Las edades del glamur

Cine

Un potente elenco intergeneracional es una de las bazas de Sólo química, la última apuesta de una comedia española que quiere mantener su buen momento. Esta semana llegará a los cines.

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Alejo Sauras, Ana Fernández y Rodrigo Guirao

La efervescencia de la comedia se ha convertido en el mascarón de proa de la reconciliación del cine español con la taquilla. Tras el brutal éxito en el 2014 de Ocho apellidos vascos, de Emilio Martínez Lázaro, se preveía un año difícil para la industria, pero otras dos comedias –Perdiendo el norte, de Nacho García Velilla, y Ahora o nunca, de María Ripoll– han logrado destacar en las taquillas del 2015. Aun siendo películas de diferente tono, las tres comparten dos elementos de singular aprecio por el público: un romance y un elenco coral e intergeneracional. A Dani Rovira y Clara Lago los secundaban Carmen Machi y Karra Elejalde, lo mismo que a Yon González y a Blanca Suárez los acompañaban la propia Machi, Javier Cámara o José Sacristán.

Casualidad o no, los mismos atributos presiden la película de Alfonso Albacete Sólo química, una comedia romántica clásica, muy apoyada sobre la obra de Richard Curtis –autor de los guiones de Cuatro bodas y un funeral (1994), Notting Hill (1999) o Love Actually (1999) y de la adaptación de la trilogía de Bridget Jones–, y en la que los jóvenes Rodrigo Guirao, Ana Fernández, Natalia de Molina y Alejo Sauras llevan la voz cantante de un abundante elenco en el que aparecen Bibiana Fernández, Jose Coronado, Neus Asensi, María Esteve, Rossy de Palma y Silvia Marsó.

“Los actores no tenemos edad. En la mayoría de las profesiones, la realidad de que la experiencia es un grado se vive con mucha intensidad, pero en la interpretación descubres que los más veteranos siempre repiten que en cada trabajo siguen aprendiendo”, explica Alejo Sauras, que da vida a Carlos, el pagafantas de la función. “Hemos aprendido un montón de Jose Coronado –agrega–, pero él dirá que también ha aprendido de nosotros, y esto hace que el trabajo de los actores se desarrolle en un ambiente muy bueno, en el que de algún modo todos estamos en la misma edad, en la del aprendizaje. En películas como esta, se nota mucho esa voluntad de crecer como intérpretes y ponernos las cosas fáciles, como si todos acabáramos de llegar”.

Ana Fernández, protagonista de esta Cenicienta contemporánea, cree que esa conjunción de talentos y edades forma parte de la naturaleza del género: “Parece un casting disparatado, pero cuando llegas al plató, todo encaja muy bien, y al ver la película descubres que es armónica, a pesar de reunir a actores con carreras y estilos muy distintos. Es un mérito de Alfonso”.

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Para el tercer jovencito, la cosa era bien distinta. El argentino Rodrigo Guirao apenas conocía la industria española, y en algunos casos sabía más de los actores por sus nombres que por sus trabajos: “Yo los descubrí a todos por primera vez y, en general, sabía poco de ellos. Durante el rodaje, trataba de absorber a cada actor tan particular casi en la misma escena, y funcionó bien”. En algunos casos, los galones pesan. “Claro, aunque no conociera en detalle su trabajo, rodando con Jose Coronado me di cuenta del actor que era, y eso impone. Es cierto que me cohibía un poco, pero también que esa circunstancia era positiva para la naturaleza de la relación entre los personajes, así que lo usé en beneficio de las escenas”, dice.

La sensación de Alejo Sauras es compartida desde la experiencia. Bibiana Fernández no ve peaje alguno en la confluencia generacional de un reparto lleno de rostros juveniles: “En esta profesión es muy importante la curiosidad, que haya savia nueva siempre es un estímulo para los actores. Los ­jóvenes aportan otras maneras de trabajar, te ayudan a evitar vicios, y también son un beneficio para el propio director porque llevando sorpresas a esa masa coral se vuelve más flexible, más ágil en la dirección de actores”. En todo caso, a su juicio, no se trata precisamente de neófitos: “Una cosa es que no tengan tanta experiencia como quienes llevamos muchos años y otra que sean novatos: no son novatos”.

“Estoy entre los veteranos. Me he dado cuenta de que me he hecho mayor y no he notado cómo ha sido”, comenta casi con sorpresa María Esteve, quien comparte casi todas sus escenas con Ana Fernández. “Hicimos muy buenas migas desde el principio”.

Desde el otero de los años, las actrices contemplan con perspectiva el actual éxito de las comedias españolas. “Hemos perdido un poco el pudor. Parece que, porque se trata de comedias, pertenezcan a un género menor, y yo no creo que lo sea en absoluto. Hacer bien la comedia está solo al alcance de grandes maestros, como Cukor, Lubistch... Los géneros son buenos y malos dependiendo de quiénes los desarrollen”, explica Bibiana Fernández. Por otra parte, “la comedia forma parte de nuestra idiosincrasia”, añade María Esteve, “siempre hemos elegido reírnos ante las adversidades. Al día siguiente de cada desgracia tenemos doscientos millones de chistes de cualquier cosa. Y la gente demandaba esa herramienta de soltar estrés a través de la carcajada”.

“Influye el momento del país”, opina Silvia Marsó, que en la película da vida a lo que sería una especie de madrastra de esta Cenicienta apócrifa. “La gente tiene ganas de divertirse porque bastantes dramas pasa ya en su propia vida. Pero también creo que influye que haya un nuevo dinamismo a la hora de rodar en digital. Te permite rodar más planos en el mismo día, y eso ha facilitado que se hagan muchas comedias. Al no ser película, el director puede incorporar elementos surgidos en el momento del rodaje, lo que da mucha frescura al resultado final”.

En cuanto a la nueva generación de actores y su formación, Marsó subraya el hecho de que ahora “se hacen cortos a mansalva, hay muchas cadenas de televisión que ruedan cientos de series con muchos papeles para jóvenes, y en cuanto al teatro, abundan las salas alternativas, que no siempre suponen un trabajo remunerado, pero sí sirven para alcanzar experiencia antes de hacer cine y televisión. Más de la mitad de los actores no ganan el salario mínimo interprofesional, según datos de Aisge, y el 72% no llega a fin de mes y no pueden vivir de su trabajo. Pero, con todo, es mucho mejor que cuando yo empezaba, porque ahora hay diversidad. Aunque la gente lo está pasando mal con la crisis, para aprender, las cosas están mejor que nunca”.

“Parece un casting disparatado, pero cuando llegas al plató, todo encaja muy bien, y al ver la película descubres que es armónica, a pesar de reunir a actores con carreras y estilos muy distintos. Es un mérito de Alfonso”, dice Ana Fernández

En Sólo química, hay mucho también de ese retrato de país en segundo término. Oli (Ana Fernández) es empleada de una droguería regida por la maliciosa Mónica (Silvia Marsó), a la que un día acude para una promoción el bello Eric Soto (Rodrigo Guirao). El glamur estalla ante sus ojos revelando su colisión con lo mundano. La historia de Oli y Eric servirá para ir revelando la trivialidad que anida también bajo el oropel.

Hay una mirada del cine sobre sí mismo. Lo explica Sauras: “La película retrata muy bien por qué y para qué se ha inventado el glamur. La gente es consciente de que hacemos las películas para ella, pero cree que el glamur es una forma de vida. Cuando nos ven en una alfombra roja, piensan que la alfombra, los focos, los coches… están ahí para nosotros, pero en realidad es para ellos, para que puedan vernos y todo parezca más bonito. Creen que ahí estamos disfrutando, pero en realidad estamos trabajando, forma parte de nuestra profesión”.

Con ese ánimo, Alfonso ­Albacete ha llenado la película de casas hermosas, alfombras rojas, restaurantes de lujo, ropa cara y gente guapa, buscando la magnética sofisticación de la alta comedia y, a la vez, tomando distancia respecto a ese envoltorio de celofán rosa en el que se presentan los sueños. Que a veces se cumplen a nuestro pesar.

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