El pueblo británico, tan rompedor en algunos casos, tiene una capacidad magistral para conservar sus tradiciones. Un talento que tanto puede ejercerse protegiendo una casa señorial en la campiña como manteniendo la costumbre del té de las cinco. Pero el epítome de este apego por el pasado está en la casa de Windsor, cuyo pilar, la reina Isabel II, ha celebrado este año su 90.º cumpleaños entre el fervor de sus súbditos. Si la reina de Inglaterra está siendo divinizada en vida es, en parte, debido a su intachable profesionalidad pero, también, a la pompa que la rodea desde niña y que rodeó asimismo a sus antepasados.
Un boato que en otras monarquías quizás provocaría su inmediata caída, pero que en la de Isabel II hoy despierta la admiración generalizada y los mínimos reproches. Los Windsor saben que las tradiciones importan y las cuidan con esmero. Sólo ellos podrían conservar un puesto laboral como el de marcador real de cisnes, una figura que data del siglo XII y que se encarga de contar los cisnes del Támesis, para recordar así que estas aves son propiedad de la reina. Como la tradición sin la atención al detalle no está completa, este funcionario luce “un blazer de lana de brillante color escarlata, con botones de latón con escudo, rematado con adornos dorados en los puños, los bolsillos y el cuello. En el brazo izquierdo lleva bordada la insignia real, como en su gorra blanca, adornada por una pluma de cisne”. La descripción se encuentra en el libro The Queen’s People, de la editorial Assouline, que recopila las imágenes de Hugo Rittson Thomas que ilustran este reportaje.
Este fotógrafo recibió el encargo de retratar a Isabel II y a su corte, tarea que describe como “un honor”. Inspirándose en el retrato de María Tudor –reina de Inglaterra y esposa de Felipe II–, una obra de Antonio Moro que cuelga en el Museo del Prado, apostó por colocar a la soberana con un fondo negro y potenciar su figura mediante un juego de espejos. Ese mismo escenario se utilizó para casi todo el resto de las imágenes, para las cuales posaron algunos de los personajes más llamativos al servicio de Isabel II.
Un séquito fascinante, que incluye al mencionado marcador real de cisnes, el capellán de la reina y canónigo de la Torre de Londres y los representantes de las compañías reales de piqueros y mosqueteros. Y sin olvidar al gaitero real, cuya tarea es tocar este instrumento en los distintos palacios a las 9 en punto de la mañana. También aparecen el tamborilero mayor –en cuyo sombrero luce una pluma de avestruz teñida de rojo–, el rey de armas –principal asesor de heráldica de la soberana– y diversos miembros de la Guardia Real y de la venerable Orden de la Jarretera, además de una profusión de lores y caballeros que reflejan que en la corte británica, pese a estar dirigida desde hace 64 años por una mujer, dominan los hombres.
THE QUEEN’S PEOPLE
(La gente de la reina)
Hugo Rittson Thomas,
Editorial Assouline
(de venta en El Corte Inglés y en www.elcorteingles.es)