"Sobre Trump, cada vez estoy más deprimido"

Paul Auster

Después de siete años centrado en la escritura de libros autobiográficos, Paul Auster regresa a la novela con '4 3 2 1' (Seix Barral), un ambicioso proyecto en que imagina cuatro vidas alternativas para un mismo protagonista, Archie Ferguson. El lector sigue sus vicisitudes personales a lo largo de tres décadas marcadas por convulsiones políticas y sociales en Estados Unidos.

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Paul Auster (Newark, 1947) lleva residiendo las últimas tres décadas en el barrio de Park Slope de Brooklyn, en Nueva York, que se ha dedicado a inmortalizar en tantas de su obras. Vive en un brownstone (los típicos edificios de piedra rojiza) de tres plantas –con estudio y residencia de invitados en la baja; comedor, cocina, salón y jardín en la del medio y dormitorios en la superior– que queda a cinco minutos andando de Prospect Park. En esta casa recibe a Magazine un sofocante día de finales de julio. Su esposa, la también escritora Siri Hustvedt, trabaja en algún lugar del domicilio, pero el silencio es absoluto. Auster, que no tiene móvil, deberá excusarse durante la charla hasta en tres ocasiones para atender las llamadas recibidas en su teléfono fijo.

“Formularnos la pregunta ‘¿y si…?’ nos acompaña de la cuna a la tumba. Buena parte de nuestro curso está determinado por microdecisiones o golpes de buena o mala fortuna”

Los extremos anímicos de la conversación van de la exultación por una novela para la que lleva preparándose durante 50 años y el pesimismo por una situación política interna en EE.UU. desoladora. Un cigarrillo electrónico ejerce de vaporoso testigo de principio a fin.

Ha mencionado que en ocasiones lleva un libro dentro de usted durante mucho tiempo, pueden ser varios años, hasta que se sienta a escribirlo. ¿Fue el caso de 4 3 2 1?

No, este fue un libro inusual. La idea de desplegar cuatro vidas en paralelo de un mismo protagonista me vino un sábado por la tarde mientras leía el periódico. Me emocionó tanto que enseguida me puse a pensar en cómo hacerlo. Estuve tres o cuatro semanas dándole vueltas al asunto y me lancé. De forma instintiva sabía cómo iban a ser los personajes pero, por lo demás, tampoco es que tuviera un plan muy detallado al arrancar, prueba de lo cual es que mi primera intención fue llevar al protagonista hasta la vejez.

Por el contrario, es una oda a la juventud, al enorme abanico de posibilidades que se nos abren entre la infancia y el inicio de la edad adulta.

Al cabo de un capítulo descubrí que la novela iba a centrarse en el hecho de crecer. A grandes rasgos, los primeros 20 años de nuestras vidas están llenos de cambios, físicos y mentales, los experimentamos a diario. En cambio, al empezar la edad adulta parece que su ritmo y su importancia decrecen. Quise abordar los matices de lo que significa tener cuatro, seis, ocho años. En su nivel emocional más profundo la novela es un registro de las alteraciones que atravesamos sin descanso en la primera etapa de la existencia.

En sus dos libros anteriores, los autobiográficos Diario de invierno e Informe del interior, recapitulaba momentos clave de su vida. Da la impresión que le pusieron en modo analítico y nostálgico ante trasladar estas inquietudes a la ficción.

Mientras escribía la novela advertí que, en efecto, llevaba mucho tiempo preparándome para ella. Los numerosos pasajes dedicados a mi infancia en los títulos que citas pusieron los cimientos para abordar algo más ambicioso desde la ficción. Podría decirse que redoblaron mi interés en la manera en que los factores ambientales y los acontecimientos inesperados nos modelan como personas. Sin embargo, debo recalcar que no es autobiográfica. La novela retrata mi mundo desde un punto de vista cronológico y geográfico, y es cierto que he recurrido a alguna experiencia propia y a algunos conocidos, pero no deja de ser anecdótico.

“Fui afortunado al crecer en un momento en el que el modelo educativo imperante era muy liberal y los niños gozaban de abundante tiempo libre. Los padres no supervisaban obsesivamente a sus hijos como los ‘padres helicóptero’ de hoy”

4 3 2 1 reimagina de dos maneras distintas el trauma que vivió de niño al ver morir electrocutado al compañero que reptaba delante suyo durante un campamento de verano. Puede que la novela no sea autobiográfica, pero en ella palpita esa idea de que en cualquier momento puede ocurrirnos algo radicalmente transformador, para bien o para mal, lección que aprendió de forma trágica a una edad temprana.

Aquel accidente marcó sin duda mi vida y su eco reverbera por las páginas de la novela, de forma literal (aunque alterada), y por todo lo que me enseñó acerca de lo que somos. Formularnos la pregunta “¿y si…?” es una constante que nos acompaña de la cuna a la tumba. “¿Y si aquel día hubiera girado a la izquierda en vez de a la derecha?”. “¿Y si ese otro hubiera cogido el autobús en vez de perderlo y tener que esperar al siguiente al lado de un desconocido que se reveló encantador y con el que acabé teniendo tres hijos?”. “¿Y si aquella noche hubiera tenido el buen juicio de no sacar a pasear al perro cuando llovía y haber evitado así una caída que me rompió una pierna y me dejó un dolor crónico?”. De lo más maravilloso a lo mas terrible, buena parte de nuestro curso está determinado por microdecisiones o golpes de buena o mala fortuna.

Con 70 años y después de una trayectoria tan sólida, ¿4 3 2 1 nació en parte de plantearse un reto, de decirse “a ver si puedo con este desafío técnico de semejantes dimensiones”?

No, no. Jamás pienso así, escribo por una compulsión interior, no poniéndome desafíos. También te diré que desde el primer día trabajé duro y con mucha concentración, pero no me imaginé que el libro acabaría alcanzando este tamaño. Me descubrí necesitando tres descansos largos, lo cual ocurría, no por casualidad, cada vez que llegaba a las 300 páginas, que es la medida digamos estándar de una novela normal mía. He cortado una barbaridad de material, de no hacerlo se habría ido a las 5.000 páginas. Además, puesto que no dejaba de introducir cambios, la corrección supuso una pesadilla, me he leído el manuscrito 28 veces. De todos modos, el proyecto me absorbió de tal manera que le acabé consagrando tres años en vez de los seis que había previsto.

“Es terrible. Las oleadas de racismo a las que ya asistimos durante los años de Obama se han visto fortalecidas con la llegada de Trump”

Escribir a máquina no habrá agilizado el proceso. ¿Sigue sin utilizar ordenador?

¡Ja! No. Sigo escribiendo a mano, luego paso el material a la máquina de escribir y una asistente se encarga, por último, de volcarlo en un ordenador. Por suerte, esta ralentización derivada de mi escasa competencia tecnológica se compensa con un instinto muy acusado para saber qué funciona y qué no en la historia. Tras medio siglo escribiendo, buena parte del proceso de escritura se desarrolla sin que haya mucha reflexión de por medio, es como si mis huesos, mi piel y mi sangre me dictaran lo que merece la pena conservar o sacrificar. En los inicios de mi carrera, por el contrario, no dejaba de darle vueltas a todo, suponía un ejercicio mucho mas lento y paralizante. Bendita experiencia. Esto no significa que escribir se haya vuelto más fácil, sólo más fluido.

4 3 2 1 ha requerido mucho trabajo de documentación sobre los acontecimientos políticos, sociales y culturales de los años cuarenta, cincuenta y sesenta. Se antoja muy complicado llevarlo a cabo sin ayuda de un ordenador.

Oh, aquí hay truco. Apenas arranqué con la novela, mi mujer me regaló un iPad y es con él que buceé en las hemerotecas digitales de diversos periódicos.

Los lectores le asocian con Brooklyn, pero antes hubo diversos suburbios de Nueva Jersey, donde nació y creció. Si su última novela sirve de referente, no eran los lugares más excitantes sobre la Tierra.

No, excitantes no lo eran en absoluto, pero sí poseían mucho encanto. En Europa la idea de un suburbio estadounidense quizá evoca el modelo californiano de casas pareadas y uniformes, pero South Orange, donde viví entre los 5 y los 12 años, tenía algo de idílico, estaba lleno de casas antiguas, edificios históricos y zonas verdes. Pasaba la mayor parte del tiempo en la calle con los amigos porque mis padres llegaban a casa tarde de trabajar y apenas se hablaban. Fui muy afortunado de crecer en un momento en el que el modelo educativo imperante era muy liberal y consistía en que los niños gozaran de abundante tiempo libre para jugar y leer, no nos ponían deberes porque se entendían como un fracaso de la labor docente. A esto se añadía que los padres no supervisaban obsesivamente a sus hijos, les condecían libertad, no eran como los padres helicóptero de hoy en día, siempre revoloteando, sobreprotectores y miedosos. Gozabas de un margen de independencia y de resolución de los problemas por tus propios medios que se me antoja crucial para abordar luego los retos de la vida adulta.

Ha dejado sus puritos. “También como menos que antes. Creo que es hora de aceptar que me he hecho viejo”

Hablando de hijos, ¿cómo afectó a su escritura ser padre?

Fui padre por primera vez a los 30 y repetí al cabo de una década. Sospecho que en ese momento comprendes por primera vez que no eres inmortal, que formas parte de un ciclo de generaciones, que estás para pasar el testigo. Tener un hijo fue uno de los factores que hizo que volviera a la prosa y dejara la poesía. Las historias nacen de ese sentido del tiempo, de captar el movimiento de una generación a la otra. Mi primer hijo transformó mi forma de entender el mundo y con ello el tipo de cosas sobre las que quería escribir.

¿Cómo recuerda su paso por la Universidad de Columbia en los años de más turbulencias por las protestas contra la guerra de Vietnam y cuánto se implicó en las movilizaciones?

Académicamente fue excepcional, pues el profesorado era de primera línea y casi todo lo que sé lo aprendí en aquellos años. Por otro lado, la junta directiva era reaccionaria y fría; se mostraba insensible a las necesidades del alumnado y vetaba cualquier señal de protesta. Mi postura política era compleja y me comportó varios quebraderos de cabeza y problemas de conciencia. Y es que por muy a la izquierda que me sintiera, y por mucho que simpatizara con las ideas de las organizaciones estudiantiles más progresistas, en mi fuero interno sabía que mi futuro estaba en la escritura y que esta debía ser mi prioridad. No me uní a ningún grupo ya que no encajaba con mi personalidad, si había más de cuatro personas en una habitación me quedaba callado, estaba hecho para ir por libre. Eso sí, participé en la histórica ocupación del edificio, por la que fui arrestado, golpeado y pasé una noche en el calabozo.

Pone los pelos de punta comprobar que los conflictos raciales que describe en su novela a través del movimiento por los derechos civiles siguen tan actuales hoy como medio siglo atrás.

4 3 2 1 iba a titularse originariamente Ferguson, por el apellido del protagonista, pero el asesinato de un joven negro por un policía blanco en la ciudad homónima de Missouri hizo que el nombre pasara a simbolizar el conflicto racial, como antes Selma o Birmingham. Es terrible. Las oleadas de racismo a las que ya asistimos durante los años de Obama se han visto fortalecidas con la llegada de Trump.

¿El nuevo presidente lo tiene aterrorizado?

Hemos colocado en el poder a un incompetente, un egomaniaco y un sociópata que en apenas seis meses ha desmantelado el país. Estados Unidos atraviesa la tercera gran división de su historia después de la guerra civil y la guerra de Vietnam. Cada vez me siento más deprimido con lo que veo. Internamente, millones de personas parecen haber olvidado qué debíamos ser y externamente, estamos perdiendo el crédito y el respeto a pasos agigantados. Pienso que si su mandato acaba a los cuatro años aún estaremos a tiempo de revertir los daños, pero en el caso de ser reelegido estamos condenados. Da mucho miedo, aunque el hombre está gordo y su salud deja mucho que desear por lo que ya veremos cuánto dura.

Usted ha cambiado la compañía de sus fieles puritos holandeses Schimmelpennincks por los cigarrillos electrónicos.

Ya hace tres años. La tos creciente era un suplicio. También como menos que antes. Creo que es hora de aceptar que me he hecho viejo. Los huesos me crujen con más frecuencia y enfermo con mayor facilidad.

Poco después de cumplir los 50, encadenó una serie de achaques físicos que lo llevaron a escribir varias novelas sobre personajes de salud frágil y temerosos de morir. Puesto que desde Invisible a 4 3 2 1, la juventud ha regresado a su ficción, ¿se puede decir que hacerse mayor, paradójicamente, ha revertido esos males y esas inquietudes?

Le responderé contándole una anécdota. En cierta ocasión fui invitado a ofrecer una lectura pública en París junto a Jean-Louis Trintignant. En un momento de los ensayos, el actor, una persona afable y callada, me preguntó qué edad tenía. Le respondí que 57 y él me dijo que ya había alcanzado los 73. Al cabo de un rato nos dirigimos al backstage a esperar a que empezara el acto. Unos minutos después, Trintignant se me acercó de nuevo: “Tengo una cosa que decirte, Paul. Con 57 años me sentía más viejo que ahora”. Entonces no acabé de entenderlo y aún sigo especulando sobre ello, pero he llegado a la conclusión de que un hombre de 57 tiene más miedo de morir que uno de 73.

¿Tiene un nuevo proyecto entre manos?

Ninguna novela, eso está claro. Llevo meses obsesionado con el escritor Stephen Crane, leyendo biografías y ensayos dedicados a su figura, por lo que es posible que en otoño me ponga a escribir algo sobre él.

¿Alguna idea para el cine?

No, pero aunque la tuviera sería un proyecto tan marginal que supondría una pesadilla encontrar financiación y no perdería en ello dos años de mi vida. Mi relación con el cine se limita hoy a las películas clásicas que suelo ver con Siri al final del día para relajarnos.

¿Cuál es la propuesta más descabellada que le han hecho dada su celebridad literaria?

Hace 30 años a Siri y a mí nos ofrecieron protagonizar un anuncio para Gap. Más adelante, una empresa cárnica estadounidense me tanteó con la idea de anunciar sus productos en la televisión japonesa. Detesto la publicidad por lo que no es difícil concluir cuál fue mi respuesta en ambos casos.

Hablando de fobias, ¿sigue pensando que Amazon es el demonio?

Sin duda. Hablamos de un monopolio, y un monopolio es malo por sistema, excepto para sus accionistas. De todos modos, a Jeff Bezos cabe reconocerle que comprara The Washington Post y no interfiriera en su línea editorial.

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Paul Auster

Ed. Seix Barral

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