"Hemos de emigrar a otros planetas"

Stephen Hawking

Magazine publicó el 28 de junio del 2009 una entrevista a Stephen Hawking. En ella, el científico apuntaba ya que la viabilidad futura de la humanidad pasaba lejos del planeta Tierra. Algunas de sus respuestas han quedado superadas por los descubrimientos científicos ocurridos en los últimos nueve años, pero respetamos el contenido original.

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No es fácil entrevistar a Stephen Hawking, uno de los científicos más importantes del planeta y el más mediático y conocido de todos, a causa de una enfermedad que le impide moverse, le obliga a viajar con un equipo de siete personas, desplazarse en una moderna silla de ruedas –que, apretando un botón, se convierte en cama para que pueda hacer la siesta– y hablar a través de un complejo equipo informático, que activa con el movimiento de su mejilla y que le permite una velocidad de tan sólo una o dos palabras por minuto. Hawking habla escribiendo a través de un ordenador desde que en 1985 le practicaron una traqueotomía. Si se equivoca, mueve frenéticamente la mejilla para borrar la palabra mientras una gota de sudor se desliza por su sien. Una vez da el visto bueno a lo escrito, con otro leve movimiento de pómulo, activa un sensor en sus gafas que a la vez pone en marcha un sintetizador de voz que lee sus frases.

“Como pueden ver, la máquina tiene acento americano –explica–, al principio me molestaba, pero ahora me he dado cuenta de que me sirve para ligar, me hace más joven.” Su sentido del humor se mantiene intacto (“si no, la gente ni se me acercaría, ¿verdad?”), ajeno al hecho de que, día a día, avanza su parálisis y de que, desde hace dos años y medio, ni siquiera puede mover los dedos. El Magazine le acompañó, con calma, durante una semana, en la visita que realizó a Galicia a finales del pasado septiembre, donde recibió el I premio Fonseca de divulgación científica. Una parte de las preguntas le fue facilitada con tiempo y la trajo ya respondida desde Cambridge, otra parte la respondió en su habitación del hotel. Otras pocas, en el momento, durante sus visitas al cabo Fisterra o Santiago, en un proceso lento del que surgían monosílabos o frases muy cortas. Y, finalmente, su asistenta, Judith Croasdell, le ayudó a completarlo todo con frases que Hawking ya había grabado otras veces.

“El futuro de la raza humana, a largo plazo, será en el espacio; es ya muy difícil evitar un desastre en la Tierra en los próximos cien años, no le digo ya en mil o un millón”

Tras el impacto inicial, uno enseguida se acostumbra al sistema de comunicación de este hombre de ojos azules, pelo rubio y mirada dulce, que se mueve extrañamente entre multitudes que le aclaman, como si fuera una estrella del rock, pues se han tenido que hacer obras en su hotel para acogerle y le sigue un séquito de varios cuidadores físicos, un médico, una secretaria y un informático. Este último, Sam Blackburn, cuenta que “su ordenador tiene 3.000 palabras introducidas, pero él puede deletrear las que quiera, activando el ratón con el sensor. Todo es lento, y a veces interfiere la luz del sol, pero es el único sistema posible”. El pasado abril, una infección pulmonar hizo temer por la vida de este hombre de 67 años, pero al cierre de esta edición su familia apuntaba que su salud había mejorado. A pesar de todas sus limitaciones, Hawking marcó en Galicia un intenso ritmo a su equipo y cambió constantemente su programa para visitar lugares no previstos. Todo a su alrededor es un emocionante canto a la fuerza de la voluntad y a superar las propias limitaciones.

Con lo bonita que es Galicia, ¿qué necesidad hay de viajar al espacio, señor Hawking?

Galicia me ha encantado. Uno de los momentos más emocionantes que he vivido últimamente ha sido realizar un trecho del camino de Santiago y asistir al vuelo del botafumeiro en la catedral. Encontré muy simpático que el deán no realizara referencias muy religiosas en su discurso y se refiriera a mí como “peregrino de la luz”. Me han gustado mucho las ostras y el albariño. Pero ello no se contradice con que tenga previsto, además, un viaje al espacio para diciembre del 2009, gracias a la generosidad de Richard Branson (el dueño de Virgin), porque quiero alentar los vuelos espaciales tripulados. A largo plazo, el futuro de la raza humana deberá transcurrir en el espacio. Si deseamos que la especie humana tenga un futuro, es decir, continúe existiendo durante otro millón de años más, tendremos que emigrar e ir, sin ninguna duda, allá donde nadie ha ido antes.

Pero ¿se sabrá vivir ahí fuera?

Nuestra experiencia con la Estación Espacial Internacional muestra que es posible que los seres humanos sobrevivan durante meses alejados del planeta Tierra. Sin embargo, la gravedad cero a bordo provoca numerosos e indeseables cambios psicológicos y debilitamiento de los huesos, así como problemas prácticos con líquidos. Sería deseable, entonces, una base a largo plazo para que los seres humanos pudieran asentarse en un planeta o en una luna, en condiciones similares a las terrestres. Perforando la superficie, se conseguiría aislamiento térmico y protección frente a los meteoritos y los rayos cósmicos. Ese planeta podría servir también como fuente de materias primas por si la comunidad extraterrestre tuviera que automantenerse independientemente de la Tierra.

Pero ¿no es posible salvarse sin salir de la Tierra?

El futuro de la raza humana, a largo plazo, será en el espacio. Es ya muy difícil evitar un desastre en el planeta Tierra en los próximos cien años, no le digo ya en los próximos mil o un millón de años. Los humanos no deberíamos poner todos los huevos en la misma cesta, en el mismo planeta. Esperemos poder evitar que la cesta se caiga antes de haber esparcido la carga, que somos nosotros. En el pasado, los descubrimientos científicos supusieron ventajas para nuestra supervivencia. Pero hoy puede suceder lo contrario: que nuestros descubrimientos científicos nos destruyan a todos.

“Se empezará a introducir correcciones en el ser humano, no lo dude; se descubrirá cómo modificar la inteligencia”

La clave secreta del universo (Montena), que ha escrito usted junto a su hija Lucy, es su primera novela de ficción, y en ella se ve cómo una niña va descubriendo el funcionamiento del cosmos. Usted consiguió con su Historia del tiempo (1988) que los ensayos sobre temas científicos se convirtieran en best sellers. ¿Por qué se ha pasado a la ficción?

Para intentar cambiar las cosas. La baja estima en la que se tiene a la ciencia y a los científicos está teniendo serias consecuencias. Cada vez menos gente desea convertirse en científico, es un oficio que pierde glamur. Los niños quieren ser otras cosas. Y esto es un auténtico desastre, porque el mundo es cada vez más científico. Esta novela es un pequeño paso para alentar a las nuevas generaciones. Yo estudié física y cosmología porque quería respuestas a grandes preguntas: por qué estamos aquí, de dónde venimos. No hay nada como la emoción del descubrimiento, cuando encuentras algo que nadie antes conocía.

¿Por eso lo ha escrito? ¿No hay otras razones?

Claro. Trabajar en el libro nos acercó a mi hija Lucy y a mí. Una de las pocas cosas que lamento es que mi condición física impidió que pudiera jugar con mis hijos tanto como me habría gustado. Esto fue una idea de Lucy, hace unos tres años. Me dijo: “Papá, ¿por qué no escribimos un libro de ciencia para niños?”.

¿Se sabrá algún día por qué existe el universo y por qué existimos los humanos?

La ciencia está contestando cada vez más preguntas que solían ser antes dominio de la religión. La cuestión última que la religión puede reclamar como propia es el origen del universo, pero incluso aquí la ciencia está haciendo progresos, y pronto debería proveernos una respuesta definitiva. Algún día las grandes preguntas que hoy nos hacemos nos parecerán tan obvias como que la Tierra gira alrededor del Sol.

Pero esa explicación científica no tiene por qué contradecir la existencia de Dios, ¿no? Porque la ley científica podría ser fruto de su diseño, ¿o no?

Esa es la cuestión: ¿fue el modo en el que comenzó el universo escogido por Dios por razones que no podemos entender, o fue determinado simplemente por una ley científica? Yo creo en la segunda opción. Si le parece, puede llamar a las leyes científicas Dios, pero no se trataría entonces de un Dios personal, al que poder conocer y hacerle preguntas. Ese Dios sería como la encarnación de las leyes de la naturaleza. Pero entonces no podría intervenir en el universo para romper esas leyes, porque él mismo es la ley. Y esa no es la visión usual de un Dios ­omnipotente.

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Si existiera, ¿qué le preguntaría usted?

Le diría: “Tío, ¿cómo llegó a ocurrírsete algo tan complicado como la teoría M en once dimensiones?”.

Pero ¿no cree que, de algún modo, siempre se necesitarán dioses?

El universo está gobernado por leyes científicas. Estas leyes deben cumplirse sin excepciones o, si no, no serían leyes. Eso no deja mucho espacio para los milagros…

Usted declaró una vez que ya no se estaba a tiempo de que la evolución haga más inteligentes a las personas y que era mejor autodiseñarse. ¿Está hablando de crear una superraza en el laboratorio? Suena inquietante…

Una vez leído el libro de la vida en el proyecto del genoma humano, se empezarán a introducir correcciones en el ser humano. No lo dude. Estoy convencido de que durante los próximos cien años se descubrirá cómo modificar tanto la inteligencia como instintos negativos, como la agresividad. Los gobiernos, claro, promulgarán leyes contra la ingeniería genética con humanos. Pero el mundo es muy grande y, en algún remoto lugar, alguien no será capaz de resistir la tentación de mejorar características humanas como el tamaño de la memoria, la resistencia a enfermedades o la duración de la vida. Una vez que aparezcan tales superhumanos, cada vez habrá más y surgirán conflictos políticos muy graves porque estos superhombres convivirán con los humanos no mejorados, que serán incapaces de competir con ellos. ¿Qué les pasará a esos humanos que serán como nosotros? Presumiblemente morirán o se convertirán en irrelevantes. En su lugar habrá una raza de seres autodiseñados que se mejorarán a sí mismos a ritmos cada vez mayores.

Usted busca una teoría física completa y unificada, que lo explique todo. ¿Eso es posible?

En 1980 dije que se podría encontrar una teoría del todo antes de finales de siglo. Esta sigue siendo mi previsión, pero ahora me refiero al siglo XXI… Si alguna vez conseguimos hallar esa teoría del universo, sería el mayor triunfo del razonamiento humano.

¿Tiene que ver eso con sus intentos de conciliar la teoría de la relatividad con la teoría cuántica?

Sí. Hoy lo explicamos todo mediante dos teorías parciales, que son los grandes hitos intelectuales de la primera mitad del siglo XX: la teoría de la relatividad, que describe la estructura a gran escala del universo, y, por otro lado, la mecánica cuántica, que trata fenómenos a escala reducidísima, como una billonésima de milímetro. Desgraciadamente, ambas teorías no pueden ser correctas a la vez. Por eso buscamos reconciliarlas. Roger Penrose y yo demostramos que la teoría de la relatividad de Einstein predecía que el espacio-tiempo comenzó en el big bang, y que todo acabará en un agujero negro. Para entender cómo comenzó el universo, y lo que sucede con los agujeros negros, tenemos que combinar la teoría cuántica y la relatividad. Conseguir una sola teoría que describa todo el universo. En eso estoy.

Ha dedicado su libro La gran ilusión al trabajo de Albert Einstein, al que tanto admira. Haciendo de abogado del diablo, ¿podría decir cuál fue el error más grande que él cometió?

En realidad, su mayor error podría acabar siendo un gran acierto. Einstein se dio cuenta de que el universo no podía ser estático, de acuerdo con las leyes de la relatividad general. Para forzar al universo a un estado eternamente estático, Einstein introdujo un término ad hoc en sus ecuaciones de campo conocido como la constante cosmológica. Cuando Edwin Hubble descubrió la expansión del universo en 1929, Einstein se dio cuenta de su equivocación y se refirió a la constante cosmológica como “el mayor error de mi vida”. Pero, en los últimos años, la constante cosmológica se ha vuelto a introducir en las teorías como una energía oscura que impregna el universo. Observaciones recientes de supernovas lejanas sugieren que la energía oscura está, de hecho, provocando una aceleración de la expansión del universo.

“Para entender cómo comenzó el universo, tenemos que combinar la teoría cuántica y la relatividad, conseguir una sola teoría; en eso estoy”

Hasta la fecha, el famoso bosón de Higgs no ha sido observado, ni siquiera en el acelerador de partículas (LHC) del CERN…

Creo que será mucho más interesante que no se encuentre el Higgs. Nos mostraría que algo de nuestra teoría está mal y que necesitamos volver a pensar sobre ello. Como sabe, me he apostado 100 dólares a que no lo encontraremos. Pero, bromas aparte, hay que tener claro que ese experimento es vital si la raza humana no quiere hacer el ridículo. El presupuesto del LHC, sumado al del programa espacial, juntos, cuestan menos de una décima parte del porcentaje del PIB mundial. Si la raza humana no puede permitirse eso, entonces no se merece seguir existiendo.

Usted siempre habla de ciencia, pero ¿cómo se definiría ideológicamente?

Soy socialista, ideológicamente, de modo que me encuentro más cerca de Gordon Brown que de Peter Cameron. No me gustó nada la política de Blair, especialmente respecto a la guerra de Iraq. Creo que Brown es un buen hombre, y yo siempre he votado a los laboristas.

¿Le preocupa el cambio climático?

Muchísimo. Como también me preocupa que estemos entrando en una segunda era de proliferación nuclear. Los científicos tenemos una responsabilidad especial: informar al público y aconsejar a los líderes políticos acerca de los peligros que afronta la humanidad. Tenemos el deber de alertar de los riesgos innecesarios que vivimos cada día y de los peligros que prevemos si los gobiernos y las sociedades no emprenden acciones.

¿Se podrá viajar en el tiempo?

Dado que el tiempo es relativo, y transcurre más rápidamente en ciertas circunstancias, sabemos que es posible viajar al futuro, por ejemplo, enviando muy muy lejos una nave espacial, acelerándola hasta la velocidad de la luz, lo que haría que para sus tripulantes hubiera pasado menos tiempo que en la Tierra, con lo que, al volver a nuestro planeta, habrían viajado al futuro. ¿Al pasado? Si se pudiera volver a 1475, cuando nació Alonso de Fonseca, el padre de la Universidad de Santiago, solamente se podría observar su nacimiento, pero no se podría cambiar la historia. Se puede entender lo que pasó, pero no se puede volver y evitar, por ejemplo, que Fonseca nazca.

En 1963 le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica. A pesar de ello, usted ha seguido con una brillante carrera como investigador. ¿Cuál es el truco?

No tengo nada positivo –o casi nada– que decir acerca de la enfermedad neuronal motora que padezco, pero sí que me enseñó a no compadecerme, porque hay otros peor que yo, y porque yo pude seguir con lo que quería hacer. Quejarme sería inútil y una pérdida de tiempo. Es verdad, además, que soy más feliz ahora que antes de desarrollar este mal. Yo le diría a toda la gente que lo está pasando mal que hay salida de cualquier agujero negro… porque no hay mayor agujero que este en el que vivo. Mis expectativas fueron reducidas a cero cuando tenía 21 años, los médicos me diagnosticaron una enfermedad que en la mayoría de los casos concluye con el fallecimiento del paciente. En concreto, me dijeron que no acabaría con vida mi doctorado, y desde entonces todo me parece un extra. Aquel fue mi periodo oscuro, sufrí una depresión, me preguntaba por qué me tenía que suceder aquello a mí, pero finalmente decidí seguir viviendo y luchar. Conocí a mi primera esposa, tuve hijos y acabé mi doctorado, con un trabajo que sentó las bases matemáticas del big bang. Pasé de sentirme lo más bajo a ser un héroe. No me rendí, y tuve la suerte de poder trabajar en física teórica, una de las pocas áreas en las que la discapacidad no es una seria desventaja.

Mi principal descubrimiento fue que los agujeros negros no eran totalmente negros. Y sigo investigando, publicando y dirigiendo trabajos de algunos alumnos de posgrado. ¿Un truco? La consistencia y la determinación de seguir en contra de todas las probabilidades. Y tratar de llevar una vida lo más normal posible.

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