"En la NBA pierdes la perspectiva"

Ricky Rubio

En pocos meses, Ricky Rubio ha cambiado de equipo, ha ganado el Mundial, ha llorado a Kobe Bryant y ha estrenado paternidad. El que fuera niño prodigio del baloncesto español es ahora una estrella que cambia pañales y que encarna el espíritu de lucha de su madre, ya fallecida: “Me enseñó a no rendirme nunca”

Horizontal

A bordo del autobús, camino del aeropuerto, Ricky Rubio (El Masnou, 1990) deja atrás la Gran Manzana, disfruta del horizonte, se mete en túneles... y se pierde la cobertura. La noche anterior el base de los Phoenix Suns jugó en Brooklyn, contra los Nets, y al día siguiente se enfrenta a los Pistons, en Detroit. Ganar, perder, viajar, autobús, avión, hotel y vuelta a empezar. Unos dirían que menuda rutina, pero él piensa que es toda una aventura. En los últimos meses ha vivido tres alegrías seguidas: aterrizar en el equipo de Arizona que tiene buenas expectativas de futuro; ganar el Mundial de baloncesto con España y ser nombrado el mejor jugador del torneo; y, por último, seguramente el más importante, haber estrenado paternidad hace apenas unas semanas. De propina, al jugador le toca un pedazo de premio Laureus (los Oscar del deporte) otorgado a la selección en categoría de logro excepcional.

“En la NBA pierdes la perspectiva; tienes una independencia económica grande, pero lo de Kobe nos ha hecho ver que no estamos exentos de nada”

Retos y triunfos. En el pasado, la vida fue tan generosa como cruel con el que fuera el niño prodigio del baloncesto español. Una carrera constante y meteórica no exenta de unas cuantas lesiones (gajes del oficio) y de un mazazo que le cambió la existencia. La muerte hace cuatro años de su madre, Tona Vives, tras una fiera lucha contra un cáncer de pulmón. Fue un antes y un después. En la entrevista a Magazine, Rubio ha hablado abiertamente del dolor que aún le supone esa pérdida, de la fundación que montó para ayudar a otros enfermos, de la muerte de Kobe Bryant y, de que, con apenas 29 años, ya le llamen el “veterano” de Phoenix, ciudad que le va al pelo y le está ayudando a resurgir.

¿Le queda tiempo para rememorar la victoria del Mundial o el espiral de partidos y viajes se lo impide?

Durante la temporada es difícil, pero cuando coincido en los partidos con Marc Gasol o los hermanos Willy y Juancho Hernangómez lo comentamos y nos emocionamos.

Esa victoria le supuso a la selección ser nominada a un Laureus.

La verdad es que el premio en sí fue el Mundial. Nominaciones tan importantes como esta te indican que lo que conseguimos va más allá de lo especial. No sólo es lo que ganamos un campeonato del mundo, sino cómo lo conseguimos, transmitiendo unos valores que sirven para toda la sociedad: fuimos un equipo que se unió cuando las cosas no iban bien y nadie contaba con nosotros. Nos unimos y eso nos dio fuerza. Fue un hito histórico.

El lema de los Laureus de este año era El deporte nos une. En realidad, en la selección se autodenominan La familia.

Así es. Eso surgió hace poco de más de dos años cuando Sergi Llull se lesionó, se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla y escribió un “mucha suerte a la familia” porque sintió que nosotros éramos su familia y nos dejaba. Es algo que salió de él y que dejó poso.

“Las prácticas (de padre primerizo) están costando más de lo que pensaba. Tengo las casillas marcadas: le he dado de comer y lo he cambiado, pero sigue llorando y no sé por qué”

Jugar en la NBA es un no parar constante, un bucle. ¿Siente que vive en un carrusel?

Es una vida que va muy rápida, sí. A veces es preciso pararte y pensar y valorar las cosas. Al final, lo divertido de la vida es el camino. Tengo que admitir que todo va mucho más rápido de lo que desearía, pero sí, lo estoy disfrutando.

¿Es posible vivir en una burbuja dentro de la burbuja de la NBA?

Jugar en la NBA te hace perder la perspectiva de muchas cosas. La muerte de Kobe hace unos días nos afectó a todos y nos hizo ver que como jugadores no estamos exentos de nada, nos puede tocar a todos por igual. Es verdad que juegas en la NBA, la mejor liga del mundo, con un trabajo que te proporciona una independencia económica muy grande, no te vacuna de nada. Desgracias pasan en todas las casas y tienes que aprender a valorar lo que tienes.

¿Cómo es el camino ahora mismo? ¿Empinado, cuesta abajo?

Lo cierto es que nunca es llano, siempre hay… yo tengo ese lema que dice Never too high, never too low (nunca demasiado arriba, nunca demasiado bajo). Cuando todo te va muy bien, es perfecto, pero tienes que seguir pensando quién eres como persona. Y si te va mal, no te tienes que sumir en la idea de que todo es negativo. Hay momentos para todo, buenos y malos, pero creo que siempre hay que intentar seguir la misma línea.

Eso del never too high..., sonaba al padre de Ícaro que aconseja al hijo ni volar muy alto para que la cera de las alas no se derrita ni demasiado bajo…

(Risas) No, es una filosofía que me enseñó hace unos años un preparador físico que estuvo 25 años en Detroit y llegó a Minnesota para ayudar a Flip Saunders, nuestro entrenador en los Timberwolves. Fue una época muy mala para mí por la enfermedad de mi madre. Y de ahí salió el lema. Sí, hay momentos muy complicados en la vida y los tienes que asumir y vivir, pero intentando que no te destrocen.

“Me gustan las mudanzas: sí, pueden ser un engorro pero sirven para decidir qué cosas necesito realmente y de cuáles me puedo desprender porque no he usado en tiempo”

Tiene otro lema, que ha adoptado desde que llegó a los Phoenix Suns y que es Renace como un fénix. Muy apropiado.

Es un lema para mí, para la ciudad, para los seguidores. La vida está llena de curiosidades y las cosas no pasan porque sí. Que haya venido aquí, que vuelva a tener ilusión por jugar, ilusión por la vida en general, era ahora, era el momento.

Usted ha pasado por muy buenos momentos, pero también por muy malos, pero si uno se rinde, está perdido.

Esa es una de las últimas enseñanzas que me dio mi madre, la de no rendirme. Me dijo: “Yo nunca perderé la lucha contra el cáncer porque nunca me rendiré”. Para mí, se fue como una heroína, nunca bajó los brazos. Sí hubo momentos muy complicados, en los que se encontraba muy mal. Lo más fácil hubiera sido decir no aguanto más, pero ella sí lo hizo. Con un poco de ayuda siempre encuentras un motivo para seguir adelante.

¿Usted sigue aprendiendo de su madre?

Ya lo creo que sí, porque su filosofía me quedó muy marcada, la tengo grabada dentro y me acompañará toda la vida.

¿Cómo cuando era chaval y le acompañaba en coche a los partidos?

Y también cuando tenía 15 y 16, que ya empezaba en la ACB, y cuando acababa el entrenamiento la llamaba para que me viniera a recoger y los compañeros de equipo se reían.

Su madre representa un poco las ganas de ayudar de su fundación…

Sí es un homenaje, es algo que siempre tendré en la mente. La fundación lleva su huella, su lucha. Mi idea era impulsarla cuando yo dejara de jugar y así dedicarle todo el tiempo, pero luego pensé que para qué esperar, si tenía la idea ya… vi que en la vida a veces no hay un mañana y si estamos aquí para vivir la vida pero también para dejar un legado y una huella.

“Después de una derrota llegaba a casa y no hablaba con nadie. Antes (de morir mi madre) el baloncesto lo era todo; ahora es importante, pero no lo principal”

Escribió hace poco un artículo muy emotivo sobre sus sentimientos en torno a la lucha de su madre contra el cáncer.

Este artículo lo pensé hace año, año y medio. Vino la gente de The Players Tribune y me lo propusieron, al principio no lo hice porque eran muy íntimas pero después del Mundial, tal y como fueron las cosas, hablé un poco de mi motivación, y sobre todo de que había algo dentro de mí que me guiaba para que las cosas me salieran bien. Lo quise explicar y vi que impactaba a mucha gente, que les ayudaba. Así que decidí escribir la historia. Me costó sólo un poco porque lo que tenía que transmitir salía de dentro, eran y son mis sentimientos.

Ha sido padre recientemente. ¿Cómo lleva las prácticas?

Sí, nació hace unas semanas. Es un niño y se llama Liam. Las prácticas están costando más de lo que pensaba porque cuando llora no sé realmente lo que quiere. Tengo todas las casillas marcadas: le he dado de comer, le he cambiado los pañales y sigue llorando y no sabes por qué (ríe). Poco a poco. Supongo que iremos cogiéndole el tranquillo. Estoy muy ilusionado.

Usted se ha mudado varias veces desde que está en la NBA. Vivió un tiempo en Los Ángeles, luego muchos años en Minneapolis, Salt Lake City y ahora, Phoenix. ¿Cuántas cajas de mudanzas, metafóricas y reales, ha perdido por el camino?

En realidad me gustan mucho las mudanzas. Sí, es verdad que pueden ser un engorro, pero me sirven para decidir qué cosas necesito realmente y de cuáles me puedo desprender. Hay ropa, cosas materiales que tienes guardadas en casa… si veo que en dos o tres años no las he utilizado, las doy. Y sí, es verdad, que alguna que otra caja se ha quedado por el camino. Te pones a pensar dónde dejé tal o cual cosa y no das con ella, pero la mayoría de veces se tratabade objetos que apenas usaba.

¿Cuando se mira al espejo se asusta de ya no ser el niño aquel sentado en el aula con la camiseta del Joventut de Badalona?

Pero yo todavía veo al niño con ilusión y ganas. Han pasado muchas cosas y creo que soy una versión mejorada, en algunos sentidos, de aquel chaval, pero sí el niño sigue ahí de algún modo. A veces no piensas igual, pero unos ciertos valores permanecen. Te miras al espejo y hay cosas que no te gustan y querrías mejorar. Siempre piensas en lo negativo antes que en lo positivo sin apreciar lo que tienes, pero intento reforzar lo positivo. En ese sentido, la meditación me funciona muy bien. Empecé hace cuatro años, desde los Juegos Olímpicos de Río 2016, y me ayuda mucho.

Es curioso, en su Twitter tiene dos fotos. Una con su madre cuando era niño y otra, la grande, con su primer equipo, no con Phoenix, ni la selección española, ni con el MVP…

Sí, es cuando jugaba con El Masnou. Son mis inicios y no se tienen que olvidar. Todavía mantengo relación con algunos de los chicos con los que jugaba entonces, seguimos siendo amigos.

A medida que iba creciendo, triunfando… ¿Qué pesaba más, el deseo de seguir ganando o el miedo a no llegar, a quedarse en el camino?

Sí, esa idea de quedarme a medias la tuve hace años. He aprendido, pero las dudas estaban ahí y todavía las tengo, pero con la experiencia te das cuenta de que tienes que romper tus barreras. En el pasado Mundial me demostré a mí mismo que, aunque siempre tienes que ser consciente de tus capacidades, ponerte límites mentales es malo. Sigo teniendo dudas, muchas. Cuando llegué a la NBA me planteé si estaba hecho para esta liga. Al final de la primera temporada me lesioné y te preguntas si tienes el nivel, a la cuarta temporada me volví a lesionar...

¿Antes de que muriera su madre, el baloncesto, por así decirlo, lo era todo y después ya no?

A partir de esa experiencia, mi concepción de la vida cambió mucho. Antes el baloncesto lo era todo y ahora, siendo todavía muy importante, ya no es lo principal. La perspectiva es distinta, hay otras cosas. Antes, después de una derrota o de un partido que jugabas mal, llegaba a casa y no hablaba con nadie. Luego vi que no puedes condicionar todo por una cosa así.

Cuando llegó a Phoenix esta temporada algunos medios locales se refirieron a usted como “el veterano jugador”.

Ah, sí, eso me hace gracia. A ver, llevo ya nueve temporadas, me queda cuerda y no me veo como veterano, pero la experiencia va sumando y de algún modo, estando en un equipo tan joven, si sientes que lo eres. Puedo ayudar a algunos compañeros en aspectos que van más allá del deporte. De algún modo represento la precocidad y eso… a Fernando Torres, el futbolista, colgó las botas y los titulares eran “el Niño se retira”.

Usted si no llevara esa barba tupida también tendría otro aspecto, ese ha sido un viejo truco de muchos jugadores de baloncesto.

Si, tengo que aferrarme a esa estrategia para que me vean diferente (risas). Hubo ese momento en que necesitaba un cambio interior y exterior…

En el 2005, justo después de su debut en ACB a los 14 años, el compañero Juan Antonio Casanova le dedicó una columna y habló de un “proyecto de jugador completísimo”. ¿Lo ha conseguido?

El proceso sigue. La vida deportiva de un jugador está marcada por la adaptación constante. En el 2005, el baloncesto se jugaba de una manera muy concreta y el 2020 de otra muy distinta. Sólo hace falta ver un partido de hace 10 años, cuando yo jugaba la Euroliga, con uno de ahora. Era totalmente distinto al de ahora. Es una evolución constante.

¿Piensa alguna vez en el Ricky del futuro?

A veces sí pienso en lo que haré. Llevo nueve años en la NBA, este año cumpliré 30. Justo hoy tuvimos una reunión con la asociación de exjugadores en la que está José Manuel Calderón, que se retiró hace poco. Lo veo todavía lejos pero me gusta adonde voy.

La muerte de Kobe Bryant…

Me ha impactado muchísimo y me sigue afectado, me ha llegado muy dentro. Estaba en la siesta, íbamos a jugar contra Memphis. Me desperté, hablé con mi mujer y me lo explicó. Yo lo veía como un superhéroe. Jugando a baloncesto seguramente fue el mejor de su generación y que haya muerto al lado de su hija, te das cuenta de que el mundo puede ser muy cruel. Piensas que tienes que aprovechar cada minuto y que tienes que poner en contexto los valores. Cuando pasó el accidente, mi hijo tenía dos semanas y yo apenas lo había visto unos días. Pensé: “Es lo que más quiero en el mundo” y estoy aquí...

¿En todos estos años, se ha enganchado a la política de Estados Unidos?

Es verdad que cuando hay elecciones las sigo un poco más, pero… bastante tenemos en casa con todo lo que está pasando.

Esta era la siguiente pregunta.

Sí, la situación en Catalunya y España la sigo más. Con mis amigos lo comentamos… la verdad es que antes no estaba tan interesado. El otro día vi una entrevista de Jordi Évole al expresidente de Uruguay Pepe Mujica, y me encantó, me hizo confiar un poco en la política.

Pistol Prince 

Ricky recuerda cuánto amó y cuánto llegó a odiar aquel piso en Minneapolis con vistas al Misisipi, el piso de su debut en la NBA y en el que sufrió el cáncer de su madre. En Minnie sólo hay un Prince, el cantante, pero con su aura de jugador precoz y prodigioso, Rubio se ganó el derecho a ser el Principito con la camiseta de los Wolves. Mucho antes de que llegara a América, al chico que debutara en la ACB con 14 años  en el 2005 ya le comparaban con Pete Pistol Maravich, la leyenda de la NBA que driblaba como un diablo y encestaba como un ángel. Maravich fue estrella en Utah y Ricky también, pero fugaz. Del lago salado de Salt Lake City ha llegado al Salt River, el valle en el que se asienta Phoenix. Una nueva vida antes de cumplir 30.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...