"Aunque triunfes fuera, aquí no se entera nadie"

Sara Baras

A sus 45 años, con dos décadas de compañía propia y reconocimiento mundial, la bailaora y coreógrafa gaditana Sara Baras rinde tributo a sus maestros ya desaparecidos en 'Voces', su nuevo espectáculo; grandes como Camarón o Paco de Lucía, a los que ella baila.

Horizontal

A quien haya visto sobre un escenario a ese torbellino de fuerzas, colores, energías, idas y venidas al que se conoce como Sara Baras le resultaría difícil creer la tranquilidad con que se desliza por lo cotidiano. A menudo, su rugosa voz parece hablar riendo y también dejarse llevar por la emoción. A punto de cumplir dos décadas desde que formó compañía propia “siendo una chavalilla de 25 años”, la bailaora y coreógrafa de Cádiz acumula honores –Medalla de Oro de la fundación John F. Kennedy, premio Nacional de Danza, cinco premios Max de las Artes Escénicas–, que se entrelazan con los 13 espectáculos que ha puesto en pie y ha mostrado en los teatros más importantes del mundo. En el último, Voces, homenajea a los que reconoce como sus maestros, ya desaparecidos: Enrique Morente, Camarón, Antonio Gades y Paco de Lucía, entre otros. Y lo hace mediante un diálogo en el que ellos ponen palabras y músicas y ella “les baila”.

¿Necesitaba reconocerlos?

Sin duda. Surge de un momento muy triste tras la pérdida del gran Paco de Lucía, pero con una energía muy positiva, la de la necesidad de agradecerles lo que nos han regalado con su arte y, en mi caso, también con sus consejos. Son voces que llevo clavadas en mi corazón y, a medida que pasan los años, las escucho más fuerte porque le doy más valor a lo que aprendí de ellos. En el espectáculo cada vez que se oye la voz de uno de ellos, cambia el palo del flamenco, la actitud, el color, el sentido…

“¿Cómo explicas a tu hijo que hay niños que huyen de su país por una guerra y cuando llegan a lugares de paz la gente no les deja pasar?

Podía haber sido un proceso melancólico…

La pena por la pérdida está ahí, pero me ha servido para compartir la admiración y el amor que siento por ellos con el público, que responde como nunca tras ver el espectáculo. Me escriben, no tanto para decir “me ha gustado” o lo que sea, sino para contarme anécdotas que vivieron con ellos, o sensaciones que les produjo verles en escena o escuchando sus discos. Y entonces las “voces” se multiplican.

Además de ellos ha trabajado con grandes como Chavela, Ainhoa Arteta o Josep Carreras. ¿Es privilegio de artista encontrarse con otros como él?

Es uno de ellos, pero yo diría que no el principal. El privilegio del artista es soñar y hacer soñar. Es decir, compartir el sueño. Con los grandes, que te aportan cosas maravillosas, pero sobre todo con la gente; con cualquiera que sienta el arte, aunque sea mínimamente. También es muy importante vivir de algo que te gusta tanto que forma parte de ti, porque eso no le pasa a todo el mundo. Pero el gran privilegio es ayudar a quien lo necesita a través de mi baile y de mi persona. Hacer olvidar un dolor, una pena. Eso me enorgullece y le da sentido a lo que hago; me cambia por dentro. El arte es curativo, no tengo la menor duda.

Está comprometida con diversas causas...

Hay cosas que si no les pones el rostro de alguien conocido, no salen del anonimato. Trabajo con la asociación Mi Princesa Rett, que toma el nombre de una enfermedad rara que afecta sobre todo a niñas. Lo más importante es ayudar a la difusión, recaudar dinero para investigación y apoyar a los papás que sufren. Bailando siempre se entrega el alma, pero cuando es para algo así lo haces como con más rabia, más energía, para ganarte el derecho a ponerte su camiseta en el fin de fiesta. Tu obra es tu obra, pero esto está por encima de ella.

¿Desde que es madre es más sensible a cuanto tiene que ver con los niños?

Ser madre hace que su sufrimiento te resulte especialmente insoportable, lo que no quiere decir que los demás no lo sientan igual. Es muy complejo. Intentas transmitir valores a tu hijo, pero: ¿cómo le explicas lo que tú misma no entiendes? ¿Que hay niños como ellos que huyen de su país porque hay una guerra en la que muere mucha gente y cuando llegan a lugares donde se vive en paz la gente no les deja pasar? ¿Y pretendemos que lo entiendan?

¿Cómo cambia ser madre a una mujer que baila?

Físicamente pensé que tendría que volver a conocer mi cuerpo. Siempre he sido una bailaora de fuerza, y temía que esa energía cambiara. Y así ha sido. Lo hago diferente. Me siento más fuerte, más rápida, con más sentido. Cuando me paro, lo hago con más peso. Mi cuerpo recuerda cómo funcionábamos antes, pero me ha regalado una forma de hacer aún más profunda. La naturaleza es sabia, y si he perdido algo por la edad o por la maternidad, me lo ha compensado con una nueva energía preciosa. Salgo y me como el escenario. (Risas)

“El privilegio del artista es soñar y hacer soñar. Y ayudar a quien lo necesita. Hacer olvidar un dolor, una pena. Eso da sentido a lo que hago”

¿Y emocionalmente?

La maternidad es lo más grande que he vivido, pero nunca pensé que pudiera afectar tanto en mi forma de bailar. Uno estudia y trabaja para tener una técnica sólida que puedas echar a un lado cuando toque y bailar con el alma. Pues bien, si tu corazón está pleno, se nota. Y así estoy.

Su hijo tiene 5 años. ¿Cómo se recuerda cuando tenía más o menos su edad?

Muy feliz. Empecé a bailar con 6 o 7 años en la escuela de mi madre y me veo saliendo del cole y corriendo para llegar a la clase de danza y ver a mis compañeros. Mi madre organizaba visitas a los Hogares del Pensionista de muchos pueblos de Cádiz, e íbamos con la ilusión de tener público.

¿Quién se dio cuenta de que era especial?

Ella. Creo que mis padres lo hicieron muy bien, porque cuando empiezas a bailar tan pequeña le coges mucha afición y no quieres hacer otra cosa. Mi madre no me dejó. Se esforzó en que fuera una niña como las demás. Cuando llegó el momento de ser profesional me ayudó, pero no adelantó las cosas. Hasta entonces jugábamos a bailar. Después me dijo: “Tienes una oportunidad grande, entrega todo, tómatelo en serio”; en fin, lo que unos padres deben hacer.

¿Qué es tener arte?

Camarón decía que el que tiene arte transmite, y el que, no… Hay gente que nace con eso, y hay gente que nace y además se hace. El trabajo es muy importante. Cuando ves a alguien joven que lo tiene, lo sientes enseguida. Aunque luego no llegue a nada. En la mayoría de los casos, si utilizas lo que te han dado y trabajas duro, llegas. En el flamenco se nota mucho. No te deja ser un impostor. La técnica es importante, pero sin alma y sin corazón no hay flamenco.

¿Es importante la belleza física en el mundo del baile?

Creo que no tiene importancia alguna. Habrá quien se la dé. Yo, no. La belleza está en la expresión, en el movimiento; en lo que sale de dentro de ti.

Formó su compañía con apenas 25 años. ¿Lo volvería a hacer?

¿Ahora? Supongo que sí. Fui valiente; a veces ni me lo creo. Me faltaba mucho por aprender, pero tenía una ilusión tremenda, ganas de hacer algo bonito y dejarme la vida en ello. Ha habido momentos de grandes sacrificios para mantener una compañía de flamenco tan grande. Nunca me he conformado con hacer lo que ya se sabe que funciona, cosa que respeto de otros compañeros. Siempre he intentado aportar algo más, crecer. Ojo, no he estado nunca sola; tengo un equipo impresionante, entregado, y el apoyo de mis hermanos, mi marido, mi madre. Mi familia de la danza también es mi familia de verdad.

Ha realizado más de 4.000 representaciones en todo el mundo. ¿Interesa la cultura de aquí en otros países?

Muchísimo. Si no, ese número de representaciones sería imposible. Yo salgo de gira y voy orgullosa de nuestro flamenco, de lo que somos capaces de hacer. Pero por mucho éxito que tengas fuera, de eso aquí no se entera nadie. Era muy triste comprobar cómo Paco de Lucía llenaba sus conciertos y conseguía unas críticas excepcionales, y aquí, ni una reseña. Eso sí, se llenan páginas con líos de gente que no ha hecho nada para merecerlo. Duele mucho y da mucha pena. Luego llegas aquí y el público está. Siempre está. Pero no será porque se haya fomentado el amor por nuestro arte, nuestra cultura. Es fiel y curioso incluso por encima de eso. Si encima tuviéramos algo de apoyo, montábamos la mundial.

¿Alguno de esos escenarios ha conseguido hacer que se sintiera pequeña?

Cada vez que voy a salir al escenario no levanto un palmo del suelo (risas). Te da una responsabilidad que te descompone, pero una vez se levanta el telón… Recuerdo cuando pasaba por delante de aquellos grandes teatros y pensaba: “Yo algún día bailaré ahí”. Y cuando me ha tocado lo he aprovechado al máximo. Las oportunidades, que te pillen preparada; nunca con la guardia baja. Si estás en el Royal Albert Hall, no puedes cometer un error. Allí han cantado y bailado los más grandes. Pues a estar a su altura, si no más. No somos ciudadanos de segunda en ningún caso, pero en arte y creatividad estamos muy por encima de la media y hay que estar muy orgullosos.

Ha dedicado espectáculos a Carmen, Mariana Pineda o Juana la Loca, que son mujeres o iconos con carácter…

Porque las admiro. Reales o ficticias, simbolizan la valentía. Antepusieron sus ideales y sentimientos a todo. Pineda se despidió de sus hijos sabiendo que la iban a matar por intentar crear un mundo mejor para ellos. Cuando las represento bailando, me provocan sentimientos que no conocía porque no te acercas al personaje como Sara; quieres ser él y te preguntas: ¿cómo bailaría Juana, una reina embarazada a la que se le han muerto la madre y el marido?

Parece un proceso muy interesante…

Es muy bonito. No todo el mundo lo entiende. Entre nosotros sabemos si un compañero tiene un mal día por su modo de bailar: refleja lo que le remueve por dentro. Pero cuando interpretas a un personaje, ese pie en la realidad no existe. Nunca has visto bailar a Juana La Loca; debes imaginar cómo expresaría su ilusión o su tristeza y convertirlo en movimiento. Si piensas en la rectitud de carácter de, Juana eso te marca la pauta; se desplaza en líneas rectas. Pero, a la vez, está desesperada por la infidelidad de su marido; eso lo rompe todo. Ahí hay que buscar un palo del flamenco que permita el desgarro. Me imaginé que la Pineda, mientras bordaba la bandera, bailaba como si estuviera volando. Como un símbolo de esperanza y alegría. Es muy bonito cuando ya comprendes al personaje, dejas que entre la naturalidad y la improvisación que el flamenco necesita.

¿Es más sencillo salir a escena como Sara Baras o esconderse tras un personaje?

En ciertos momentos de mi vida el personaje me ha venido muy bien. Siendo yo, no habría salido a bailar como una loca, con la cabeza perdida, si no hubiese estado encarnando a Juana. Ahora, en la madurez, sí lo haría. No es mejor ni peor mostrar lo que eres. En Voces es así. Quiero enseñar cómo soy y cómo he llegado hasta aquí por las influencias que he recibido y me han hecho hallar mi propia voz. Interpretar un papel es maravilloso, pero hacer de ti misma compartiendo ese momento tan profundo con quien te enseñó lo es más aún.

En algún momento, será usted la maestra.

No lo he pensado. No debo querer. Pero alguien me ayudará algún día a aceptar que no tengo condiciones para seguir en escena. Quizá mi marido, con el que bailo desde hace años. Tal vez nos demos cuenta, juntos, de que los cuerpos nos traicionan. Echaré de menos no sentir dolor cada mañana. Dejar suelta el alma duele. Los flamencos nos machacamos vivos; en cada función llegas a una velocidad, frenas, subes, bajas. Para alguien normal es como pasar una noche bailando y de copas. Pero sí; son cosas de la edad, y habrá un momento para decir “hasta aquí” y dejar el sitio a los que vienen, que seguro que necesitan ayuda.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...