“El feminismo cambia las cosas y no mata a nadie”

Virginie Despentes

Escritora, cineasta, agitadora... Virginie Despentes, referente de la lucha feminista, regresa con dos libros, su discurso furioso y cierto optimismo respecto al momento de las mujeres. En los noventa intentó protagonizar una especie de #MeToo al revelar que había sido violada, pero apenas recibió apoyos, y su película fue censurada.

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Los textos de Virginie Despentes muerden con dentellada poderosa, agarran la pierna y no la sueltan. Al principio duelen y amargan, imantan, secuestran, pero luego se les coge gusto, tal vez sea un nuevo síndrome de Estocolmo literario. Su mundo se sirve crudo, o como mucho vuelta y vuelta, sin tapujos, al desnudo. Y sus frases son como un riff de guitarra rock punk: muerte eterna a las comas y al respiro. No podría ser de otro modo para este referente del pensamiento francés que empezó a crear, escribir y filmar para enfrentarse a los efectos psicológicos de una violación sufrida a los 17 años.

¿Quién es esta mujer cuyas ideas han armado un ejército para la lucha por el feminismo con un estilo que no hace prisioneros? Su currículum vital y profesional incluye haber sido vendedora de discos, prostituta ocasional, la directora del censurado filme de culto Baise-moi! (Fóllame, 2000) o ganadora de prestigioso premio literario Renaudot. Pertenece a la Académie Goncourt (es una de las pocas mujeres que lo han conseguido a lo largo de la historia), que otorga el galardón más importante de las letras francesas.

Despentes regresa a la primera fila literaria con dos obras, publicadas por Literatura Random House. La primera es la última entrega de la trilogía Vernon Subutex, que recorre las venas entumecidas de una Francia que no se ha duchado en un tiempo y a la que le huelen los calcetines. También a su protagonista, monsieur Subutex, un dj brillante y colgado que lidera sin ganas una troupe de soñadores fracasados (amas de casa, transexuales, exbrokers, profesores universitarios, exactrices porno...), pero no derrotados. La otra es la reedición de Teoría King Kong, manifiesto que con los años se ha convertido en un himno que llaman posfeminista y cuyo inicio se recita como una mantra: “Escribo desde la fealdad y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las malfolladas…”. La autora, que ha vivido en Barcelona muchos años, recibe a Magazine en Madrid con ganas de hablar, ajena a esa frase que dejó escrita un día y que decía: “Cuando hago la promoción es como si me prostituyera”.

Hay cola para entrevistarla. En parte, por ser un referente y porque el momento feminista se halla en un punto álgido. ¿Estamos ante una revolución, una reordenación, una insurrección?

Ahora mismo no sé adónde vamos, pero en mis 48 años es la primera vez que veo un movimiento tan internacional de tanta amplitud. Me pica la curiosidad de lo que va a surgir, pues más allá de los idiomas, y de que no hay unanimidad de todas en todo, estamos preocupadas por el mismo tipo de cosas y queremos ir más allá. Me sorprende que el #MeToo naciera en Estados Unidos y en diez días es europeo y no para, protestan las musulmanas y sacan a la luz (el acoso en) La Meca. No es una protesta de blancas y ricas, sino de todas. El feminismo, los movimientos gais y los raciales son los únicos que no fueron fracasos puros. Creo que el feminismo ha cambiado nuestras vidas.

“Es la primera vez que veo un movimiento tan internacional y amplio. No es una protesta de blancas y ricas, sino de todas. El feminismo, los movimientos gais y los raciales son los únicos que no han sido fracasos políticos puros”

¿Fracasos puros?

Sí, he visto muchos fracasos políticos. El feminismo no puede lanzar las campanas al vuelo ni proclamar la alegría absoluta, pero no es un fracaso. Es una revolución que está al principio. Me gusta pensar que podemos cambiar profundamente el mundo, cambiar las relaciones de género.

Las chicas del #MeToo italiano hablaban en un manifiesto de cambiar todo el sistema actual.

Las italianas han sufrido mucho, y no sólo por el caso de Asia Argento, que denunció al ­productor de Hollywood Harvey Weinstein.

A la velocidad que va todo, hay quien podría pensar que al patriarcado, que ha durado miles de años, le quedan dos días. ¿Usted lo ve?

Dos días, no, pero tal vez dentro de un siglo si podamos lograrlo. Si seguimos dedicadas y sin parar, lo conseguiremos. Necesitamos algo diferente. Estamos inmersos en un momento en que nos planteamos qué es el sexo, qué es la familia. Por otro lado, no me parece posible seguir con el sistema capitalista tal y como está planteado. O lo paramos pronto o explotaremos todos. Hay una versión de futuro optimista en la que el feminismo y el fin del sistema capitalista pueden ir de la mano para inventar algo nuevo. Por ejemplo, la violencia de género o la violación hablan muy bien del capitalismo: “No me quieres dar esto, pero lo cogeré y no te pagaré. Tú sólo sufrirás y callarás”. Las cosas pueden ir a peor, pero se puede pensar que esas dos revoluciones, la feminista y la anticapitalista, proporcionen una salida global.

Ahora que se hablará tanto de Mayo de 68, ¿no cree que el feminismo estaba casi ausente en esa época?

Flipo cuando leo a intelectuales y autores de izquierda de los setenta. No hacían caso. Para ellos el feminismo era lo último que había que considerar. Ahora, los chicos de 20 años entienden que no puedes olvidar a la mitad de la humanidad en tu utopía. Ahora sí veo que hay chicos que leen Teoría King Kong y quieren discutir sobre ella. Hace unos años, excepto unos pocos gais que se identificaban, eran todas lectoras.

Con todo, y a pesar de ser una obra escrita hace ya 12 años, ¿no siente que su cuerpo teórico está muy vigente todavía?

Sí, es cierto. Se puede ver en el caso de La Manada, donde se ha intentado retratar a la chica como culpable, culpable porque te ha pasado, porque has sobrevivido. Te han violado y te quedas con un sentimiento de vergüenza y de culpabilidad…

¿Le sorprendió que se hablara de incluir las pruebas de un detective que determinaban si la chica llevaba una vida “ordenada”?

¿Qué vida ordenada puedes seguir después de eso? Creo que el hecho de que la chica ha podido denunciar y de que se empieza a exculpar a las víctimas son muestras de que algo está cambiando en positivo estos últimos años. Hace 15 años también pasaba y no se denunciaba. Ahora, cuando el juez se plantea aceptar las investigaciones, hay manifestaciones enormes en España. No creo que eso hubiera sucedido entonces. La violación daba tanta vergüenza que no se hablaba de ella.

Pero usted habló de la suya en Teoría King Kong, y eso ha marcado su trayectoria cinematográfica y artística.

Sí, pero prácticamente no se hacía, no era único, pero casi, y me ponía muy incómoda hacerlo. Afortunadamente, en los últimos diez años muchas chicas han dado ese paso.

De algún modo usted fue una Asia Argento de su momento, la violaron y su #MeToo fue hacer una película, pero los apoyos fueron mínimos, y se la censuraron. ¿Cómo se ve todo eso en perspectiva?

La censuraron, y sin ningún tipo de defensa, o muy poca. Desde 1993, cuando estrené la película, hasta el 2000 las cosas evolucionaron, y desde ese año hasta ahora, más todavía. ¿Si me pregunta si Baise-moi! se podría hacer hoy en día, la respuesta es que no, porque hoy en día existe esa idea de que el sexo tiene que desaparecer de todos los ámbitos. No tendría tanto problema la violencia como el sexo. Es algo que ha desaparecido, libros, discursos, ensayos, artículos en torno a la pornografía, algo que está más presente que nunca…

“No me parece posible seguir con el sistema capitalista actual. Si no, explotaremos todos. La violencia de género o la violación hablan muy bien del capitalismo: ‘No me quieres dar esto, pues lo cogeré y no te pagaré’”

¿Qué ha aprendido y desaprendido desde que publicó Teoría King Kong?

He afinado mucho mi cultura feminista, pues desde entonces me han invitado a muchas charlas, me han enviado artículos sobre el tema. He vivido diez años con Beatriz Preciado, ahora Paul Preciado, que

me ha afinado un montón en la cultura queer. Creo que ahora sería menos directa, porque tengo más informaciones. Entonces iba como una bala.

¿Lo dice porque el texto te está golpeando la cara todo el tiempo y no te da respiro?

Sí, porque es una obra en la que devuelvo los golpes así. Es mi respuesta directa a la actitud que la sociedad tiene con las chicas, que siempre nos tiene que decir lo que tenemos que hacer, qué dieta tienes que seguir, cuáles son las cosas que puedes hacer o no en función de tu edad. Yo me siento golpeada por la propaganda y devuelvo los puñetazos, que no son contra los hombres, por cierto.

¿Todavía se siente golpeada?

A los 48 años y siendo lesbiana… Me hice lesbiana muy tarde, y así sales un poco de esa propaganda. De repente, como no te relacionas con los hombres, no te afectan directamente. Además, en Francia, cuando envejeces, se te quitan de encima porque las viejas, entre comillas, las maduras de mi edad no interesan, no son útiles. En ese sentido no está mal porque te dejan en paz, pero el hecho de que te consideren transparente e invisible…

¿Cree que el papel del hombre para ayudar a la igualdad ha salido del ámbito doméstico y ha trascendido a otros terrenos más públicos?

Los hombres de mi edad en Francia no se planteaban ni ayudar en casa. Tal vez en sus discursos aparecía la igualdad, ¿pero en la casa? Ni siquiera diez minutos más al día. Pienso que el movimiento feminista ha cambiado las cosas sin tener que matar a nadie. En los setenta, el pensamiento de izquierdas necesitaba sangre, necesitaba violencia machista, por eso consideraban el feminismo poco serio y que no llegaría muy lejos, porque no había muertos, ni armas… En Francia, en aquella época, interesaba más el IRA que los movimientos feministas y gais que había en el país. Ellos tenían muertos y prisioneros, y nosotras hacíamos pequeñas cosas. ¿Conclusión? Las cosas se cambian mejor y más profundamente sin sangre, pero esa ausencia de violencia ha jugado en nuestra contra durante años.

Publica la tercera y última entrega de la serie Vernon Subutex. ¿Hay que entenderla como un retrato social de la Francia actual? Sea como sea, es una Francia que huele mal.

Me gustaría plantearme las cosas de otra manera y no sé que va a pasar en el futuro, pero si miras diez años atrás era inimaginable decir algo como “ser racista es normal, está bien, es una prueba de inteligencia, lucidez y sinceri­dad”. Sube el antisemitismo, hay gente que dice “estamos hartos de lo políticamente correcto, hay que decir las cosas por su nombre”. Que existía una extrema derecha en Francia estaba claro, que tenían un poco de vergüenza de expresarse, pero…

...Claramente ya no.

Estamos ante un enigma, me sorprende el punto de rabia y negatividad en un país relativamente privilegiado. Sí, algo huele mal, hace diez años que me siento incómoda en mi país e incluso con gente cercana a mí, a la que veo cambiar. Gente inteligente que a los 60 años empieza a dudar de los musulmanes, de los judíos... No es la mejor década de Francia. Yo no preveía el ascenso del Frente Nacional. No sé dónde estaremos en cinco años, pero en este momento veo un país que se hunde.

En esa vivisección de la sociedad francesa, ¿disfruta es­cribiendo o más bien sufre?

Sufro más que disfruto. Escribir no me da placer, sino tener la novela acabada. El resultado. Mientras, me cuesta porque tengo una tendencia a la inercia, a la pereza, a la inactividad. En Vernon Subutex 3 he disfrutado en capítulos muy cortos. Trabajaba, ponía la radio, oía las noticias y me angustiaba.

“En Francia, cuando envejeces, se te quitan de encima porque las viejas, entre comillas, las maduras de mi edad no interesan. En ese sentido no está mal porque te dejan en paz, pero el hecho de que te consideren invisible...”

¿Por qué en Francia hay reacciones únicas? ¿Cómo es que el único contramanifiesto al #MeToo sale ahí?

Mi análisis es que en Francia hay menos escrúpulos para decir ciertas cosas. Esta es una carta de las ricas que dicen “estamos hartas de que vosotros, los pobres, os estéis quejando todo el tiempo. A ver si os comportáis, por favor, y todo irá bien”. Era una carta de la rabia de los ricos, hartos de los pobres, migrantes, mujeres, víctimas. Es una reivindicación de ricos, y los ricos en Francia están muy pagados de sí mismos, dicen “queremos ejercer nuestros privilegios”.

Los personajes machistas de la novela, como el productor Dopalet o el mánager musical Max, son realmente asquerosos. ¿Son una caricatura o una ­polaroid?

Son retrato y caricatura. Dopalet es una figura del cine, uno de los mundos en los que peor se trata a la mujer, muchísimo más que en otros. Lo que está sucediendo ahora con Harvey Weinstein no es tanta sorpresa, porque realmente siempre se ha asumido como un poder normal que un hombre de 60 años pida a un chica de 18 que se desnude. Las reglas de la industria del cine, por mi experiencia, son muy distintas. Lo que he visto es que los productores que desprecian así a las mujeres también lo ­hacen con los hombres de otra manera.

Al principio de la novela, La Véro sentencia: “Estamos gobernados por imbéciles”. ¿Hasta qué punto comparte esa afirmación?

Lo comparto al ciento por ciento, y el ejemplo podría ser Donald Trump, que parece un gilipollas y un tonto de primera… que ha conseguido ser presidente de Estados Unidos. Es un tonto con recursos. Para mí, Macron no es un presidente apto para llevar al país hacia donde debería ir, pero no le veo como un memo. Va a disfrutar de su poder, de que sus amigos cercanos también disfruten. El problema de verdad es el sentimiento de impunidad de los ricos, que son capaces de cualquier cosa y están convencidos de que, pase lo que pase, ellos se van a salvar.

Los miembros del campamento Subutex son tecnófobos. Alguien dice: “Los jóvenes se sorprenderán de cómo les va a explotar internet en la cara”. ¿Qué quiere decir? ¿Cuál es su relación con la tecnología?

Tengo una relación superfuerte con las tecnologías: trabajo con ordenador y sin jefe, estoy todo el rato. No soy una geek, no entiendo de ordenadores. Para un escritor es una pérdida de tiempo absoluta y a la vez una ventana al mundo increíble. Puedo leer discursos de los que de otro modo no dispondría, me puedo meter en las páginas de Facebook de jóvenes para ver qué se dicen… Con todo, yo sí les daría un consejo: nunca utilicéis vuestros nombres reales porque dentro de unos años todo lo que hayáis escrito os va a afectar. Ya estás viendo gente que ha tenido que dimitir por comentarios escritos tiempo atrás. Cosas que dices a los 17 igual no las piensas a los 24. Esa vigilancia era impensable. Cada vez será más difícil hacer cosas clandestinas, porque la presencia de un móvil lo impide.

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