“Todas hemos sentido la discriminación”

Penélope Cruz

La actriz habla para Magazine sobre machismo y sobre la discriminación de las mujeres en Hollywood, repasa su carrera y explica cómo es trabajar con Javier Bardem, con quien comparte protagonismo en una película por tercera vez.

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Penélope Cruz no para, pero parece asumirlo con templanza; como si lo endiablado de su agenda se lo hubiesen entregado con el uniforme de actriz casi desde los tiempos en los que era una adolescente que no tenía decidido qué iba a hacer con su vida. Se le cruzó entonces el Bigas Luna más inspirado y –con la complicidad de Bardem y Jordi Mollà como ingredientes esenciales– cocinaron aquel Jamón, jamón imprescindible para entender la historia contemporánea del cine español.

Tres Goya después y sus trabajos con Trueba, Almodóvar, Amenábar, Ridley ­Scott o Woody Allen –que le proporcionó un Oscar por Vicky Cristina Barcelona y un reencuentro con Javier Bardem crucial en lo personal– le permiten encarar su cuarta década en plenitud en todos los sentidos.

A Cruz (Alcobendas, 1974) se le admiran belleza y elegancia, y no se pone en duda su mano izquierda para elegir donde se mete y su talento para mudar de piel. La última es la de Virginia Vallejo, amante del narco Pablo Escobar encarnado por Bardem en la poliédrica Loving Pablo, a las órdenes de Fernando León, que ha delineado el personaje basándose en parte en lo confesado por Vallejo en su biografía: una historia de amor, mentiras, violencia y miedo, en la que el machismo, contra el que la actriz se ha mostrado eficaz luchadora, asoma la cabeza sin pudor.

¿Considera que tiene buen olfato para los personajes?

En este caso era muy fácil. Virginia fue la presentadora de televisión más famosa de Colombia, de familia adinerada además, y acabó enredada en la vida de este hombre tan tremendo. Ella cuenta en su libro que no sabía exactamente dónde se estaba metiendo y que la engatusaba mostrándole las grandes obras que realizaba para sacar a su pueblo de la pobreza, como una especie de Robin Hood. Y ella decidió quedarse con esa parte hasta que se tuvo que rendir ante la evidencia. Una vez salió de la vida de Escobar quedó marcada para siempre, y explica que incluso hoy recibe amenazas. Como personaje es una maravilla.

¿Cree que, de verdad, alguien puede engañarse por amor hasta ese extremo?

No lo sé. Es difícil contestar a eso. Si sabía, cuánto sabía… A menudo no estoy de acuerdo con las decisiones de los personajes que interpreto. Algunos me caen fatal, y otros me desagrada mucho lo que hacen, pero necesito buscar un punto de apoyo para comprenderlos. Y, por otro lado, en nombre del amor, o de lo que algunas personas consideran amor, pero que obviamente no lo es, se hacen verdaderas barbaridades y se cometen crímenes horrendos.

“Estoy un poco harta de la violencia gratuita estilo videojuego. Aunque no todo lo que se haga tenga que tener como objetivo cambiar el mundo, considero que, en este momento, tenemos la responsabilidad de resultar inspiradores. Eso no quiere decir que no se muestren las cosas como son”

¿No cree que nunca ha mostrado la sociedad una repulsa tan clara contra la violencia machista como en este momento?

Y ya era hora, porque siempre se ha mirado para otro lado en este tema. Y así y todo ahí están las muertes, los casos de violencia doméstica, de mujeres aterrorizadas que se acercan a denunciar su caso y que, a menudo, son ignoradas. Pasa en todas partes, pero en nuestro país es un día sí y otro también, y no se puede uno acostumbrar a abrir un periódico y leer cosas tan salvajes, tan brutales, como si tal cosa. Esa, junto con las violaciones y los abusos sexuales desde una posición de poder, es la cara más feroz e inhumana de la discriminación y la desigualdad, que es algo que todas las mujeres hemos sentido alguna vez. Todas; eso es así. Y que pueden ser cosas pequeñas, sutiles, que te van minando y haciendo pensar que un comportamiento machista es normal cuando no lo es. Las cosas que nos preguntan a las actrices a veces… Y la presión con lo de la edad…

Está siendo fundamental que los abusos los hayan denunciado mujeres reconocibles por todos…

Efectivamente, está siendo muy importante, y nosotras tenemos la fortuna de que nos pongan un micrófono delante. Pero lo que ha ocurrido y está sucediendo en ­nuestra profesión –lo que ha contado Salma Hayek es espeluznante– no debe desviar la atención; debe servir para que se las escuche más a ellas, a las que viven un verdadero calvario cada día. Yo creo que toda esta respuesta social esta vez sí podría producir un gran cambio del que debemos responsabilizarnos hombres y mujeres por igual. Nunca debe servir para rellenar páginas de periódicos y minutos de televisión. Esto ha salido a la luz en lo nuestro, pero afecta a todas las profesiones. El movimiento Time’s Up, al que pertenezco desde el principio, está teniendo una respuesta espectacular. Se han sumado millones de personas, se han recaudado millones de dólares destinados a algo muy concreto que es crear un fondo de protección para mujeres y hombres acosados que no tengan la posibilidad siquiera de levantar un teléfono y contratar a un abogado. Algo preciso que puede cambiar la realidad de una persona y hacer que se decida a hablar sin temor a perder un trabajo. Esto no puede ser una de esas campañas que se olvidan al día siguiente.

¿Y si hay quien aprovecha la coyuntura para acusar falsamente y darse publicidad?

Precisamente por la importancia del tema, la investigación de cada uno de los casos debería ser exhaustiva y sin fisuras. De verdad que, con este asunto, no estamos nadie para tonterías.

Decía usted antes que siempre necesita buscar un punto de apoyo para entender a los personajes que le disgustan para poder interpretarlos. ¿Qué tipo de papel rechazaría usted en este momento?

Estoy un poco harta y cansada de la violencia gratuita estilo videojuego. Aunque no todo lo que se haga tenga que tener como objetivo cambiar el mundo, ni nada por el estilo, considero que, en este momento, tenemos la responsabilidad de resultar inspiradores. Eso no quiere decir que no se muestren las cosas como son. Si Loving Pablo hubiera tratado el tema del narcotráfico de una manera superficial o lo hubiese mostrado como algo atractivo o glamuroso y no hubiera tenido escenas que te dieran ganas de salir corriendo del cine, yo me lo hubiera pensado dos veces. Son asuntos graves y que forman parte de la vida, y deben ser tratados con compromiso y ­sensatez.

Se les da bien el mano a mano a Bardem y a usted…

Desde pequeños (risas). Ya nos pasaba antes de ser pareja. Tenemos una manera muy parecida de trabajar, nos gusta tirarnos a la piscina y probar cosas. Te atreves aún más porque sabes que estás protegido y el otro también. Hay una escena en la película que se desarrolla en la catedral a la que le tenía mucho miedo. Me angustiaba porque sabía que tenía que buscar la desesperación y el dolor total. Ayuda mucho en esos momentos tener al lado a alguien de confianza como él o como el director Fernando León. Disfruto mucho trabajando con Javier, pero esta vez ya estaba un poco harta de esos pelos y esa barriga y de ver y escuchar a Escobar a diario dos meses y pico. Los últimos días contaba las horas que quedaban para terminar el rodaje. Son personajes que desgastan y agotan, y ya tenía ganas de quitarme ese traje.

“Tengo ahí el gusanillo de la dirección. Si dejara de trabajar como actriz, sería para intentar sacar adelante ese otro sueño que tengo desde los 16 años. Una película pequeñita. Un drama intimista, en mi idioma…”

Donatella Versace, a la que acaba de interpretar en la serie American Crime story, es su personaje número 70.

Pero ¿cómo puede ser? ¡Se me han pasado volando todos estos años! Empecé muy jovencita con la esperanza de poder dedicarme a lo que me gustaba, y en los últimos días de la filmación de Jamón, jamón estaba muy angustiada porque pensaba que quien sabe si no sería la última vez y me había enamorado totalmente de todo aquello, de lo que es un rodaje, del trabajo en equipo, de ser actriz o al menos intentarlo. Y, al final, mira. Parece ser que he pasado por eso 70 veces. Lo que me atraía de esto sigue intacto: lo que significa que cada trabajo sea una aventura nueva que empieza de cero, metida en la piel de alguien diferente y que te hace sentir perdida y, a la vez, entusiasmada y renovada. Por muchos conocimientos o técnicas que acumules, eso siempre es así. Y me gusta que el personaje número 70 sea Donatella, a la que conozco, a la que llamé para comentarle que la representaría en esta historia que narra la tragedia de la muerte de su hermano y me dijo que sabía que lo haría con cariño y respeto. Para mí es casi heroico como ha conseguido mantener vivo el legado de los dos…

¿Cree que llegará un momento en que considere que ya lo ha dicho todo en su profesión, como le ha ocurrido a Daniel Day Lewis, por ejemplo?

Es que él es muy especial. Le interesan muchas cosas, recordemos que un tiempo desapareció en Italia para aprender a hacer zapatos. Y es un actor que investiga, que no se contenta, que sufre. Yo le adoro. Igual necesita desconectar nada más. No sé si eso me podría pasar a mí. Tengo ahí el gusanillo de la dirección. Si dejara de trabajar como actriz, sería para intentar sacar adelante ese otro sueño que tengo desde los 16 años. Una película pequeñita. Un drama intimista, en mi idioma…

En unos días le harán entrega del César de honor de la academia del cine francés. ¿Se siente envidiada?

Lo primero que pensé es “no entiendo por qué me lo dan”, pero es un honor enorme viniendo de un país que me ha tratado tan bien y que cuida tanto de su cine. Para la envidia no tengo tiempo. Sí para el cariño que recibo por parte del público, que es mucho y que no deja de sorprenderme. Lo demás no me interesa. No soy de meterme en Google para buscar comentarios sobre mí, ni buenos ni malos, porque todo es desproporcionado, tanto lo uno como lo otro. No puedo mirarme a mí misma desde ahí porque no me reconocería.

Aunque viaje mucho, hace tiempo que el centro de operaciones lo tiene en Madrid. ¿Cómo ve el país?

Muy en caos en muchos sentidos. No sabría por dónde empezar. El tema político no quiero ni tocarlo; la falta de solidaridad con el tema de los refugiados me enfada muchísimo; de la violencia machista ya hemos comentado; los problemas de la cultura y de las muchas familias que dependen de ella, a trompicones como siempre. Pero esté donde esté estoy informada. Lo primero que hago cada día, donde amanezca, es leer un periódico o varios en español. Necesito estar conectada a mi tierra; ni quiero ni puedo evitarlo.

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