¿ Demasiado madres?

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La llamada crianza de apego se está convirtiendo en tendencia en Occidente. En especial, entre mujeres de clase media, con educación superior, que consideran que la mejor forma de criar a los hijos se basa en el máximo contacto físico y en un retorno a lo natural. Sus partidarios aseguran que es más saludable para los niños, pero los críticos lo ven como otra forma de competir por quién es más madre, además de un retroceso para el feminismo.

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De niño, el psicólogo John Bowlby vio muy poco a su madre. Sólo una hora al día después de cenar. A su padre, médico del rey de Inglaterra, ni eso.

Bowlby nació en Londres en 1907 en una familia acomodada. Fue criado por niñeras y a los 10 años lo mandaron a un internado, otra costumbre muy inglesa. A Bowlby, aquel flagrante desapego de sus padres –considerado en la sociedad posvictoriana la mejor manera de educar a los niños–, lo marcó tanto que dedicó su vida a estudiar sus consecuencias. Está considerado el padre de la llamada “teoría del apego” que, en esencia, postula que para que el desarrollo social y emocional sea normal, los humanos necesitan formar un estrecho vínculo emocional con un cuidador, al menos durante los primeros seis meses de vida.

Bowlby formuló su teoría a mediados del siglo pasado, cuando Naciones Unidas le encargó un informe sobre las consecuencias de la orfandad en la Europa de la posguerra. Su énfasis en la importancia de establecer una sólida relación afectiva con los hijos se ha hecho incontestable. Hoy el afecto es un pilar de la crianza, considerado tan necesario como la alimentación y la educación.

Una madre: “Optas por un parto natural, luego no quieres ceder la responsabilidad de educar a tus hijos... la lactancia prolongada, el colecho... es un encadenado”

Pero, con el paso del tiempo, la teoría de Bowlby se ha ido transformando. De la teoría del apego se ha pasado a la llamada crianza de apego, que postula que para lograr este apego las madres han estar, literalmente, enganchadas al niño, y no sólo durante los primeros seis meses. ¿Cómo? Mediante prácticas como la lactancia prolongada, dormir con los hijos (colecho), llevarlos encima y no en cochecito (el porteo) y estar constantemente pendiente de sus necesidades.

Este concepto nace en Estados Unidos y tiene uno de sus principales impulsores en el pediatra William Sears. Sears y su esposa Martha, enfermera, son un matrimonio profundamente religioso. Padres de ocho hijos, han publicado más de treinta libros. En el más famoso, The Attachment Parenting Book, no hay referencias a Bowlby, pero sí un sinfín de indicaciones para convertirse en los mejores padres –y, sobre todo, madres–, a través de una dedicación intensa. Según los Sears, quienes sigan su estilo de crianza conseguirán unos niños “maravillosamente especiales”. No sólo “más inteligentes” que el resto, como escriben, sino también con mejor salud, mejor desarrollo y mejor comportamiento.

Las directrices para conseguirlo son siete: estrecho vínculo posparto; lactancia materna (prolongada y a demanda); porteo; colecho; respuesta al llanto; equilibro y límites, y, finalmente, desconfiar de los consejos de los “adiestradores de niños”.

En las últimas dos décadas la crianza de apego se ha ido convirtiendo en la tendencia dominante en Estados Unidos, ya que es habitual entre las mujeres blancas, de clase media y con estudios superiores. Se da asimismo entre las famosas: Pamela Anderson tuvo a sus dos hijos en un parto en casa, los amamantó durante más de un año y dormía con ellos. Angelina Jolie declaró en el 2007 que la familia dormía junta, en una cama especialmente diseñada.

La crianza de apego ha irrumpido también en España, donde también se la conoce como “crianza natural” o “respetuosa”. “Hace unos años sólo cuatro hippies iban con el bebé pegado todo el día, ahora esa tendencia ya lleva logo institucional”, explica Miriam, madre de dos niñas de 3 y 6 años. Miriam colabora en el espacio Yoga con Gracia, en el barrio homónimo barcelonés, donde se reúnen las “mamás graciosas”. Un grupo que, como se definen en su blog: “Comparte ideas y recursos en torno a la maternidad y crianza respetuosas, con apego y graciosas”.

Al inicio, Miriam no era consciente de estar practicando una crianza determinada: “Pero al final terminas siendo de la secta –bromea–, porque una cosa te lleva a la otra: empiezas queriendo recuperar un embarazo más consciente con tu cuerpo; llega el parto y optas por el parto natural y después, no quieres ceder la responsabilidad de la educación de tus hijos y buscas opciones de crianza compartida”. Sin olvidar: “La lactancia prolongada y el colecho multitudinario, ¡cuatro en la cama! Es un encadenado”, concluye.

El pediatra Carlos González rechaza el término apego, pero aconseja “libertad para coger al niño en brazos, o metértelo en la cama o, si quieres, darle el pecho sin mirar el reloj”

Miriam ha reunido para este reportaje a cinco mamás de apego, además de a dos padres, los cuales quieren reivindicar el papel masculino en este tipo de modelo. Aunque todas crían a sus hijos básicamente de la misma manera (lactancia prolongada, porteo, colecho y con alternativas a la guardería), a ninguna les gusta la idea de etiquetarse. Raquel, que tiene un niño de 3 años, ve su decisión de apostar por el apego como: “Un proceso natural, equiparable al empoderamiento ciudadano en la política, en contra de un sistema capitalista, neo-liberal, que ofrece muy poco tiempo para la crianza”. Para Natalie, profesora de inglés y con un niño también de 3 años, la crianza natural es algo que literalmente ha mamado: “Éramos seis hermanos, mi madre nos dio a todos lactancia prolongada, dormíamos con ella, hemos crecido en el campo, hemos jugado con no juguetes: todo muy natural”, resume. Para ella: “No criar a mi hijo pero trabajar para un tío que me paga es una forma de esclavitud”.

Mientras hablan, sus hijos juegan libremente por la sala de yoga, haciendo un ruido considerable que dificulta que los adultos se entiendan. En ningún momento se les pide que bajen el nivel sonoro: otro de los pilares de esta crianza es adaptarse a las necesidades del niño; si grita, será por que lo necesita. Es el infante, sabio por naturaleza, quien dirige su educación. Por tanto, es habitual que desde pequeñito, elija incluso algo tan fundamental como cuándo y dónde quiere irse a dormir. Rodolf, un padre del grupo, explica que su hijo de 5 años es quien escoge si le apetece dormir con ellos o no: “Hacemos un colecho muy flexible. Él va y viene con total libertad”.

¿No es excesivo, este estar constantemente pendiente? “No es cuestión de estar encima, sino de estar atento a sus necesidades”, matiza Maite, madre de tres hijos y abogada, aunque no ejerce en la actualidad. Ella explica lo que busca en este modelo: “Es que mis hijos no se desconecten nunca de lo que sienten, de lo que les pasa”.

Las cinco entrevistadas aseguran estar encantadas con esta crianza intensiva. Este estar constantemente pendientes no les parece ni un punto masoquista ni exagerado. Ante tanta unanimidad, la pregunta es si los niños criados así son diferentes. “Al tener sus necesidades emocionales cubiertas desde el principio sí, son distintos”, afirma Natalie. Maite opina lo mismo: “El niño ha tenido el amor, el abrazo, ha sido cogido cuando ha llorado… Tendrá una confianza en sí mismo que creo que sólo se puede conseguir con una crianza de apego”. Aunque todavía no puede probarlo empíricamente, también cree que tendrá una adolescencia distinta: “Porque si ya te damos lo que necesitas no lo vas a tener que buscar cuando eres adolescente o adulto”.

No coincide tanto con ellas Eugenia, psicóloga y madre de dos niños: “Para mí es un error enfocarnos en esta crianza por resultados tipo ‘quiero que mi hijo tenga una adolescencia mejor’. Puede haber personas que crían con lactancia prolongada, porteo y colecho y no transmiten un apego seguro”, señala. Eugenia es la única del grupo que cita a John Bowlby y a otro teórico del apego, el psicólogo Peter Fonagy. “Me interesé por este tema cuando estudié la carrera –cuenta–, aunque ellos no tradujeron sus teorías a ningún tipo de crianza. Eran teóricos a secas”.

La obstetra Amy Tuteur es critica; cree que la crianza de apego “promueve ideas en su mayoría antifeministas, normalmente dictadas por hombres”

De convertir una teoría en una práctica se han encargado autores como el citado Sears, no sin críticas. Entre ellas, las de la doctora estadounidense Amy Tuteur, obstetra, madre de cuatro hijos y divulgadora médica. “Uno de los problemas con los Sears y otros gurús del apego es que transmiten el mensaje, sin base científica, de que los niños criados con este intenso contacto físico van a ser mejores”, explica en conversación telefónica con Magazine.

Tuteur ha publicado el libro Push Back: Guilt in the Age of Natural Parenting (Retroceso: la culpa en la era de la crianza natural, Dey Street Books). En él denuncia la presión sobre las madres de este modelo que equipara a un culto. “Lo escribí porque recibo muchos mensajes de madres que se sienten fatal al creer que estaban fallando por no seguir los dictados de la crianza natural: me parece una presión injusta e innecesaria”, explica. En un momento en el que se es más vulnerable, Tuteur denuncia una competencia insana por quién es la madre más apegada o la que ha tenido un parto más natural. “He visto a demasiadas mujeres que se consideraban fracasadas porque su bebé –sanísimo, por cierto–, había nacido por cesárea o habían recibido la epidural. En ocasiones, me he preguntado si el parto no era más importante que el bebé”. La doctora lamenta la distorsión que se ha dado a las teorías de Bowlby. “El nombre que los Sears han escogido es muy bueno, porque todos han oído hablar de la teoría del apego y saben que el apego es importante”, dice. También denuncia que se dé el mensaje de que el apego es difícil, que sólo se conseguirá siguiendo determinadas directrices: “¡No es cierto; es algo espontáneo!”, exclama indignada. “En treinta años de carrera he observado que lo más importante para los niños es que sepan que sus padres los quieren, pero que el método específico de nacimiento y de alimentación y el número de horas que han sido cargados al día, son irrelevantes. Los bebés no necesitan una madre perfecta sino una madre lo suficientemente buena”, sintetiza.

Incluso Carlos González, autor de superventas como Bésame mucho (Temas de Hoy), comenta, vía email, que “eso de ‘crianza con apego’ no tiene mucho sentido. El apego es una necesidad básica del ser humano y todos los niños tienen apego. No depende ni de la lactancia ni del porteo, que son cosas que están bien, pero no son el apego en el sentido psicológico del término”.

Este pediatra está considerado uno de los referentes de la crianza natural en España, por lo que sorprende que aproveche este reportaje para aclarar que “nunca he usado (que yo recuerde) términos como ‘crianza natural’ o ‘con apego’”. Lo que él recomienda, explica, le parece lo más convencional del mundo: “Lo que ofrezco es libertad: si quieres coger al niño en brazos, puedes hacerlo; si quieres metértelo en la cama, puedes hacerlo, si quieres darle el pecho sin mirar el reloj, puedes hacerlo”.

Publicado en el 2003, Bésame mucho está considerado una respuesta –tanto ideológica como de mercado editorial– a una tendencia de crianza más conductista, que apuesta por unas determinadas rutinas y límites, sintetizada por el método para enseñar a dormir a los niños del doctor Estivill; la bestia negra de las madres de apego. En el libro de González (que se define como “la guía definitiva para criar con amor”), se insta a “respetar” al niño. También dedica páginas a rebatir lo que llama “la puericultura fascista” y a explicar a los padres que el que un bebé duerma de un tirón por la noche no es tan habitual, así que es mejor dormir con él y darle de mamar cada vez que se despierte.

En el libro existe una clara polarización entre lo que llama la crianza convencional (que, según él, ve a los hijos como “enemigos” a los que domesticar), y la suya, que los considera como “amigos” a los que entender. El término medio, dice, no es posible: “Lo que comento sobre el niño ‘amigo o enemigo’ no se refiere a dos tipos de padres, sino a dos marcos teóricos en los que parecen basarse los libros o los consejos al respecto. Y precisamente critico esa supuesta primacía del término medio que, en algunos temas, no produce moderación, sino más bien híbridos contra natura”, asegura.

En un mundo cada vez más polarizado, el apego se está instaurando con fuerza, ante un cierto asombro de quienes creen que se puede amar a los hijos sin ejercer esta maternidad tan intensa para, entre otros, desafiar al sistema. El sistema sin embargo, también se nutre de una tendencia que, como señala la doctora Tuteur, es un “negocio enorme”. Pero para ella, lo más escandaloso de esta crianza natural es que “promueve ideas en su mayoría antifeministas, normalmente dictadas por hombres”, añade. Un retorno a la época en la que el principal papel de la mujer era quedarse en casa, al cuidado de los hijos. Este retroceso ha sido denunciado por la filósofa francesa Elisabeth Badinter, quien en el libro La mujer y la madre (La Esfera de los Libros), califica esta maternidad intensiva como “una nueva forma de esclavitud”. Badinter asegura que esta nueva tendencia que, “por razones etológicas y ecológicas” empuja a las mujeres a parir en casa, así como a rechazar la epidural, a amamantar a su bebé sin parar y usar pañales reutilizables, lo que hace, en el fondo, es forzarlas a abandonar los avances “que las han liberado”.

“Yo creía que la libertad femenina es tener igualdad de derechos legales y económicos, de acceso a la educación, a la política...”, rebate Carlos González, para quien la liberación de la mujer: “Será poder hacer con mi hijo lo que quiera: cogerle cuando quiera, darle el pecho cuando quiera o ponerlo a dormir donde yo quiera”. No coincide con él la periodista Juana Gallego, directora del máster de Género y Comunicación de la UAB, quien también detecta un retroceso claro del papel de la mujer en esta fiebre del apego. “Para mí es una tendencia que surge a partir de corrientes que se producen de forma casi inconsciente”, explica, “a menudo fruto de una coyuntura económica: cuando hay una expansión se tiende a que las mujeres se incorporen al mundo público mientras que en la época de recesión, vamos para casa”.

Gallego añade que estamos en un momento de “individualismo exacerbado”, donde lo colectivo ha perdido peso y cada uno tiene que resolver sus problemas de forma individual. “Y dentro de esta tendencia detecto que el feminismo, como movimiento emancipatorio colectivo, se está desmontando”, lamenta. Madre de dos hijos ya emancipados, reivindica el sentido común en la crianza: “Ni dejar llorar al niño hasta desgañitarse ni estar pendiente todo el día, porque entonces se creen el centro del mundo y después el mundo… ¡No es así!”.

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