"Si el mal te mira y callas le estás ayudando"

Spike Lee

Faro indiscutible de la cultura afroamericana, Spike Lee vuelve a aguijonear con un nuevo alegato antirracista, un filme que conecta el Ku Klux Klan, los turbulentos años setenta y la actual América de Trump, a quien el director llama, con desprecio, "Agente Naranja".

Vertical

Es uno de los directores más prolíficos de Hollywood, y sin embargo Shelton Jackson Spike Lee (1957) nunca ha sido reconocido como se merece. El Oscar honorario que recibió en el 2016 fue casi una disculpa ante las apenas dos nominaciones que había obtenido hasta entonces en sus tres décadas de carrera, una por el documental Cuatro niñas y otra al mejor guion por Haz lo que debas, la misma película de 1989 por la que recibió sus dos únicas candidaturas al Globo de Oro. Todo puede cambiar con Infiltrado en el KKKlan, el filme con el que este año se llevó el Gran Premio del Jurado en Cannes y el premio de la Audiencia en Locarno y en el que narra la historia de un policía (John David Washington, hijo de Denzel, su actor fetiche) que logra infiltrarse en la organización racista con la ayuda de un agente blanco (Adam Driver). Veterano profesor universitario y mentor de muchos de quienes hoy protagonizan la revolución afroamericana en Hollywood, Lee es un trabajador incansable que se jacta de filmar rápido y con poco dinero y que pierde la calma fácilmente cada vez que su discurso militante lo lleva a recordar a quien hoy ocupa la presidencia de EE.UU.. El director ha rebautizado a Donald Trump como Agente Naranja en clara referencia a su cabellera y al defoliante cancerígeno con el que las tropas americanas bombardeaban en Vietnam. El director se entusiasma, se va por las ramas y no le resulta difícil enojarse con el periodista, con la sociedad y contra el sistema que a su juicio ha sometido a su comunidad a un lugar marginal en la industria del cine. Pese a todo, tiene una mirada optimista. Y mientras espera para ver si se abren de una vez las puertas de Hollywood, prefiere mantenerse ocupado. Tiene 61 años y nada que demostrar, pero aun así sueña con hacer su debut en el cine de superhéroes con Nightwatch, adaptación de una historieta de Marvel con protagonista afroamericano.

¿Cómo concibió un filme que fuera tan político y actual como entretenido?

Eso ya lo he hecho antes con Haz lo que debas, que trataba un tema muy serio y terminaba con el asesinato de Radio Raheem, estrangulado por un policía de Nueva York. Algunas de mis películas favoritas, como La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, supieron como ser políticas, entretenidas y divertidas a la vez. No es fácil, porque uno siempre camina por la ­cuerda floja, pero sé hacerlo.

¿Qué es lo que hizo que quisiera contar esta historia en este momento de su carrera?

Cada filme que he hecho en los últimos 30 años es el que quería contar en ese momento de mi vida. Lo que me empujó a querer ser un narrador en la escuela de cine es lo mismo que me empuja hoy. Eso no ha cambiado y tampoco mi energía y entusiasmo por hacer lo que amo.

“Películas como ‘La naranja mecánica’ supieron ser, a la vez, entretenidas, políticas y divertidas. No es fácil porque siempre camino por la cuerda floja, pero sé hacerlo”

La escena inicial, con el teléfono y el personaje de Driver poniéndose al habla, ¿fue así como comenzaron las cosas?

Si, así es. El atractivo de la película siempre estuvo en la propuesta. Una sola frase: un hombre negro se infiltra en el KKK. Es todo lo que hace falta para que la audiencia se interese. Recuerdo que cuando Jordan Peele, que me propuso el proyecto, me contó la anécdota yo le pregunté si había ocurrido de verdad y él me dijo que sí, que me iba a enviar el libro y el guion. No es muy habitual, pero cuando tienes una frase que describe una película, es el mejor primer paso para empezar...

La historia del filme sigue siendo vigente hoy...

Eso fue lo que me interesó. Cuando Kevin Wilmott y yo nos sumamos al proyecto sabíamos cuál era el trabajo que teníamos que hacer, que era tomar la historia verídica que ocurrió a principios de los setenta y que la audiencia lo pudiera conectar con la actualidad. Esta historia ocurrió durante la guerra de Vietnam, cuando EE.UU. estaba equivocado, porque nunca deberíamos haber participado de esa guerra. La última guerra justa fue la Segunda Guerra Mundial, y todo lo que ocurrió después fue una equivocación. Yo sabía que teníamos que terminar la película en el presente. No tengo bola de cristal, por más que mis amigos me llamen Negrodamus. No tenía el final escrito, pero cuando vi lo de Charlottesville supe que lo había encontrado. Mi lema es que uno tiene que permitirse fluir, no ser rígido. Hallar la filmación apropiada de los incidentes tampoco fue fácil. Pusimos anuncios en diarios y Facebook y la gente nos envió lo que había filmado con sus teléfonos.

¿Fue difícil meter ese final?

La tragedia ocurrió después de que termináramos el rodaje. Vi todo por la CNN y sentí que tenía que incorporar a la película lo que había pasado. Alguien me dio el teléfono de Susan Bro, la madre de Heather Heyer, que fue asesinada cuando el auto apareció atropellando a todo el mundo. Una vez me dio su consentimiento decidí que esa escena iba a estar en la película porque tenemos a un hombre en la Casa Blanca que tuvo su oportunidad de decir algo al respecto, no sólo para los norteamericanos sino para el mundo, pero no denunció al KKKlan, ni a los neonazis ni a la derecha alternativa. Era un momento clave, y él podría haberle dicho al mundo que éramos algo mejor que eso que todos vimos. Lo peor es que este hombre tiene los códigos nucleares. Todas las noches me voy a la cama pensando en eso.

“He estado viendo imágenes racistas desde que era niño, no sólo sobre negros sino también sobre indígenas, mujeres e hispanos”

¿Diría que John David Washington tiene talento natural?

Sí. Tuve que darle instrucciones, pero sabía que le quería para el papel. Tuvimos una ­reunión, me preparó un vídeo y le di el papel. Así de simple.

¿Le fue más difícil conectarse con el personaje viniendo de una familia acomodada?

No creo que John David escape a la norma... sigue siendo negro. No anda por la calle con un cartel sobre su cabeza que diga “soy el hijo de Denzel”. Si la policía lo ve conduciendo por la calle, sigue siendo un hombre negro con un coche caro, y lo van a obligar a parar para pedirle los papeles.

¿Qué cree que pensaría Trump si viese la película?

Buena pregunta, porque desde los inicios del cine, se han proyectado películas en la Casa Blanca. Incluso El nacimiento de una nación de D. W. Griffith se filmó en la Casa Blanca cuando era presidente Woodrow Wilson. Y cuando vio la película dijo que era como “escribir la historia con un rayo”. Honestamente, no creo que Donald Trump vaya a ver Infiltrado en el KKKlan, aunque me parece que debería hacerlo...

¿Aprendió algo de los grupos racistas haciendo la película?

No. Crecí en EE.UU.. He estado viendo imágenes racistas desde que era niño, no sólo sobre negros sino también sobre indígenas, mujeres e hispanos. Ha sido igual desde que era un niño en Brooklyn a como es hoy en el 2018.

¿Le resultó importante confrontar ese racismo en el filme?

Es lo que he estado haciendo desde mi primer corto en la escuela de cine de NYU, La respuesta, que versa sobre un joven guionista negro que es contratado para hacer un remake por 500.000 dólares de El nacimiento de una nación, por lo que no es un tema nuevo para mí.

¿Cree que una película así puede cambiar a la sociedad?

Black Panther cambió algunas cosas. Cuando uno prepara una película en EE.UU., tiene que tener en cuenta al resto del mundo. Durante años los estudios han dicho esta mentira de que las películas negras no funcionan bien fuera de nuestro país. Cuando estás preparando un proyecto y les presentas el presupuesto, como piensan que no va a recaudar nada en el exterior, apenas si te dan lo que necesitas. Pero Black Panther barrió con ese concepto, los estudios ya no pueden decir que las películas negras no hacen dinero en el exterior.

¿Déjame salir cambió cosas?

Es que este es un ciclo que se da cada 10 años. De pronto mi teléfono empieza a sonar como loco porque todos hablan del resurgimiento del cine negro. Y luego vienen otros nueve años en los que nadie quiere hacer una película con actores negros. Creo que para que esto no sea otra vez ese mismo ciclo, la gente negra tiene que ocupar posiciones clave en la industria. En las reuniones de ejecutivos hay apenas una o dos personas negras, y no estoy hablando de Oprah Winfrey, sino de gente en los estudios que votan, a los que llamo “los guardianes de las grandes puertas”. Así es como funcionan las cosas. De acuerdo con los datos del censo, para el 2025 o quizás antes, los blancos en EE.UU. van a ser minoría. Eso implica que aunque seas racista, hacer películas sobre la comunidad negra hoy es un buen negocio. Aunque el Agente Naranja quiera echar a andar hacia atrás el reloj con muros separando familias en las fronteras, el mundo avanza y no se le puede detener.

“Debo reconocer que muchos nos dormimos en los laureles durante los años de Obama y hubo quien reaccionó en contra de haber tenido un presidente negro”

¿E individualmente se puede hacer algo para combatir el racismo?

Creo que lo más importante es que la gente se registre para ir a votar. Las elecciones de mitad de mandato están a la vuelta de la esquina. Si todo lo que ha ocurrido en estos últimos 18 meses no te ha convencido de que es hora de que vayas a votar, no sé que otra cosa te puede convencer. Debo reconocer que fuimos muchos los que nos dormimos en los laureles durante los ocho años de gobierno de Obama. Alguien se quedó dormido y así fue que se coló el Agente Naranja. Creo que hubo un segmento de la población que reaccionó en contra de haber tenido un presidente negro en la Casa Blanca. El Agente Naranja usó eso como estrategia y miren en lo que estamos metidos ahora...

¿Por qué seguimos hablando de racismo en el 2018?

Lo mejor que podemos hacer es lograr que no reelijan a Trump. Se tiene que ir.

Todos los países tienen su Klu Klux Klan, con nombres distintos...

Exacto. Este fenómeno, el del crecimiento de la derecha, es global. Infiltrado en el KKKlan no trata sólo sobre EE.UU. Si alguien ve esta película y piensa que está hablando de un grupo norteamericano específico, se está perdiendo algo muy importante. En este momento, los chivos expiatorios son los inmigrantes. Da lo mismo el país del que hables. Basta fijarse en lo que están tratando de hacer en Noruega con los niños inmigrantes. Los chivos expiatorios en todo el mundo son hoy los inmigrantes y es por eso que el Agente Naranja llama violadores a los mexicanos. Cuando la economía vaya mal, ¿a quién le van a echar la culpa? En la Alemania nazi fueron los judíos. Hitler les eligió para echarles la culpa de todo, y hoy seguimos pensando igual, lo cual demuestra que el mundo está muy mal.

“Yo nunca dije que tenía la solución para el racismo. Ese tampoco es el propósito de mis películas, sino alentar el debate. No tenemos que callarnos la boca”

¿Cree que el hombre es naturalmente racista, más allá del color de su piel?

No, es algo que se aprende. No creo que uno pueda aprender racismo en el vientre materno.

¿Siente que sus películas transmiten esperanza?

Sí. Es que creo que hay esperanza. Pero no soy ciego ni ­sordo. Uno puede tener esperanza, pero no tiene que olvidar lo que pasa. Nunca dije que tenía la solución para el racismo. Ese tampo­co es el propósito de mis pelícu­las, sino alentar el debate. No tenemos que callarnos la boca. No debemos dejar pasar las cosas cuando en nuestros corazones sabemos qué es lo que está mal. Sabemos la diferencia entre el bien y el mal. Y cuando el mal te está mirando a la cara y te quedas callado le estás ­ayudando.

¿Es consciente de que hoy es uno de los directores más respetados de Hollywood?

Yo no siento que tenga un estatus diferente al resto. No me veo así. No me puedo olvidar que cuando finalmente estrenamos Nola Darling, cuando terminó la función me paré delante del cine y salió un adolescente de gafas gruesas que me dijo: “Hola, mi nombre es John Singleton. Estoy en secundaria y quiero hacer películas como tú”. Es real. Hoy hay gente haciendo películas porque se inspiraron en los filmes de John Singleton (Los chicos del barrio, Cuatro hermanos...). Es un ciclo.

¿Cual es su conexión con la música?

Mi padre era un gran músico de jazz. Se llamaba Bill Lee. Tocaba en todas partes. Fue el bajista de Bob Dylan, Odetta, Peter Paul and Mary, Judy Collins, Josh White. También hizo la música para mi película de tesis en NYU, cuando estaba en la universidad. Así como la de Nola Darling, Aulas turbulentas, Haz lo que debas y Cuanto más, ¡mejor! Crecí escuchando el jazz que tocaban en casa. A mi madre le encantaba Sinatra. Si yo escuchaba Motown o los Beatles, mi padre me decía que quitara esa música horrible. Era un purista del jazz. Antes de ser director de cine amaba la música y siempre lo haré.

“Crecí escuchando el jazz que tocaban en mi casa. A mi madre le encantaba Sinatra. Si yo ponía Motown o los Beatles, mi padre me decía que quitara esa música horrible”

¿Su madre era maestra?

Sí. Mi madre, que falleció, enseñaba literatura negra, por lo que en mi casa tuvimos una gran ventana a las artes desde temprana edad, no porque quisieran que fuésemos músicos o cineastas, sino porque mi madre pensaba que íbamos a ser individuos más completos si teníamos contacto con el arte. A mi madre, que tuvo una gran influencia en mí, le encantaba el cine, mi padre lo detestaba. Mis dos grandes pasiones me llegaron así, una, a través de mi madre, y el deporte, por mi padre. Él no quería ir al cine ni al teatro, era ella la que nos llevaba, no porque pensara que yo iba a dirigir películas algún día sino porque no quería ir sola al cine. Yo disfruta­ba acompañándola, pero lo que de verdad quería era ser jugador de béisbol. Mi sueño era ser segunda base para los New York Mets, pero la genética conspiró contra eso y no fue posible.

¿De aquellas películas que vio con su madre, cuáles sigue recordando?

Me llevó a ver Agente 007 contra el Dr. No, ¡Qué noche la de aquel día!, Un beso para Birdie... Digamos que mi madre plantó la semilla cuando yo era un niño al que arrastraban al cine porque no quería ir...

Alguna vez dijo que iba a llegar un momento en que no le iban a describir como un director negro, sino simplemente como un director. ¿Ha llegado ese momento?

Me resulta difícil saberlo, porque eso depende de la percepción de los demás, pero supongo que hoy diría lo mismo que en aquel entonces. No me molesta que la gente agregue la palabra negro después de director. No sé si siempre será así. No es algo que me importe demasiado, sobre todo porque no siento que sea menos porque sea un director negro. No es algo negativo.

Hizo un documental sobre Michael Jackson. ¿Tenía una relación personal con él?

No éramos amigos, pero crecí con él. Yo nací en 1957, y él, en 1958. Cuando él estaba con los Jackson 5 y usaba un afro, yo también tenía uno. Una de las cosas asombrosas de mi vida es que pude trabajar con mucha gente a la que admiré mucho, como Michael; hice vídeos con él, Stevie Wonder, Prince...

¿Sus hijos ven el mundo de una manera diferente?

Por supuesto. Ellos no vieron el asesinato de Malcolm X y Robert F. Kennedy como los vi yo. No vieron los manguerazos y los perros que usaron contra los residentes de Birmingham. Yo vi todo eso mientras crecía. Ellos lo han leído en los libros de historia. Yo crecí durante el movimiento por los derechos civiles y Vietnam. Si naciste en 1957, lo viste todo: la revolución sexual, las drogas, las guerras, los asesinatos...

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