"Lo mejor que me ha pasado es que sigo estando aquí”

Tom Hanks

Emergiendo de los misterios del Langdon de Dan Brown, Tom Hanks estrena 'Sully', que, dirigida por Clint Eastwood, recrea un aterrizaje milagroso en el 2009. El actor, con buen humor, cuenta cómo es rodar con Eastwood y cómo se logra una larga y exitosa carrera.

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En julio cumplió los 60 años y no hay premios o reconocimientos que no haya conquistado. Dueño de una fortuna personal que se acerca a los 360 millones de euros, Tom Hanks no sólo ocupa un lugar de privilegio entre los actores de primer nivel de Hollywood, sino que es igualmente exitoso como productor, como uno de los propietarios de Playtone, firma que ha hecho posibles series como Lewis and Clark y Olive Kitteridge.

Aunque hoy bien podría dedicarse a disfrutar del prestigio obtenido en sus cuatro décadas de carrera, Hanks aprovecha que sus hijos ya son mayores para pasar de un plató al siguiente. Su labor en Sully, la biografía del piloto que en enero del 2009 logró hacer aterrizar un Airbus A320 en el río Hudson, lo ha colocado entre los potenciales aspirantes a una nominación al Oscar que, de concretarse, sería la sexta en su carrera. Además, hace poco le volvimos a ver en Inferno como el criptólogo Robert Langdon, uno de los personajes más populares que le ha tocado interpretar. Más ocupado que nunca, este año protagonizó Esperando al rey, segunda colaboración con el alemán Tom Twyker, y ya ha concluido el rodaje de The Circle, un thriller en el que no sólo encabezó el elenco sino que también ejerció de productor y que se prevé estrenar en Estados Unidos el próximo abril.

¿Cuánto sabía sobre el capitán Sully cuando Clint Eastwood le ofreció protagonizar esta película?

Bastante. Le conocía personalmente. En alguna fiesta de los Oscar alguien se me acercó y me preguntó si quería conocer a Sully Sullenberger y respondí de inmediato: “Claro, el del milagro en el Hudson”. Me lo presentaron y estuvimos hablando un rato. Y cuando me mandaron el guión, me lo leí enseguida, porque me pareció un maravilloso mapa cinematográfico. Conozco a Clint Eastwood lo suficientemente bien como para atreverme a llamarle por teléfono de inmediato y preguntarle qué pensaba del proyecto. Y en esa conversación me enteré de que íbamos a tener que comenzar a filmar en octubre, si queríamos hacerlo en el Hudson. Me explicó que la mayor parte del rodaje se iba a hacer en Atlanta... En unos 35 minutos de conversación telefónica lo arreglamos todo, pero este tipo de situaciones nunca se dan así, a menos que el guión sea tan bueno como lo era este.

¿Ha cambiado su apreciación de la industria de la aviación comercial a partir de su trabajo en esta película?

Sí, claro. A partir de esta experiencia tengo ciertas preguntas sin respuesta sobre cómo funciona esa industria. Por ejemplo, le pregunté a Sully si a partir de lo que le ocurrió a él habían cambiado las reglas de seguridad, que siguen un protocolo larguísimo, y él me dijo que no habían cambiado nada. Cuando le pregunté por qué no lo habían hecho, me explicó que eso hubiera requerido pagarle a alguien para que reescribiera esas reglas, y luego US Airways iba a tener que reemplazar los libros de reglas en todos los aviones. Como no querían gastar dinero, nunca cambiaron las reglas. Tampoco dan de comer a los pilotos, deben comprarse su comida antes de abordar el avión. Tienen una filosofía de envasado de sardinas, por lo que yo me lo pensaría dos veces antes de subirme a un avión comercial.

“La verdad es que nunca he hecho nada heroico. Uno puede ser cuatro cosas en este mundo: un héroe, un villano, un cobarde o un espectador. Y yo pertenezco a este último grupo”

¿Cómo fueron sus conversaciones con Sully una vez que ya sabía que le iba a interpretar?

Sully es un hombre muy particular porque es un aviador profesional. Por lo tanto, no le fascinó la idea de que se hiciera una película sobre su vida, pero lo aceptó, porque entendió el impacto que iba a tener en la audiencia. Le preocupaba que todo fuese lo más preciso posible. Tuve que prometerle que nos íbamos a asegurar de que todo fuese lo más verídico posible. Le expliqué que íbamos a tener que cambiar algunas cosas, omitir otras, que íbamos a condensar ciertos hechos y poner en su boca frases que él nunca dijo y que mi personaje haría cosas que nunca hizo, pero que aparte de eso íbamos a ser tan auténticos como nos fuese posible. Él se sentó conmigo con su copia del guión, en el que había hecho un buen número de anotaciones y, con gran cortesía, me explicó por qué era bueno que cambiáramos esto aquí y aquello allá. En algunos casos pude lograr que se hicieran esas correcciones y otras no, porque tenían que ver con elementos necesarios para mantener la tensión en el espectador, aunque no fuesen técnicamente correctas. Lo que sí creo que pude representar fidedignamente en la pantalla es que es un hombre cuyo trabajo es hacer volar una casa y lograr que aterrice correctamente.

¿Qué distingue a Clint Eastwood como director?

Hay muchos mitos en torno a Clint: que no te permite ensayar, que sólo te da una toma para cada escena, ninguno de los cuales es cierto. Él hace todas las tomas que sean necesarias, aunque una escena le lleve toda la mañana. Creo que lo más duro de trabajar con él son las expectativas que eso genera en cada uno de sus actores, porque él nunca vino y nos dijo que teníamos que estar listos, más bien cada uno sabía cuál era su trabajo y estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario para que él pudiera concretar su visión. Lo que sí le distingue es que muchas veces deja que la cámara siga rodando, y uno debe improvisar. Suele ser muy funcional, como un capataz antes que un director, pero nunca de una manera desagradable. En cuanto a los ensayos, no los hace, pero no te impide que los hagas por tu cuenta. Ni siquiera te pide que repitas tus diálogos antes de comenzar a rodar para estar seguro de que te los sabes. La clave es llegar un poco antes y preparar todo. Hablas con Campy, su camarógrafo, para tener una idea de qué es lo que se va a hacer ese día, y te preparas apropiadamente. Supongo que como actor y director, él ha visto a lo largo de su carrera cómo las cosas se complican cuando uno le presta atención a cosas que no lo necesitan. Para él, toda la complicada logística de diseño e ingeniería que requiere una película como esta se reduce a lo que pasa cuando la cámara está rodando, y eso es lo único que le interesa. Los actores trabajábamos entre nosotros los diálogos larguísimos, las reuniones... para que eso no nos retrasara en el plató. A Clint no le gustó mucho que nos reuniéramos a ensayar y nos mandó decir que nos fuésemos al hotel, así que le explicamos que no estábamos ensayando sino recitando nuestros diálogos, lo cual es completamente diferente. Y eso fue lo que hicimos, pero a él sólo le interesan la autenticidad y la inmediatez, lo cual es muy difícil de mantener durante un largo día de rodaje, porque él se resiste a todo lo que pueda interferir con eso.

El capitán Sully debe cuestionarse si no se ha equivocado en su decisión. ¿Cómo se lleva usted con sus propias dudas?

Es un tema complicado. Como actor, si tienes suerte, atraviesas dos etapas, si no la tienes, te quedas en una, y eso ocurre cuando no logras superar la audición. Si no te llaman, uno entra siempre en un mar de dudas y, simplemente, tienes que confiar en ti mismo para seguir adelante, aun cuando todo el mundo te está diciendo que no, y no lo está haciendo precisamente con cordialidad. Pero cuando consigues el papel, a veces te toca leer críticas en las que todos los aplausos son para ti, y en otros casos, en que todo el mundo te odia y te conviertes en la razón de que la película haya fracasado. Por eso todo consiste en no perder nunca la fe en ti mismo y no prestar mucha atención a lo que digan los demás. De la misma manera en que Sully le dijo a la presentadora televisiva Katie Couric que él estaba seguro de que en ese aterrizaje forzoso todo iba a salir bien, yo también siempre estoy seguro de que voy a hacer bien mi trabajo, pero hay muchos elementos que están fuera de mi control y simplemente es cuestión de aceptarlo y aprender a convivir con ello.

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Sully recrea la historia del avión de US Airways que el 15 de enero del 2009 salió del aeropuerto de La Guardia de Nueva York y tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en el río Hudson, junto a Manhattan, parece que porque una bandada de aves dañó el aparato. Los 155 pasajeros se salvaron. Sully era el piloto, que interpreta Hanks en el filme (a la izquierda, dos escenas)

Ha interpretado a muchos héroes en la pantalla, ¿Quienes fueron los héroes en su vida?

Los adultos. Tengo 60 años y cuando era niño, todas las personas que se ocupaban de asistir a la población habían pasado por algo profundo en sus vidas, ya sea como testigos o como participantes. Cada adulto que conocí en ese entonces había crecido en la Gran Depresión o había vuelto de la Segunda Guerra Mundial para tratar de adaptarse a los cambios en la sociedad de los años cincuenta. Yo siempre supe que a mí no me había tocado algo ni remotamente semejante, aun habiendo vivido durante la lucha por los derechos civiles, la guerra de Vietnam o la década de los sesenta. La verdad es que yo nunca he hecho nada heroico en mi vida. Me casé, tuve cuatro hijos y confié ciegamente en ser un miembro más de la sociedad. Pero reconozco que soy un cobarde. Uno puede ser cuatro cosas en este mundo: un héroe, un villano, un cobarde o un espectador. Y yo pertenezco a este último grupo. Me siento en un bar y veo cómo pasan las cosas.

¿Tuvo alguna oportunidad de actuar de forma heroica y la dejó pasar?

Fueron muchas, pero puedo contarte una. Estaba haciendo ejercicio en la sala de máquinas de un hotel y una señora se quedó sin aire y tuvo que bajarse del aparato en el que estaba. Se sentó en el suelo. Había otras tres personas allí que se acercaron a ayudarle, pero yo me quedé paralizado en mi aparato. Por suerte no pasó nada, pero cuando se levantó, me miró y me dijo: “¡Pues muchas gracias, señor Hanks!”. ¡Imagínate si me hubiera tocado reaccionar estando al mando de un avión!

En la película, Sully dice que ha volado miles de vuelos perfectos sin que nadie le prestara atención, pero que será recordado para siempre por ese que salió mal. En su carrera, ¿hubo situaciones similares?

Claro. Yo creo que lo mejor que me ha pasado es que sigo estando aquí. La longevidad en esta industria no es un mérito menor. Lógicamente, también me ha tocado defender algunas películas que podrían ser descritas como el punto más bajo en la carrera de un actor. A todos los que hemos estado haciendo esto durante cierto tiempo nos ha tocado pasar por algo así. Y es cierto, es probable, que la gente se acuerde más de tu único error que de todos tus logros. Mi sensación es que hoy en día las cosas se olvidan más rápidamente que en el pasado. Pero siempre me voy a encontrar con alguien que me dice: “Señor Hanks, tengo que decirle que una de sus películas que más me ha gustado ha sido La hoguera de las vanidades...”.

¿Y en su vida, cuáles han sido los mejores momentos?

Son muchos. Ya soy abuelo y tengo hijos maravillosos. Son todos muy divertidos y en líneas generales no necesitan de mí para subsistir. Estoy controlando muy bien mi azúcar, y mis rodillas siguen funcionando. Sigo estando aquí, y eso me hace sentir muy bien...

¿Hubo un momento en que sintió que su carrera había cambiado?

Por supuesto. Fue cuando estaba haciendo Big, que era mi noveno filme. En aquel entonces tenía dos hijos y estaba divorciado. Vivía en un cuarto en la casa de otro hombre divorciado en el norte de Los Ángeles y tenía problemas fiscales porque un asesor de negocios me había dado los peores consejos imaginables. Cuando se estrenó esa película, ya me había casado con Rita (su mujer desde hace 28 años) y estaba seguro de que las cosas me iban a ir bien. Sabía que si no tenía más suerte en el mundo del cine, de todos modos iba a poder pagar mi alquiler, arreglar mi coche y comprarles regalos de Navidad a mis hijos. Es que ese filme me dio suficiente respaldo económico como para saber que ya no iba a tener que preocuparme por ciertas cosas en la vida. Podía pagarme el dentista. Y créeme que no hay nada peor que cuando no tienes suficiente dinero para arreglarte los dientes.

“Me ha tocado defender películas que podrían ser descritas como el punto más bajo en la carrera de un actor. Y es probable que la gente se acuerde más de tu único error que de todos tus logros”

¿Hay algo de lo que se arrepienta en la vida?

Pequeñas cosas. Mi hijo mayor, Colin, que hoy tiene 38 años, tenía cuatro; yo estaba sentado en el coche, tenía que ir a algún sitio, y él, que estaba al lado de la puerta, quería venir conmigo. Yo llegaba tarde pero tenía que esperar a que mi mujer me diera algo. Y él golpeaba la ventanilla y decía: “Papá, papá”. Yo le ignoré y cuando tuve lo que necesitaba, arranqué el coche y me fui. Me arrepiento tremendamente de no haberme tomado un segundo y haberme comportado como un padre decente. Pero yo era muy joven y no entendía muy bien ese concepto. Sólo tenía un hijo y pensaba que si no me bajaba del coche para hablar con él no le iba a provocar un trauma. Y sin embargo, cada vez que recuerdo ese momento no me lo perdono. Un día me senté con él y le pregunté si se acordaba de aquella situación y me dijo que no, que no se acordaba lo más mínimo. No sabes cuán agradecido estuve de que no hubiera tenido que perder horas y horas en sesiones de terapia. Pero yo sigo arrepentido por eso, y sé que no puedo volver atrás en el tiempo y cambiarlo.

Parece tener todo su tiempo ocupado en actuar y producir. ¿Le interesan cosas fuera del mundo del cine?

No muchas. Sigo un poco un par de deportes, pero la verdad es que trabajo a tiempo completo. Cuando no estoy filmando voy regularmente a la oficina. Colecciono máquinas de escribir, tengo unas 300, pero no soy un experto, simplemente me gustan y las compro. Lo cierto es que no tengo tiempo libre, hasta el punto de que si me tienen que hacer un tratamiento en el dentista, disfruto de tener que estar quieto en un sitio y poder echarme una siesta. Cuando estoy en Estados Unidos, miro fútbol americano, pero nada se compara a estar de vacaciones en Grecia y que a las nueve de la noche haya un partido de fútbol, como los de la Eurocopa. No hay nada como ver en un bar un partido entre Holanda e Italia mientras me bebo un par de cervezas, siempre y cuando no terminen a puñetazos los del bar.

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