Entre la economía y la autoayuda

Economía

El estallido de la crisis y la consiguiente pérdida de confianza en políticos y economistas han ocasionado un pequeño boom de los libros de temática económica. Gracias a algunas de estas obras, muchas personas han reforzado sus creencias ideológicas y han propagado entre sus familiares y amigos modelos económicos para salir de esta crisis y de las que vengan.

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Thomas Piketty

La impresión de que estamos a las puertas de una nueva etapa, en que es de esperar que se administren los bienes de forma más eficaz y razonable que hasta ahora, ha provocado que muchas personas lean ávidamente –algunas, por primera vez en su vida– libros de economía para cargarse de argumentos durante las tertulias improvisadas con amigos, pero también para manejarse mejor con sus finanzas personales, en vista de lo sucedido con las preferentes y otros timos. Como consecuencia, algunos libros de economía llegan a encabezar las listas de obras más vendidas, caso, por ejemplo, del estadounidense Michael Lewis, que se ha encaramado hasta lo más alto del ranking que elabora The New York Times con títulos como The Big Short o Boomerang. Algo similar cabe decir del economista francés Thomas Piketty, que con El capital en el siglo XXI ha logrado ser durante muchas semanas el libro más vendido en Amazon y hacer trabajar de lo lindo a las imprentas, con este voluminoso ensayo de 800 páginas que ha despertado una auténtica pikettymanía, hasta desbancar en Estados Unidos a las intrigas de Juego de tronos, novela (y serie televisiva) en la que también hay usurpadores e inviernos interminables.

Para Antonio Baños, autor de La economía no existe y Posteconomía (ambos publicados por Los Libros del Lince), incluso es posible que títulos como el anterior y libros como el de Piketty tengan más en común de lo que pudiera parecer. “Estas obras, en realidad, tratan de manera diferente las relaciones de poder, la creciente desigualdad. La gente percibe muy bien que vamos hacia una sociedad donde hay unos pocos multimillonarios y muchísima gente empobrecida y consume productos de entretenimiento que dibujan este escenario. Algo parecido sucedió con la crisis del petróleo de 1979, cuando surgió Mad Max, que recreaba la vida de un personaje que vivía sin gasolina”, recuerda Baños tras citar otros productos de la cultura popular que también han triunfado en la actual coyuntura, caso de las series de televisión The Walking Dead o Vikingos.

“Cualquier persona de la calle entiende que hoy en día hace falta luchar muchísimo simplemente para sobrevivir, una lucha que muchas veces es cruel y descarnada, sin instancias mediadoras como el Estado del bienestar o la redistribución de la riqueza”, apunta Baños para rematar este asunto.

Lo que parece claro es que la economía interesa hoy más que nunca, seguramente porque a la gente se le está acabando el dinero y donde antes había grasa ahora hay hueso. Al citado Piketty, que ha difundido su ya conocida teoría de que los más ricos acaparan cada vez más riqueza en perjuicio del resto de la sociedad y, muy especialmente, de las clases medias y bajas, se oponen otros economistas que temen que sus propuestas se sitúen en el centro del debate político y que defienden el liberalismo a tutiplén. Un escenario idóneo para el choque de trenes, en vista de que esta maratoniana crisis está provocando que la economía se asemeje a un patio de luces donde cada cual vocifera su verdad.

“La economía –opina Baños– se está convirtiendo en un género popular. Al igual que cada cual tiene sus cantantes favoritos o siente predilección por unas determinadas series que luego defiende apasionadamente ante sus amigos, esta crisis se diferencia de las anteriores en que está teniendo una difusión brutal. Las redes sociales, la televisión y las tertulias, que han incorporado a los economistas, han contribuido a que cada persona tenga su economista favorito, lo que lleva en ocasiones a que los fans de Santiago Niño-Becerra se peleen con los fans de Juan Ramón Rallo y estos con los de Roberto Centeno. A veces da la impresión de que los economistas se están convirtiendo en figuras pop”, aprecia Baños.

Pero… ¿qué piensan los editores de este río revuelto? Roger Domingo, director editorial de Deusto, Gestión 2000, Alienta y Para Dummies del Grupo Planeta, piensa que hasta que estalló la crisis económica, los libros de actualidad económica estaban reservados a economistas, empresarios y estudiantes de Ciencias Empresariales, y no como en los últimos seis o siete años, “cuando determinadas obras han conseguido situarse sistemáticamente entre las más vendidas de cada mes, algo que no había sucedido nunca”, aprecia.

Los editores reconocen el boom de estas obras, que la gente compra para entender la crisis y también para tener unas nociones que le ayuden a manejarse mejor en su día a día

Domingo baraja dos posibles explicaciones. “Por un lado, muchas personas han sentido la necesidad de comprar algunos de estos libros para entender los porqués de esta crisis, quiénes fueron sus responsables y cuándo saldremos de ella”, indica. “Además, hasta no hace tanto, buena parte de la cultura financiera de este país la impartían los directores de las sucursales bancarias, que ejercían de proveedores de información cuando la gente solicitaba un crédito o cualquier otro producto. Sin embargo, con las preferentes y otros escándalos que ha habido en bancos y cajas de ahorro, la gente se ha dado cuenta de que, en realidad, el director de la sucursal no era el amigo que parecía, sino más bien un vendedor y, así, parte interesada, lo cual ha obligado a mucha gente a adquirir una mayor cultura financiera para poder manejarse mejor en su día a día”, reflexiona este editor.

Dice desconocer si este boom de los libros de economía tiene precedentes en el crac del 29 o en crisis posteriores, aunque apunta un ligero paralelismo con lo sucedido en 1996, cuando Felipe González perdió las elecciones generales ante José María Aznar y hubo un gran auge de los libros de temática política.

Manel Martos, editor de RBA, distingue dos tipos de libros de economía: “Las obras largamente meditadas y rigurosas, escritas por autores muy contrastados académicamente, y un segundo bloque de libros coyunturales, cuasi proféticos, que contienen la verdad revelada y un mensaje redentorista, y que tanto podrían ser libros de economía como de autoayuda, ya que se pueden leer casi como libros de evasión”.

Probablemente, el creciente desprestigio de políticos y organismos económicos ha animado a algunos autores a saltar al ruedo y a bajar la economía a ras de suelo. Subsidiariamente, esta popularización del género ha tenido como consecuencia que muchas personas anónimas hayan alumbrado en la intimidad pequeños modelos económicos prêt-à-porter a partir de sus elucubraciones personales y del aderezo de algunas de estas obras. Así, la quiebra de la confianza en políticos e instituciones, caso de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, el Banco de España o el Fondo Monetario Internacional, pero también de los auditores, notarios y demás intelligentsia financiera, ha propiciado que proliferen multitud de ideologías económicas de ir por casa, en vista de que los grandes faros que alumbraban el camino se han apagado de golpe.

Sin embargo, conviene dejar claro que el repunte de los libros de temática económica no guarda correlación con otros best sellers al uso, sino que las cifras son más modestas y se remiten, por lo general, a ventas cercanas a los 15.000 ejemplares, salvo sonadas excepciones. Lo que ha crecido es el número de títulos. En el caso de Editorial Deusto, por ejemplo, si los libros de economía representaban en época de bonanza entre un 10% y un 15% del catálogo, desde que llegó esta etapa oscura se han disparado hasta el 80%. También se han reeditado durante este periodo obras clásicas de Karl Marx, John Maynard Keynes, incluso la obra magna del economista austriaco Friedrich A. Hayek, Camino de la servidumbre.

Desde un punto de vista ideológico, en España parece haber dos tipos de lectores de libros de economía, representados por dos autores que han logrado el favor del público: Daniel Lacalle, un economista de talante liberal, y José Carlos Díez, un profesor de perfil socialdemócrata. “¿Qué si en España hay más lectores de libros de economía conservadores o progresistas? –reflexiona sobre la pregunta Roger Domingo, director editorial de Planeta–. A veces bromeo con que en este país hay más autores liberales que liberales en sí. Yo diría que en España deben de haber entre 5.000 y 10.000 lectores de libros liberales, pero que acostumbran a leer muchísimo, por lo que estas obras suelen tener buena aceptación. En contraposición, el público socialdemócrata es mucho más amplio, si bien sus usuarios potenciales leen menos en general, por lo que estos libros también se venden en menor cantidad, salvo cuando alguno se dispara”.

Leopoldo Abadía, autor de La crisis ninja y otros misterios de la economía actual (Espasa), es un buen ejemplo del boom de los libros de temática económica, tras vender 25 ediciones del título que lo ha hecho famoso. En total, casi 200.000 libros vendidos, según calcula Abadía, tras señalar que tal vez ahora la economía interesa tanto “porque antes nos podía parecer algo como lejano, pero, claro, desde que nos ha tocado el bolsillo, esto ha cambiado bastante. Otra cosa que la gente ha descubierto es que no hay dogmas, en el sentido de casi todo es opinable”, dice este exprofesor del Iese de 81 años.

Otro tema que abordan algunas de estas obras es si los economistas abusaron de tecnicismos y medias tintas antes de que la crisis se mostrase en todo su apogeo, hasta el punto de utilizar un lenguaje oscurantista, sólo apto para iniciados, que a posteriori ha llevado a mucha gente a considerar que forman parte del problema, al no avisar a la población de forma clara de la que se le venía encima. Para Leopoldo Abadía es posible que algo de ello haya ocurrido. “Los economistas hablan como hablan los médicos entre ellos, por lo que cuando sales de la consulta muchas veces no sabes si te vas a morir dentro de poco o si estás mejor de lo que creías, porque no has entendido nada”, bromea.

“¿Y todo esto por qué no me lo dijiste cuando mandaba?”, le reprochó Zapatero a Gay de Liébana. “Lo que pasa es que cuando los políticos están en el poder no escuchan, no tienen ocasión de conocer el mundo real”, replica el economista

“Mira, te contaré una cosa –prosigue el autor de ¿Qué hace una persona como tú en una crisis como esta? y La hora de los sensatos, entre otras obras–: hace poco me llamó un profesor de Economía amigo mío, que enseña a chavales de 14 años, para que le ayudara a traducir una frase que no entendía y que, más o menos, era: ‘Las economías de consolidación se compensan con las economías de desagregación’, y riéndose me dijo: ‘¿Me lo explicas?’. Y le tuve que contestar que se lo iba a tener que explicar su tía”.

José María Gay de Liébana, autor de España se escribe con E de endeudamiento (Deusto), también tiene su versión de por qué ahora la economía interesa tanto. “Lo que ha pasado es que hemos dejado de vivir en un mundo feliz para trasladarnos a otro lleno de incertidumbres y terremotos. De buenas a primeras, nos hemos encontrado con que la gente ve que su dinero peligra en el banco, ve que su trabajo a lo mejor desaparece, ve que muchas empresas donde trabajan amigos están cerrando… por eso la gente se ha tenido que convertir a la fuerza en especialista en economía, dicho entre comillas. Ahora está pasando como en el fútbol, que todo el mundo opina, algo que es muy bueno”.

Gay de Liébana es, sin duda, uno de los economistas más mediáticos de España, hasta el punto de ser conocido como “catedrático del sentido común” o “economista indignado”, acepción, esta última, con la que dice sentirse más identificado. En todo caso, no falta quien le echa en cara, no sólo a él sino también a otros economistas que han escrito libros sobre la burbuja inmobiliaria y financiera, que no dijeran las cosas que luego han publicado en su debido momento, algo que, al parecer, le reprochó el anterior presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, con el que cena de vez en cuando. “José María, ¿y todo esto por qué no me lo dijiste cuando mandaba?”, parece ser que le dijo el expresidente.

“Lo que pasa –responde Liébana– es que cuando los políticos están en el poder no escuchan. Cuando Zapatero me hizo este comentario, le comenté que en su momento no se lo pude decir porque no había manera de decírselo, porque cuando los políticos están arriba, son prácticamente inaccesibles, son hombres solos, a lo que les llegan las cosas muy filtradas y que muchas veces no tienen la ocasión de conocer el mundo real y de pisar la calle”.

Queda por decir que los principales editores de libros de economía consideran que todavía queda crisis para rato. Así pues, es posible que el boom de estas obras se alargue. “El business y la economía recreativa siempre han constituido un género en Estados Unidos, a diferencia de lo sucedido en España, donde han formado parte de colecciones generalistas. Es factible que esto esté cambiando”, vaticina Manel Martos, cuya editorial (RBA) lanzará una colección de libros de economía, capitaneada por su consejo editorial, del que forman parte primeros espadas como José María Bricall, Antoni Castells, Guillermo de la Dehesa y Emilio Ontiveros.

También hay que decir que no todos los economistas son iguales y que los hubo que alertaron por activa y por pasiva del riesgo de entrar en una edad oscura. Pero, claro, en aquel momento la gente vivía días de vino y rosas y no se mostraba especialmente receptiva a los mensajes agrios y avinagrados.

Por último, queda por saber si esta crisis interminable habrá servido para algo o si, a la que la situación mejore, la gente se lanzará en estampida a adquirir coches y casas como hizo en el pasado. Será entonces cuando sepamos si este pequeño boom de los libros de economía ha servido, realmente, para que la población adquiera una mayor cultura financiera y no tropiece dos veces en la misma piedra.

PARA TODO LECTOR

La crisis económica ha hecho florecer un nuevo genero literario donde se entremezclan los gurús del coaching con autores que intentan explicar cómo hemos llegado a la situación actual. Antes de la crisis económica, en cambio, lo que más interesaba al público en general eran los manuales para invertir en bolsa, de la misma manera que se especula con que cuando la crisis acabe, florecerán todavía más si cabe los libros escritos por o para emprendedores y los que animen a la población a reinventarse. De momento, el editor Roger Domingo distingue tres grandes grupos de lectores. “El primero está compuesto –indica– por los que compran libros de actualidad económica para entender los porqués de la crisis”, segmento en el que cabría encuadrar a los lectores de Leopoldo Abadía y José María Gay de Liébana. “El segundo grupo de lectores lo integran personas que quieren reforzarse ideológicamente en sus creencias y que leen a autores de su misma cuerda para cargarse de argumentos que luego a sacan a relucir en cenas con amigos o cuando la ocasión se lo permite”, señala Domingo. En este subgrupo cabe distinguir dos grandes corrientes ideológicas: quienes buscan textos que explican la crisis desde la óptica liberal, como los de Juan Ramón Rallo y Carlos Rodríguez Braun (autores de El liberalismo no es pecado) o de Daniel Lacalle (Nosotros los mercados y Viaje a la libertad económica), y los que eligen aquellos que exponen planteamientos socialdemócratas o neokeynesianos como, por ejemplo, José Carlos Díez (Hay vida después de la crisis) o Thomas Piketty. Por último, “el tercer grupo de lectores lo conforman los que están indignados y cabreados y buscan soluciones alternativas”, apunta el editor. Serían los que se sienten representados por Stéphane Hessel y su ¡Indígnate!, considerada por muchos el germen intelectual del movimiento 15-M.

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Josep M. Gay de Liebana

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Antonio Baños

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Leopoldo Abadía

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Daniel Lacalle

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Santiago Niño-Becerra

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Michael Lewis

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Stephane Hessel

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Jose Carlos Díez

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