"Es falso que sólo usemos el 10% de cerebro"

Wendy Suzuki

Wendy Suzuki es experta en plasticidad cerebral, es decir, en la regeneración de las células nerviosas a partir de los estímulos que llegan del entorno. Es una de las investigadoras que más han hecho en Estados Unidos por divulgar los beneficios del ejercicio físico y es autora del ensayo y guía de entrenamiento Cerebro activo, vida feliz (Paidós), encaminado a llevar la idea de mens sana in corpore sano a su máxima expresión.

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Durante sus primeros 15 años de existencia, el Suzuki Lab, el centro de investigación que dirige la neuróloga y profesora Wendy Suzuki en la Universidad de Nueva York, se centró en entender los patrones de la actividad eléctrica en el hipocampo cerebral que están relacionados con la habilidad para generar nuevos recuerdos. Más recientemente, se ha volcado en los efectos del ejercicio físico en la mejora de la memoria. Abanderada del potencial de la actividad aeróbica para reforzar las prestaciones del cerebro, Suzuki investiga cuánto ejercicio se debe llevar a cabo y durante cuánto tiempo para optimizar funciones cerebrales como el estado de ánimo, la memoria y la capacidad de atención.

“Con el ejercicio físico, en el hipocampo se fabrican células nuevas; a más células, mejor funcionamiento de nuestra memoria. Y es un proceso aún activo en la vejez”

Es japonesa de tercera generación. ¿Sus raíces han tenido algún peso relevante en su vida?

Todos mis abuelos se asentaron en EE.UU. Uno de ellos dirigió la escuela de japonés más importante de la Costa Oeste, en San Francisco [en California nació ella hace 50 años], lo que le valió que el gobierno estadounidense lo internara en un campo destinado a “individuos sospechosos” durante la Segunda Guerra Mundial. Al final se dieron cuenta de su error y lo destinaron a Bolder (Colorado), para que impartiera clases a oficiales de la Marina. No llegué a conocerlo, pero quizás los genes de la docencia los heredé de él. Mi familia siempre puso mucha presión sobre mí. Debía esforzarme por destacar en los estudios. No eran unos monstruos, era algo cultural.

¿Qué había en la Wendy Suzuki niña de la actual neurocientífica de prestigio?

Siempre fui una nerd, las matemáticas y las ciencias eran las asignaturas que mejor se me daban, y me gustaba explorar el entorno. De todas formas, creí que acabaría estudiando Medicina, era la salida más obvia.

¿Qué la atrajo a la neurociencia?

En mi primer día en la Universidad de Berkeley me apunté al seminario El Cerebro y su Potencial, de la neurocientífica Marion Diamond. Mostró una pasión desbordante al hablarnos de cómo funciona esta fascinante estructura de 1.400 gramos. Trajo un cerebro metido dentro de una caja para sombreros que extrajo con guantes y ademanes teatrales. Lo más sorprendente fue tomar conciencia de que se trata de la estructura más compleja que ha conocido la humanidad, aquella que ha levantado pirámides y enviado al hombre a la Luna, que nos puede llevar de la risa al llanto en un segundo. Salí de la clase o, mejor dicho, de esa experiencia transformadora, conociendo mi destino.

Diamond fue su Casandra.

¡Exacto! En los años sesenta había dirigido experimentos para descubrir cuán maleable era el cerebro al entorno, lo que llamamos plasticidad. ¿Qué pasa –se preguntó– si criamos a ratas en ambientes enriquecidos, rodeadas de compañeros, juguetes y estímulos, y las comparamos con las criadas en entornos empobrecidos? Demostró que se producían cambios anatómicos. El revestimiento exterior del cerebro de las privilegiadas era más grueso que el de las otras, determinadas partes contaban con más neurotransmisores, más sinapsis… ¿Cómo no seguir hollando ese camino que abrió?

“Liberar una cantidad moderada de hormona del estrés puede motivarte y disparar tu memoria; por descontado, una exposición crónica a ellas sólo te aboca a una pendiente”

¿Cuáles son los mayores malentendidos sobre el cerebro?

El principal es la tan recurrente afirmación de que sólo empleamos el 10% de nuestro potencial. Es una falacia. La forma más obvia de desmentirlo es realizar el escáner cerebral de una persona y pedirle que se limite a abrir una revista: casi el 70% de nuestra superficie cortical se vuelca en ayudarnos a leer. Cuando miras algo, un área significativa del cerebro trabaja para unir las partes, pero, al mismo tiempo, puedes estar escuchando y hablando con alguien, con lo que en ese momento el cerebro está encendido como un árbol de Navidad. Creo que es un mito anclado en un sueño optimista: si sólo utilizo el 10%, albergo un potencial inconmensurable, dentro de mí anida un genio escondido. De todos modos, si sabemos cómo estimular el cerebro, seguimos disponiendo de un enorme potencial para que cambie y crezca a medida que adquirimos conocimientos nuevos.

Contra el saber popular, en su libro también concluye que un poco de estrés es positivo.

Liberar una cantidad moderada de hormonas del estrés puede motivarte y disparar tu memoria. Por descontado, una exposición crónica a ellas sólo te aboca a una pendiente.

La creatividad ha ocupado una parte de sus investigaciones. ¿Cuánto hay de genético?

Existe un pequeño componente genético, pero también puede aprenderse, igual que a bailar o a tocar el piano. Hay formas de acentuar el pensamiento creativo. Pensar en abordar situaciones y problemas desde ángulos no habituales es un primer paso. De aquí que dé listas de ejercicios, que he bautizado hackings cerebrales, que pueden ser tan simples como idear cinco modos nuevos de jugar con tu mascota o de llegar al trabajo por la mañana. Es un primer paso, como buscar la compañía de gente inspiradora.

El ejercicio se ha asociado tradicionalmente al bienestar físico, mientras que usted coloca el acento sobre el mental.

La recompensa más destacada, y es posible que menos conocida, es el hecho de que el hipocampo, una estructura del cerebro determinante de cara a generar recuerdos a largo plazo, ve cómo el ejercicio fabrica muchísimas células nuevas en su seno, las cuales, por su juventud y energía, solidifican nuestra capacidad para fijar recuerdos. A más células, mejor funcionamiento de nuestra memoria. Con la edad disminuye la potencia, pero es un proceso activo incluso en la vejez. Además, estudios recientes han demostrado que poseer una memoria fuerte está ligada a la capacidad para imaginar, entendida en un sentido amplio, desde situaciones futuras en nuestra vida hasta elaborar mundos fantásticos.

“La conciencia es una de las funciones cerebrales más esquivas; queda mucho por saber de las emociones, y otro misterio es la fuente de nuestra personalidad”

Destaca usted cómo el ejercicio ayuda a combatir enfermedades neurológicas.

Su práctica potencia la liberación de un amplio abanico de neurotransmisores, entre ellos algunos ligados a la reducción de la depresión, como la serotonina, y otros al circuito de recompensa, como la dopamina, que se activa cuando comes chocolate o te toca la lotería. En el Suzuki Lab hemos estudiado que bastan ocho semanas con dos sesiones semanales de ejercicio para aumentar significativamente medidores del ánimo y la calidad de vida en pacientes con daños cerebrales.

Usted defiende con entusiasmo los beneficios de una actividad física llamada Intensati, que combina los movimientos ­aeróbicos con la afirmación positiva. Incluso, durante años, usted ofreció en la universidad una clase semanal gratuita y abierta a todo el mundo.

Comporta una forma muy poderosa de cambiar tus procesos de pensamiento. La clave de este tipo de ejercicios es reemplazar los pensamientos negativos que puedas tener en el gimnasio –del tipo “oh, no estoy tan en forma como aquél/aquella”, o “no hago tan bien los ejercicios”– por afirmaciones positivas y de ánimo que se gritan en clase –“soy fuerte” o “soy capaz” o “voy a conseguirlo”–. Los estudios psicológicos han demostrado que el mindset (cómo piensa uno acerca de sí mismo y cuanto le rodea) afecta a nuestra fisiología. El Intensati busca sacar el máximo partido a nuestra conexión mente-cuerpo.

La meditación ocupa un lugar destacado en su vida. Empieza el día practicándola mientras lleva a cabo la ceremonia del té. ¿Qué le aporta?

He probado muchas técnicas de meditación, pero la que me ha funcionado mejor la descubrí durante un viaje al Sudeste Asiático en que conocí a un maestro del té. He comprobado que, a medida que les he ido dedicando más tiempo y perfeccionándolas, las sesiones matinales de meditación me han colocado en un estado de gratitud. Antes debía luchar para mantener calladas todas las voces que me recordaban las múltiples tareas pendientes, mientras que ahora me descubro agradeciendo lo bueno que me ha traído la vida, a la par que arrinconando el ego. Ambos estados me llevan a mostrarme más compasiva con los demás.

“Si te enferma el escaso o nulo rigor científico detrás de los libros de autoayuda, debes elevar el nivel escribiendo tus libros”

¿Cuáles son las fortalezas cerebrales más inexpugnables?

La conciencia es de las áreas más esquivas. Últimamente hemos realizado grandes progresos en entender las emociones, pero queda mucho camino por saber cómo interaccionan a nivel consciente e inconsciente. Otro misterio es la fuente que define nuestra personalidad. Y podemos hablar de la mecánica de la creatividad y juzgar si una idea es creativa o no, pero no sabemos cómo trabajan juntas nuestras potencias cerebrales superiores e inferiores en la elaboración de esas bellas sinfonías, prácticas o artísticas, capaces de cambiar la vida.

Asumimos que avanzar en el conocimiento del cerebro es positivo, ¿pero podría ser contraproducente resolver sus incógnitas? ¿Restaría encanto a la condición humana?

Pueden generarse zonas de conflicto, no hay duda. Pienso, por ejemplo, en la relación entre la neurociencia y el sistema de justicia, en la posibilidad de que pudieran escanearte el cerebro para saber si estás contando o no la verdad; y en esas nuevas tecnologías que prometen acertar con tu grado de compatibilidad con otra persona a partir de la colocación de electrodos. Los resultados de estos estudios son parciales, y seguramente podrías llegar a las mismas conclusiones recurriendo a simples intercambios verbales. Los escáneres sólo arrojan una limitada cantidad de información, por lo que existe el peligro de querer interpretar demasiado.

En Cerebro activo, vida feliz no tiene reparos en introducir comentarios acerca de su vida privada para ilustrar conceptos.

Al principio, mi escritura era mucho más académica y, por tanto, aburrida. Los consejos de mi círculo de confianza (ayudante, editor, agente) coincidieron en señalar que una pátina personal mejoraría la obra. Y tenían razón. Mis experiencias se revelaron un vehículo adecuado para hablar de la neurobiología del amor y de los afectos, para explicar qué pasa en nuestro cerebro cuando establecemos conexiones íntimas con los demás.

La industria de la autoayuda es inmensa. ¿Daña la credibilidad y genera confusión en torno a voces respetables como la suya?

Si te enferma el escaso o nulo rigor científico detrás de ese tipo de libros, debes tomártelo como una llamada a elevar el nivel escribiendo los tuyos, con el acicate de salir de los círculos académicos y llegar al gran público de forma honrada y útil.

¿Cómo es el apoyo público a la ciencia en Estados Unidos?

Limitado. En los últimos años, conseguir fondos no ha sido nada sencillo, y ha habido recortes.

En su libro menciona que su objetivo último es ayudarnos a encontrar la mejor versión de nosotros mismos.

A medida que envejecemos, dejamos de explorar, nos instalamos en unas rutinas y zonas neutras. Cerebro activo, vida feliz es una invitación a introducir cambios y desafíos que desemboquen en una mejora.

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