"No muy tarde hallaremos vida extraterrestre"

Neil deGrasse Tyson

Director del planetario del Museo de Historia Natural de Nueva York, es uno de los divulgadores científicos más carismáticos de EE.UU. Coautor del superventas 'Orígenes' (Paidós), presentador de la mítica serie televisiva 'Cosmos' de Carl Sagan y reclamado por Hollywood para promocionar 'Marte', acerca el universo a las masas con amenidad y humor.

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"Es una locura la agenda de este hombre”, comenta su secretaria mientras el ascensor acristalado sube a la última planta del Museo de Historia Natural de Nueva York. Tras un cuarto de hora de espera en una sala desan­gelada, el físico, astrónomo y astrofísico Neil deGrasse Tyson –de gran envergadura y voz de tenor– ofrece una calurosa bienvenida en su atiborrado y caótico despacho, una suerte de gabinete de maravillas científicas donde confluyen un telescopio dorado, un busto de Copérnico, un gorro de lana, una pizarra con fórmulas garabateadas, un póster con constelaciones, maquetas de naves espaciales y planetas y revistas y libros especializados.

Es fácil imaginarlo de niño contemplando embobado las estrellas.

Descubrí el universo a los nueve años (ahora tiene 57) cuando mis padres nos llevaron a mis dos hermanos y a mí al planetario, que, al vivir en Nueva York, era el Hayden, aquí mismo donde estamos. Salí de aquella visita transfigurado, y el universo no ha dejado de hechizarme. A una parte de mí le gusta pensar que él me encontró a mí y no al revés. Por descontado, sólo más adelante comprendí que, si quería conocer los mecanismos del universo, primero debía estudiar física. Sus leyes son los motores que lo ponen en marcha, y las matemáticas son el idioma en el que nos habla.

¿Estamos a las puertas de descubrimientos y cambios alucinantes, o es que cada avance (el hallazgo del bosón de Higgs, un robot explorador a Marte...) dispara nuestras fantasías?

Si en cualquier coyuntura le preguntas a alguien por el estado de los descubrimientos científicos, te responderá que estamos en el punto álgido, lo llevamos diciendo desde hace 200 años, desde la revolución industrial. Seguimos instalados en una curva de crecimiento exponencial que provoca que, con independencia del punto en que nos encontremos, uno se sienta siempre viviendo momentos muy especiales. Es una tendencia natural en el ser humano. De aquí a 10 años, circularán las mismas proclamas.

“No tengo claro hasta qué extremos saber el origen puede cambiar la perspectiva de las personas. ¿Conocer el origen de la vida nos haría más responsables con el medio ambiente, por ejemplo?”

¿A qué desafíos se enfrentan sus áreas de estudio para ser entendidas por los no expertos?

La gente parece tener dificultad en captar la profundidad que encierra el tiempo. Hablamos en términos de días, semanas, meses, como máximo abarcamos el arco de una vida, pero sospecho que carecemos de un sentido intuitivo acerca del transcurso de grandes periodos de tiempo: un siglo, un milenio, un eón (mil millones de años). Nos fijamos en una montaña y la vemos como un elemento fijo cuando, si pudieras observarla durante cien millones de años, descubrirías que es móvil, que se forma y derrumba. Resulta, pues, complejo hacer entender de cuánto hablamos cuando nos referimos a algo que aconteció mucho, mucho tiempo atrás. Las dimensiones del universo también se nos escapan: podemos concebir el tamaño de una habitación, de un país o del planeta, pero no que la Tierra es una mota en el sistema solar, la galaxia o el universo.

¿Qué efecto podría tener para la humanidad la resolución del misterio acerca del origen del universo?

Cada descubrimiento sobre el universo cuenta con el potencial de hacernos más humildes. ¿Pero el resultado sería distinto al obtenido con el origen de la Tierra o del Sol? Antes de descubrir el de la Tierra, la gente pensaba que siempre había estado aquí o que la había creado Dios. Fue necesario que la ciencia investigara para salir de la oscuridad, y hoy disponemos de teorías muy sólidas. Pero no tengo claro hasta qué extremos el origen de las cosas puede cambiar la perspectiva de las personas o es sólo información interesante y útil. Tampoco hemos dilucidado el origen de la vida, cómo pasamos de las moléculas orgánicas a la vida autorreproductiva. ¿Conseguirlo nos haría ser más responsables con el medio ambiente, por ejemplo? Albergo serias dudas.

En Orígenes señala la falta de imaginación de Hollywood a la hora de imaginar la vida extraterrestre. ¿Cómo diría que las películas han empobrecido y limitado nuestra percepción?

En los últimos años, han llevado a cabo esfuerzos más rigurosos a la hora de mostrar una mente más abierta en términos creativos. Si fuera un maestro que debiera calificar el modo en que han retratado recientemente a los alienígenas, las naves espaciales, la inteligencia artificial, las leyes de la física y la tecnología, les concedería un notable alto. Una de mis favoritas es Contact, de Robert Zemeckis, donde se exponía el primer contacto con vida alienígena, y creo que los responsables de Marte, de Ridley ­Scott, han hecho un gran trabajo concediendo a la ciencia el protagonismo, lanzando el mensaje de que el conocimiento de esta puede salvarte la vida.

¿Está de acuerdo con Stephen Hawking…

“¡No! –interrumpe con un grito, seguido de una risa estentórea–, pero acaba tu pregunta, por favor...”.

“La ironía es que el cine probablemente haya establecido las guías para la colonización de otros planetas. La ciencia está tan lejos de ofrecer modelos, que queda en manos de la ciencia ficción explorar hipótesis”

...cuando declara que la salvación de la especie humana pasará por abandonar la Tierra y colonizar otros planetas?

Hawking parte de unas amenazas reales, pero llega a una ­conclusión que no considero necesaria. Busca nuestra supervivencia, frente al impacto de meteoritos, virus y otras catástrofes, planteando tener a gente en dos planetas de forma simultánea para garantizar que la humanidad no se extinga. Yo pienso que, sea cual sea el esfuerzo que requiriera terraformar Marte (conferirle rasgos terrestres), adaptando la atmósfera y cultivando plantas para que surtan de oxígeno, al tiempo que transportar ahí a 1.000 millones de personas, empresa que aún no sabemos cómo abordar, multiplicaría por mucho el esfuerzo exigido para eliminar el asteroide o el virus en cuestión. ¡He dicho!

Pero en el caso de colonizar Marte, ¿hasta qué punto la realidad diferiría de la imagen moldeada en el cine?

La ironía es que el cine probablemente haya establecido las guías que seguir a la hora de enfrentarnos a la colonización de otros planetas. La ciencia está todavía tan lejos de ofrecer modelos que queda en manos de los autores de ciencia ficción explorar hipótesis, algunas de las cuales serán seguramente susceptibles de aplicarse.

Orígenes deja la puerta abierta a la posibilidad de establecer contactos con criaturas extrate­rrestres. ¿Encuentra usted más argumentos a favor o en contra de semejante ­escenario?

Creo que es muy probable que alguno de nuestros muchos esfuerzos desemboque, en un futuro no muy lejano, en identificar alguna forma de vida inteligente, aunque no en nuestro patio trasero, entendiendo como tal Marte y alrededores. Pero quizás lo mejor sea empezar por depositar nuestras esperanzas en la vida simple, no inteligente, esto es, en la vida microbiológica. Esto ya sería una noticia fantástica y un hallazgo impresionante, puesto que podríamos hablar con propiedad de vida fuera de nuestro planeta.

¿Al recoger el testigo de Carl Sagan en la versión actualizada de la serie documental Cosmos, cuánto quiso tomar prestado de él y cuánto ofrecer de cosecha propia?

De haber tratado de imitarlo, corría el riesgo de fracasar al no ser él, por lo que aposté por una versión ciento por ciento mía, la cual sí sé perfectamente cómo ofrecer (estallido de risa). De todos modos, Sagan fue el pionero y nos puso a todo el equipo en la dirección correcta, al modo de un padre tutelar.

“Si no utilizas la Biblia como texto científico, estás abriendo las puertas al avance científico. Por el contrario, cualquier lectura literal desencadena una confrontación”

¿Cuál es la mejor fórmula para acercar la ciencia a todos?

Existen diferentes vías. Yo he visto que conectar la ciencia con cosas que nos preocupan facilita la disponibilidad del público a aprenderla. Frente a un gran auditorio, desconozco los intereses particulares, pero todos se sienten vinculados a la cultura popular. Trasplantar la ciencia a ese ámbito me ha dado unos resultados fantásticos. Por ejemplo, una Navidad lancé en Twitter (donde tiene 4,5 millones de seguidores): “Papá Noel sabe de física. La luz roja atraviesa la niebla mucho mejor que cualquier otro color. Por eso los renos con la nariz azul no consiguieron el trabajo”. Hace unos años se produjo un apagón durante una Superbowl y tuiteé: “El cuerpo humano medio irradia unos 100 vatios, si bien la mayoría en la escala de infrarrojos”. Durante el intermedio, Beyoncé salió a cantar, y proseguí: “Probablemente Beyoncé irradie más vatios, pongamos unos 500, pero necesitaría llevar a cabo un experimento”. En un solo mensaje reuní física, electricidad, voltaje y Beyoncé.

¿Cuál ha sido el momento más satisfactorio de su carrera?

Sacarme el doctorado en Astrofísica y dirigirme a mis compañeros durante el discurso de graduación. En ese momento se cumplía el mayor sueño de mi vida. El acto tuvo resonancia política, social y personal.

¿Los negros están muy infrarrepresentados en el ámbito científico de su país?

Las estadísticas apuntan claramente en esta dirección. No tengo los datos más recientes pero, no hace mucho, sólo entre un 10% y 11% de la comunidad científica era negra y, dentro de esta, los astrofísicos se situaban por debajo del 1%.

¿Hay algún posible descubrimiento futuro que lamente especialmente perderse?

Todos sin discusión. Me imagino en mi lecho de muerte preguntándome: ¿qué descubrimiento se va a realizar el mes que viene? ¿Y el año que viene? ¿Y en 10 años? Pero me dicen que tenemos que morir…

¿Hay espacio en su mente científica, aunque sea en sus confines, para acoger la idea de Dios o cualquier creencia que escape a la lógica?

Depende del Dios al que te refieras... Al hacer mención a Él, hoy solemos referirnos al judeocristiano de la Biblia. Puedo asegurarte que si quieres que tu religión coexista con la ciencia, la primera necesita asumir la ampliación constante de los horizontes de descubrimiento. En caso contrario, se produce un conflicto que hace imposible la conciliación. Si tu religión no utiliza la Biblia como texto científico –lo que ocurrió a lo largo de miles de años– sino a modo de un canal de realización espiritual, estás abriendo las puertas al avance científico. Por el contrario, cualquier lectura literal desencadena una confrontación. Y, si estalla un conflicto, la religión lleva las de perder. ¿Que el universo se creó en seis días? Perdona, pero no. ¿Que la Tierra apareció antes que el Sol, como afirma el Génesis? ¡Dónde vas! En el Apocalipsis encontramos que en el día del Juicio Final: “Las estrellas caerán del cielo y aterrizarán sobre la Tierra”. Sólo se puede escribir esto si no tienes la menor idea de qué es una estrella. Afortunadamente, el pensamiento sistemático barrió todo esto.

¿Cómo convencería a un niño de que estudiar física, astronomía o astrofísica merece el esfuerzo?

Me limitaría a enseñarle cosas molonas y, cuando dijera: “¡Ostras!, ¿y esto cómo funciona?”, le respondería: “Ah, deberás estudiar física para averiguarlo, amigo mío” (risas).

¿Áreas que acarrean una cierta controversia ética, como la inteligencia artificial, deberían someterse a mayor regulación, o la amenaza para el ser humano es infundada?

Todo avance científico acarrea un peaje de muertes que conducen a establecer regulaciones. Fijémonos en la aviación. Hubo muchas bajas entre los pioneros y los visionarios que probaron los primeros modelos y, una vez se inauguró la aviación comercial, se incorporaron un sinfín de medidas de seguridad y tests de calidad, y hoy el avión es uno de los medios de transporte más seguros. Con los coches, tres cuartos de lo mismo. Aplicar el sentido común a los descubrimientos es el camino para que el perfeccionamiento de la tecnología redunde en beneficio del ser humano. Ahora mucha gente habla de la inteligencia artificial como si se tratara de una amenaza, mientras que yo la veo como algo que celebrar. Claro, protejámonos frente a la posibilidad de que acabe controlando nuestro sentido moral. Pero ya estamos rodeados de inteligencia artificial y ni siquiera somos conscientes. Se halla en los vehículos que incorporan estabilizadores para evitar que vuelques; en los trenes sin conductor que nos llevan de una terminal a otra del aeropuerto; en mi smartphone, que me indica la temperatura y reconoce mi voz. El telescopio Hubble es un robot, y también la máquina que peina Marte. Una computadora le dio una paliza al mejor jugador de ajedrez del mundo, ¿y a alguien le pareció peligroso? ¡No! Aplicamos la inteligencia artificial del modo que queremos y según nuestras necesidades. Cuando mi hijo pequeño lo ve en una película, no entiende qué demonios pasa. Los guionistas de Hollywood pueden decir lo que quieran.

“Antes de que te marches, quiero enseñarte algo”, añade. Abre una pequeña puerta tras su mesa y aparece un conjunto de botellas. “Como me apasiona el vino, recibo algún regalo. Podría tener una modesta bodega, pero, como entiendo que son obsequios para el planetario, las reparto entre el personal”, señala, y coge una: “Esto te sonará, un rioja, qué preciosidad”.

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