Vidas, muertes y claroscuros

August Sander

Con su cámara, en su estudio de Colonia, el gran fotógrafo August Sander forjó uno de los documentos gráficos más rotundos del siglo XX: un álbum con miles de personas, perseguidores nazis y sus víctimas, cuyos destinos chocaron fatídicamente. Ahora, París homenajea su obra.

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Obrero transportando ladrillos (1929)

Militantes comunistas, gitanos, soldados nazis y judíos, miembros de las juventudes hitlerianas y deportados a campos de concentración, víctimas y verdugos. Todos ellos pasaron en algún momento por el estudio fotográfico que regentó en Colonia August Sander (1876-1964), uno de los grandes maestros de la primera mitad del siglo XX, autor de un mural humano de miles de caras y oficios que acumuló como muestras de la resistencia humana a lo largo de décadas de vidas, muertes y claroscuros. Testigo de las dos grandes guerras y del tiempo que hubo entre ellas (ese que sirvió para coger aire y respirar un poco), Sander empezó su vida profesional en la mina, con el pico y la pala. Su padre era carpintero y trabajaba en explotaciones mineras; sin embargo, el hijo enseguida se aferró al arte fotográfico, especialmente a partir de 1920, después de la Primera Guerra Mundial, en la que estuvo alistado, y que le dejó una huella muy amarga y una gran convicción pacifista. Luego llegarían los años efervescentes de la República de Weimar y los del hundimiento de la sociedad alemana con la ascensión de los nazis, que interfirieron en su obra y destruyeron parte de ella porque a su juicio era impublicable e inapropiada.

Algunas de sus imágenes, las más icónicas, se exponen ahora junto a negativos, cartas, dibujos y libros en el Museo del Memorial de la Shoah en París, que dedica una retrospectiva a Sander cuyo título es esclarecedor: Perseguidos y perseguidores. Gentes del siglo XX. Sin artificios ni adornos artísticos innecesarios, Sander tiene un lugar entre los más grandes por su minuciosidad técnica y la búsqueda al milímetro del contraste entre la luz y la sombra y por la humanidad que confiere a muchos de sus modelos, perdedores a los que no les quedará nada. Hombres y mujeres humildes de trabajos humildes de los que, en muchos casos, no tuvieron escapatoria. Algunas de la mejores fotos de estos perseguidos son la larga serie que August Sander le dedicó a su hijo Erich (foto en la siguiente página), encarcelado durante una década por sus ideas políticas contrarias a los nazis y muerto entre rejas. Otros clientes eran judíos que debían renovar su carnet de identidad, al que las autoridades añadían una jota mayúscula para controlarlos y, posteriormente, deportarlos. En cada una de las instantáneas, Sander se tomaba todo el tiempo del mundo para que la imagen resultara lo más desnuda y a la vez impactante posible. Algo parecido pasa con los soldados y guardias nazis que pasan por su estudio: es cierto que posan con uniforme, medallas y brazaletes, pero Sander da a entender que, pese a ello, no son para nada superiores a los otros fotografiados que tarde o temprano perecerán en Dachau. Son estos los que dibujan una mueca, una sonrisa muy leve, a veces imperceptible, que certifica que el arte les resucitará tras la muerte.

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Perseguida (Madame Franken), sobre 1938

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Prisionero político, Marcel Ancelin (1943)

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Perseguida política (1938)

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Trabajador extranjero (1941-1945)

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Erich Sander, prisionero político (1936-1940)

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Nacional socialista, guardia de Hitler (1940)

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August Sander (1956). Foto de Gunther Sander

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