Amor multidimensional

Sophie Marceau

Amor, pasión, infidelidad… A veces la ficción se entremezcla con la realidad de forma insospechada. El azar –o no…– ha querido que Sophie Marceau estrene en España la película 'Reencontrar el amor' cuando acaba de separarse del actor Christopher Lambert.

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Sophie Marceau. Foto de Roger do Minh

Sophie Marceau recibe al Magazine en el Café de l’Alma, no lejos de la torre Eiffel. Es un establecimiento típicamente parisino, elegante y discreto. Como ella. Se nota que la actriz es una clienta habitual. Su presencia no despierta ninguna atención particular ni altera el ritmo del local, cuya tranquilidad se ve no obstante seriamente perturbada por las cercanas obras de la futura iglesia ortodoxa rusa de París, cara a Vladímir Putin.

La actriz más popular de Francia, elegida parisina del año 2014 por los lectores de Le Figaro, acaba de estrenar en España Reencontrar el amor. Realizada por Lisa Azuelos, que ya la dirigió en LOL, y coprotagonizada por François Cluzet –el inolvidable tetrapléjico de Intocable–, el filme aborda el inesperado encuentro y fulgurante enamoramiento de un hombre y una mujer en la cuarentena –casado, él, recién divorciada, ella–, enfrentados al desafío de la infidelidad.

Una historia mil veces contada en la literatura y en el cine. Y que seguirá siendo contada, incansablemente, obstinadamente, mientras la vida de hombres y mujeres siga bailando al son de los caprichos del corazón. Todo el interés reside, pues, en cómo se escribe, en cómo se explica. “Cuando leí el guión, me pareció que trataba el tema de un modo diferente, eficaz y justo –argumenta la actriz–, la historia se mantiene siempre en el filo entre la fantasía y la realidad. Encontré que era una bella alegoría del amor”.

"Nos movemos en el mundo físico. Y cuando las cosas devienen físicas, devienen también morales, estructurales, societales, graves... El mundo físico en el que todavía estamos hoy es un mundo cojo, incompleto"

"Hay siempre dolor en el amor. En el amor hay mucho de todo. Mucho deseo, mucho placer... y mucho dolor también"

Mientras habla, Sophie Marceau mueve expresivamente las manos, unas manos largas y delgadas, que tiende con firmeza en el momento de saludar. De cerca, es como en la pantalla. No hay engaño ni artificio en esta espléndida mujer de 47 años cuya mirada, intensa e inteligente, parece escudriñar en el interior de su interlocutor y cuya voz, ligeramente ronca, envuelve como una tela de araña.

La película de Lisa Azuelos, que escribió el guión pensando en Sophie Marceau –su actriz “fetiche”, según propia confesión– y que se reservó el papel de esposa de François Cluzet, juega constantemente con la realidad y la fantasía, mezclando lo que los personajes hacen con lo que imaginan, sueñan o temen, a medida que la tela del amor se va tejiendo a su alrededor. La realizadora ha querido superponer en su relato diferentes dimensiones, partiendo de la convicción de que –como explica la física cuántica– la realidad es multidimensional y está compuesta de universos paralelos. No porque sí la versión inglesa de la película se titula Quantum of love… “En el amor estamos también ante una dimensión cuántica. El amor no es tangible, pero nos atraviesa. Yo creo en la dimensión cuántica de todo. Un día podremos estar aquí y en otro lado en el mismo instante”, se adhiere Marceau.

¿Quiere decir que algún día se podrá amar a dos mujeres (o a dos hombres) a la vez sin estar loco, como dice el bolero?

Eso será posible cuando podamos estar aquí y en otro lado al mismo tiempo… ¡Jajaja!

Mientras tanto, es una ecuación irresoluble…

Lo es porque nos movemos en el mundo físico. Y cuando las cosas devienen físicas, devienen también morales, estructurales, societales, graves… El mundo físico en el que todavía estamos hoy es un mundo cojo, incompleto. Estamos entre dos mundos.

Entre dos mundos se encuentra, en efecto, el protagonista masculino de la película interpretado por Cluzet. Abogado penalista de éxito, Pierre es un hombre felizmente casado desde hace 15 años con una anticuaria, con la que tiene dos hijos. Es un profesional reconocido, un marido satisfecho, un padre realizado. Todo le sonríe, nada le falta. O eso cree. Porque toda su seguridad se derrumba el día en que por azar –o por el destino– conoce a Elsa, una escritora recién divorciada con tres hijos adolescentes… Reacia a liarse con un hombre casado, el personaje encarnado por Sophie Marceau tiene al principio tantas reticencias como su partenaire, determinado a no desviarse del camino correcto. “Yo amo a mi mujer y soy fiel”, espeta a las primeras de cambio a modo de solemne declaración. A modo de escudo protector, también.

Porque en el instante mismo en que pronuncia estas palabras sabe que la atracción que siente por Elsa le arrastra irresistiblemente en sentido contrario. Como a un adolescente. Lisa Azuelos explicaba que para filmar una escena de la película pidió a los dos actores que se comportaran como si tuvieran 15 años… ¿No es siempre así en el amor, se tenga la edad que se tenga? “Sí, así es, porque es en la primera vez en la que es más fuerte el momento amoroso –comenta la actriz–. Es como todas las primeras veces, es particular. También en el dolor, ¿eh?, en toda la complejidad del sentimiento amoroso”.

El amor siempre va acompañado de dolor de alguna forma…

Hay siempre dolor en el amor. En el amor hay mucho de todo. Mucho deseo, mucho placer… y mucho dolor también.

¿Y miedo?

El miedo es el sentimiento más primitivo de todos, es muy animal, es muy difícil tomar conciencia de él y controlarlo. No es un buen sentimiento. El miedo puede inmovilizar.

No parece ser el miedo, sin embargo, lo que frena a Pierre en la película, sino más bien sus convicciones morales. “Hay mucha moral, mucha cultura, en todo esto –prosigue Marceau–. En nuestro comportamiento influye dónde hemos nacido, la educación que hemos recibido, cómo nos hemos construido a nosotros mismos. Las sociedades han sido más severas y restrictivas en el pasado, hoy las cosas han evolucionado”.

Restrictivas y severas han sido y son sobre todo con las mujeres…

¡Desde siempre! El pueblo que ha sido más martirizado en la historia de todos los tiempos son las mujeres. Y todavía lo son. Las cosas, como en todo, han evolucionado también en este caso. Hoy las mujeres votan, trabajan, ganan dinero, además de todo el resto (ser madres y ocuparse del hogar). Pero más nuestras sociedades serán tolerantes, más se van a endurecer las cosas en otros lados en nombre de los valores de antes.

"Pienso que si nos dejamos siempre un espacio de libertad de pensamiento, envitaremos la frustración. Tenemos que confiar en nosotros mismos, en nuestro juicio"

¿Dónde empieza realmente la infidelidad? ¿En qué momento se traspasa la línea que no debe ser traspasada? “La infidelidad es tanto física como mental, estamos hechos de las dos cosas –subraya Marceau–. Cuando uno se enamora, cuando uno no sólo siente deseo de hacer el amor con la otra persona, que también, sino de estar en su compañía, de hablar con ella, a partir del momento en que se convierte en una obsesión, ya hay infidelidad”. “Después –prosigue– está la etapa física, que los dos personajes de la película no quieren traspasar pensando que de este modo sólo habrán sido medianamente infieles. Medianamente es menos que enteramente, es un término medio…”.

Sophie Marceau no parece una mujer de compromisos ni de medias tintas. En su vida personal no ha dudado –o no ha dudado más que cualquier otro– a la hora de poner fin a una relación sentimental y empezar una nueva historia. “Si alguien deja a su mujer es porque no es feliz con ella, si alguien deja a su marido es porque no es feliz con él”, reflexiona en voz alta. ¿No es posible ser feliz en su pareja y sin embargo enamorarse de otra persona, como Pierre? “Todo puede pasar. En el amor todo puede pasar…”.

La actriz ha tenido, que se sepa, tres hombres importantes en su vida: el realizador polaco Andrzej Zulawski, con quien estuvo casada entre 1984 y el 2001, y con el que tuvo un hijo, Vincent, que hoy tiene 19 años; el productor norteamericano Jim Lemley, a quien conoció en 1999 en el rodaje de la película de la serie de James Bond El mundo nunca es suficiente, con quien estuvo unida entre el 2000 y el 2007, y del que tuvo otra hija, Juliette, hoy de 12 años, y el actor francés Christophe Lambert, a quien conoció en el 2007 durante el rodaje de su segundo largometraje como directora, La desaparecida de Deauville, y con quien acaba de romper. Cuatro días después del encuentro en el Café de l’Alma, la secretaria de Sophie Marceau comunicó oficialmente a la agencia France Presse la “separación amistosa” de la pareja.

“Existe una moralidad social, de grupo. Pero creo que individualmente tenemos derecho a nuestra propia moralidad personal. Y el sentimiento del amor puede empujarte a hacer cosas que van en contra de tu cultura y de tu educación”, reflexio­naba en aquel momento Marceau. “Hay que buscar la armonía, tratar de hallar lo justo –decía–. Hay que dar una oportunidad a las cosas, hay que pensar en los demás, pero también confiar en nosotros mismos. Sin modelos, nos da miedo quedarnos solos con nosotros mismos, tememos decirnos que en el fondo somos un personaje horrible que va a hacer lo peor… Pienso que si nos dejamos siempre un espacio de libertad de pensamiento, evitaremos la frustración. Tenemos que confiar en nosotros mismos, en nuestro juicio”.

"No creo en el azar. Cuando nuestra sed de amor necesita expresarse, nosotros mismos vamos a desencadenar el azar, el encuentro..."

En 34 años de carrera, Marceau ha rodado más de 40 filmes y ha realizado dos largometrajes, pero nunca ha sentido lo de ser actriz como vocacional

La película de Lisa Azuelos, cuyo título original en francés es Une rencontre (un encuentro), aborda la cuestión del azar, en el que la realizadora a todas luces no cree. O quiere no creer. “El azar es cuando Dios quiere mantener el anonimato”, dijo una vez Albert Einstein, una cita que es reproducida en el filme. “Yo tampoco creo en el azar”, declara Marceau: “Creo que el amor, el encuentro con una persona, viene de la necesidad. Creo que hay una predisposición, una orientación, una disponibilidad… que inconscientemente ponemos en evidencia y que nos convierte en receptivos hacia lo que estamos buscando. Pero es muy inconsciente. Cuando nuestra sed de amor necesita expresarse, nosotros mismos vamos a desencadenar el azar, el encuentro…”.

Para no creer en el azar, la entrada de Sophie Marceau en el cine no pudo ser más azarosa. Nacida en una familia modesta de Gentilly, en “la banlieue comunista” de París –como a ella misma le gusta subrayar–, hija de un camionero y una dependienta que se divorciaron cuando ella tenía nueve años, la futura actriz pronto quiso ser independiente y ganarse la vida por sí misma. No soñaba con el cine, ni siquiera se le había pasado por la cabeza, cuando, con 12 años, se inscribió en una agencia de modelos infantiles. “Trabajaban sobre todo con bebés, yo ya era demasiado vieja”, se sonríe… Cinco meses después la llamaron por primera vez para pasar un casting –“Nunca había oído semejante palabra, no sabía ni lo que quería decir”, admite–, al que se presentó y del que salió con el papel protagonista de la película La Boum (1980), la historia de los amoríos de una adolescente que la lanzó a la fama.

Tras ese primer y precoz éxito, cuya secuela –La Boum 2– le valió en 1983 el César a la mejor esperanza femenina, Sophie Marceau empezó a encadenar trabajos y se acabó convirtiendo en una estrella. No sólo en Francia, sino también en el resto del mundo, en China particularmente. Su fama internacional la debe a sus esporádicas incursiones en el cine de Hollywood, que empezó en 1995 con su participación en Braveheart, junto a Mel Gibson.

En estos 34 años de carrera Marceau ha rodado más de 40 filmes y ha realizado dos largometrajes –El alba al revés y La desaparecida de Deauville–, además de intervenir en algunas obras de teatro. Pero lo de ser actriz nunca ha llegado a sentirlo como una vocación. “Nunca verdaderamente –confiesa–. Me gusta actuar, este trabajo me ha permitido desarrollarme. Pero después de tanto tiempo, no sé, es un oficio complicado… Lo cierto es que yo me cuestiono constantemente”.

Sophie Marceau, como los dos protagonistas de la película, está en esa edad en la que a veces hombres y mujeres se interrogan sobre su vida y se plantean acaso un nuevo comienzo. Esa necesidad de cambiar también la siente la actriz francesa. “Sí, totalmente. Yo me mudo constantemente, me he mudado dos veces en dos años… Siento necesidad de aligerarme, de no vivir en el pasado. Es algo que no he hecho nunca. Y así sigo. Debemos vivir el momento presente”.

Su mirada se detiene por unos instantes en un lugar impreciso y calla. “Ha pasado una buena parte de la vida, ¿eh? –añade–. Pero en realidad sólo estamos en la mitad. Tenemos el máximo de energía y de conocimiento, tenemos las cosas un poco arregladas, para empezar la segunda parte”.

1980  La Boum

No hay un antes, pero sí un largo y exitoso después tras la película de Claude Pinoteau, en la que una jovencísima Sophie Marceau de 14 años daba vida a una adolescente, Vic, que se enfrentaba por primera vez al amor.

1999  El mundo nunca es suficiente

Tras actuar en Braveheart, Marceau se sumó a una nueva superproducción hollywoodiense, al adoptar el papel de la pérfida Elektra King en la 19.ª entrega de la serie del agente James Bond 007 dirigida por Michael Apted.

2000  La fidelidad

Pareja durante 17 años del realizador polaco Andzrej Zulawski, con quien tuvo un hijo, Marceau actuó en cuatro de sus filmes. El último coincidió con su ruptura sentimental.

2009  LOL

Casi treinta años después de La Boum y de la mano de Lisa Azuelos, Sophie Marceau cambió los papeles y adoptó el de una madre enfrentada al distanciamiento de su hija adolescente.

2014  Reencontrar el amor

La última película de la actriz, protagonizada junto a François Cluzet

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