Buceando entre depredadores

naturaleza

Sumergirse entre cocodrilos es una experiencia inusual. ¿Cómo reaccionan ante la presencia humana en su hábitat? El biólogo que firma este reportaje les observó y fotografió muy de cerca... Y ha podido contarlo y mostrarlo.

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Los animales en Banco Chinchorro (México). En la imagen se ve cómo persigue el cebo

El objetivo de esta expedición era bucear entre cocodrilos, sin utilizar jaulas de protección, para estudiar su comportamiento frente a humanos, fotografiarlos y filmarlos. Hay bastante experiencia de buceo con tiburones, pero escasa con cocodrilos.

Se eligió el cocodrilo americano (Crocodylus acutus) porque se puede encontrar en el mar, donde las condiciones de visibilidad suelen ser siempre mejores que en los ríos. La visibilidad es imprescindible, tanto para la seguridad de los buceadores como para obtener las mejores imágenes. El hábitat preferido de esta especie son las aguas dulces o salobres de los estuarios fluviales, lagunas costeras, pantanos y manglares.

Este cocodrilo es la especie más grande de las cuatro presentes en el continente americano. Puede alcanzar los seis metros de longitud y un peso de 500 kilos, pero lo usual son animales de 200 kilos y menos de cinco metros. Se encuentra en Florida, el Caribe y la costa del Pacífico. La inmersión de este reportaje se hizo en Banco Chinchorro, reserva de la biosfera en aguas del Caribe mexicano, en la península de Yucatán.

Los cocodrilos suelen atacar a sus presas grandes cuando van a beber, se acercan sin ser vistos, las atrapan con sus fuertes mandíbulas y las sumergen hasta ahogarlas

En estas aguas se encuentran centenares de cocodrilos americanos. Para atraerlos, desde el barco, se lanza al agua un cebo, normalmente, pollo o pescado. Los autóctonos lo atan a una cuerda de nailon transparente y lo lanzan de forma que golpee el agua, procurando que haga ruido, que es lo que atrae a los cocodrilos: suponen que un animal herido o con problemas ha caído al agua y esto representa una presa fácil.

Una persona poco conocedora de estos animales pensaría que lo normal sería atiborrarlos primero de alimento, pero no es lo adecuado pues, una vez saciados, pueden marcharse. Si se evita que cojan el cebo, permanecen en la zona.

Así se logró atraer a seis cocodrilos, aunque afortunadamente sólo venían hacia la presa de uno en uno, lo que hacía más fácil su control. En una ocasión, vinieron dos cocodrilos a la vez, pero pronto el de mayor tamaño impuso su dominio del territorio ahuyentando al menor. ¿Cómo? Dirigiéndose hacia él con la boca abierta. Fue sin lucha, dejó claro su dominio con una demostración de potencia.

Filmar y fotografiar estos animales supone un riesgo para los buceadores, pues exige aproximarse al máximo, más si el agua está turbia. Lo óptimo es una distancia de centímetros, de menos de un metro; y usar objetivos ojo de pez y gran angular. Al bucear tan cerca, se reconoce fácilmente las características del cocodrilo, como su cabeza larga, aplanada y estrecha, de forma triangular, con un morro ligeramente curvado. Impresionan sus fuertes mandíbulas, de las que sobresalen unos dientes agudos, incluso cuando tienen la boca cerrada, lo que le aporta su aspecto feroz. Sus ojos poseen una membrana que los protege y les permite ver. Las glándulas lacrimales le ayudan a expulsar el exceso de sal del cuerpo (las famosas lágrimas de cocodrilo).

Su dentición está adaptada a sus presas, que son invertebrados cuando el cocodrilo es pequeño. A medida que crece, amplía la dieta: peces, cangrejos, aves, insectos, caracoles, ranas, tortugas y pequeños mamíferos.

Los adultos comen esto mismo, pero incorporan a su dieta mamíferos grandes. Suelen atacar a las presas grandes cuando se acercan a beber; aprovechan la fortaleza de sus mandíbulas para hacerlas caer, las sumergen en el agua y las mantienen sujetas hasta que se ahogan. Como el cocodrilo tiene los ojos y la nariz en la parte superior de la cabeza, puede mantener la mayor parte de la cabeza y el cuerpo sumergidos en el agua y acercarse a las presas camuflándose. Esto resulta muy peligroso para animales que flotan en el agua y sin visión submarina.

Se puede reconocer aproximadamente la edad del cocodrilo por su talla y la coloración: los pequeños tienen la parte superior del cuerpo color verde oscuro con dibujos de bandas en la cola y la espalda; los jóvenes son verde oliva sin bandas, y los adultos son grises con un vientre blanco amarillento.

Por la experiencia de este buceo, en la mayoría de las ocasiones, los cocodrilos se desplazan por el fondo andando sobre sus patas con movimientos lentos y desconfiando de la presencia humana. Esto era un inconveniente con el fondo de arena y algas pues disminuía la visibilidad. Para sorpresa de los buceadores, en el agua sólo utilizaban la cola para desplazarse en poquísimas ocasiones, como si la velocidad que les proporciona fuese excesiva y no les diese la precisión de movimientos de sus patas. La cola es la parte del cuerpo más importante para su natación, debido a su ondulación serpenteante.

Cuando el buceador se acerca, el animal lo mira fijamente, sin retroceder. Si se acerca más, abre la boca en señal de advertencia. Sus mandíbulas con los agudos dientes impresionan

Tras varios días de buceo entre los cocodrilos y de atraerlos a tierra, se vio que su peligrosidad es mayor cuando se les ofrece las presas desde tierra –tirando el hilo al agua y arrastrándolo hasta tierra–. El cocodrilo se iba acercando a la orilla nadando en superficie y cuando notaba que tocaba fondo levantaba su cuerpo con las patas y arrancaba en un sprint hacia la presa, con una velocidad inesperada e inquietante. Esto abona la tesis de que estos animales, cuyos ancestros eran del periodo triásico (hace 200 millones de años), tuvieron un inicio terrestre. Bajo el agua, sus movimientos son más cautos. Y eso que pueden nadar a una velocidad de 30 km/h y aguantar hasta dos horas sin emerger para respirar.

Cuando el buceador se acerca, el animal lo mira fijamente y no retrocede. Si el buceador sigue acercándose, abre la boca, en señal de advertencia.

Han trascendido numerosos ataques de esta especie a humanos, aunque parece que normalmente no forman parte de su dieta y que los ataques son más a actos de defensa cuando se invade su territorio. Una prueba es que la mayoría de los incidentes finaliza con la amputación de una extremidad, casi nunca el animal remata al humano, aunque este se encuentre a su merced, cosa que no ocurriría si lo considerase presa habitual de su dieta.

Esta especie, como la mayoría de los cocodrilos, había sido muy perseguida entre 1930 y 1960 por el valor económico de su piel. La caza ilegal y la pérdida de su hábitat por el incremento de zonas pobladas han reducido las poblaciones de este cocodrilo. Por ello, diversos países han implantado medidas protectoras. En el 2007, el servicio de protección marina estadounidense modificó la situación del cocodrilo americano de especie en peligro de extinción a amenazada.

En la zona caribeña, algunas empresas han empezado a organizar expediciones como esta de observación de cocodrilos, para pocos buceadores y experimentados. Se realizan entre junio y agosto.

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Antes de atraer a los cocodrilos, hubo que capturar pescado para el cebo (pez escorpión, que es una especie invasora en el mar Caribe).

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La expedición tuvo lugar en los arrecifes de Banco Chinchorro, donde se puede encontrar esponjas (como la de esta foto) y corales

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