En el puerto de Valencia hay 195 personas que dirigen las labores de estiba, y sólo cuatro son mujeres, entre ellas Esther Lázaro (Valencia, 1977), capataz sobordista desde hace 12 años. Tres generaciones de hombres de su familia han sido portuarios, y ella estaba predestinada a seguirlos. Desde los 18 años, menos subida a lo alto de una grúa, ha pasado por todos los trabajos que tienen que ver con la carga y descarga de barcos: estibadora, conductora de camiones, trastainers, containeras y elevadoras... Lo que más le gustaba de su trabajo es, paradójicamente, lo que más le disgusta ahora: nunca sabe cuándo tendrá que trabajar y siempre lo hace por turnos. “No es una faena monótona, cada día te puede tocar una empresa diferente. Pero si tienes una familia, lo pasas mal cuando no te puedes organizar. No sabes cuándo vas a tener un día libre… Yo no sé si mañana podré llevar a mi hijo a jugar al baloncesto. Es lo que más dolor de cabeza me da”, se lamenta.
Esther Lázaro explica que en el puerto de Valencia “la igualdad existe. Cobramos lo mismo, hacemos las mismas cosas y a la hora de tener permisos por paternidad o maternidad es lo mismo. Sí que podría estar mejor, pero no creo que sea cuestión de este trabajo, es cuestión del nivel de España. No estamos preparados”. Tiene sus dudas, también, sobre las posibilidades de mejora de la conciliación de la vida familiar y laboral por la propia naturaleza de su puesto de trabajo: en un puerto nunca se sabe con demasiada antelación cuándo entrará un barco para la carga y descarga –“hay veces que tengo que organizar a mis hijos el mismo día con dos horas de antelación”, se lamenta–. Eso sí, desde que es madre, no hace la “supernoche”, de 2 de la madrugada a 8 de la mañana.
Lázaro tiene un niño de 8 años y una niña de 6 y estaría encantada de que fueran portuarios. El camino para que su hija pueda serlo, si así lo desea, ya está abierto gracias a mujeres como ella.
CONOCE A OTRAS PIONERAS
