Los secretos de las galaxias

Cine

Cuando se estrenó, en 1977, 'La guerra de las galaxias' cambió el modo de hacer cine y, también, el imaginario colectivo. Hoy es un clásico, al cual se le ha dedicado un espectacular libro, publicado por la editorial Taschen. En él, George Lucas, su artífice, explica al detalle cómo se forjó la saga galáctica

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El diseño de R2-D2 fue todo un reto para sus creadores y para el actor que lo encarnaba, Kenny Baker. El robot se sostenía con dos patas, pero caminaba con tres

"Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana”. La ya mítica frase, en letras azules sobre un fondo negro, que en 1977 inundó las pantallas de los cines de medio mundo, es también el prólogo a las más de 600 páginas de un libro tan ambicioso como completo. Se trata de Los archivos de Star Wars, que acaba de publicarse en español por la editorial Taschen. Un libro literalmente enorme (pesa siete kilos y medio), editado en estrecha colaboración con George Lucas, artífice de la saga. Se trata de un volumen que aborda con todo lujo de detalles la historia de la primera trilogía galáctica: Episodio IV: Una nueva esperanza (1977) (aunque se la conociera como La guerra de las galaxias), Episodio V: El Imperio contraataca (1980) y el Episodio VI: El retorno del Jedi (1983).

El libro, escrito por el periodista Paul Duncan, está profusamente ilustrado con páginas de guiones, documentos de producción, arte conceptual, storyboards, fotografías de los rodajes, fotogramas y carteles, muchos de ellos inéditos. Incluye también una larga entrevista a George Lucas, donde el director y productor explica como gestó su obra más conocida, revelando detalles que todavía ahora sorprenderán a los millones de fans de la serie de películas.

Como que el filme iba dirigido a un público muy concreto: niños de 12 años. Una edad en la cual, considera Lucas, uno empieza a preguntarse qué hace en esta vida. El director ­también nos recuerda que La guerra de las galaxias empezó a gestarse en tiempos muy convulsos, con la guerra de Vietnam todavía coleando en la sociedad estadounidense.

Lucas veía a su país en crisis y a sus jóvenes, muy perdidos. Y, por todo ello, decidió dedicar su película a estos preadolescentes: “El eje de la civilización son los mitos, la historia y la religión. Y los niños de 12 años, que se están convirtiendo en adultos, están tratando de entender cuál es su lugar en el mundo”, cuenta.

Para ello, ¿qué mejor que un mito moderno? “No quería ideas complejas ni demasiado intelectuales, sino conceptos muy simples sobre qué es lo que conforma una civilización y una sociedad civil, para que pudieran manejarse en este mundo”, señala el director.

Cuando Lucas era un niño, también empezó a hacerse preguntas. Algunas, complicadas. Una vez le preguntó a su madre que si, como decían, sólo había un Dios, ¿por qué existían tantas religiones? Y de entre todas ellas, ¿cuál era la verdadera? Dorothy Bomberger Lucas no supo qué contestar a su avispado hijo, un crío al que le encantaba dibujar y construir cosas, leer cómics de ciencia ficción y ver televisión. También le apasionaban los coches y las carreras. Sin embargo, a los 18 años, sufrió un accidente de tráfico que casi lo mandó al otro mundo: “De hecho, al principio me dieron por muerto. No fue hasta que llegué al hospital que los doctores me revivieron”, escribe en el prólogo del libro. Aquella experiencia, asegura, lo transformó por completo. Se olvidó de las carreras de coches y decidió ir a la pequeña universidad de su ciudad natal, Modesto, en California, para estudiar Antropología.

Cuando, en el segundo año de carrera, descubrió la obra de Joseph Campbell, estudioso de los mitos, encontró la respuesta a la pregunta que su madre no supo contestar. Campbell, autor de El héroes de las mil caras, analizaba el monomito del “viaje del héroe”: un concepto omnipresente en la tradición de casi todas las culturas y cuyos tres ejes narrativos (la separación, la iniciación y el retorno) son los pilares de cualquier obra épica que se precie.

“Me di cuenta”, escribe Lucas, “de que todo el mundo tiene una historia distinta –algunos aseguran haber hablado con Dios, otros, estar unidos a Él–. Pero, al final, la esencia son personas contando historias. Mitos”.

Y Lucas decidió contar el suyo. En cierto modo, la saga cinematográfica más famosa de la cultura popular del siglo XX se gestó a partir de unas preguntas de un niño precoz, un sesudo libro de mitología comparada y un amor al cine que llegó poco después. Con 20 años, Lucas ingresó en la escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California. Un periodo que califica como el mejor de su vida y donde conoció, entre otros, a Steven Spielberg. Alumno brillante, tras graduarse filmó la distopía THX 1138 y la célebre American Graffiti, producida por quien hoy es otra leyenda cinematográfica, Francis Ford Coppola. La película mostraba coches, adolescentes en crisis y tenía a un jovencísimo Harrison Ford entre los protagonistas.

Pero la obsesión de George Lucas por los mitos seguía allí, y en 1973 empezó a trabajar en el guion de The Stars Wars. Una historia ambiciosa que narraba el viaje por galaxias lejanas del héroe Luke Skywalker: un joven “granjero de humedad” del planeta Tatooine, que se convertiría en un caballero Jedi y en la clave para derrotar al Mal.

Cuando escribió la primera sinopsis del guion, George Lucas tenía 29 años y muchos mundos y personajes en su cabeza, que –cosas de Hollywood– logró plasmar en una trilogía que fue un éxito rotundo. Sin olvidar que a partir del viaje de Skywalker creó el monomito de nuestro tiempo, con aquel joven héroe como eje de la historia. Un protagonista primero inocente, luego determinado, con el que tiene mucho que ver: “¿Es usted Luke?”, le pregunta Paul Duncan en el libro. “Es un personaje con el que me identifico, por lo tanto… sí”, responde el director.

Pero Luke no es, ni mucho menos, el más atractivo de la saga. La guerra de las galaxias está plagada de personajes carismáticos que hacen sombra (o superan) el magnetismo de Skywalker. Empezando por su némesis: Darth Vader, con una estudiada e impactante irrupción en escena (de negro absoluto, con su capa, su casco, su respiración angustiante...): “El público se quedó boquiabierto. Era impresionante y aterrorizaba a los niños pequeños”, rememora el director. Algo importante, recalca, porque en aquella primera aparición de Vader, “Leia (la princesa) se enfrenta a él y le dice ‘No me das miedo’. No está atemorizada, lo que la hace más fuerte que él”.

Tampoco siente miedo el personaje de Han Solo, que encarnó Harrison Ford. El actor parecía hecho para el papel, pero Lucas no quería convocarlo porque había trabajado con él en su película anterior. Afortunadamente, el director de casting, Fred Roos, pidió a Ford que se pasara por el estudio para “arreglar una puerta” (en ese momento, el actor trabajaba como carpintero para subsistir) y lo consiguió para el papel.

Las 600 páginas de Los archivos de Star Wars son una muestra de que en el mundo del cine, casi todo es posible. Para lograr plasmar aquella historia de ciencia ficción Lucas fundó su propia empresa de efectos especiales, Industrial Light & Magic, y desarrolló tecnologías de vanguardia. Las combinó con innovadoras técnicas de montaje y una especial atención al sonido, para brindar al público una experiencia única. Sin olvidar, por supuesto, la banda sonora –compuesta por el gran John Williams– y el trabajo de un talentoso equipo de dibujantes, diseñadores, maquetistas, encargados de vestuario y de maquillaje, técnicos, etcétera.

Todo estaba pensado: desde el lenguaje que hablaban los jawas, los chatarreros del planeta Tattoine (una combinación de zulú y suajili) hasta los colores de cada personaje. El Imperio era blanco y negro. Luke era “orgánico” (marrones y rojos). Ben Kenobi, de “grises oscuros”. Han Solo, marrón claro, y el androide de protocolo, C-3PO, dorado. “R2-D2 es azul y blanco, un intermedio entre los humanos y el Imperio”, explica Lucas. Fue él también quién decidió que las espadas láser fueran un arma de uso exclusivo de los jedis: “Quería que hubiera lucha de sables, pero que no pareciera una película de piratas”.

El diseñador e ilustrador Ralph McQuarrie fue uno de los fichajes de Lucas para el proyecto. Él fue el encargado de crear los primeros diseños de la trilogía: las naves espaciales, los androides y los planetas. También de la imagen de Darth Vader. Sin embargo, como McQuarrie afirma en el libro, “aunque los dibujara yo, era George quien los había hecho”.

Todo parece haber estado en la cabeza del director desde el principio y el detalle con el que habla de su obra es la mejor prueba. Una historia que enganchó no sólo a los niños de 12 años a los que se dirigía inicialmente sino a varias generaciones de espectadores a quienes, incluso en el siglo XXI, todavía les fascinan los mitos.

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