“Sólo hay una cosa que me molesta: dormir”

EL ÚLTIMO DÍA DE MI VIDA: MAGÜI MIRA

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Tenía 38 o 39 años cuando estuvo a punto de morir por una septicemia con una pulmonía. Avisaron a su madre porque pensaron que no superaba esa noche. Y, esa noche, la que parecía que iba a ser su última noche, soñó. “Estaba dentro de una casa de cristal encima de una montaña enorme, toda de roca. Y esa roca estaba en el mar. Unas olas enormes se estrellaban contra ella. Cada vez venía una ola más grande. Ví llegar una tremenda y me dije ‘aquí se acaba mi vida’. De repente, cuando iba a golpear esa casa de cristal, la ola se quedó congelada. Todavía recuerdo el dibujo de la ola. En ese momento empecé a reaccionar, a respirar; y, aquí me tienes”, cuenta. Magüi Mira (València, 1944) se quería quedar y luchó por ello. Tenía dos hijas maravillosas, adolescentes ellas, recuerda, quería vivir; “y viví”.

– ¿Le da miedo la muerte?

– Pues depende. Yo veo que cada vez está más cerca; los años van pasando y se acerca el final. La muerte en sí misma, el tránsito, no me asusta. Lo que pasa es que sé que hay muertes de primera, de segunda, de tercera... Hay muertes terribles, como cuando sufres y estás solo, y hay muertes de lujo, con toda tu gente al lado, los mejores médicos, cuando pueden ayudarte a morir en el momento justo...

Cree que hay algo más allá porque la energía se transforma y considera que la madurez es la capacidad de conocimiento de uno mismo. Ella sigue aprendiendo y quiere saber de ella todo lo que pueda y más, porque su curiosidad es insaciable. ¿Lo último que ha descubierto?

– Que mi intuición y mi imaginación van creciendo.

Escoge como autorretrato la canción Standing on the rooftop, de Madeleine Peyroux. Y, como dice la canción, le gustaría subirse al tejado de su vida y observar su paisaje. Lo hace y lo ve como un atardecer, con una puesta de sol rojiza. “Está en efervescencia; están creciendo muchas cosas”, afirma.

– Ha dicho que los años te arrugan la piel, pero no el cerebro, que te hacen entender muchas cosas, entre otras, que la vida se va acabando...

– Lo que me han hecho entender es que no hay que perder el tiempo. El tiempo que yo percibo, que a lo mejor ni siquiera es real, pasa por mí, pasa por lo que yo creo que es el tiempo, y he aprendido a priorizar. Hay que priorizar y hacerlo en cada momento. A veces decido no hacer nada, que es algo que me gusta mucho. Si me dejas en una sillita delante del mar me puedes recoger allí mismo no sé cuantos años después. Y hay que decir directamente lo que piensas, sin rodeos, para no perder el tiempo.

– Dirige Las Amazonas en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida a partir del próximo miércoles. ¿Qué lecciones nos da para la vida el mito de las mujeres guerreras?

– Muchas. Que hay que acabar con la mujer como botín de guerra sometida al hombre, que el cambio de roles tampoco funciona y que no se trata de ahora me sometes tú a mí y ahora te someto yo a ti, de la maté porque era mía ni lo maté porque era mío. Toda posesión es destructiva y hay que dejarse vivir en libertad.

Si pudiera se reencarnaría en sí misma para que Magüi Mira tuviera una segunda oportunidad. ¿Qué haría?

– Pues seguramente estaría mucho más cerca de mucha gente de la que no lo he estado y que todavía puedo estar. Intentaría tener más poder para poder cambiar cosas.

Y la ola se quedó congelada.

“Sólo hay una cosa que me molesta: dormir”

¿Cuál sería su epitafio?La vista al mar. Que me enterraran en un sitio en el que se viera el mar. O lo mismo me da, las cenizas, pero que se viera el mar. Pero no hay que poner nada porque nunca es verdad lo que ponen.

¿Se iría a dormir?No. Estoy en lucha con la humanidad porque me parece un atraso importante que para resetear todo nuestro organismo tengamos que dormir y perder todos los días un montón de vida. Me parece muy mal.

¿Cuál sería el menú de su última cena?Arroz, arroz, arroz.

¿El mejor recuerdo de su vida?Cuando empecé a leer, cuando empecé a descifrar los letreros. Yo soy valenciana y mi abuela me llevaba en tranvía de aquí para allá. Era muy chiquitina y empecé a poder leer los anuncios del tranvía, y eso no se me ha olvidado nunca. El saber que esos dibujos, que eran las letras, tenían unos sonidos y que eran igual a lo que hablábamos. Iba leyendo en alto para que todo el vagón del tranvía supiera que entendía lo que ponía allí.

¿Se arrepiente de algo?De muchísimas cosas en las que he colaborado que no me gustan nada y de muchos errores que he cometido, pero eso ya no tiene marcha atrás. Pero sin sentirme culpable, porque la culpa no vale para nada.

¿De qué está más orgullosa?De estar viva, de estar aquí cada día aprendiendo y pudiendo acercarme a la gente que me interesa.

¿Cómo diría que fue su vida?Mi vida está siendo. No la quiero contemplar en pasado. Muy vivida, la vivo, la vivo. Sólo hay una cosa que me molesta: dormir. No me gusta nada dormir. Me gustaría que inventaran la píldora del sueño porque me gusta vivir, vivir cada segundo, cada momento.

¿Qué aconsejaría a los que se quedan?Que no se preocupen del pasado. Y que no dejaran de mirar, de mirar, de mirar a su alrededor, y que usaran los cinco sentidos.

¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?Poder hablar todos los idiomas que se puedan hablar en este mundo. No hay cosa que más me guste que la conversación y poder hablar con la gente que me interesa. Me gustaría saber hablar ruso perfectamente, japonés, inglés como si fuera nativa, portugués… Es que si no hablas el idioma de la gente con la que quieres hablar es muy difícil… Sólo tienes dos posibilidades de comunicarte: el cuerpo, y claro, en la cama no hace falta nada más; pero, si lo que quieres es comunicar pensamientos, cómo lo hacemos.

Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?¡Ay Dios mío! ¿Mañana mismo? Creo que entraría en shock, no sabría qué hacer. Me quedaría respirando y esperando que llegara el día de mañana.

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