peligros de la xenofobia, y más en tiempo de crisis, pero es optimista. Su lección es que hay que batallar y denunciar. “Alguien antes luchó para que acabara la esclavitud”, recuerda el exdefensa, cuya comunidad proviene de los esclavos que llegaron a las Antillas.

Da conferencias a escolares... y también a universitarios. ¿Hace falta a los mayores?

Sí, también. La última conferencia que impartí fue en la Académie de Limoges. Es tan básico hablar con los niños como con sus docentes. De hecho, es básico tocarles la fibra a los profesores, pues serán quienes formen a los escolares.

¿Qué explica a los futuros docentes?

A veces nos topamos con situaciones en las que los mismos educadores tienen dificultades en abordar el racismo con sus alumnos. Eso puede crear malentendidos y que algunas opiniones de los niños sean muy duras. Los adultos tienen que saber hacer reflexionar a los alumnos, que a veces están cargados de prejuicios y no nos damos cuenta. Para detectarlos, los educadores tienen que trabajar sobre ellos mismos para luego aclarar esas ideas preconcebidas. Tener charlas con los adultos respecto al racismo es de lo más interesante.

“Antes de llegar al colegio, los niños ya han sido educados en una cierta dirección (con prejuicios) por la familia. Ya han adoptado la religión de sus padres, así que ya están condicionados”

¿Cuándo adquieren los prejuicios los niños, antes de llegar al colegio o después?

Antes de llegar al colegio, los niños ya han sido educados en una cierta dirección por la familia. Por regla general, ya han adoptado, por ejemplo, la religión de sus padres, así que desde ese punto de vista ya están condicionados. Cuando entran en contacto con otros niños en el colegio están condicionados, y también la escuela puede influir en lo que uno piense. En la vida vamos a conocer a otros con su visión del mundo, y eso también nos va a influir. Lo ideal sería que pudiéramos cuestionarnos las ideas y ser lo más libres posible a la hora de pensar.

¿Hay que pensar libre, dejando de lado religión, educación…?

Exacto, decir: “Esto que yo pienso lo pienso independientemente de mi religión, es mi reflexión libre”. Eso es más complicado de lo que parece, porque todos somos portadores de prejuicios. Y de hecho, cuando leemos el diario o vemos las noticias, también nos llevan a un cierto discurso que a veces está hecho de clichés. Hay que cuestionar lo que vemos y oímos.

Thuram, conocido familiarmente como Tutú, recuerda que su aterrizaje en la escuela fue especial. “Era el único negro”, recuerda en Mis estrellas negras (Now Books), y la primera vez que oyó hablar de los de su color fue “a propósito de la esclavitud”. “A lo largo de los años –escribía–, no he parado de cuestionarme las cosas”.

Más que de hablar, en sus charlas tiene fama de escuchar.

Eso siempre. Si queremos entender los prejuicios que tienen los niños, lo primeros es darles la palabra. Es después, cuando ya les hemos escuchado, que podemos reflexionar juntos. Demasiado a menudo no dejamos hablar a los niños. Llegamos, soltamos nuestra historia y después hay un debate en el último momento. Sucede que cuando un alumno dice “yo no estoy de acuerdo”, el profesor se pone a la defensiva, y no haría falta. Lo que hay que hacer es preguntarle al alumno por qué no está de acuerdo, interpelarle, intentar explicarle que tal vez su manera de pensar tiene el origen en su religión, o porque ha oído prejuicios raciales en casa, o le tienes manía a tal persona…

…Incluso sin conocerla.

Exacto, es en estos casos, cuando no conoces a esa persona o grupo, que el rechazo es más fuerte. Los que tienen los peores prejuicios sobre los homosexuales son los que no conocen a ninguno. Las personas que tienen más odio a las personas de religión judía son las que en su entorno no hay ningún judío.

“Cuando acogemos a los refugiados, le decimos a la sociedad que debe ser más humana. Estamos hablando de seres humanos a los que no podemos dejar morir en nuestra puerta”

¿Le sorprenden los alumnos?

No, porque estoy abierto a lo que puedan contar. No sé lo que van a decir. Efectivamente hay niños que reflexionan sobre el hecho de vivir juntos, pero por regla general no lo hacen porque no nos ha educado para ello. ¿Quién le pregunta a su hijo a la hora de cenar: “¿Qué te parece vivir con niños que tienen la piel de otro color?”.

El exfutbolista imparte clases en Francia, España y otros países. Aquí tiene el apoyo de la fundación del Barça, equipo en el que jugó del 2006 al 2008 y en el que se retiró. Su idea es que “con los niños hay que trabajar muy rápido, para proporcionarles herramientas y unas ideas que les permitan acordarse de que quien tienen delante es un ser humano único y que lo primero que hay que hacer para conocer a alguien es crear un vínculo”, cuenta.

¿Y las reacciones son iguales en París, Barcelona, Madrid...?

En todos sitios nos topamos con una problemática similar. Cuando yo hablo de un lugar, ya hay una idea preconcebida sobre ese sitio. No importa donde estés, siempre hay una conclusión precipitada. Vayamos a Barcelona y preguntemos a un niño de 10 años qué piensa de Madrid, seguramente explicará aquello que ha oído por ahí.

Usted fue jugador del Barça, ¿pudo reflexionar sobre ello?

Me acuerdo, por ejemplo, de un partido en Madrid. Salíamos del hotel y había tipos que nos insultaban, ¡catalanes nosequé…! Eso me llamó la atención y me dije (se ríe), mira por dónde: soy antillano, nací en Guadalupe, me crié cerca de París y los hinchas rivales me insultan por catalán.

Es ridículo, pero la ignorancia cuenta mucho en estos casos.

Claro, no tiene ningún sentido, es un discurso que no tiene defensa. Entonces, lo ideal sería ir y preguntarle: “Señor, ¿de dónde saca todo eso? ¿En qué se basa?”. Y del otro lado encontraríamos a la misma persona que estaría fuera del hotel e insultaría a los jugadores del Madrid de la misma manera. Imagine que esas dos personas se encuentran en un bar. Puede que confronten sus dos discursos ficticios o que, por el contrario, descubran que ninguno de los dos está en lo cierto.

“El racismo está ligado a la economía y a la política: hay que pedir más democracia. ¿Podemos hallar un sistema alternativo al capitalismo agresivo dirigido por una minoría?”

Buena parte del material que la Fundación Thuram prepara para divulgar en las escuelas es muy accesible, e incluso hay versiones de su premiado libro en forma de cómic, un género muy popular en Francia. En uno de ellos, el prologuista es Leo Messi.

Es fácil imaginarle de superhéroe de viñeta luchando contra el monstruo del racismo. ¿Las cosas están más difíciles con la irrupción de partidos xenófobos o la llegada de refugiados que pueden disparar los clichés racistas?

No estoy de acuerdo en que todo esté más difícil. Lo que veo es que todos los días hay personas que se pelean por la igualdad, por que todos seamos más humanos. Cuando nos esforzamos por acoger a los refugiados, le decimos a la sociedad que debe ser más humana. Eso no hay que olvidarlo, hablamos de personas a las que no podemos dejar morir en nuestra puerta.

Usted compara esta situación con la de aquellos que lucharon contra la esclavitud.

Así es, cuando se combatía la esclavitud era para conseguir que el ser humano fuese mejor, para que las personas no fueran tratadas como mercancía. La clave es que en cualquier sociedad siempre habrá gente con espíritu positivo, acogedor, lo manifiesten o no.

¿Qué hay que decirles a los jóvenes sobre el monstruo?

Qué cuánto más intenta avanzar, más se muestra tal y como es y así, pierde la fuerza. Antes había mucho más racismo que ahora. Más sexismo. Más homofobia. Al monstruo vamos a combatirlo y sólo así va a perder fuerza, y creo que estamos en el camino porque tenemos una visión mucho más humana de las cosas que antes. Los que querrían que creciese la confrontación lo tienen más difícil. Tenemos más información.

...en una comunidad global. Las nuevas tecnologías difunden rápidamente los casos de acoso, de discriminación…

Antes eran los políticos y el clero los que ostentaban el discurso, pero ahora con internet todo circula. Enseguida ves si un discurso es falso. Antes era mucho más fácil convencer a los jóvenes de que, por ejemplo, “los musulmanes son malos”. Ahora los jóvenes se cuestionan cosas como por qué las naciones van a la guerra. ¿Por las materias primas? ¿Por dinero? El racismo pierde fuerza porque somos conscientes de que vivimos en el mismo planeta...

Cerrada, 'voilà'. Esta idea de comunidad humana es la que nos hace ser conscientes de los efectos del calentamiento global, porque nos afecta a todos y a todo el planeta. El discurso racista siempre está ligado a la economía y a la política, por eso hay que reclamar más democracia. Creo que el día de mañana habrá una presión ciudadana más grande para saber por qué su país entra en guerra.

“Quiero aprovechar la notoriedad que tuve en el fútbol para que mi mensaje llegue a los niños. Eso sí, hay un día que vas a un colegio y los alumnos ya no te conocen y exclaman: ‘¡Pero este quién es!’”

¿Es una utopía acabar con el racismo?

Le responderé con una frase de Eduardo Galeano, el escritor uruguayo que ya murió, pero que está vivo porque aún hablamos de él. Él comparaba la utopía con el horizonte. Cuando caminas diez metros, el horizonte se aleja otros tantos. Y con los veinte y con los cien, pero has caminado, has ido hacia delante. Por eso hay que decirles a los jóvenes que es preciso creer en la utopía, porque es lo que permite avanzar. En todos los periodos críticos de la historia ha habido gente que ha dicho “no podemos hacer nada para cambiar esto o aquello” y otros han planteado que sí se podía cambiar. Yo, como antillano, sociedad que ha conocido la esclavitud, les doy las gracias a los que sí creyeron.

Pero la llama del racismo puede incendiar…

Claro que la llama del racismo puede prender e incendiar toda Europa, no digo que eso no sea posible. Pero tenemos un extintor para apagarla, el discurso de la educación.

Se ha hablado mucho sobre los sucesos de la noche de Fin de Año en Colonia.

Creo que todo ello no tiene que ver con la inmigración en sí, sino con el machismo y la violencia doméstica que vemos a diario en Francia o en España. Eso no quiere decir que no repruebe a los acosadores de Colonia, ojo. Los repruebo.

Antes decía que el racismo está ligado a los intereses económicos y políticos.

Contra el racismo todos tenemos una responsabilidad, si tú no haces nada es que dejas hacer. Hay gente en nuestra sociedad, lo queramos o no, que no se interesa por el aspecto humano de las cosas y lo único que le mueve es el provecho económico, ganar dinero como sea. Vi un reportaje de un pueblo con un alto índice de casos de cáncer que ha luchado contra unas minas de carbón en la zona. Nadie hace nada, tampoco el Estado. A veces, para cierta gente, el concepto de humanidad no importa. ¿Podemos encontrar otro sistema que no sea un capitalismo agresivo que mata?

¿Cómo ayudan los gobiernos a fundaciones como la suya?

Hay muchas fundaciones con muy buena voluntad. El gobierno ayuda a todas estas asociaciones, es muy positivo, pero el verdadero discurso reinante no lo crean estas asociaciones sino que lo dirige el Estado.

Thuram ha insistido en varias ocasiones, también durante esta entrevista con Magazine en un restaurante en la misma Porte d’Auteuil de París, que a veces la sociedad ve “el discurso de la competición como algo normal” o la defensa “de los intereses nacionales de cada país, en el extranjero”. El activista siempre ha estado abierto a conversar e intercambiar puntos de vista con los principales políticos franceses, pero manteniendo las distancias.

Hablaba de “los intereses nacionales”...

El otro día le preguntaban al primer ministro, Manuel Valls, por qué está metido en guerras en el extranjero, y dijo que se había intervenido en Mali para proteger a la población… y también las fronteras donde Francia tiene intereses, como en Níger, de donde se saca uranio.

Usted rechazó en su día la propuesta de Nicolas Sarkozy de ser ministro de la Diversidad.

Sí, y fue normal decir que no. Con el tiempo pienso que hice muy bien, la verdad.

¿Y si le llamaran ahora?

También diría que no, porque lo que yo hago en la fundación es mucho más importante.

¿No tendría tanta libertad?

Es porque la misión política es mucho más complicada. Para ser buen político hay que saber juntarse con la base que trabaja en ese aspecto y hacerse una idea compleja. No creo que los políticos actuales hayan tenido la ocasión de ello, su visión puede estar alejada de la realidad.

Pero ese no sería su caso.

De acuerdo, pero yo tengo un gran respeto por el papel de la política, que es extremadamente serio porque están poniendo en sus manos el futuro de toda una generación.

Ha sido futbolista, y el fútbol es un escenario donde se debate cada día sobre racismo.

Es el deporte mundial número uno y un elemento muy transversal en la sociedad que lleva consigo elementos de solidaridad, respeto, de alegría y de pena colectiva… Mucha gente espera, inconscientemente, que el deporte sea puro. En todo caso, es un ámbito donde podemos educar de verdad a los niños.

De jugador, Thuram se signi­ficó ya por sus ideas ­progresis­tas y por dar una imagen de futbolis­ta elegante física e intelectualmente. Con su planta, aún ­recibe ofertas para hacer de modelo o de actor, pero las rechaza igual que las ­invitaciones para ser ministro. El antillano, 44 años este enero, fue figura indiscutible que llevó a Francia a la gloria mundialista con una generación multiétnica de jugadores. Sus únicos dos goles con Francia llegaron en la semifinal del Mundial de 1998. Ese día, entrando de reserva, y con el marcador en contra, Thuram hizo de Zidane y Henry y le dio a su equipo el pase a la final.

¿Le queda muy lejos el mundo del fútbol profesional? ¿Se acuerda que lo fue?

No me puedo olvidar. Está ­claro que la mayor parte de mi tiempo es para la fundación, pero si lo hago es porque fui futbolista. Quiero aprovechar la notoriedad que tuve para que mi mensaje llegue mejor a los niños. Eso sí, también hay un día que vas a un colegio y los alumnos ya no te conocen y dicen: “¡Y este quién es!”. (Risas) Pero es normal que pase, porque los referentes son diferentes. Los que esperan ser inmortales es que no han entendido nada.

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