El éxito a los 101 años

Carmen Herrera

La artista cubana Carmen Herrera lleva 70 años pintando, pero no vendió su primer cuadro hasta casi cumplidos los 90. Ahora el museo Whitney de Nueva York se pone de punta en blanco para celebrar una retrospectiva esperadísima.

Horizontal

TODD HEISLER

Si esto fuera una novela de Jonas Jonasson, tal vez podría titularse La abuela de 101 años que no saltó por la ventana y siguió pintando sin pestañear. La Historia del Arte está repleta de artistas a los que se les consideró poco en vida, aunque luego su obra haya alcanzado récords en las subastas y se haya convertido en icono planetario. Vincent van Gogh sería el caso paradigmático. También hay artistas cuya muerte, accidental y/o accidentada, glorificó aún más su obra y su leyenda, como en el caso de Jean Michel Basquiat, Mark Rothko o Jackson Pollock.

En todos estos casos siempre hay un punto (o varios) de injusticia e incomprensión. En el caso de la pintora cubana Carmen Herrera, la paradoja es que haya conocido el éxito en vida. Pero para ello ha tenido que vivir muchísimo. Camino de los 102 años, Herrera es la protagonista de una retrospectiva de toda su obra, que se remonta a inicios de los años 40, y que acaba de abrir en el museo Whitney de Nueva York, cuya nueva sede fue inaugurada el año pasado. La exposición, titulada Lines of Sight (líneas de vista), repasa la aventura pictórica de una artista cuya obra pasó totalmente desapercibida hasta hace quince años. Herrera, que vivió en La Habana, que tuvo una época iniciática en París y luego se instaló en Nueva York, no vendió su primer cuadro hasta los 89 años.

En 2004 protagonizó una modesta exposición en el Museo de El Barrio, en Nueva York. Lo hizo por la puerta trasera. Falló un artista a última hora y la escogieron a ella. La coleccionista Ella Fontanals-Cisneros, cuya fundación se dedica a la promoción del arte latinoamericano, se fijó en su trabajo y el destino de la pintora que fue amiga, de Willem de Kooning o los citados Barnett Newman y Mark Rothko, cambió por completo. En 2010 Herrera pasó a formar parte de la nómina de la potente y prestigiosa galería Lisson, que representa a nombres como Marina Abramovich, Ai Weiwei, Anish Kapoor o la artista española Ángela de la Cruz. Y ese ya fue un espaldarazo comercial de primer orden. Pero tardó.

Herrera es mujer de pocas palabras, pero de producción prolífica. Su carrera empieza en La Habana. Allí estudió arquitectura y muy joven, en 1948, viajó con su marido a París, donde empezó a desarrollar su técnica abstracta. Allí exhibió con los grandes pintores del momento, cuya sombra era demasiado poderosa. Apenas destacó. A su llegada a Nueva York en 1954, y en plena efervescencia de los ab ex (los expresionistas abstractos), su presencia pictórica pasó más bien desapercibida, pero la artista siguió su camino. Su travesía silenciosa por telas semidesérticas con juegos geométricos sencillos emparentados con la obra de Ellsworth Kelly. Herrera siempre esperó que el éxito le llegaría en algún momento como quien espera, ha contado alguna vez, el autobus. "Al final acaba viniendo".

“Yo lo que hago es trabajar, trabajar y trabajar”, declara cuando le preguntan reconociendo que hubo un momento en que ya no esperaba ver el reconocimiento a su obra. Y es lo que hace, aunque se desplaza en silla de ruedas, Herrera prepara los bocetos de sus cuadros, juegos geométricos de muy pocos pero impactantes colores, en pequeños formatos. Luego los asistentes, bajo su supervisión, ejecutan las telas, que son de dimensiones considerables y de títulos sugerentes, casi siempre en castellano en el original: La Mancha, Verdes y Blancos, Díptico.

El caso de Carmen Herrera confirma que los caminos del arte son guadianescos. Es difícil seguirles el hilo. Su obra, una visión fresca del expresionismo abstracto, al que nunca ha renunciado, pudo caer perfectamente en el olvido. Ahora la artista cubana es el talk of the town en Nueva York y en medio mundo. Una retrospectiva en el Whitney son palabras mayores. Carmen Herrera sólo espera ahora que pasen rápido los actos de inauguración y promoción para volver a su estudio a seguir dibujando y coloreando. De lo contrario si será La Abuela pintora de 101 años que saltó por la ventana y se largó.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...