Piero Lissoni, el genio del design italiano

decoración

Figura incandescente del diseño y la arquitectura con su trabajo multidisplicinar y su elegancia discreta. Reflexiones, ensoñaciones y dudas de Piero Lissoni, el artesano milanés abrazado al 'dolce far tutto'

Horizontal

Nada es pequeño o secundario para Piero Lissoni (1956), arquitecto, diseñador, pensador y artista, hombre de voluntad renacentista adscrito a la corriente del dolce far tutto, es decir, al trabajo multidisciplinar elegante y con una pizca de sentido del humor. Todo tiene una razón de ser para este tótem del design italiano, desde un acuario bajo el río Hudson en Nueva York hasta un reloj que roza la cuadratura del círculo. En conversación telefónica desde su estudio de la Via Goito de Milán, y sin que ninguno de sus tres golden retriever chiste ni un segundo, el creador italiano reflexiona sobre su oficio, lo que le gusta (el poder del lápiz, el proceso de pensar) y lo que desprecia sin miramientos, como la burbuja en la que está atrapada una cierta arquitectura que, a su juicio, ha perdido el ídem.

“En estos tiempos modernos, hablar del diseñador como artesano va en contra de la idea de que es un intelectual. Un arquitecto puede ser un artesano y viceversa. Me parece una idea muy bella”

Lissoni, que creó su estudio italiano en 1986 y el de Nueva York en el 2008 (“cuando estoy en Milán soy neoyorquino, y viceversa”, asegura), trabaja habitualmente para firmas como Alessi, Boffi, Cappellini, Cassina, Flos o Kartell, por citar unas pocas. En un equipo imaginario de creadores radicados en la capital lombarda, Lissoni estaría entre los titulares de una squadra casi imbatible en la que también destacarían Antonio Citterio, la española Patricia Urquiola, Matteo Thun o Paola Navone, todos ellos miembros del Salón de la Fama del Interiorismo.

A Lissoni le gustaría que se hablara más de artesanía a la hora de definir su trabajo, pero ese término esta viciado porque artesano fue muchas veces antónimo de artista. “En estos tiempos modernos hablar del diseñador como un artesano va en contra de la idea de que es un intelectual –explica Piero Lissoni–. Yo estoy de acuerdo en que un arquitecto puede ser un artesano, y en que un artesano puede ser un arquitecto. Me parece una idea muy bella. De hecho –añade– concebir, construir, equivocarse es artesano. En sus inicios, la arquitectura era considerada un arte menor y muy cercana a trabajos manuales de este tipo”.

Lissoni es un perfeccionista. Si por él fuera, estaría siglos diseñando un mismo objeto y cuando lo tuviera acabado lo volvería a retocar una y otra vez. Por suerte, confiesa, hay fechas de entrega y clientes “más valientes” que él mismo. “Me dicen, Piero, basta. Game over, è finito. Basta. La lentitud es un modelo de vida maravilloso: tanto para el diseño como para la arquitectura se necesita tiempo, pero sin exceso. En realidad yo seguiría cambiando, retocando. No acabaría nunca”, confiesa. La siguiente pregunta es inevitable: ¿y qué sucede cuando ve expuesto un producto diseñado por usted? “Pasa que cambiaría esto, esto y esto. Tutto, tutto, tutto”, ríe. Lissoni admite algo interesante, algo que muchos creadores soslayan: de los errores se saca petróleo, o, en sus propias palabras: “A veces, las mejores ideas llegan cuando me equivoco”.

“La arquitectura ha perdido el sentido de la proporción, los proyectos son demasiado grandes. En lugar de eso, tendrían que estar más adecuados a las proporciones del ser humano”

El diseñador intenta rebelarse todo lo que puede contra la velocidad (esa que adoraban los pintores futuristas italianos) y contra la idea del futuro porque sí. En realidad, Lissoni confiesa que no sólo hay que nutrir­se del pasado sino respetarlo: “Si no veneramos lo que hemos sido, no podríamos ni imaginar lo que hemos llegado a ser o podemos alcanzar en el futuro”, sentencia. Es una idea muy en boga en muchos campos de pensamiento y la producción en Italia, desde el filósofo y el artista hasta el artesano charcutero que se pone a revisar recetas del siglo XVIII para mejorar su prosciutto cotto.

Para el multipremiado diseñador y arquitecto (los tres retriever siguen en silencio), su infancia es también un motor de creación muy potente propulsado por el recuerdo del taller de su padre, que era restaurador y trabajando todos los días con colas, tintas, papel… “Esos olores fuertes y penetrantes permanecen en mi nariz”, recuerda Lissoni, que puede tener un buen ramillete de proyectos dando vueltas en su cabeza. ¿Es un todoterreno? “Hay que estar un poco majareta para ser todoterreno. Se puede decir que soy bastante multitasking, tener y trabajar varios proyectos simultáneamente. Pero si hablamos en plata, creo que la palabra es esquizofrénico”. El arquitecto tiene a su cargo a 70 personas de muy distintos perfiles profesionales que colaboran y se confrontan ya sea por una lámpara para Flos, un sillón para Poltrona Frau o el penúltimo proyecto arquitectónico que se construirá o no, pero dejará huella del espíritu de su impulsor. En los últimos meses, la fabbrica de la Via Goito ha presentado un proyecto experimental de torre vigía para Maranello, el complejo de Ferrari, una casa de baños subterránea situada en la frontera entre las dos Coreas que se está llevando a cabo y el citado acuario sumergido de Nueva York, al que se le busca financiación. Los tres proyectos o son semitransparentes (la torre) o simplemente están escondidos. ¿Por qué? “He querido huir de la espectacularidad –afirma–. Se puede proyectar edificios bellos y con mucha emoción, pero no necesariamente vistosos”, sentencia Lissoni, que huye todo lo que puede de lo que él ha llamado “la arquitectura rocanrol”, opuesta a la que él prefiere, que es “la de los trabajadores”: “La arquitectura se ha convertido en algo del más allá. Ha perdido un elemento clave que es el sentido de la proporción, los proyectos son demasiado grandes. En lugar de eso tendrían que estar más adecuados a las proporciones del ser humano”.

En todo caso, Lissoni ni predica en el desierto contra los megaproyectos ni tampoco entre la multitud. Sigue su rumbo. Como su padre con los muebles, intenta trabajar en silencio y, a ser posible, solo, por eso evita las redes sociales. “Si me meto, ya no lo estoy”.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...