El imperio del meme

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Compartir a través del móvil fotos con textos mordaces se ha convertido en una fórmula para reírse del día a día y relacionarse con otras personas. ¿Qué revelan los memes de la sociedad actual? Los expertos estudian sus mensajes, y los partidos políticos y los publicistas no les quitan ojo por su potencial viral.

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El ‘metameme’ “Un meme es una carcajada inesperada que caduca a las pocas horas”, indica Dolors Boatella sobre las fotos y los vídeos con textos divertidos que viajan por los teléfonos móviles. Tras producir unos 30.000 memes –como el collage que se aprecia sobre estas líneas–, Boatella se ha especializado en parodiar a los políticos.

Los cuentachistes de toda la vida viven una nueva época dorada en internet tras descubrir la fórmula secreta de la risa del siglo XXI: enviar memes a través del móvil. Un meme es una foto llamativa con un texto gracioso capaz de producir en quien lo recibe un efecto parecido a un estornudo mental, pues la reacción habitual suele ser reenviar el mensaje a familiares y amigos para contagiarlos con su contenido. Un ejemplo: en una imagen se observa a Sergio Ramos, el defensa del Real Madrid, con esta leyenda sobreimpresionada: “Mañana examen de orina, tengo que estudiar”. Pero también hay memes del “Se queda” de Gerard Piqué, del gallo de Manel Navarro en Euro­visión o de ciervos siendo entrevistados en televisión (“¿Es verdad que es usted un ciervo? Ciervamente, jajaja”), aunque los memes más celebrados tengan que ver con la independencia de Catalunya, el caso Gürtel y los temas de actualidad.

Sin embargo, tal vez el rasgo distintivo de muchos memes es elevar a la categoría de arte pequeñas anécdotas y sacarlas de contexto. Delia Rodríguez, auto­ra de Memecracia. Los virales que nos gobiernan (Gestión 2000), recuerda, por ejemplo, el origen de dos frases que han protagonizado innumerables memes. “La primera –‘la he liao parda’–, la dijo la socorrista de un edificio de San Sebastián de los Reyes (Madrid) cuando se equivocó al mezclar los químicos para su piscina y provocó una nube tóxica que desalojó el vecindario. La segunda –‘Contigo no, bicho’– es sinónimo de calabazas desde que un joven contó de forma hilarante en un vídeo la forma en la que una chica le había rechazado tras una noche de juerga”, relata la periodista.

“Los memes se estudian desde la lingüística, las matemáticas, la psicología...”, ilustra Agnese Sampietro, doctora en Lingüística

Pese a su aparente intrascendencia, los memes comienzan a desvelar el tipo de folklore que está floreciendo en internet y, más en concreto, estos artefactos promiscuos que viajan de teléfono móvil en teléfono móvil, cambiando por el camino de significado. Un universo paralelo donde cohabitan gatos de todos los colores, Julio Iglesias… ¡y lo sabes!, creencias extravagantes, caídas inoportunas, cortes de pelo irrepetibles, chistecillos sin ninguna gracia, pero también desternillantes odas al humor inteligente que colorean incluso los días más grises.

“Actualmente, los memes se estudian desde la lingüística, las matemáticas, la psicología, la ciencia política, la sociología, la comunicación o la estética”, confirma Agnese Sampietro, doctora en Lingüística en el departamento de Teoría de los Lenguajes de la Universitat de València. “Los memes gustan porque usan imágenes y frases cortas en un mundo sobrecargado de información”, señala esta experta que en su día estudió el fenómeno de los emoticonos y los emojis, dos parientes cercanos de los memes que ya a finales del siglo XX exploraron el potencial de hablar con imágenes.

Prueba del interés que suscitan es que desde el 2011 la palabra meme ha sido más buscada en Google que Jesucristo, Obama o Messi. Pero, sobre todo, los memes se han colado en el trabajo, el deporte o la escuela hasta triunfar en todo tipo de personas, sin distinción de edad, sexo o clase. “Se han convertido en un nuevo lenguaje para comentar la realidad”, aprecia Jaron Rowan, autor de Inteligencia idiota, política rara y folclore digital (Capitán Swing).

Según explica Rowan en su libro, la palabra meme fue utilizada por primera vez en 1976 por el zoólogo Richard Dawkins en El gen egoísta (Salvat) para justificar que del mismo modo que los genes pasan de un ­cuerpo a otro, algunas ideas pueden saltar de cerebro en cerebro y propagarse como virus.

En realidad, los memes comenzaron a triunfar por motivos menos sesudos: eran mensajes cortos e impactantes que no pesaban mucho cuando se enviaban por las primeras conexiones a internet. Fue más o menos por el año 2006, comenta Rowan, cuando se presentó en sociedad Advice Dog, un perro que daba curiosos consejos. Pronto le siguieron Paranoid Parrot, un loro paranoico, Courage Wolf, un lobo que animaba a enfrentarse a las adversidades con valor, y Socially Awkward Penguin, un pingüino con problemas para entablar relaciones sociales.

A partir de este momento, el mundo se pobló de animaladas, apartado que se amplió muy pronto para recoger las últimas meteduras de pata de la actualidad política, los cotilleos de los famosos o cualquier anécdota más o menos graciosa susceptible de expresar pertenencia a un grupo a partir de una jerga común.

“Los memes son esos chistecillos que antes nos contábamos en la calle o tomando un café para quitar hierro a la actualidad y que ahora mandamos por internet para compensar la falta de presencia física”, interviene Francisco Yus, profesor de Filología Inglesa de la Universidad de Alicante y autor de dos estudios sobre la semiótica de los memes y el tipo de emociones y sentimientos que ­suscitan.

Hoy por hoy, los memes se estudian en la London School of Economics (Reino Unido) o en la Northwestern University (EE.UU.). También se ha adaptado Cien años de soledad, la novela de García Márquez, en memes. Incluso el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) ha programado este año Memefest tras constatar que mandar memes a través de Twitter o WhatsApp se ha convertido en un deporte nacional. Asimismo, han surgido aplicaciones para crear memes desde el móvil en menos que canta un gallo.

Además de desvelar una especie de cultura espontánea que no se aprende en la escuela, sino “por contagio” mediante el trato informal con los demás, los memes han conseguido ajustarse como anillo al dedo al tipo de atención escasa y dispersa que ha traído la era digital. “El meme bueno es aquel que en pocos segundos se te mete dentro”, indica Rowan sobre el hecho de que la mayoría de los chistes se muestren ahora en el móvil en lugar de contarse.

De ello puede dar fe Dolors Boatella, una community manager que calcula haber producido unos 30.000 memes desde el año 2010. Algunos de ellos, como uno de Vladímir Putin con el cantante ruso de Eurovisión, han conseguido atravesar Rusia de punta a punta, pero también Estados Unidos, caso de una mandarina a la que Boatella añadió el pelo de Donald Trump. “Soy militante del humor por salud, por ideología y porque sé que es una forma de rebeldía difícil de controlar”, admite esta creativa que diariamente lanza dardos a los políticos. “Gracias a los memes puedo explicar la actualidad a mi manera”, ­indica sobre su motivación para invertir dos minutos en crear cada uno de sus memes, “porque si les dedicara más tiempo, tendría que estar en terapia”, bromea.

El humor rancio de algunas creaciones se contrarresta con los memes de colectivos que denuncian la violencia de género

Respecto a sus líneas rojas, “lo que jamás verás en un meme mío es la utilización de la figura femenina, así como actitudes intolerantes. Mi intención siempre es que la persona protagonista del meme se ruborice, pero no ofenda”, detalla tras comentar que el penúltimo meme que le ha hecho sonreír recoge a Mariano Rajoy en una boda bailando –“bueno, más bien caminando deprisa”, ironiza– Mi gran noche, el inmortal tema de Raphael.

Por su parte, Felipe G. Gil, miembro del colectivo Zemos 98, una cooperativa que fomenta la ciudadanía crítica y la cultura digital, entiende que los memes nos están diciendo a su manera que nuestro actual estilo de vida bien merece echarse unas carcajadas. “Los memes sólo hacen que fagocitar muchas situaciones absurdas que vivimos a diario”, recalca.

Aunque este sevillano ya usaba con 14 años la grabadora del casete para remezclar archivos sonoros, su primer meme tuvo que esperar hasta el año 2006. “Por aquella época –recuerda– se hizo viral un vídeo de el niño loco alemán en el que un chico se enfadaba con el teclado del ordenador y empezaba a aporrearlo, lo que llevó a subtitular lo que decía el chaval y aplicarlo a diferentes situaciones”. A título informativo, Leopold, el presunto niño loco alemán, resultó estar muy cuerdo, al reconocer a posteriori haber fingido su ataque de histeria “para mofarse de los jugadores de videojuegos desequilibrados y violentos”, explica este investigador de la cultura digital que ha producido cente­nares de memes desde entonces.

A decir verdad, nadie sabe exactamente cuántos de estos chistes en forma de cromo podrían estar circulando ahora mismo. Know Your Meme, una plataforma fundada en el año 2008 para inventariar y catalogar las imágenes virales, ha hecho el esfuerzo de reunirlos en una base de datos que cada día se amplía con nuevos especímenes. Por cierto, el meme preferido de Brad Kim, el editor jefe de esta iniciativa, es el del “novio distraído”, obra del fotógrafo Antonio Guillem, un barcelonés que tomó esta foto a mediados del 2015 en Girona para descubrir dos años después como una vertiente cómica de su retrato comenzaba a correr a través de una página de Facebook turca. Desde entonces, Kim y su enciclopedia de los memes han detectado bromas en 15 idiomas que toman como referencia la imagen del novio que pasea con su novia y se gira para observar a otra mujer.

Pero los memes, con su estética mayoritariamente feísta, también están revelando ser armas políticas muy eficaces para contagiar emociones. De hecho, no es raro que en acontecimientos que polarizan la sociedad, como las primarias del PSOE o la independencia de Catalunya, surjan guerras de memes en las que los diferentes bandos, valiéndose del humor, intentan lograr que sus ideas proliferen en las redes. La regla general es: cuanto más gracioso es un meme, más barreras ideológicas traspasa.

Pese a que los memes no son de izquierdas ni de derechas, por haberlos de todos los colores, el humor rancio que destilan algunas de estas creaciones ha motivado que surjan también colectivos como Memes Feministas para prevenir la violencia de género y que nadie tome a broma el machismo. Según la antropóloga Ana Burgos, una de las tres mujeres que forman parte de este colectivo nacido en Andalucía, entre sus ­objetivos figuran romper los estereotipos que se atribuyen a las mujeres, “así como contrarrestar que el humor se haya jugado siempre en el terreno de los hombres”. De momento, esta onubense calcula que Memes Feministas ha lanzado unos 400 memes desde el 2013. “Hacemos memes que están fatal y que sabemos que están muy mal, pero hemos encontrado un espacio para ser gamberras”, señala Burgos en respuesta a si la política contemporánea se ha vuelto tan desalentadora que está inspirando mentalidades trol.

Pero si hay algo sorprendente en este fenómeno es la cantidad de personas, desde abuelas octogenarias hasta niños, que han hecho suyo el hábito de mandar memes. Para muchos expertos, las ideas contagiosas se han convertido en uno de los caminos más rectos para reclamar la atención de los demás, lo que ha motivado el interés de las empresas.

Algunas ya han hecho sus primeros pinitos. Burger King publicó el pasado año una oferta de empleo en la que solicitaba repartidores de comida rápida que tuvieran estudios superiores, conocimientos de literatura, política y matemáticas, así como aptitudes musicales, entre otros requisitos, que se volvió viral debido a las disparatadas condiciones. Ante las críticas de quienes creyeron encontrarse ante una oferta real, la empresa reconoció que se trataba de una campaña publicitaria disfrazada de meme. También Gucci se ha inspirado en los memes que inundan internet y los ha hecho suyos para promocionarse. Así, para lanzar su nueva colección de relojes, decidió entregar sus imágenes a un grupo de creadores virales famosos en Twitter e Instagram para convertirlos en memes.

Sin embargo, el sueño de muchas empresas de publicidad de que sean los propios usuarios quienes viralicen sus campañas y anuncios está lejos de cumplirse, pues los guerreros del meme están al tanto del llamado “marketing imperceptible” y reaccionan airadamente cuando descubren que alguien intenta venderles una moto.

En todo caso, los expertos consultados consideran que los memes se están convirtiendo en un nuevo medio de comunicación para desenmascarar una realidad que cada vez recuerda más a los chistes.

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