"Los hijos tendrán menos esperanza de vida”

María Neira

¿Cómo convencer al mundo, los políticos y la industria de que la contaminación del planeta es un asunto gravísimo? María Neira, doctora asturiana al frente del área de Salud Pública y Medio ambiente de la OMS, da la receta: pedagogía, mensajes nada apocalípticos y la diplomacia de la sonrisa.

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Ha hecho de la salud pública, esa que afecta a todos los ciudadanos, el motor de su vida. La descubrió en sus años de cooperante en América Latina y África, con Médicos del Mundo primero y con la ONU después. ¿Qué llevó a esta médica asturiana, que realizó sus estudios de especialización de endocrinología en París, a enrolarse en una oenegé? María Neira (La Felguera, 1960), que ha participado recientemente en Madrid en la jornada organizada en el marco del XI aniversario del Instituto Tomás Pascual Sanz, habla de casualidades de la vida, aunque reconoce que cuando uno quiere algo sus pasos le llevan de una manera u otra hacia ese fin. Pensaba estar seis meses, pero nunca regresó a España, salvo un periodo de tres años como responsable de la Agencia de Seguridad Alimentaria. “Mi vida cambió por completo. Descubrí la salud pública, la necesidad de proteger a los ciudadanos, me di cuenta de que curar enfermedades en un campo de refugiados no resolvía los problemas, había que ir a las causas de esos problemas”, señala.

Desde entonces, la directora del departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no ha cesado de luchar por erradicar el plomo de las gasolinas, el amianto, las epidemias, el exceso de azúcar en las bebidas y, ahora, especialmente, la contaminación del aire. “Nos va la vida en ello, y no es broma”, asegura con rotundidad y sin perder una sonrisa dulce, necesaria para lidiar con los gobiernos de todo signo y procedencia. “Las políticas energéticas deben cambiar ya”, asegura.

¿La solución de la contaminación del aire pasa por…?

Indiscutiblemente, por la educación. El problema que nos encontramos es que mucha gente no sabe que tiene derecho a respirar aire limpio, a beber agua no contaminada, a comer comida saludable… Eso es lo que ocurre, por ejemplo, con las mujeres de una parte importante del mundo, que ni se les ocurre pensar que tienen derecho a que no las maltraten, a que no las casen con 13 años o a que no las mutilen. Creen que no tienen derecho a nada. El saber es un arma muy potente.

¿Para hacer qué?

Si conoces tus derechos, si eres consciente de que las políticas que se hacen van en contra de tu propia vida, vas a exigir cambios. Es posible que hoy por hoy la salud pública no sea un elemento decisivo para elegir a un presidente, pero sí, por ejemplo, para elegir a un alcalde. Cuanto más descentralizas la decisión política, el alcalde de turno va a ser juzgado por su política de transporte, por los atascos, por la contaminación de las calles, del aire, por el sistema de recogida de basuras… Y eso obliga a cambiar.

Suena a revolución.

El día que una mamá o una abuela –estas son más peleonas– entiendan que su hijo o su nieto tiene asma debido a la contaminación del aire, será la bomba. De ahí es de donde nos nutrimos, de cuando la gente entiende las conexiones y dice: por ahí no paso, eso afecta a mi salud y por ahí no paso. El problema, insisto, es que la gente no sabe, no es consciente de que hasta hace unos años había plomo dentro de las gasolinas y que eso tenía un impacto muy negativo en nuestro desarrollo intelectual, en nuestro desarrollo cognitivo. Gracias a la OMS ya no hay plomo en las gasolinas y eso representa un aumento del coeficiente intelectual. Eso ya no se cuenta porque cada guerra tiene unas victorias que no se ven, porque lo que ganas es lo que ha dejado de pasar. Eso es la prevención primaria.

“La salud pública aún no es un elemento decisivo para elegir a un presidente, pero sí a un alcalde que será juzgado por los atascos, la contaminación, las basuras...”

Pero parece que aún estemos lejos de ser conscientes del grave problema de la contaminación del aire. ¡Mire lo que ocurre cuando ciudades como Barcelona o Madrid adoptan medidas de fomento del transporte público! Muchos ciudadanos se sublevan…

Me sorprende mucho cómo, a veces, en España se politizan las cosas, pero no en el buen sentido. Yo creo que en un plan de calidad del aire habría que incluir a todo el mundo, como, por ejemplo, a la comunidad médica. Yo quiero que los pediatras se pronuncien, que digan que están viendo más asma que antes, que hay un aumento del 15% de estos casos en menores de 15 años y que combatir eso tiene un precio. Nosotros hemos lanzado una campaña, “Respira limpio”, a la que se han sumado un montón de ayuntamientos y en la que explicamos cuáles son los beneficios de respirar un aire limpio, con una aplicación que permite ver cuál es el nivel de polución de tu ciudad en cada momento, que contiene una serie de mensajes, que propone intervenciones… Es cuestión de comunicar, comunicar y comunicar para que la gente se lo apodere, para que no sea una cosa ligada a un movimiento político particular.

Así, la OMS quiere movilizar a los profesionales sanitarios en la lucha contra la contaminación del aire, contra el cambio climático.

Sí, nuestra estrategia es movilizar a los médicos de familia, a los cardiólogos, a los pediatras, a los alergólogos, a los inmunólogos, a los neumólogos… Ellos están viviendo los efectos de la contaminación todos los días y no pueden resignarse sólo a tratar a los pacientes. Quiero oír a pediatras indignados reñir a su alcalde, que le digan: “No, esto no es aceptable porque los casos de asma están aumentando, así como la obesidad, porque los niños no tienen donde jugar, donde moverse”. Ese papel del médico, de la persona que tiene influencia en el modelo de vida de la comunidad, es necesario. Hay que recuperarlo. Creo que ahora nos hemos hiperespecializado y hemos renunciado a ese papel social que el médico, sin embargo, sigue teniendo. En las encuestas realizadas para saber quiénes son los personajes que más influyen en la sociedad, las batas blancas todavía tienen mucha credibilidad. No podemos renunciar a ese papel de ninguna manera.

Su estrategia pasa por concienciar a los ciudadanos, implicar a los médicos, pero ¿qué hay que hacer con los políticos, con los gobiernos? La OMS habla habitualmente con los ministros de Salud, y quizás ellos tengan menos que decir que los de Energía en temas como la contaminación del aire.

Yo vengo ahora de Bangkok de hablar con ministros de Energía, no con los de Salud. Era una reunión para tratar los objetivos de desarrollo sostenible y el acceso a la energía. Estábamos allí porque nos habían requerido, ya que el vínculo energía y salud es fundamental. Queremos monitorizar el impacto negativo de los combustibles contaminantes en la salud y queremos contabilizar el impacto de la salud en aquellos lugares que utilizan energías limpias. Y nos escuchan, se lo aseguro. También nos invitan y nos escuchan, por ejemplo, en el Congreso Internacional del Transporte, en las compañías del gas, en muchos sectores que ven que el argumento de la salud es muy importante. Sorprendentemente los ministros de Salud se quedan más en su área, dentro de sus barreras, y nosotros intentamos influenciar más allá.

La industria escucha, pero ¿está por la labor del cambio? Numerosas empresas se proclaman defensoras de los derechos humanos, como el de la salud, en los países desarrollados, pero luego actúan con otra ética en los países en desarrollo.

La exigencia de que se respeten esos derechos debe venir de los países donde se produce, la legislación nacional tiene que ser exigente. Es verdad que, por ejemplo, en cuanto a que no haya niños que estén trabajando en la extracción de minerales, las empresas internacionales dicen que eso es un problema de la legislación nacional y ahí tiene que haber algún tipo de negociación. Pero la exigencia debe venir de esos países. Hay países donde el crecimiento económico ya va ligado en cierta manera a una mejoría del bienestar social, pero hay otros, como India por ejemplo, donde está completamente disociado. En Nueva Delhi hay unos niveles de contaminación del aire que son absolutamente inaceptables, incompatibles con la vida humana. Tuvimos unas charlas, digamos amistosas, con el ministro de Energía, quien me dijo que la contaminación del aire es molesta, pero la producción industrial no se puede parar por el bien de los ciudadanos. Lo cual es absurdo, porque los países escandinavos, con un nivel económico altísimo, tienen una economía casi circular de apenas contaminación y sin embargo siguen siendo una economía fuerte, más desarrollada, más sostenible. En Estados Unidos tenemos el ejemplo de California, que era uno de los sitios más contaminados y ahora tiene cero contaminación y un mejor crecimiento económico.

“En India alegan que la polución es molesta, pero que la industria no puede parar; es absurdo: los países escandinavos, con un nivel de vida altísimo, tienen una economía sin apenas contaminación”

Su principal argumento es que se puede alcanzar el desarrollo económico sin contaminar.

La asociación de que la protección ambiental y la protección de la salud es cosa de gente con buenos ideales que no sabe nada de economía no es cierta. La prueba está en que crecemos mucho más ahora en Europa que hace 50 años, cuando los niveles de contaminación eran altísimos. Era el tiempo en que los ríos en Asturias, como el Nalón, eran negros o cuando las empresas soltaban de sus chimeneas todo tipo de residuos y humos y nadie decía nada porque eso significaba trabajo. Ahora ya no contaminamos de la misma manera, no hay contaminación industrial y a ninguna fábrica se le ocurre echar los residuos al río porque si lo hace será perseguida. Y, sin embargo, la economía crece más. Está más que demostrado que no tenemos por qué destruirnos para generar un poquito de riqueza a corto plazo.

Muchos son los que han puesto sobre la mesa el argumento del crecimiento económico, pero parece que el mensaje no cala.

A veces los argumentos más racionales son irracionales dependiendo de quien los escuche. ¡Pero es tan evidente que debemos respirar un aire limpio! Es preciso tener menos coches, lo que nos permitirá poder pasear por la ciudad, hablar con otra gente, socializarnos. También significa que vas a pasar menos horas estresada en un atasco. En Bangkok, por ejemplo, es imposible circular. En las horas punta, la gente se pasa horas sentada dentro del coche. ¡Todos los días, entre cuatro y cinco horas! Yo no sé si a alguien le compensa esa situación, si cree que eso es lógico, además de ser totalmente improductivo. Va en contra de cualquier tipo de economía.

¿Una solución a los problemas de salud pública es que la OMS tenga un poder ejecutivo?

A mí me encantaría desde luego. Pero tampoco queremos que sea una cuestión de represión, de convertirnos en una policía sanitaria, aunque a veces sería muy interesante (risas). La verdad es que creo que tenemos bastante influencia institucional y que a nadie le gusta que la OMS le señale como una ciudad contaminada, con tantos muertos, con tantas carencias. No creo que le guste tampoco a ningún gobierno. Sinceramente, creo que de la misma manera que con el tabaco se hizo un acuerdo marco legal, podemos y debemos hacer lo mismo ­respecto a la calidad del aire.

Usted aboga claramente por la prevención. ¿Cuál sería el primer paso?

Aumentar el presupuesto. En los países más ricos ahora mismo se destina un 3% de los recursos del gasto en salud a prevención primaria y mi teoría sería que ese porcentaje aumente hasta el 10%. Pero no quiero que ese incremento venga del presupuesto de Sanidad sino del presupuesto del Ministerio de Energía, con políticas energéticas sostenibles, carburantes limpios… y eso supondría una revolución enorme de reducción de enfermedades respiratorias y de accidentes cerebrovasculares. O que ese porcentaje viniera también del presupuesto del Ministerio de Medio Ambiente por el uso de pesticidas, de sustancias químicas, de la regulación de la calidad del aire. O que se detraiga del Ministerio de Planificación Urbana. Es ahí donde vamos a encontrar el dinero para la prevención, no del presupuesto del Ministerio de Sanidad, que es lógico que se quiera dedicar a curar enfermedades. Nosotros somos ministros de la salud, no de la enfermedad. Se llama Organización Mundial de la Salud, no de la enfermedad y los ministros de salud tienen que tener ese mismo título, no de la enfermedad. No sólo deberían curar sino evitar a través de su influencia –no de su presupuesto– la enfermedad. Creo que en algún momento se nos olvidó esto.

“Además del cambio climático, tenemos más desafíos, como los brotes epidémicos o la resistencia microbacteriana: la gente toma antibióticos como si fueran pastillas de limón”

¿A qué otros desafíos se enfrenta su departamento?

Los relativos al cambio climático y la contaminación del aire son una prioridad porque requieren un pensamiento transversal y estratégico. Aunque es cierto, y en absoluto lo olvidamos, que tenemos otros desafíos como los brotes epidémicos o la resistencia microbacteriana, que es un problema gravísimo. La gente toma antibióticos como si fueran pastillas de limón… Pero si hablamos de políticas de salud pública que requieren influenciar en otros sectores, está claro que las referidas a la contaminación del aire son las más importantes. Si yo pudiera tener una varita mágica, pediría reunirme con todos los ministros de Energía para que se comprometieran a utilizar energía limpia en pocos años. Las decisiones que se tomen en este periodo de transición energética son las que van a tener más impacto en la salud de los ciudadanos. Es evidente que hay que abandonar el carbón, los combustibles fósiles, y es evidente que hay que moverse a una energía renovable.

¿Qué plazo tenemos?

Hay que ser muy intransigente en esos plazos. Con el tabaco podemos cantar victoria de que hay un acuerdo, pero costó 50 años por la actitud de las tabacaleras, que intentaron destruir evidencias por todos los medios. Con la calidad del aire imagino que vamos a tener una oposición similar. La gran diferencia es que con el tabaco tú puedes escoger fumar o no fumar; bueno, los fumadores pasivos, no. En el tema del aire, no. Cuando vives en México DF, por ejemplo, no escoges. Respiras porquería y lo notas. Vivir en Pekín te resta años de vida, como en Lima, Bangkok, Yakarta. ¡Tantos y tantos lugares! Hay estudios que dicen que la esperanza de vida de nuestros hijos va a ser menor que la nuestra. Y eso es dramático, como no sea que esta generación de repente despierte y lo haga pronto. Hay chicos que me dan esperanza, jóvenes que están muy concienciados. Y si alguien no cree en esta visión ambiental, que puede parecer un poco buenista, de peace and love o hippy, al menos que entienda que estamos hablando de economía pura y dura. Hablamos de que no puedes obligar a la gente a beber agua contaminada o respirar aire sucio o quedarse sin una producción agrícola por el calentamiento global.

Hay quienes rechazan la defensa del medio ambiente porque se asocia a grupos de izquierda con los que no comulgan.

Históricamente, la lucha por el medio ambiente está ligada a movimientos más de izquierdas. Recuerdo el documental del que fuera vicepresidente de Estados Unidos Al Gore, Una verdad incómoda, que sacudió conciencias. Aunque también creo que no se puede presentar como el apocalipsis, porque la gente se paraliza. Soy de la opinión de que hay que plantearlo como una oportunidad. Hace poco estuve discutiendo con alguien que tenía una posición muy elevada y que reducía el cambio climático a un tema de activistas de Greenpeace. Yo le dije que se olvidara del argumento temático. Sencillamente le pregunté si estaba en desacuerdo con que el agua que bebe en su casa no estuviera contaminada. Por supuesto que no, contestó.

Le volví a preguntar si estaba en desacuerdo en respirar un aire que no le matara. De nuevo contestó que no. Pues entonces, le dije, estamos hablando del cambio climático. Esto no es una cuestión ni religiosa ni filosófica, es de sentido común. Vamos a crecer, vamos a desarrollarnos, pero al mismo tiempo no podemos contaminar, porque esa contaminación nos va a matar. No lo hagas por iniciativa de protección de la tierra, hazlo por proteger tus pulmones, por proteger tu cerebro, por proteger a tus hijos.

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MALOS AIRES,MALA MEMORIA

La contaminación del aire no sólo ha provocado el aumento de las dolencias respiratorias en los menores. También reduce el crecimiento de la memoria y perjudica su desarrollo cognitivo. Lo indica un estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y realizado en 1.200 niños de entre 7 y 10 años de 39 escuelas de la ciudad. La investigación, publicada en Environmental Pollution, revela que la exposición a las partículas PM2.5 y al carbono negro durante los trayectos de los niños “pueden producir impactos en la salud desproporcionadamente altos”, por la menor capacidad pulmonar y mayor frecuencia respiratoria de los niños, según la investigadora y primera autora del estudio, Mar Álvarez-Pedrerol.

El estudio evaluó la evolución de la memoria de trabajo y de la capacidad de atención y calculó la exposición a la contaminación a partir de estimaciones con respecto a la ruta más corta entre el domicilio y la escuela. El análisis estadístico muestra que la exposición a PM2.5 y carbono está asociada a una reducción del crecimiento de la memoria de trabajo de entre un 4,6% y un 3,9%.

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