Los primeros colores de América

Historia

Se publican, recopiladas en forma de libro por la editorial Taschen, las primeras fotografías en color de Estados Unidos. Un exhaustivo viaje al pasado con un valor tanto histórico como estético.

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El tren turístico de Mount Lowe, en California, en una imagen de William Henry Jackson, director de la Detroit Photographic Company. © COLLECTION MARC WALTER

El Gran Cañón de Colorado, uno de los lugares más bellos de Estados Unidos, fue descubierto en 1850 y fotografiado por primera vez unos años después. Sin embargo, a excepción de aquellos pocos afortunados que lo habían visto in situ, los fabulosos colores del Cañón: vibrantes gamas de rojos, marrones, ocres y blancos, eran desconocidos para la mayoría, ya que las imágenes eran en blanco y negro. No fue hasta finales del siglo XIX cuando, gracias a la labor de una empresa llamada Detroit Photographic Company y a una técnica conocida como fotocromo, el gran público pudo admirar los colores de aquella y otras maravillas de América.

Inventado en 1888 en Suiza, el fotocromo era un sistema de coloreado que creaba una impresión en color a partir de un negativo fotográfico en blanco y negro. Su principal ventaja era que permitía la producción en serie de las imágenes. Ello implicaba grandes posibilidades comerciales, que hicieron que la Photochrom Co. Zurich, la empresa que tenía la patente, abriese sucursales en las prin­cipales ciudades de Europa.

Desdeñados durante décadas por sus colores artificiales, los fotocromos no se revalorizaron hasta casi un siglo después de su invención

En 1895 el sistema se importó a Estados Unidos, cuando se fundó la Detroit Photographic Company (DPC), que durante los siguientes treinta años realizaría una gigantesca labor retratando Norteamérica en color. La apertura del negocio coincidió con la autorización del Congreso de Estados Unidos del envío de postales de un penique, lo que hizo que la compañía también imprimiera, durante esos años, miles de tarjetas con esta técnica.

La empresa estuvo dirigida en sus inicios por William Henry Jackson, uno de los primeros fotógrafos de Estados Unidos. Hijo de una acuarelista, aficionado al dibujo y exsoldado, Jackson fue un aventurero de vida nómada hasta que abrió, en 1868, su primer estudio fotográfico en Nebraska. Fascinado por el modo de vida indio y explorador a sueldo del Gobierno, poseía un archivo de 10.000 negativos que le fue adquirido por la DPC cuando lo contrataron, en 1897. Durante los años siguientes, dirigió con mano firme una floreciente compañía que llegó a producir, en su época dorada, hasta siete millones de imágenes anuales. Estados Unidos era la temática estrella, y los fotógrafos de la DPC plasmaron diligentemente sus paisajes, sus gentes, su flora y fauna y sus ciudades, ya entonces bulliciosas. En 1905 la empresa estaba en su punto álgido, con cuarenta empleados, tiendas en Detroit, Nueva York y Los Ángeles e, incluso, un tren privado, forrado con fotocromos gigantes, con el que recorrían el país con fines comerciales.

A principios de la década de 1910 el volumen de trabajo de la DPC empezó a bajar, debido a los elevados costes de producción y a la competencia. La placa autocroma, el sistema de fotografía en color patentado por los hermanos Lumière, ya se comercializaba desde hacía tres años. El estallido de la Primera Guerra Mundial y la posterior recesión acabaron con la empresa, que se declaró en quiebra en 1924. Jackson fue despedido, y se pusieron en venta los más de 40.000 negativos del fondo. En su mayoría, fueron adquiridos por instituciones como el Museo Henry Ford, donde se archivaron y se olvidaron.

Desdeñados durante décadas como imágenes con colores artificiales, los fotocromos no se revalorizaron hasta casi un siglo después de su invención. Fue en Europa, de la mano de coleccionistas como Marc Walter, coautor del libro de la editorial Taschen An American Odyssey, cuyas imágenes ilustran este reportaje. Walter y la documentalista Sabine Arqué se han encargado de seleccionar el contenido del volumen, un trabajo que, explican, les costó más de un año y que recupera unas imágenes pioneras con un gran valor tanto estético como histórico. Entre sus imágenes favoritas están “las del salvaje Oeste, las de los negativos de Jackson y las de Nueva York. Sin olvidar las vistas del profundo Sur ni las de California o los Grandes Lagos. De hecho –resume la autora–,“es imposible elegir. ¡Nos gustan todas!”.

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An American Odyssey

(fotos de la Detroit Photographic Company)

Marc Walter & Sabine Arqué

Editorial Taschen

www.taschen.com

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Puesta de sol desde el parque Battery, Nueva York (anónimo). © COLLECTION MARC WALTER

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Mulberry Street, en Nueva York (anónimo). Hacia 1890, la ciudad era la más poblada de Estados Unidos, con barrios tan densos como Little Italy. © COLLECTION MARC WALTER

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Ropa tendida en un lunes soleado, en el barrio italiano de Nueva York. © COLLECTION MARC WALTER

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Imagen de William Henry Jackson del Gran Cañón de Colorado, en Arizona. © COLLECTION MARC WALTER

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Una de las Tres Gracias del bosque de secuoyas gigantes Mariposa Grove, parque nacional de Yosemite, California (anónimo). © COLLECTION MARC WALTER

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