"Saber reírse de la vida es un arte”

María y Paco León

Son sevillanos, artistas, ingeniosos y con las ideas claras. Y hermanos, en la vida real y ahora en ficción televisiva, en 'La casa de las flores'. Paco León, 45 años, debutó como actor hace 20, su talento cómico en 'Aida' le hizo popular y su labor tras la cámara le ha aportado reconocimiento: con 'Carmina' (que reveló el gen artístico familiar, con su madre como protagonista) y Arde Madrid. María León (35) siguió sus pasos y ya tiene un Goya ('La voz dormida'). Ambos reivindican el humor como arma para contar verdades y conciliar y abogan por evitar la autocensura.

Vertical

La charla con los hermanos León, María y Paco, tiene la virtud de borrar el fondo –el elegante salón de un hotel madrileño– y trasladar a quien les escucha a la mesa de la cocina familiar, donde vuelan las pullas, se pasea por la historia común y uno termina la frase del otro. Ella es protectora y, aunque lo reverencia a él como mentor, no le deja mucho resquicio para que se venga arriba como tal. Él la trata con cuidado; es 10 años mayor, pero ella ya le ha debido de tirar de las orejas más de una vez. Paco León asomó la cabeza por una pantalla hace 20 años en la serie Castillos en el aire. Es uno de los mejores cómicos del país y lo ha demostrado en películas y en series como Arde Madrid o Aida –“hoy ya me he hecho 6 selfies con gente que me llamaba Luisma... ¡y hace 5 años que acabó!–. Su paso por el lado dramático, en La peste, se saldó con buena nota. Tiene tres candidaturas al Goya; no como actor sino como director, guionista y compositor. María ha alternado el éxito televisivo –Allá abajo, Con el culo al aire, con papeles dramáticos como la madre coraje de Marsella o la hermana de una condenada a muerte por Franco en La voz dormida, que le valió el Goya. Está a punto de estrenar La pasión de Yerma en el Centro Lorca en Granada. Quiso ser actriz “porque es como ser niña para siempre”. Tras sus colaboraciones en las aventuras de Carmina, que él dirigió y ella interpretó, han coincidido en la segunda temporada de La casa de las flores (Netflix); un divertido culebrón de origen mexicano y gran éxito internacional.

“Nuestros juegos siempre estaban relacionados con este oficio. Yo la dirigía; la sentaba en una mesa rodeadade cebollas y la fotografiaba mientras le decía: pon esta cara, ahoraesta postura...”. Paco

Y como hermanos por primera vez también en la ficción…

María León. Tiene su cosa, la verdad. Soy la persona más cercana al pasado de su personaje, un hombre divorciado transexual, que antes era José María y luego María José. Pero mi personaje también tiene una trastienda más grande que la de la floristería.

Paco León. Yo ya sabía que María es una bestia parda trabajando, pero me ha gustado disfrutar de ella ya cuajada como actriz. Y, al ser mujer, me ha ayudado a darle forma a María José en un tramo de su historia…

M. Hemos jugado mucho, la verdad. En las escenas de tensión, cuando nos teníamos que enfrentar interpretativamente, conocerse tan bien hace que se sepa de qué cuerda tirar.

¿Ya jugaban de jóvenes?

P. A los juegos normales entre hermanos, poco, porque nos llevamos mucha edad. Siempre han sido actorales. Yo la dirigía; la sentaba en una mesa rodeada de cebollas y la fotografiaba y le decía “pon esta o aquella cara, o esta postura”…

M. Mi hermano estaba siempre estudiando. Cuando yo era una cría, él ya estaba en el Centro Andaluz de Teatro y su cuarto para mí era la cueva de Alí Babá. Me recuerdo de niña queriendo entrar allí a bichear; a cotillear un rato, porque todo me parecía alucinante. A veces me dejaba y otras no. Es muy bonito que ahora podamos jugar juntos.

¿Qué tiene de especial La casa de las flores que la bendicen en todo el mundo?

P. Lo insólita que es. A partir de una telenovela, de un culebrón de enredos familiares, los creadores han logrado un producto muy descarado y muy moderno; en cuanto a temática, avanzadísimo por cómo trata las diferentes opciones sexuales sin cortarse un pelo en nada, pero además, a cualquier familia le resulta fácil reconocerse porque en todas cuecen habas como en esta. La verdad es que el universo del “clan” hay que ver lo que da de sí.

M. Y además es fresquita y nada espesa. No trata de hacer grandes gestos y grandes palabras como ocurre a menudo en el melodrama, que es el papá de la telenovela. Lo hace con gracia. Yo le digo a mi hermana trans que cuando se enfada le brota el hueso (la nuez) y no pasa nada, porque está dicho con respeto, con cariño y para hacerse unas risas. Últimamente medimos tanto lo que decimos que se nos va la gracia por el sumidero.

P. Hay una gran libertad a la hora de escribir los guiones…

M. Nadie se ríe de María José porque sea transexual, sino de las cosas que le pasan o que ella misma genera por serlo. Hay una enorme diferencia.

P. Y es el personaje más serio de todos. Lo han escrito así. A veces pienso que en esa “casa” todo el mundo hace el loco menos yo. Pero lo importante es que se crea un referente donde no lo hay. Los personajes transexuales son necesarios; visibilizan una realidad y, en este caso, el personaje se aleja del estereotipo, es creíble y digno y no participa de la vida loca que, sin embargo, tienen los otros personajes, más “convencionales”. No tiene nada que ver con lo que hacía en Homo zapping. Era un programa cómico, en el que yo interpretaba a una o varias mujeres, en realidad.

“Creo que los personajes transexuales son necesarios. Visibilizan una realidad, y además en el caso de ‘La casa de las flores’ se aleja del estereotipo, es creíble y digno”. Paco

¿La sociedad española está preparada para normalizar las distintas identidades de género?

P. La española va muy por delante de la mexicana, que ve estos temas como tremendamente trasgresores. Aunque aquí haya colectivos y partidos que no lo acepten. Pero claro, van por detrás de la sociedad en todo.

M. No sé quién ha engañado a estos señores tan rancios para que crean que tienen derecho a decirnos cómo tenemos que ­vivir, pero se lo han creído.

P. Los ochenta y los noventa modernizaron nuestro país, y se nota en cuanto pones un pie fuera, comparas con cómo se vive en otros lugares tradicional­mente más liberales y España, en ese sentido, sale ganando. Pero hay muchas Españas y a veces crees que todo el mundo vive más o menos como tú. Y cuando descubres que no, a menudo flipas. Se escucha cada cosa en esas bocas que hay por ahí. Pero, en general, creo que la sociedad española está por encima de sus políticos.

¿Están decepcionados?

M. No sé si esperábamos más, pero sí esperábamos algo. Las repeticiones de elecciones me incomodan. Hay que trabajar ya, que hay gente muy necesitada y no puede estar todo parado.

P. De todos modos, mi compromiso es con lo humano; lo político me interesa exclusivamente porque incide en nuestra vida, que no es poco. Pero no es un foco en sí mismo para mí.

¿Cómo vivieron ese tiempo anterior a que sus carreras comenzaran a dar fruto?

P. Trabajando, trabajando y trabajando para asegurarme de que podría vivir de lo que me gusta.

M. Yo lo tuve más fácil. Al ver lo bien que le iba a mi hermano era imposible perder la esperanza.

¿Recuerdan su primer éxito?

P. Puede ser que lo que la gente considera como tal no sea lo que tú piensas. Estoy muy satisfecho de cosas que hice en teatro en Andalucía, antes de Homo zapping o Moncloa, dígame que me sacaron del anonimato.

M. En mi caso fue la serie SMS, sin miedo a soñar, pero el éxito para mí era estar trabajando en aquello para lo que me había preparado durante años, aunque estuviera más verde que un apio. Después tuve la suerte de entrar por la puerta grande en el cine gracias a La voz dormida de Benito Zambrano, que fue un regalo que la vida me dio. Las grandes oportunidades, como la popularidad, igual llegan que se van. El éxito es haberlas vivido, disfrutado y aprendido. Yo admiro las carreras de fondo; que te permiten mantenerte interesado y con trabajos que merezcan la pena durante años.

“No sé quién ha engañado a estos señores tan rancios para que crean que tienen derecho a decirnos a los demás cómo tenemos que vivir, pero lo cierto es que se lo han creído”. María

Paco, su hermana pequeña tiene un Goya…

P. ¿Ya estamos metiendo cizaña con eso? A mí que no me digan que no lo he intentado (risas).

M. Y bien merecido cuando te han nominado. Mira por Carmina, con el éxito que fue...

P. Ahora en serio, sería impúdico y obsceno que me quejara por eso. A mí los que me gustan son los de “toda una vida”, porque el auténtico premio es trabajar.

No tiene que ver con que haya entrado ya en el segundo acto de su vida…

P. ¡Qué mala uva! (risas) Pero algo hay, la verdad. Yo por un lado me siento emergente todavía y por otro aburrido de todo ya. Es una mezcla extraña. Me he hecho más oscuro como actor. Uno trabaja con lo que es, con su cuerpo, su edad, su energía, su experiencia. Yo, con 20 años, era una flauta; un brote de soja. La vida te cambia, el cuerpo, la cara, he sido padre. Y vas descubriendo tonos y matices más oscuros y densos que hace unos años no tenías. Es un proceso bonito e interesante.

M. Es verdad que la piel va cogiendo otro grosor y, aunque la ilusión sea la misma, el impulso es diferente. Yo creo que ahora sé incluso menos que cuando empecé, y eso que no he parado de aprender.

P. Es una mierda y una injusticia que las actrices lo tengan más complicado porque este oficio, al contrario que el de modelo o el de deportista, te permite ser mejor cuando más has vivido. Es una profesión humanista; te acompaña toda tu vida.

M. Ojalá cuando seamos viejísimos alguien piense de nosotros: “Ahora es cuando están realmente bien como actores”. ¿Verdad?

P. Totalmente de acuerdo.

¿Cómo valoran la negación del machismo por parte de formaciones políticas de reciente implantación en la derecha?

P. Con enorme vergüenza ajena. Hay gente que es como de secta, pero hay que tenerlos en cuenta porque la democracia obliga a respetar la ridiculez de cada cual. Negar el machismo y la violencia machista es una auténtica memez, indigna de cualquiera que se considere humano.

M. Es muy importante lo que ocurre en todo el mundo en torno a las mujeres y la igualdad como para andar para atrás como los cangrejos, pero de esta gente no se podía esperar otra cosa. Los cambios se están produciendo y el ruido sigue creciendo y es un ruido bonito que beneficia a todos. La igualdad es para todos.

“Por un lado me siento emergente y por otro aburrido de todo ya. Una mezcla extraña. La edad me ha hecho más oscuro como actor. Con 20 años era una flauta. La vida te cambia, he sido padre...”. Paco

Paco, está con nuevos proyectos, escribiendo. ¿Alguna vez se ha topado con la autocensura, tan presente hoy?

P. Es verdad que ahora cada vez que abres la boca ofendes a alguien y hay mucha gente que piensa: “no me voy a meter ahí que me van a dar” No es mi caso. Hay que arriesgarse y superar esta corrección política tan peligrosa. Cada uno debe convivir con sus reivindicaciones. No puede autocensurarse. Es lo peor que puede hacer un artista, pone en peligro la libertad de expresión, con lo que nos ha costado conseguirla. Las redes son cada vez más pacatas, por ejemplo.

M. A mí me ofende mucho cuando escucho a algún imbécil decir que los artistas estamos más guapos callados. No gusta que hablemos, porque tenemos la posibilidad de que nos lea o nos escuche mucha gente y quién sabe si hacer reflexionar sobre ciertos temas. Hay que transmitir lo que se piensa, comunicarse, escucharse y respetar la opinión de cada uno. Eso es algo que alimenta. Quien manda callar es alguien que tiene muchísimo miedo y poca vergüenza.

María, usted que hizo la serie Allá abajo, ¿entiende por qué las diferencias entre vascos, catalanes o madrileños hacen gracia en la ficción y son tan controvertidas en la realidad?

M. Nuestra vida es un contrasentido, pero también creo que deberíamos relajarnos un poco con ciertos temas porque están creando muchas úlceras. No digo que haya que tomarse las cosas a cachondeo, pero el humor es un arma muy poderosa para contar verdades y para conciliar, para humanizar situaciones. Saber reírse de la vida es un arte.

P. Y un talento. Para quitarle hierro a las cosas; sobre todo hierro doloroso. A veces frivolizar es una necesidad. La cuestión es dónde y cuándo, aunque la realidad se impone. Nada es tan importante, porque en cien años estaremos todos muertos. Pero no parece que vayamos a dejar buen legado, la verdad.

“Me ofende mucho cuando algún imbécil dice que los artistas estamos más guapos callados. Hay que escucharse y respetar. Quien manda callar tiene mucho miedo y poca vergüenza”. María

¿Creen que esta vez sí, lo de dejar de destrozar el planeta se va a tomar en serio?

M. Más que hasta ahora, pero hay gente metiendo ruido de fondo, algo que no me puedo explicar. Que se creen que ellos no se van a ahogar.

P. El otro día me decía un ­amigo: “Pensábamos que la estupidez humana era fruto de la falta de información. Ahora, ¿a qué le vamos a echar la culpa?”.

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