“Me cuestiono casi todo cada día”

Laia Palau

A los 40 años, Laia Palau sigue activa, en la élite a base de esfuerzo, talento y autocrítica y se ha convertido en un referente sin parangón del deporte español. ¿Quién puede presumir de 14 ligas de baloncesto, dos euroligas y 12 medallas con la selección? Si llega a ser futbolista...

Horizontal

Si están comiendo algo, mejor acaben de masticar antes de seguir leyendo porque es fácil atragantarse ante este currículum: 14 ligas, dos Euroligas y 12 podios (tres oros) con la selección en grandes competiciones. Ningún jugador de baloncesto español, masculino o femenino, ha ganado tantas medallas. La noticia no es que Laia Palau (Barcelona, 1979) haya cumplido 40 años y esté en activo, sino que siga en lo más alto con una efervescencia física y mental notable. Después de insinuar su adiós en varias ocasiones, la base, que ha vestido la camiseta de la selección más veces que nadie (294), pone la vista al frente, como cuando conduce su adorada furgoneta campera, obsesionada a la vez con lo que pasa en la pista, pero también atenta a mejorar el mundo en la medida de lo posible. Trotamundos total (Barcelona, València, Francia, Polonia, Chequia, Australia...), Palau es una rara avis del deporte español por triunfos y trayectoria, pero también por su discurso social y político, por querer construir, mejorar su entorno, no sólo hacer vibrar a los aficionados. Le gustaría, suspira, ir más allá: “Crear conciencias, hacer pensar”.

En su cita con Magazine en Girona, donde juega y donde este año defenderá título de Liga, la baloncestista brinda unas cuantas asistencias y varias canastas a aro pasado con reflexiones, críticas y autocríticas. Confiesa su capacidad para acumular trastos y exhibe un optimismo a prueba de todo, tal vez porque se ha quitado de las redes sociales y eso le ha otorgado un tiempo extra precioso. Lo necesita, especialmente estos días con el inicio de la Liga, los fastos por su cuarenta aniversario (cumplió el 10 de septiembre) y una mudanza. Sólo por esto último ya tiene ganada media medalla más porque, ya se sabe, las mudanzas las carga el diablo.

“Tal vez hago feliz a la gente con mi juego, pero no creo conciencias. El deporte es una buena herramienta, pero el arte, la cultura... a mí me gustaría transmitir, remover, hacer pensar...”

Entrenamientos, partidos, actos del club, mudanza y cumpleaños. ¿No debe tener tiempo para pensar en la crisis de los cuarenta?

Antes de cumplirlos ya iba diciendo que los tenía y me lo recuerdan cada día. Es un hecho. Lo de los cuarenta me lo noto por la mañana, cuando me despierto, pero durante el resto del día no me pesan. Este verano pensaba que me lo tenía que montar mejor y trabajar un poco menos y no más. Pero en vez de ir bajando el pistón, estoy como subiéndolo. El verano me pasó volando. Cada año hay competición internacional con la selección y cada año es el más difícil todavía. Anoche con la mudanza, venga cajas… y me preguntaba ¿pero qué haces, tía? Voy un poco a salto de mata… es mi estilo. Juego así, vivo así, en un desorden ordenado. El baloncesto ya se sabe que es un poco como el jazz, a partir de una base, muchas variaciones.

Ya se sabe que la mudanza es deporte de riesgo. Usted que ha ido de club en club y país en país…. ¿tiene mucho trasto acumulado?

En todos estos últimos años que he estado en el extranjero he viajado con apenas una maleta. La mudanza de Praga, donde estuve cuatro años, fue diferente. Hay que decir que soy bastante Diógenes, recojo cosas de la calle, un cuadro, un marco, un tiesto... Tengo un jarrón chino tipo Ming pero que se ve a la legua que es muy de mentira. Estaba en la calle, en Barcelona. Lo cogí por aquello de “mira, si un día tienes que romper algo en casa, ya tienes el jarrón”. Se lo llevé a mi madre y le digo: “Mira lo que te he traído...”.

Igual no se puso muy contenta.

Me miró con una cara que… al final me lo traje a Girona. Hubo un momento de crisis materno-filial al respecto, así que alquilé un trastero porque cada vez que venía de la selección traía algo… Y en València, donde jugué seis años, tengo una casa donde están mis libros y mis discos. Las medallas están en casa de mi madre, en un cajón.

A ver que le parece este titular de basket ficción: “2029, Palau lidera a España a una nueva medalla”.

Ja ja ja. Me muero de la risa, mucha ficción es esa, casi casi Star Trek o como aquella serie de un tipo que se crionizaba o Han Solo que lo metían en carbonita. A ese año no llego seguro, pongo la mano en el fuego. Lo que sí es cierto es que yo no esperaba estar jugando a los 40 años ni en sueños. De hecho no sé si iré a los Juegos Olímpicos del año que viene porque, aunque seamos campeonas de Europa, nos tenemos que clasificar.

En Río 2016 casi tocan el cielo.

Aquellos Juegos fueron muy especiales porque jugamos la final, sacamos la plata y era muy consciente de que estaba ante mis últimas olimpiadas. Por nada del mundo me creía que cumpliría el siguiente ciclo de cuatro años en la élite. Jugando tal vez sí, pero no en la selección, donde no va cualquiera. Si voy, será otro logro.

Titular de basket-ficción número dos: “2029. Conferencia internacional de jugadoras piden a Laia Palau que se retire ya”.

No, en realidad ninguna me ha dicho “retírate ya”, pero sí que les gustaría jugar en mi equipo algún día, así que les he dicho que ya pueden espabilar. No sé, mentalmente estoy muy bien, me lo paso bien. Claro que tengo ganas de hacer otras cosas, pero me digo “podrás hacerlo más adelante”. Y así me va, sumando temporadas.

Lo mejor de todo es que usted, cuando empezó, no tenía claro que iba a ser jugadora profesional.

Como entonces, sigo teniendo muchas cosas en la cabeza, pero con el tiempo me he domesticado y disciplinado. Hubo una época en la que pensaba que tenía mérito lo que hacía porque yo no era como esas chicas que lo tienen claro desde el inicio. Que nacen para jugar y no se cuestionan nada más... y yo me cuestiono casi todo cada día. Eso es trabajo doble. Y soy muy mala perdedora, odio perder, así que he decidido que cuanto menos pierda mejor (risas). Y además me gusta ponerme las cosas difíciles. Es verdad que en los últimos años ha sido diferente: ya no estoy en esa guerra continua de querer hacer más cosas. Me siento mucho más profesional ahora que hace 10 años.

Es a los 30 años cuando muchos y muchas deportistas se retiran.

En realidad estoy teniendo una crisis porque veo que el baloncesto me está engullendo de verdad, ya no tanto lo que pasa en la pista sino en general. Y me gusta.

Usted es como esas bandas legendarias de rock & roll que anuncian: “Este es nuestro ultimo disco...”

...Y luego “nuestra última gira, recopilatorio”. Los Rolling Stones. Un poco sí que me siento así. Muy mal...

¿Por qué muy mal?

Porque si no hubiese dicho que me retiraba nadie estaría hablando del tema. La gente asume que vas tirando y ya está. A ver, soy la primera sorprendida de estar aquí y de estar así. De que la temporada pasada ganásemos la Liga. De la medalla de oro en el Europeo. Es la magia de lo inesperado, un truco cada vez más complicado.

En ese sentido, ¿se siente más maga, trapecista...?

Funambulista y malabarista. En realidad yo hice malabares cuando tuve una época hippy (risas)... También me regalaron un monociclo que le he dado poca salida la verdad... me imagino que está en València. Y hace poco, para los 39, me regalaron un patín long board que me he traído y que en teoría no puedo utilizar. Malabarista me pega. En mi vida digamos que hago unos cuantos malabares.

Una vez lamentó que sí, metía canastas pero que con eso no contribuía a mejorar el mundo. ¿Acaso no hace feliz a los aficionados?

Sí, tal vez, pero no creo conciencias. El deporte me parece una herramienta muy potente porque despierta emociones directas, rápidas. No tienes que ser un intelectual para entender qué está pasando y haces pasar un buen rato, eso está claro. Pero el arte, la cultura... a mí me gustaría hacer algo, transmitir lo que me transmiten a mí cuando voy al teatro, o leo un libro o escucho una canción. Cuando me remueven por dentro, me hacen pensar.

“No esperaba estar jugando a los 40 ni en sueños, pero mentalmente me siento muy bien. Soy la primera sorprendida de ello y de que ganásemos la Liga, de que nos colgásemos el oro en el Europeo...”

En el deporte, los logros, los triunfos son muy efímeros...

Sí, pasa todo muy rápido. Si ganas, celebras y se acabó. No te da mucho tiempo ni a disfrutar lo que ganas ni a llorar lo que pierdes. Al menos es lo que me parece a mí. Con todo, este año después de las vacaciones hubo gente que me dijo “lloré de la emoción en la final”. El problema es que el mundo va tan deprisa...

¿Cree que ya no puede cambiar el mundo, pero sí influir en él?

Sí puedo, con microacciones, cada día. Todos lo podemos hacer. No se trata de hacer política con mayúsculas, pero sí contribuir a la construcción social, algo que me interesa más. Está en nuestras manos cambiar las cosas y no tengo tan claro que los políticos puedan y sí la gente de base. Las leyes te pueden ayudan a hacer ciertas cosas o no, pero lo importante es el humanismo. La gente me pregunta que si soy comunista y lo que soy es humanista. Tengo esperanza en el ser humano y no sé por qué, porque somos unos capullos.

Y pese a ello la tiene.

Sí, creo en dar, en hablar, en compartir. Ojo, que también tengo mal carácter, tengo mis momentos, pero también una oportunidad para hacer bien las cosas. Si todos nos lo proponemos...

¿Se vive bien sin redes sociales. Sólo cuelga algo muy de vez en cuando en Instagram...?

No se lo puede ni imaginar. Gano tiempo. Es como con el Candy crush, un día dije “esto me lo quito del móvil” porque te acabas pasando mucho rato jugando. Te autoengañas diciendo “juego en los ratitos muertos”, pero es mentira. Es un vicio. Mi intimidad me la tomo muy en serio y me preguntaba qué foto cuelgo en Instagram, cómo. En el cara a cara soy muy abierta, pero a la gente... ¿le interesa lo que hago o dejo de hacer? Además, cuando navegaba veía a un grupo de furgoneteros como yo que estaban de viaje aquí o allá y yo viéndolo y subiéndome por las paredes. (Risas)

Cuando buscas “Laia Palau” se autocompleta con “pareja”, “independentista” “comunista”. A los deportistas se les critica tanto si hablan de política como si no. ¿Es posible no hablar con los mensajes de la ultraderecha, la vulneración de los derechos de las mujeres, las desigualdades sociales?

A ver, si me llaman facha ya les digo que no van nada acertados y el concepto de comunista no tiene demasiada cabida... Pero tengo una formación de izquierdas por mis padres, los dos maestros, estudié en una escuela mixta francesa, eso de la fraternité lo tengo claro. He estudiado educación social... en su momento, de chavalita, estuve en movidas de ocupación que entroncan más con el anarquismo. Lo que no me quiero perder es el debate sobre las mujeres, sobre nuestros derechos, hacerlo mejor.

“Sí puedo cambiar el mundo cada día, con microacciones, todos podemos. No se trata de hacer política con mayúsculas, pero sí contribuir a la construcción social, una idea que me interesa más”

La han tanteado de algún partido.

Pssse, nada en firme. La cuestión es si, dentro de un partido, tienes un poder tan directo para cambiar las cosas o sólo puedes influir en una de cada cinco. Si es así, no me interesa, porque en las otras cuatro veces estás haciendo cosas que no quieres.

Usted de mayor se tendrá que dedicar a algo, no será como ciertos deportistas que ya no tendrán que trabajar nunca más. Y tal vez no se pueda pasar dos años en una isla desierta como dos de los protagonistas de La casa de papel.

A mí me gusta Stranger Things... Tendré que trabajar, por supuesto. Pero no lo digo con pena. Trabajaré porque me gusta. Eso sí, el año que viene sí me gustaría hacer unas buenas vacaciones, no como este último verano. Tengo ganas de subir montañas como el Aneto, el Kilimanjaro...

Hablando de cimas, su seleccionador, Lucas Mondelo, dijo hace poco de usted: “Hay que disfrutar de todo el tiempo que nos regale, costará que vuelva a haber una jugadora así”.

Es que con Lucas... cuando oigo eso me emociono. Son muchos años juntos. Ya sé y todos lo saben que no soy Stephen Curry (multicampeón de la NBA) pero sí soy capitana de la selección española.

No le da un poco de rabia que con los éxitos que tiene el baloncesto femenino desde hace muchos años, que ahora parezcan segundo plato del fútbol femenino... ¿No le parece raro?

Es alucinante. Un poco de rabia sí. A ver, todo lo que sea promoción del deporte femenino, aúpa, pero pienso que hace falta un bagaje. Yo ya sé que entrenan, que curran, pero como equipo, la selección española de fútbol no ha hecho nada todavía. Están en los albores. Cociéndose. Nosotras hace muchos muchos años que estamos. Que aprovechen el empuje, los anuncios, lo que venga.

Ustedes son subcampeonas olímpicas, mundiales y campeonas de Europa...

...Dos veces seguidas, llevamos siete años en el podio.

“Todo lo que sea promoción del deporte femenino, aúpa. Sé que entrenan y curran, pero como equipo, la selección española de fútbol aún no ha hecho nada. Nosotras hace muchos años que estamos”

Usted es un ejemplo para las más jóvenes, pero también tiene sus ídolos. ¿Puede explicar quién es La Niña del Gancho?

Aaaaay. Encarna Hernández tiene 102 años y fue una de las primeras mujeres que jugaron a baloncesto en España. Es una biblioteca viviente y tiene una memoria muy clara y se acuerda de millones de cosas y te las explica. Fue pionera, iba en moto, llevaba pantalones, se casó y tuvo hijos muy tarde. Ella me ve cuando juega, me envía vídeos, detecta si jugamos bien o mal. Ah, y tiene una libretita y apunta cosas como “Laia, en Teledeporte contra Suecia a las ocho”.

Laia, Aurora, Calista

Arañazos. El brazo de Laia Palau está hecho un cromo y las sospechas (no probadas) recaen sobre Rosó Buch, capitana del Uni Girona, que le hace un marcaje sin concesiones en el entrenamiento. En la pista, la veterana es como una cobra, baila, se balancea, hipnotiza y... lanza la dentellada ya sea metiendo puntos o dando un pase decisivo. Fue la primera jugadora en alcanzar las mil asistencias en la historia de la Euroliga. Fuera de la cancha es un torrente: “Me pongo muy intensa”, reconoce. Desprende energía, y eso que este verano descansó poco. Apenas unos días antes del inicio de la pretemporada participó  en los Aurora Games, mini Juegos Olímpicos sólo para mujeres que cuentan con seis modalidades y que enfrentan a EE.UU. contra el resto del mundo. “Fue una experiencia muy divertida. Son cosas que me están pasando ahora. Cruzar el mundo para jugar un partido”. Ganaron. Entre entrenamientos, sigue con la mudanza. Antes de despedirse muestra orgullosa su furgoneta campera, una California a la que ha bautizado Calista, no se sabe si por la ciudad en Australia (adonde Palau emigró una temporada) o por la diosa cazadora del mito de Calisto. En todo caso, Calista en griego significa la más bella. Y es cierto, es bonita, así que merece una foto. “Mané, espera –le dice al fotógrafo entre risas–, que guardo el rollo de papel de váter, igual no hace falta que salga, ¿no?”.

Horizontal

Laia Palau, en un entrenamiento matutino con el Spar-Citylift de Girona, en el pabellón Fontajau el pasado mes

Horizontal
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...